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lunes, 21 de noviembre de 2011

Una noción perfectamente legítima: la Perfección

Sigo (y me acerco al final) del abordaje al (mal)llamado “argumento ontológico”.
El argumento pretende demostrar que un ser absolutamente perfecto (al que los filósofos identifican con lo que las tradiciones religiosas, especialmente las monoteístas, llaman “Dios”) existe necesariamente. Hasta ahora hemos estado hablando de qué significa existir y cuál(es) es (son) criterio(s) de existencia. Ahora hablaremos de la noción de la cuál se plantea la cuestión de si tiene referente real, es decir, si existe: de la noción de Dios, o, mejor, de Ser Perfecto.

La palabra Dios, en verdad, no juega ningún papel protagonista en el argumento filosófico. Podría ser del interés de teólogos y creyentes, pero es, para el filósofo, un mero nombre que debe ser definido o identificado con una noción menos sujeta a connotaciones irrelevantes: Dios, en filosofía, es el nombre que damos a la noción de un ser absolutamente perfecto (otra cuestión sería si es correcta, y cuánto, la identificación de esa noción filosófica con la noción –o nociones o variantes- religiosa(s) de Dios). En aras de la pulcritud, pues, considero preferible atenerse en la noción de ser-perfecto.

Pero, antes de (intentar) probar que la Perfección existe, necesitamos entender bien el concepto del que predicamos la existencia. “¿Existen los Números?” es una pregunta con sentido si tenemos una mínimamente aceptable caracterización o definición (conceptual, no terminológica) de Número. “¿Existen los Námoros?” no es una verdadera pregunta. ¿Existe, no ya la Perfección, sino una idea coherente de Perfección? (Ojo, no quiero, con esto, admitir que el concepto de Perfección sea, a priori, más sospechoso o más necesitado de definición que otros términos que se usan sin definir explícitamente hasta en la más rigurosa de las ciencias –tales como pertenencia, límite, etc.-; pero siempre es bueno intentar clarificar las nociones y ver que no contienen inconsistencia).

Se equivoca quien piense que las ideas no pueden ser coherentes o incoherentes. Los conceptos, salvo los atómicos quizá, tienen que contener conceptos compatibles. No puede haber, concedamos por ejemplo, un verdadero concepto de “cuadrado-redondo”, o de “sonrisa-rojiza” (o solo puede haberlo como metáfora, es decir, prescindiendo de los rasgos que generarían incoherencia). Pero si en todos los conceptos se exige coherencia, en el de Perfección esto se multiplica por infinito, porque es imposible (salvo nominalmente) entender por Perfección algo incoherente, ni siquiera algo que no sea máximamente coherente (por las razones que veremos).

Perfección”, de ser un concepto legítimo (e, insisto, nada a priori prueba que no lo sea, puesto que la gente, incluidos –como vamos a ver- aquellos que se dedican a las actividades más racionales, lo usa habitualmente, y desde luego no lo catalogan en el mismo grupo que “cuadrado-redondo”) es una noción “axiológica”, o, mejor dicho, la noción axiológica principal. El campo semántico de las nociones axiológicas incluye nociones como “correcto”, “válido”, “valioso”, “bueno”, “mejor”, “óptimo”, etc. Las nociones axiológicas (como, por otra parte, le pasa a todas las nociones) van necesariamente asociadas a criterios o norma(tividade)s. De acuerdo con la forma y grado en que algo se ajuste a los criterios dados, será valorado como mejor, más correcto, más válido, etc., tal como de acuerdo con que algo se ajuste a los criterios aritméticos o epistemológicos será un número o una teoría. Las nociones axiológicas, al igual que otras, no se pueden derivar de algo más fundamental, pero puede probarse su legitimidad precisamente por su presencia inevitable en otros niveles del discurso que no consideramos sospechosos.
Me plantearé en esta entrada las cuestiones: ¿Hasta donde, en nuestro discurso, se remontan las nociones axiológicas, cuya cabeza es la noción de Perfección? ¿Qué relación hay entre axiología y criteriología?

                                                              ****

Sería un gran error pensar que las nociones axiológicas (perfecto, válido, correcto…) pertenecen solo al terreno de la ética, siendo a lo sumo metáforas cuando se usan en otros campos. Por supuesto, existen nociones axiológicas en los discursos ético y estético, donde se valoran, comparan, etc., objetos y proposiciones de esos discursos. Hay, es cierto, filósofos que piensan que los criterios morales y estéticos no son únicos, sino múltiples. Pero, en todo caso, la noción axiológica es la misma (unívoca): se entiende qué significa que algo es Mejor, Correcto, etc., aunque haya que relativizarlo a un ámbito, o cultura, etc., lo que dará lugar a un pluralismo de sistemas de valores, no de la noción de validez.

