Estamos intentando delimitar la Filosofía, viendo, primero, qué no es, para llegar después a una definición más positiva. Llamamos a esta cuestión “metafilosófica”, no queriendo dar a entender que es ni previa ni externa a la filosofía, sino sólo que es la reflexión filosófica acerca de la propia filosofía. Como se sabe, la cuestión de qué es Filosofía es, principalmente, una cuestión filosófica, aunque cualquier ciencia pueda quizá dar una descripción, desde su ámbito, de qué es la actividad filosófica.
Quienes rechazan que la filosofía sea, en algún sentido relevante, análisis lingüístico, pero quieren mantenerla lo más lejos posible de la realidad, apenas tienen más remedio que caer en alguna versión del conceptualismo: la Filosofía es meramente, o principalmente, análisis de conceptos. Normalmente esta tesis va unida a la de la generalidad de los conceptos con los que tiene que ver la filosofía. No estoy de acuerdo con ninguna de las dos tesis, pero me limitaré, por ahora, a discutir la primera, la que dice que la filosofía es análisis de conceptos, quizá algunos conceptos muy especiales por ser los más generales (o los más vacíos).
Por supuesto, también aquí hay maneras de hacer poco interesante esta tesis. Podría decirse que, dado que todo nuestro conocimiento de las cosas, está necesariamente mediado por nuestras concepciones, en cierto modo sólo tratamos con nuestros conceptos. Este es un argumento equivocado, pero no es ahora el momento de discutirlo, puesto que es una tesis tan aplicable a la química como a la filosofía, y ahora estamos intentado discriminar a la filosofía.
Lo mismo puede decirse, en general, de todas las filosofías “idealistas” y “anti-realistas”, sean críticas o no. Kant, por ejemplo, del “hecho” de que poseemos conocimientos a priori, infirió (truculentamente, a mi parecer) que esos conocimientos no podían ser más que subjetivos (aunque, como eran universales, tenían que ser subjetivo-trascendentales). Con eso llegó a la conclusión de que la forma en que concebimos las cosas no tiene nada que ver con las cosas mismas. Es verdad que dejó fuera la cosa en sí, pero puesto que tanto los conceptos como la forma de la sensibilidad eran, según él, subjetivas, dejó a la cosa en un lugar poco útil. De hecho, le vemos en sus papeles póstumos intentando deducir la física a partir de su “metafísica” subjetivo-trascendental. De una forma análoga, Michael Dummett, o Hilary Putnam (en alguna de sus épocas), del “hecho” (si es que lo es) de que hay diferentes maneras irreducibles de explicar todo lo que creemos ver, han inferido que todo lo que manejamos son conceptos. Esto afectaría de un modo prominente, pero no exclusivo, a la filosofía.
Dando un paso más, Hegel y otros creen que todo es concepto.
Todas estas tesis son metafísicas, y no meramente meta-filosóficas: hipostasian los conceptos. No suponen una discriminación especial de la Filosofía.
Aquí, por otra parte, es más fácil confundirse que en el caso del lenguaje, porque los conceptos y los juicios están más cerca de la realidad que los términos y las proposiciones. Incluso el platonismo es entendido a menudo como una manera de idealismo. Sin embargo, creo yo, Platón estaba lo más lejos que se puede estar de confundir nuestras concepciones con la esencia real de las cosas.
La tesis que habría que discutir, para nuestro propósito de definir la Filosofía, es la que dice que,
Quienes rechazan que la filosofía sea, en algún sentido relevante, análisis lingüístico, pero quieren mantenerla lo más lejos posible de la realidad, apenas tienen más remedio que caer en alguna versión del conceptualismo: la Filosofía es meramente, o principalmente, análisis de conceptos. Normalmente esta tesis va unida a la de la generalidad de los conceptos con los que tiene que ver la filosofía. No estoy de acuerdo con ninguna de las dos tesis, pero me limitaré, por ahora, a discutir la primera, la que dice que la filosofía es análisis de conceptos, quizá algunos conceptos muy especiales por ser los más generales (o los más vacíos).
Por supuesto, también aquí hay maneras de hacer poco interesante esta tesis. Podría decirse que, dado que todo nuestro conocimiento de las cosas, está necesariamente mediado por nuestras concepciones, en cierto modo sólo tratamos con nuestros conceptos. Este es un argumento equivocado, pero no es ahora el momento de discutirlo, puesto que es una tesis tan aplicable a la química como a la filosofía, y ahora estamos intentado discriminar a la filosofía.
