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viernes, 21 de octubre de 2011

De Dios, III. Existencia y Actualidad. De los errores de Anselmo y Gaunilo

Sigo con lo tratado en las entradas anteriores:

Hay otra manera de plantearse la cuestión de la existencia. Es en torno al concepto de actualidad. Cuando hablamos de que algo existe, entendemos que es algo “actual”. Los seres que existen (pensamos) tienen, sobre lo no existente, la ventaja de la actualidad. Pero ¿qué significa eso?

Si mis padres hubiesen engendrado a su hijo un día antes, yo no existiría y sí existiría otro ser, en parte similar a mí, pero diferente. Ese ser no existe, no ha tenido la fortuna de la actualidad. Pero su concepto sí existe. Puedo pensar en él. ¿Existe o no existe? No está instanciado materialmente, al menos en este mundo. Podría estarlo en otro, o en otro tiempo. Pero ¿significa eso que no existe, sin más? No, a no ser que identifiquemos por definición “existir” con “estar instanciado en este mundo”. Y hacer esa identificación, por definición (por estipulación), repito, no es una buena idea, porque encubre un problema filosófico, ontológico, real: qué hay de los no instanciados. Quienes pretenden reducirlos a estados de nuestros cerebros sí instanciados, se equivocan completamente, porque las características de los seres ideales son independientes de nosotros: las descubrimos, no las producimos. Son eternas, no localizadas como nuestro cerebro.

Si mantenemos el valor más general de “existir” (ser autónomo, activo, etc.) tenemos que aceptar que los entes ideales (o esencias) existen. Podríamos, en ese caso, contemplar dos modos o, más bien, grados, de existir: una existencia local o mundana, que afectaría solo a las entidades instanciadas en este mundo (o quizá en cualquier mundo con propiedades espaciales y/o temporales), y una existencia no-local, no-mundana, trascendente, que es la propia de las entidades ideales en sí mismas. Aunque en este mundo no hubiese un par de cosas, existiría no-localmente (no-mundanamente) el Dos, y existe no-localmente mi hermano no nacido. No está implementado en este mundo, pero podría estarlo, en este o en otro. En realidad, las cosas que existen localmente son proyecciones, ejemplos, imágenes, reflejos o implementaciones de objetos ideales. Se podría pensar que tú, por ejemplo, existes primero de una manera ideal o no-local, atemporal, inmaterial, y existe localmente una imagen o proyección de ti.

Pero sentimos una fuerte pulsión a considerar la actualidad, nuestra actualidad material, como algo determinante para hablar de existencia. ¿Por qué? Ni siquiera intramundanamente hay derecho a algo así. Recordemos la preciosa intuición de MacTaggart. Estamos en 2011 y en el instante de ahora, ya no estamos en la época de los egipcios, ni en el día de ayer ni en el instante anterior. ¿Qué significa esto? Yo estoy en mi ahora, como aquel egipcio está en su ahora. “Estuvo” solo se puede pronunciar desde mi ahora. ¡Pero mi ahora es el real!, decimos. Pero ¿qué queremos decir con eso? ¿Qué tiene de especial mi ahora? Desde el ahora del egipcio yo soy un mero futuro. Desde un punto de vista exterior al espacio tetradimensional, cada ahora (el suyo y el mío) es un punto en un espacio tetradimensionalmente simultáneo. Aparte de una pertinaz ilusión egocéntrica, quizá mi presente no tiene nada de especial. Esto se multiplica por infinito cuando nos referimos a algo exterior a nuestro universo, sea(n) otro(s) universo(s) material(es), sea el universo inmaterial de todas las ideas.
        