Por otra parte, es inaceptable (como doy aquí por argumentado –aunque no es absolutamente imprescindible para la presente argumentación-) que el sujeto que tiene que valorar de acuerdo a ciertos criterios morales o estéticos (o sea, cualquier sujeto, en la medida en que es un agente racional –valga el pleonasmo-), piense que esos criterios son contingentes y que no tienen una validez mayor que otros completamente contrarios. Sería el exponente modélico de una actitud irracional, sostener una creencia (ética o estética) sobre la base de ciertos criterios que no se considera mejores, objetivamente mejores, que otros que prescribieran lo contrario. En la medida en que un sujeto valora racionalmente, implica la unidad de la axiología, es decir, una única idea y criterio asociado de Perfección o Validez máxima (el sujeto puede no estar en condiciones de dar justificaciones últimas, pero en la misma medida convendrá en que su decisión no es plenamente racional, y que, por tanto, tampoco su acción es plenamente autónoma). De todas maneras, para no generar disputas innecesarias, propongo dejar la margen el terreno de lo ético y lo estético.

Pero, además de en el discurso moral y estético, y de manera menos sujeta a debate (aunque también menos consciente) existe axiología, y de manera constitutiva, en el ámbito de discurso puramente teórico (la ciencia, la filosofía…) Evaluamos las teorías como (más o menos) correctas e incorrectas, como buenas, mejores o peores. Es imposible separa conceptos como el de Verdad (y error), o el de Justificación-teórica (o injustificación), del concepto de Validez o Corrección. Y esto no solo en el ámbito de la sintaxis o de los metalenguajes, sino también en la semántica. Ciertas nociones son “correctas” (consistentes, intuitivamente relevantes), y permiten discriminar entre aplicaciones más o menos correctas o válidas de esas nociones. Por ejemplo, el Triángulo, que es una noción intuitiva y definicionalmente buena, correcta, pertinente, aceptable… permite discriminar qué es un triángulo (más o menos) correcto. También aquí, obviamente, las nociones axiológicas (corrección, validez, adecuación…) van unidas indisolublemente a criterios. Las teorías físicas que se atienen a los criterios del método científico (coherencia, comprobabilidad, sencillez…) son “mejores”, ciertas demostraciones son más “correctas”, ciertas tesis son “válidas”, y algunos teoremas se considera que están “perfectamente” demostrados.

Nuevamente, existe una opción filosófica que niega la unicidad de la criteriología teorética (lo que, repito, no implica que la propia noción de Validez sea en sí inestable o múltiple –porque, en ese caso, sería un término equívoco-, sino que tiene aplicaciones disjuntas). Pero aquí doy por equivocada a esta tesis pluralista o relativista. Su requerimiento habitual de que justifiquemos no circularmente los criterios epistemológicos, desconoce, primero, que la justificación deductiva no es la instancia fundamental de toda justificación (la evidencia de ciertos principios es suficiente); y, segundo, que cualquier intento positivo de prescindir de los criterios denunciados como contingentes o locales (si es que alguien ha llevado a cabo algún intento así) no logra saltarlos sin convertirse en algo que solo equívocamente llamaríamos “discurso”. El criterio de coherencia es insoslayable para cualquier emisión de sonido que se pretenda discurso válido; y lo mismo vale del criterio de confirmabilidad empírica para proposiciones acerca de fenómenos. En todo caso, si uno quiere fingir una posibilidad ininteligible para nosotros (como que posiblemente exista un discurso matemático en el que el tres es impar –sin que esté jugando con las palabras-), no tenemos por qué seguirle. Aceptaremos que él “vive” en un mundo diferente (no ya materialmente, sino lógicamente diferente), y no tendremos nada que debatir con él mientras no nos muestre un puente del uno al otro. Quien ejerce el discurso racional teórico, presupone la unicidad de la axiología (Validez o Perfección), tanto de la noción como del criterio.