Lo mismo puede decirse, en general, de todas las filosofías “idealistas” y “anti-realistas”, sean críticas o no. Kant, por ejemplo, del “hecho” de que poseemos conocimientos a priori, infirió (truculentamente, a mi parecer) que esos conocimientos no podían ser más que subjetivos (aunque, como eran universales, tenían que ser subjetivo-trascendentales). Con eso llegó a la conclusión de que la forma en que concebimos las cosas no tiene nada que ver con las cosas mismas. Es verdad que dejó fuera la cosa en sí, pero puesto que tanto los conceptos como la forma de la sensibilidad eran, según él, subjetivas, dejó a la cosa en un lugar poco útil. De hecho, le vemos en sus papeles póstumos intentando deducir la física a partir de su “metafísica” subjetivo-trascendental. De una forma análoga, Michael Dummett, o Hilary Putnam (en alguna de sus épocas), del “hecho” (si es que lo es) de que hay diferentes maneras irreducibles de explicar todo lo que creemos ver, han inferido que todo lo que manejamos son conceptos. Esto afectaría de un modo prominente, pero no exclusivo, a la filosofía.
Dando un paso más, Hegel y otros creen que todo es concepto.
Todas estas tesis son metafísicas, y no meramente meta-filosóficas: hipostasian los conceptos. No suponen una discriminación especial de la Filosofía.
Aquí, por otra parte, es más fácil confundirse que en el caso del lenguaje, porque los conceptos y los juicios están más cerca de la realidad que los términos y las proposiciones. Incluso el platonismo es entendido a menudo como una manera de idealismo. Sin embargo, creo yo, Platón estaba lo más lejos que se puede estar de confundir nuestras concepciones con la esencia real de las cosas.
La tesis que habría que discutir, para nuestro propósito de definir la Filosofía, es la que dice que,
- si bien no todas las cuestiones teóricas relevantes son meramente ni principalmente conceptuales (sino que la mayor parte –por ejemplo, que hay pingüinos en la Antártida- no lo son),
- las cuestiones filosóficas sí son meramente o principalmente conceptuales, y no tratan de ningún asunto directamente relativo a la realidad.
A esto lo podemos llamar conceptualismo metafilosófico, o metafilosofía conceptualista. (El conceptualismo metafilosófico no implica, pues, una posición conceptualista o antirrealista en general, pero el conceptualismo o antirrealismo general sí conlleva, trivialmente, el conceptualismo metafilosófico). Frente a ello, querríamos abogar por una metafilosofía realista: la Filosofía trata de cómo es la realidad en sí misma.
Aunque conceptualistas y realistas metafilosóficos no estamos de acuerdo en qué es exactamente o en el fondo la Filosofía, estamos de acuerdo en qué es en principio. Sin ello, nuestra discusión sería sólo de palabras, y nuestro diálogo sería de besugos (o incluso de académicos de la lengua). Poniéndonos lo menos exigentes posibles, estaremos de acuerdo en que son filosóficas cuestiones como las de ontología en general (no la de si existe este o aquel tipo de entidad en este o aquel ámbito de existencia, sino la de si existen tal o cual entidad, más allá de que las postule tal o cual ciencia, o la de qué es existir en general), o las de teoría del conocimiento (sobre criterios, normativos, de qué es saber), etc. Ejemplos de esto serían, por ejemplo: qué relación hay entre representación y realidad en sí, o si hay un fundamento objetivo para los juicios de valor, etc.
Hay una teoría que dice que no hay ningún asunto sobre la realidad que no sea del ámbito de la ciencia, entendida como la actividad que se atiene al método hipotético-deductivo o, mejor, empírico-pragmático. Pero esta teoría es una teoría, precisamente, filosófica, que no se atiene al método empírico-pragmático. No la discutiré aquí. Doy por supuesto que, puesto que es una teoría filosófica, está en el mismo barco que las demás opciones filosóficas, aunque ella pretenda sacarse del pantano tirándose de los pelos.
¿Son, las cuestiones filosóficas, cuestiones especialmente conceptuales, de una manera en que no lo son las cuestiones científicas en general?
Podría argumentarse que, mientras que los conceptos de las ciencias específicas se refieren a las cosas, naturales y “reales”, los conceptos filosóficos y los juicios propios de la filosofía no se refieren más que a conceptos. Serían conceptos de “segundo orden” (o de orden enésimo), sin referencia real.
