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sábado, 29 de octubre de 2011

Apología de la causalidad, III. Contra los moderados

Vayamos ahora a los menos radicales.

Hay personas “sensatas” y con los pies en el suelo que no ven con buenos ojos los puñetazos o martillazos de esos aguerridos destructores de ídolos, sino que prefieren seguir creyendo que los conceptos claro que tienen vida y derechos, siempre que se les mantenga sensatamente atados a este pequeño mundo en que sensatamente nos movemos. Por ejemplo, Causa puede ser un concepto respetable en las ciencias naturales, pero no más allá. Lo de más allá es, si acaso, cuestión de fe, o de "credulidad".
¿En qué argumentos se apoya esta opción sensata? En uno muy famélico, en verdad. Lo que no es de extrañar, ya que se devora a sí mismo. Es el argumento empirista. Según esta tesis, todas nuestras ideas, para tener validez, deben apoyarse, más tarde o más temprano, en alguna “impresión” sensible. Todo lo que vaya más allá está vedado. Todo conocimiento tiene que echar el ancla en la “realidad”, es decir (por definición), en los fenómenos materiales.
Si se pide una justificación de esta (autocontradictoria) tesis (autocontradictoria porque ella misma no es comprobable empíricamente -y, en la medida en que algo análogo a ella es comprobable, es falsa-), si se pregunta por qué todo conocimiento válido tiene que ser del tipo del de las ciencias naturales y carecen de sentido preguntas como por qué existe el universo, se dará uno golpes contra un muro de silencio y hasta de sordera.
El muro devolverá el eco: porque cualquier cosa que no se pueda comprobar empíricamente no es conocimiento legítimo porque no se puede comprobar empíricamente... Quizá a veces se acompañe de la constatación de que dos mil años de historia de la metafísica no han proporcionado ninguna solución. Pero, mientras no se de un argumento de por qué precisamente esa explicación es imposible, no habrá razón para proscribir por ley las preguntas del tipo por qué existe este universo y no más bien nada.
Forman parte de este tipo de lecho de Procusto la tesis de que la noción de causa equivale a la de regularidad observada, lo que, en verdad, no es ni suficiente ni necesario. No suficiente porque eso no salva la necesitación que acompaña al concepto de causa (como dijimos en anteriores entradas); y no necesario porque el concepto de causa es previo a e independiente de que se produzca más de un suceso semejante. Yo puedo entender perfectamente la tesis filosófica (gnoseológica) de que las cosas causan en el sujeto conceptos o representaciones de ellas (sea o no falsa esta tesis) sin que ahí pueda jugar el más mínimo lugar ninguna repetibilidad.

Kant comprendió que ninguna explicación "inmanente" (naturalista o psicologista) podía salvar el carácter “normativo” de las nociones epistemológicas, incluida, por supuesto, la de causa. Comprendió que la noción de causa implica la de necesitación, y no puede ser sustituida por una explicación contingente. Cuando la ciencia desecha cierta explicación causal es para sustituirla por otra o para reconocer que aún no sabemos cuál es la causa correcta que hace necesario tal efecto. Nunca para aceptar que algo carece o puede que carezca de causa. Si se asumiese realmente que puede haber un hecho sin causa, eso significaría que cualquier hecho puede carecer de causa. Entonces nunca cabría lógicamente esperar que las causas presuntamente descubiertas por la ciencia se cumplan en el siguiente caso. Sería un razonamiento completamente ilógico inferir la más mínima probabilidad de que la misma causa (en las mismas circunstancias) producirá el mismo efecto. No sirve de nada decir que es que la creencia de que la misma causa producirá el mismo efecto es un mero hábito: sería un hábito completamente irracional. Y lo sería por más que siempre sucediese que la misma causa viniese produciendo el mismo efecto. No es así como piensa el científico, ni por supuesto ningún otro pensador que intenta dar una explicación de las cosas. Al fin y al cabo ¿cuál era la razón para aceptar la explicación psicologista del hábito? Simplemente la tesis empirista, la que de todas maneras es falsa: los propios empiristas argumentan a priori, e independientemente de cualquier experimento empírico.
Pero Kant aceptó del empirismo que las nociones epistémicas normativas (tales como Causa) tenían como condición imprescindible (necesaria) de aplicabilidad, que su uso estuviese ligado a fenómenos en el tiempo y/o el espacio. Por eso consideró que preguntas como por qué existe el universo, son preguntas “dialécticas” que caen en sofismas llamados antinomias.
Ahora bien, ¿cuál es el argumento de Kant para sostener que todo discurso legítimo tiene que mantenerse en el ámbito de los fenómenos? Curiosamente, el mismo prejuicio empirista de que lo que no podemos imaginar nos está vedado. Yo no conozco más argumento de Kant al respecto que el que dice que la única manera de representarnos (por ejemplo) una relación de causa, es figurándonos eventos naturales conectados necesariamente. Pero esto no es verdad. El propio Kant incumplió sus prescripciones, cuando de alguna manera sostuvo que las cosas en sí (noúmena) “causan” en nosotros las representaciones. Si el concepto de causa, como las demás categorías, solo tuviese sentido aplicado a los fenómenos, entonces Kant (ni nadie) no podría decir nada acerca de la relación entre las cosas y nuestras representaciones. Y no tenía más remedio que incumplirlas, si quería plantearse la cuestión. Ahora bien, si podemos planteárnosla (la cuestión gnoseológica de la relación entre las cosas en sí y nuestras representaciones) es que podemos entender el concepto de causa más allá de las ciencias de la naturaleza.

No hay razón, por tanto, para proscribir la metafísica pregunta de la causa del universo. En fin, resumiendo, ninguno de los ataques a la noción de causa muestran lo que pretenden: que sea una noción confusa o ilegítima, o que lo sea, al menos, para asuntos que van más allá de los eventos naturales. La noción de causa sigue siendo tan respetable como lo fue siempre.

2 comentarios:

  1. Veo que entras a la carga con la causalidad. Por mi parte, me temo que en los próximos días no voy a tener tiempo, así que me esperaré a una situación en la que pueda desplegar mis argumentos con más calma.
    Sobre tu libro, me ha parecido entretenido, aunque como imaginarás, no estoy de acuerdo con casi nada. Lo que peor he notado es que los personajes no discuten realmente, y así no hay manera de que muestres que tus tesis realmente responden a las dificultades, lo que te permite (muy sutilmente) limitarte a expresarlas, más que a articularlas.
    Mi libro sale el mes que viene, creo.
    Saludos

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  2. Jesús
    Ya habrá tiempo de que charlemos sobre lo de la causalidad, aquí o en tu blog.

    En cuanto al libro, muchas gracias por tus comentarios. ¡Si no te ha parecido un petardo...!

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