Y, por último, existen nociones axiológicas (aunque resulte menos habitual verlo así, y también se atienda poco a ello) en la ontología. Decimos que ciertas cosas son más aptas que otras a ser consideradas auténticas cosas reales, y no meros arreglos subjetivos nuestros. Creemos más reales (aunque algunos rehúsen, sin justificación -a mi juicio-, esa manera de hablar) las cualidades “primarias” que las secundarias. Algunos filósofos se han planteado si existen realmente (o existen tanto o son tan reales como otros seres) las montañas, o las nubes, por ejemplo. Mucha menos gente cree discutible que existen, como cosas o sustancias individuales, las personas o los electrones. Esto no es una discusión bizantina. Los mismos físicos utilizan, implícita aunque inevitablemente, criterios ontológicos, de acuerdo con los cuales identifican cosas o eventos, mientras que consideran a otros como meras coincidencias de propiedades simultáneas, por ejemplo. Es lo que Quine llamó el proceso de reificación. (Como dato curioso, recuerdo una noticia según la cual las compañías aseguradoras de las Torres Gemelas, habían solicitado –o pensaban solicitar- la opinión experta de ontólogos para determinar si eran un solo objeto o dos). Esa discriminación de realidades se basa en un criterio ontológico, y este implica una axiología: ese criterio es el mejor, el más correcto, para dirimir la realidad de las cosas. Hay las cosas que hay, son reales las que lo son, porque hay un criterio "válido", "correcto", "bueno" de discriminación ontológica.

En resumen, existen nociones axiológicas (o, por mejor decir, aplicación de las nociones axiológicas) en todos aquellos ámbitos en que se supone posible discriminar entre lo mejor y lo peor, lo más correcto y lo menos. La noción de Validez es suficientemente clara y unívoca, y está presente en todas las áreas de la racionalidad. Y lo mismo puede decirse, desde luego, de la noción de Validez máxima o Perfección (una teoría idealmente perfecta, una ley idealmente perfecta…), porque la validez relativa presupone la noción de validez absoluta. Una teoría, por ejemplo, que solo fuese válida respecto de ciertos criterios que no tuviesen una validez absoluta, es decir, que no implicasen que no hay otros criterios, contradictorios con ellos, pero igual de válidos o ni válidos ni inválidos, realmente no sería una teoría correcta, sino una mera actitud irracional. El científico presupone que, al atenerse a la metodología a la que se atiene, no es aceptable la validez de otra metodología contradictoria con aquella. Si puede llegar a poder en duda la validez de su propia metodología solo podrá hacerlo aceptando la validez de unos criterios superiores, de los que los suyos serían un caso local (de manera similar a como un científico aceptará una nueva teoría sobre determinado ámbito de objetos, solo si esa nueva teoría puede competir en un mismo campo de criterios con la primera). En fin, una vez más, la noción de Validez Absoluta, o de Perfección, es plenamente legítima, y es constitutiva de cualquier discurso racional.

Quedaría por preguntarse, en primer lugar, si las nociones axiológicas, con la de Perfección a la cabeza, son unívocas (o al menos, no irrazonablemente análogas) de un ámbito a otro de aplicación (o sea, si tenemos la misma noción de Validez en el pensamiento cuando decimos que una teoría es válida, o que una norma es válida); y, en segundo lugar, si las nociones axiológicas son prescindibles o eliminables, traducibles razonablemente en términos no axiológicos. Eso lo dejo para la siguiente entrada.

10 comentarios:

  1. Me gustan esos parrafitos en letra pequeña que injertas como si notas al pie de página pues vislumbran un pensamiento no aforístico (jeje), vamos, que escucha voces disidentes y de algún modo las calma.

    Ya entrando más en materia no sé si sabes que el materialismo filosófico de Gustavo Bueno justamente parte del argumento ontológico de San Anselmo así como de todo el kit de herramientas filosóficas inventando por Platón, para demostrar la inexistencia de Dios pues éste es una idea autocontradictoria del tipo (es su ejemplo preferido si mal no lo recuerdo) "dodecaedro NO regular".

    A mi me queda la duda (y a la espera estoy) de cómo se puede intelegir la noción de perfección con una mente imperfecta: me suena a demostrar la consistencia de las matemáticas desde una estructura (de muchas) de la propia matemática.

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  2. Héctor

    Me gustan esos parrafitos en letra pequeña que injertas como si notas al pie de página pues vislumbran un pensamiento no aforístico (jeje), vamos, que escucha voces disidentes y de algún modo las calma.

    Tu (psico)análisis es correcto.

    no sé si sabes que el materialismo filosófico de Gustavo Bueno...