Esto es obviamente falso. ¿Qué tiene que ver que un concepto sea de un orden o de otro, para concluir que sea un concepto meramente (o principalmente) conceptual? ¿Cómo se pasa de ser un concepto acerca de las cosas a ser un concepto que no trata de las cosas? Los conceptos de orden superior a uno tratan de las cosas de orden uno mediante los conceptos de órdenes intermedios, y tratan a los conceptos de orden inmediatamente inferior al suyo como cosas. Así que, en todos los sentidos, los conceptos de orden superior son conceptos acerca de realidades.
Aunque conceptualistas y realistas metafilosóficos no estamos de acuerdo en qué es exactamente o en el fondo la Filosofía, estamos de acuerdo en qué es en principio. Sin ello, nuestra discusión sería sólo de palabras, y nuestro diálogo sería de besugos (o incluso de académicos de la lengua). Poniéndonos lo menos exigentes posibles, estaremos de acuerdo en que son filosóficas cuestiones como las de ontología en general (no la de si existe este o aquel tipo de entidad en este o aquel ámbito de existencia, sino la de si existen tal o cual entidad, más allá de que las postule tal o cual ciencia, o la de qué es existir en general), o las de teoría del conocimiento (sobre criterios, normativos, de qué es saber), etc. Ejemplos de esto serían, por ejemplo: qué relación hay entre representación y realidad en sí, o si hay un fundamento objetivo para los juicios de valor, etc.
Hay una teoría que dice que no hay ningún asunto sobre la realidad que no sea del ámbito de la ciencia, entendida como la actividad que se atiene al método hipotético-deductivo o, mejor, empírico-pragmático. Pero esta teoría es una teoría, precisamente, filosófica, que no se atiene al método empírico-pragmático. No la discutiré aquí. Doy por supuesto que, puesto que es una teoría filosófica, está en el mismo barco que las demás opciones filosóficas, aunque ella pretenda sacarse del pantano tirándose de los pelos.
¿Son, las cuestiones filosóficas, cuestiones especialmente conceptuales, de una manera en que no lo son las cuestiones científicas en general?
Podría argumentarse que, mientras que los conceptos de las ciencias específicas se refieren a las cosas, naturales y “reales”, los conceptos filosóficos y los juicios propios de la filosofía no se refieren más que a conceptos. Serían conceptos de “segundo orden” (o de orden enésimo), sin referencia real.
Esto es obviamente falso. ¿Qué tiene que ver que un concepto sea de un orden o de otro, para concluir que sea un concepto meramente (o principalmente) conceptual? ¿Cómo se pasa de ser un concepto acerca de las cosas a ser un concepto que no trata de las cosas? Los conceptos de orden superior a uno tratan de las cosas de orden uno mediante los conceptos de órdenes intermedios, y tratan a los conceptos de orden inmediatamente inferior al suyo como cosas. Así que, en todos los sentidos, los conceptos de orden superior son conceptos acerca de realidades.
Por lo demás, de ser válido ese argumento, con él llegaríamos a que toda la ciencia sería asunto meramente o principalmente de conceptos, ya que prácticamente todos los términos que utiliza la ciencia son de orden superior a uno. Con esto nos aproximamos peligrosamente a la tesis metafísica idealista o antirrealista. Tan peligrosamente que es imposible caer. Porque ¿qué queda fuera de lo conceptual? Quizá el único aspirante a nombre propio sea, como dijo Russell, “esto”. Aunque, como señaló el segundo Wittgenstein, cuando señalo con el dedo delante de un perro, el perro me huele el dedo. Así que, si sólo es ciencia lo que utiliza un lenguaje de nivel uno, entonces, como mucho, la única ciencia sobre la realidad sería la que dice “esto” (y que hable sólo delante de un ser humano, es decir completamente cargado de conceptos).
Lo cierto es que no hay ninguna cuestión, medianamente importante, que sea meramente o principalmente conceptual. No pensamos acerca del concepto de pingüino, sino que pensamos acerca de los pingüinos, a través del concepto ‘pingüino’; y no pensamos sobre el concepto ‘ser’, o el concepto ‘necesidad’, o el concepto ‘mente’, sino acerca del ser, de la necesidad, de la mente, a través de esos conceptos.
Los conceptos no tienen las mismas propiedades que las cosas de las que son conceptos. El concepto ‘pingüino’ no es un pingüino, ni soporta bien el frío. De la misma manera, el concepto de ‘necesidad’ no es la necesidad de las cosas, ni el concepto de ‘esencia’ es la esencia, aunque en estos asuntos sea más fácil caer en la confusión, dado su nivel de abstracción.
Los conceptos son entidades gnoseológicas, que reciben su sentido y su validez de las entidades reales u ónticas. Las entidades gnoseológicas, sean lo que sean, son, salvo para el idealismo, una parte de la realidad, y una parte completamente parasitaria.