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Por tanto (refiriéndonos a los preparativos para el argumento ontológico) Anselmo, Descartes, Leibniz y compañía, se equivocaban cuando pensaban que el argumento ontológico solo sirve para probar la existencia de un ser totalmente perfecto, mientras que el resto de ideas son meros posibles que bien pueden existir o no. Por ejemplo, Descartes, decía que observando el triángulo no veía nada en su esencia que implicase la existencia. Obviamente, se refería a la existencia material o indexada. Pero es que de esa manera el triángulo ni ha existido ni va a existir jamás. Existirán, a lo sumo, objetos materiales o fenómenos triangulares (es decir, implementaciones o reflejos, más o menos fieles) del Triángulo. El triángulo, en sí, existe de manera ideal y autónoma. Y si lo que pretendía Descartes es probar que Dios, a diferencia del triángulo, sí existe necesariamente como existen las mesas, es decir, en el sentido limitado o local o mundano de existir, se equivocaba completamente. En el mejor de los casos, del Ser Perfecto pueden existir, en este o en cualquier otro universo, expresiones o encarnaciones, es decir, Teofanías. Ni Dios ni las demás ideas o esencias ganan nada por verse implementadas en un mundo, ni pierden por no estarlo.

Anselmo, Descartes o Leibniz fueron poco “platónicos”, les faltó “barba”. La barba de Platón (como la bautizó Quine) dice que hemos de postular la existencia de todo aquello de lo que tenemos que aceptar el concepto objetivo. Los conceptos no pueden estar “en la cabeza”. Hay, pues, un argumento ontológico para cada idea.

¿Y Gaunilo? Gaunilo, con su contra-argumento de la Isla Maravillosa, compartía el mismo error que Anselmo, aunque agravado, pues pensó que de ninguna cosa, ni siquiera del Ser Perfecto, se podía inferir la existencia a partir de la necesidad conceptual. Él pedía algo más: ser visible o tangible, o deducible de lo visible y tangible. Con esto daba por supuesto el significado naturalista o mundanal de existencia, y tenía que huir hacia algún conceptualismo o nominalismo para esconder los conceptos.

¿Qué hay de la isla perfecta? ¿Existe? Si con eso queremos decir que está instanciada en este mundo, es decir, entendido el “existe” localmente, habría que investigarlo, en efecto, ya sea por medio de la observación, ya deduciéndolo de las condiciones de este mundo. Pero desde luego esa isla existe de manera ideal, y tiene autonomía ontológica y operatividad. Si en este u otro mundo se dieran las condiciones pertinentes, la esencia “isla-perfecta” (suponiendo que se defina correctamente) haría posible la existencia local de una isla así, o lo más parecida posible.

2 comentarios:

  1. "Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire; la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí."

    El Jardín de Senderos que se Bifurcan, de Jorge Luis Borges.

    Umberto Eco que dice no estar de acuerdo con el concepto de designador rígido de Kripke admite de buena gana, empero, que sí es válido para los personajes de ficción, es decir y por ejemplo, en cualquier mundo posible Anna Karenina se tira el tren y eso hace al predicado "se tira al tren" como parte de la definición de Ana Karenina, ahora, así como podemos dudar de que Hitler existiera sólo hasta 1945 y no siguiera vivo, yo qué sé, en Argentina, exiliado; U.Eco nos recuerda que lo a pesar de la cuestionabilidad de Hitler entendido como aquel ser que tal y tal y murio en 1945 fuera real, sí que podemos decir que existió y no de Ana Karenina porque de aquel podemos encontrar rastros empíricos que certifiquen su existencia (aunque sea redefiniendo los contornos de su biografía) mientras que esta no tendría una realidad extratextual.

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  2. Héctor, es una cuestión difícil, lo de los entes de ficción. Te reconozco que ahora mismo no podría decirte qué pienso en firme sobre ello, no lo tengo refrescado. Lo pensaré. De todas maneras, sí te digo que todos los mundos posibles no son todos los mundos posibles. Me explico: la teoría de los mundos posibles intenta ser una explicación extensional de lo que es lo posible. Parece paradójico, pero es así. aunque los mundos posibles son algo intensional respecto de nuestor mundo fáctico, entre sí son meramente un conjunto (infinito quizá) de entidades "conretamente posibles".
    En todo caso, de Hitler podemos certificar que existe (existió) en este mundo, no que existió sin más. Los teóricos de los mundos posibles no se ponen de acuerdo en su estatuto ontológico (para unos son meros entes semánticos o epistémicos, para otros son entes reales -Lewis-). O sea, la cuestión ontológica no se resulve simplemente con postular mundos posibles.

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