    Pues no, no conozco el argumento de Bueno. Si me puedes indicar la referencia, intentaré echarle un vistazo. Conozco otros intentos de probar que el concepto de "Dios" (aunque, repito, preferiría que nos centrásemos en el concepto de Perfección) es inconsistente: "¿podría Dios crear un chile tan picante que él mismo no se puediera comer?" (Homer Simpsons). Pero no conozco el argumento Bueno.

    cómo se puede intelegir la noción de perfección con una mente imperfecta: me suena a demostrar la consistencia de las matemáticas desde una estructura (de muchas) de la propia matemática.

    Esta es una buena pega. Claro que si fuese válida, serviría para probar que no podemos entender nada que sea superior a nosotros, con lo que nos convertiríamos en dioses inmediatamente.
    De esa pega que dices, unos infieren que no podemos saber nada de dioses, y otros (por ejemplo, los partidarios dela filosofía vedanta) infieren que nosotros mismos somos Eso, o sea, que el Logos que hay en nosotros es infinito y perfecto (claro que en potencia).
    No creo que haya que desesperar. ¿Por qué no íbamos a poder hacernos cierta idea de algo "superior" a nosotros, aunque no lleguemos a comprenderlo bien? Entendemos qué sería un conocimiento mejor del mundo, y pensamos que puede haberlo (puesto que el nuestro es mejorable). Podemos ver una cosa más grande que nuestros ojo, con la proyección adecuada.

    Y claro que no podemos probar la consistencia de la matemática desde la misma matemática, ni la consistencia de la lógica desde la propia lógica, pero no solo podemos sino que debemos suponerla, dado que no podemos pensar más allá de ella. De lamisma manera, nadie puede pensar más allá de la noción de perfección. Si la idea de perfección fuese inconsistente, deberíamos poder prescindir de ella, y no necesitarla como de hecho la necesitamos en todo nuestro lenguaje.

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  3. Esto, el psicoanálisis (que no me gusta ni como ciencia ni como filosofía) pretende escarbar en el pasado de la gente para justificar su estado presente, ahora, yo lo que vengo a observar (y a señalar en contadas ocasiones porque se puede malinterpretar) es algo así como "dime cómo escribes y te diré qué (tiendes a) piensas

    Me dices:
    Pues no, no conozco el argumento de Bueno. Si me puedes indicar la referencia, intentaré echarle un vistazo

    Bueno, verás, es que esta gente es un poco verborreica...así que yo te paso la referencia pero no me hago cargo de su extensión jejeje

    http://www.nodulo.org/ec/2008/n072p01.htm

    En general en esa revista tienes más ejemplos de ese tipo de argumentación

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  4. y bueno, buceando un poco, creo haber aislado algo del argumento buenista:

    Es decir, que si el señor Gil [su contendiente teísta] no fuese un mero retórico, debería aportar demostraciones, de un modo racional y coherente, sin pedir el principio ni apelar a argumentos fideistas, sobre cómo, por ejemplo, un Ser infinito puede ser a la vez consciente o extra causas del Mundo; cómo un ser incorpóreo e inmutable puede tener a la vez facultades cognitivas y volitivas; cómo un Ser omnisciente, omnipotente y omnibenevolente que ha creado ex nihilo el Mundo y que es providente, puede haber creado y tolerar el ébola, la malaria, el nacimiento de niños deformes, el cáncer, las enfermedades mentales hereditarias, los centros del sistema límbico que permiten el odio, la agresividad y la crueldad, el Holocausto, accidentes crueles y sin sentido, &c.; cómo un ser puede crear ex nihilo el Mundo si esta creación supone la Nada y ésta es imposible, es una pseudo-idea, cómo un Ser eterno puede conocer el futuro, si éste está vacío porque depende de nuestra libertad, &c., &c.

    (...)

    Yo aquí, evidentemente, no voy a volver a repetir los argumentos contra la posibilidad de la Idea de Dios; he escrito, entre otras cosas, muchas decenas de páginas tratando de presentarlos de un modo sistemático, crítico, apagógico e inteligible; argumentos que demuestran no ya que Dios no existe, sino que ni siquiera existe su Idea; es decir, desde el ateísmo esencial total propio del materialismo filosófico hay que concluir que la Idea de Dios, pese a su incuestionable importancia histórica, no es más que el nombre de un conjunto de atributos o «imágenes» extraídas del Mundo empírico pero distorsionadas y contradictorias por ser llevadas al límite, y agrupadas a su vez en una totalidad imposible: dicha Idea es, pues, una pseudo-idea o paraidea de tipo general: la Idea de Dios no existe como una Idea clara y distinta capaz de designar a una entidad posible y pensable. Gustavo Bueno ha defendido esto que decimos con total precisión en su último libro:

    «Ni siquiera nos consideramos autorizados para hablar, no ya de la fe religiosa en un Dios único, infinito, salvador y creador, sino ni siquiera de la fe religiosa en una idea de Dios de esas proporciones infinitas, la que nos ofrece la teología natural, tanto la ontológica como la preambular. Porque ni siquiera podemos admitir que poseemos esta idea de Dios, sino las de un conjunto de imágenes distorsionadas (padre, pero eterno; médico, pero salvador de la muerte; arquitecto, pero creador del Mundo) que convergen formalmente (pero en virtud de la misma forma de su desarrollo desbordante) hacia términos límite que gratuitamente además suponemos que definen el mismo término, es decir a Dios. Cuando en realidad ni siquiera define cada uno el término de su propio límite. En realidad no cabe si quiera hablar fe o confianza en la idea de Dios, porque esta idea no existe como tal, y es sólo el nombre de un conjunto confuso y oscuro de imágenes distorsionadas, sometidas a un proceso de desarrollo desbocado, es una pseudoidea, o una paraidea.» (Gustavo Bueno, La fe del ateo, Temas de hoy, Madrid 2007, págs. 357-358.)

    Dicho aún más claro: la Idea de Dios es tan contradictoria y absurda que quien dice que Dios existe no sabe lo que dice, porque está aplicándole el atributo de existencia a una (pseudo)esencia contradictoria e imposible, lo que es tanto como no hacer más que un «ruido de palabras», un flatus vocis, como defender que existe el círculo cuadrado o el decaedro regular, algo que se puede decir sintácticamente, pero que semánticamente carece de todo sentido. Y vuelvo a repetir que, quien esté en contra de esto, que argumente, pero que no haga retórica apologética dogmática y ad hoc.


    A ver si te encuentro por interné una versión más reducida porque ya te he dicho que estos piensans como tu pero no lo que tu.

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  5. ¡Venga! te lo encontré resumidiIillo...
    Acá:

    http://nodulo.trujaman.org/viewtopic.php?p=5149#5149

    Es la intervención (aunque te va directo en el link) de Javier Pérez Jaraen su mensaje del Sab Oct 02, 2004 4:20 pm

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  6. Conste que no te estoy poniendo deberes, ¿eh?

    Es que me parece interesante que conozcas a tus hermanos gemelos malos, a tus Jekylls jijiji

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  7. Héctor,
    un agradecimiento, y una reprimenda:

    gracias por los enlaces: les miraré. Ahora, lo que me copias no promete mucho (veo poco más que simples afirmaciones gratuitas).

    Pero ¿qué quieres decir exactamente con "estos piensan como tu pero no lo que tu"? ¡Espero que tengas una buena explicación!

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  8. ¿Que qué quiero decir? Pues nada extraño, hombre, lo que quiero decir es que los buenistas (Gustavo Bueno y seguidores del materialismo filosófico) cogen -en sus propias palabras- el argumento de San Anselmo "y le dan la vuelta" y eso con una serie de conceptos (como Symploke y demás) que ellos sacan de Platón...y sin embargo, aún con el mismo material, llegan a conclusiones diferentes que tú

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  9. Héctor, he leído uno de tus enlaces, donde el autor tiene a bien hacer un resumen de los "argumentos" contra (o sea, a los bramidos a favor de su propia fe).
    Si uno tuviera que contestar a todas las tonterías que se dicen, estaría apañado. No hay nada ahí que se parezca a un argumento, aunque eso sí, está escrito con una retórica tan hermética y rimbombante, y un tono tan fascistoide (como de quien ha leído mucha escolástica soviética), que es creíble que retroalimente la buenaconciencia grupal de lo que no es más que una secta.

    Como lo último que desearía sería discutir con buenistas (he tenido la fortuna de conocer a varios, y alguno es conocido mío -hasta estuve suscrito a Catoblepas, hasta que vi que todo se reducía a dialectic-anti-islamo-zetaperismo-vivajpaña-), prefiero limitarme a discutir los argumentos que presentéis los participandes en los comentarios, los hayáis sacado de donde los hayáis sacado (eso sí, si los encontráis escritos en términos de "vertebrado por relaciones de reflexividad", "anamorfosis" y otros barabismos, os ruego que los traduzcáis a alguna lenguaj cristiana).

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  10. A mi también me sorprende cómo hablan, la verdad :D

    Me recuerdan una parodia similar pero del lenguaje científico.

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