Igual que los partidarios de que la filosofía es análisis del lenguaje deberían, consecuentemente, dejarla en manos de los lingüistas, los metafilosóficamente conceptualistas deberían dejar los problemas filosóficos en manos de los lógicos (de los que estudian la “semántica” lógica, o, mejor sería decir, la noología), o, si no, de los gnoseólogos. Pero igual que, por ejemplo, la ontología no es competencia de los gramáticos, tampoco lo es de los lógicos. La filosofía no trata ni de palabras ni de conceptos, sino de cosas o propiedades de las cosas, aunque use el medio de las palabras y los conceptos, como cualquier otra empresa teórica hace.
Lo cierto es que no hay ninguna cuestión, medianamente importante, que sea meramente o principalmente conceptual. No pensamos acerca del concepto de pingüino, sino que pensamos acerca de los pingüinos, a través del concepto ‘pingüino’; y no pensamos sobre el concepto ‘ser’, o el concepto ‘necesidad’, o el concepto ‘mente’, sino acerca del ser, de la necesidad, de la mente, a través de esos conceptos.
Los conceptos no tienen las mismas propiedades que las cosas de las que son conceptos. El concepto ‘pingüino’ no es un pingüino, ni soporta bien el frío. De la misma manera, el concepto de ‘necesidad’ no es la necesidad de las cosas, ni el concepto de ‘esencia’ es la esencia, aunque en estos asuntos sea más fácil caer en la confusión, dado su nivel de abstracción.
Los conceptos son entidades gnoseológicas, que reciben su sentido y su validez de las entidades reales u ónticas. Las entidades gnoseológicas, sean lo que sean, son, salvo para el idealismo, una parte de la realidad, y una parte completamente parasitaria.
Igual que los partidarios de que la filosofía es análisis del lenguaje deberían, consecuentemente, dejarla en manos de los lingüistas, los metafilosóficamente conceptualistas deberían dejar los problemas filosóficos en manos de los lógicos (de los que estudian la “semántica” lógica, o, mejor sería decir, la noología), o, si no, de los gnoseólogos. Pero igual que, por ejemplo, la ontología no es competencia de los gramáticos, tampoco lo es de los lógicos. La filosofía no trata ni de palabras ni de conceptos, sino de cosas o propiedades de las cosas, aunque use el medio de las palabras y los conceptos, como cualquier otra empresa teórica hace.
Bueno: algo que habría que empezar discutiendo es si los CONCEPTOS "cosa" y "propiedad" son adecuados, útiles, están ejemplificados, o cualquier otra valoración epistemológica o de otro tipo que consideremos relevante. Tal vez PENSAR EN TÉRMINOS DE COSAS Y PROPIEDADES sea una premisa que no esté lo bastante justificada (salvo por lo "evidente" que nos parece... evidencia que podría deberse a ciertas peculiaridades de nuestro sistema nervioso, o a la historia cultural, o a la estructura de ciertos lenguajes).
ResponderEliminarBueno: algo que habría que empezar discutiendo es si los CONCEPTOS "cosa" y "propiedad" son adecuados, útiles, están ejemplificados, o cualquier otra valoración epistemológica o de otro tipo que consideremos relevante.
ResponderEliminar¿Por qué habría que empezar discutiendo eso? ¿Desde dónde lo discutirías? Por algún lado tienes que empezar, algún tipo de análisis debes dar por válido ¿no? P Para ti conceptos como "historia cultural", "ciertos lenguajes" y cosas así son menos controvertibles, más claras, etc, y por eso podrían servirnos para analizar esos turbios conceptos de "cosa" y "propiedad". Te felicito por tu fe.
Yo, en cambio, creo que cosas como esas ("historia cultural", "lenguaje") son mucho menos claros, y mucho más cargados de supuestos (especialmente ontológicos, pero también en buen grado epistemológicos) que los límpidos conceptos de la ontología.
Por cierto,
ResponderEliminardices: los CONCEPTOS "cosa" y "propiedad", ¿dando a entender que "cosa" y "propiedad" son sobre todo y fundamentalmente conceptos?
Lo que pasa es que uno coge tu frase y le da completamente la vuelta y dice "esas COSAS que son los conceptos". Y ¿qué son antes, cosas o conceptos? O sea, ¿realidad o creación mental o "lingüística" (y esta mente a su vez, realidad o construcción...)? Pero ten cuidado, porque si intentas contestar puedes caer en una conversación completamente controvertible, acientífica, etc, etc, etc.