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domingo, 4 de diciembre de 2011

Dios y la moral

El apologista-filósofo William Lane Craig, ha sostenido (por ejemplo, en "The Indispensability of Theological Meta-ethical Foundations for Morality.") que, si Dios no existe, los valores morales no tienen una base objetiva, son meras convenciones humanas, sociales o individuales. (Se da por supuesto que esto sería desastroso para la moral, como lo sería para la ciencia "descubrir" que ninguna teoría es objetivamente mejor que otra, sino que todas son puras convenciones).
Si Dios existe, dice Lane Craig, existen cosas que están bien o mal objetivamente, porque Dios es lo bueno absoluto en sí (el Bien de Platón), ley objetiva y universal de bondad. Si ciertas cosas, como el amor, la igualdad, la compasión, son buenas real y objetivamente, y otras como el antisemitismo y el genocidio nazi son malas, tienen que serlo en base a algo no subjetivo. Pero si Dios no existe ¿cuál es el fundamento objetivo de la moral? La perspectiva convencional (y coherente) de la mayoría de las personas de ideología cientificista y naturalista es que la moral es una ilusión que ha sido favorecida por la evolución. No hay ningún legislador ni legislación moral universal. Pese a ello, las personas hablan como si la violación fuese moralmente incorrecta, y como si esa aserción fuese significativa y verdadera. Al hacerlo están implicando que hay una base objetiva para las aserciones morales.

Esto no quiere decir, puntualiza Lane Craig, que toda persona tenga que plantearse este problema de la relación entre Dios y la moral. Uno puede comportarse moralmente sin hacer esta reflexión metaética. Pero si nos preguntamos el fundamento de la conducta moral, entonces sí hacemos metaética, y entonces tenemos que reconocer que Dios es el fundamento metaético de la ética. No hay una alternativa atea naturalista. Desde un punto de vista naturalista el ser humano no es más valioso o digno de respeto que una rata; y tampoco la libertad es más que una ilusión. Una atrocidad como el Holocausto sería, objetivamente, indiferente. Incluso un genocidio podría verse como biológicamente justificado. Si el naturalismo es cierto, el mundo, dice atrevidamente Lane Craig, es realmente Auschwitz: no hay ninguna ley que deba ser respetada.
Por tanto, si uno cree que hay valores morales objetivos, que en moral se va evolucionando, descubriendo lo que no se veía antes, que decir que “maltratar a un niño es correcto” es tan equivocado como decir que “2+2 son 5” (como dice Michael Ruse, citado por Lane Craig), necesita una base no naturalista de ello, y esto le coloca en la buena dirección para reconocer a Dios.

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Si bien el apologista Lane Craig está equivocado (yo diría “perversamente equivocado”) al insinuar (como insinúa) que puede distinguirse la conducta moral de una persona por las creencias a las que dice venerar (¡como si las Iglesias de todas partes no fuesen, tanto como los ateos nazis y estalinistas, el principal promotor de las mayores atrocidades!), el Lane Craig filósofo que queda, está bastante en lo cierto, y le darían la razón los principales pensadores de todos los tiempos, especialmente los modernos, y especialmente los ateos o agnósticos:

     - Kant, quien creyó (como luego Laplace) que la ciencia no necesita la hipótesis de Dios, sostuvo, sin embargo, que la moral no puede prescindir de ese postulado. No cayó, eso sí, en el error de Eutifrón (en el que, con toda seguridad, cae Lane Craig) de que las cosas buenas son buenas porque las ordenan los dioses; tampoco dijo claramente lo inverso, sino que lo más bonito que dijo es que Dios es la ley moral en mí. La sacralidad de la persona moral.

     - Nietzsche, como su querido reverso Dostoievsky, dijo explicitísimamente que Dios es lo mismo que lo Bueno y la Moral (y también que lo Verdadero y la Ciencia). La muerte de Dios es la muerte de todo sentido y solo deja lugar al nihilismo. A esta muerte le seguirá una perspectiva amoral, que en sus momentos soñadores creerá ser la elección pura, sin determinación alguna, y en sus momentos más “realistas” se conformará con ser amor fati (porque la libertad es también parte de la ilusión moral y metafísica). Pero hasta en lo que esta situación post-mortem-dei tiene de algo parecido a la moral, irá acompañada (en el lenguaje de Nietzsche) de alguna figura de Dios. Para el momento alegre, estará el dios que sabe bailar, y para el momento realista, el Dios spinozista del todo-está-resuelto-y-solo-queda-amarlo.

     - Los nietzscheanos no nietzscheanos o impuros (no los ha habido puros), han creído, aunque con menos agilidad, lo mismo: Dios y la Moral son lo mismo. El más profundo de ellos, Derrida (quien dijo alguna vez haber querido ser una mezcla de Nietzsche y Rousseau), en la medida en que ha sido un pensador muy moral (una moral de la justicia más allá de la ley, de la hostipalidad lo más incondicional posible, del respeto al otro, de la democracia por venir), ha sido un pensador sumamente teológico, en la línea de la teología judía moderna: del Otro puro e irracionalizable, sin carnet de identidad.

      - El positivismo cree firmemente en la identidad de Dios y la moral. Es cierto que los positivistas no se han caracterizado en general por su claridad de ideas y por su autorreflexión, pero si lo hacemos nosotros por ellos, constataremos que, cuando el positivismo “descubrió” que las únicas proposiciones con sentido son las de las ciencias naturales (las que, entendían ellos, tienen un anclaje directo en frases como “mancha verde ahí”), descubrió también la (“liberadora”) verdad de que todas las proposiciones de la estética, de la moral y de la teología carecen de sentido, y no son más que expresiones de nuestras actitudes emocionales ante las cosas. La moral y Dios son lo mismo: un sinsentido que expresa nuestros deseos. Esto le da plenamente la razón a Lane Craig (incluso, diría yo, al apologista).

     - El joven geniecillo Wittgenstein, de una manera más sublime, dijo que, sí, es verdad que las expresiones estético-ético-religiosas carecen de sentido, pero porque son el sentido mismo. Lo que no puede escribirse, es lo verdaderamente valioso: el mundo, el conjunto de los hechos que la ciencia puede describir, carece de valor.
Wittgenstein fue, ciertamente, una persona demasiado profunda y seria como para conformarse con las superficialidades de los (generalmente pseudo)científicos ideólogos del círculo de Viena (resulta triste verlo todavía asociado a esa camarilla). Nunca aceptó que lo que no tiene valor (lo que puede tratar el científico) fuese algo valioso. Y esto no lo olvidó al hacerse mayor y volver a la filosofía. Lo que creemos de Dios, dice Wittgenstein, no expresa qué creemos, sino cómo vemos el mundo, nuestra actitud ante el mundo. Y, desde luego, un ateo o un agnóstico, es alguien que ve al mundo como algo carente de valor. Wittgenstein fue una persona absolutamente religiosa, aunque eso significa, para una cierta forma de ser religioso, vivir apasionadamente la tragedia de la incertidumbre. Pero desde luego él jamás habría aceptado que, si no hay Dios (sea lo que sea lo que signifique algo así), no hay ni moral, ni belleza, ni sentido alguno.

“Una ley moral natural no me interesa; o no más que cualquier otra ley natural y no más que aquella por la que una persona transgrede la ley moral. Si la ley moral es natural, yo me siento inclinado a defender al transgresor”. (Wittgenstein, Movimientos del pensar, 69).
Así que, pese a las apariencias (o precisamente por ello) no existe seguramente apenas nadie (me refiero, obviamente, a alguien con un poco de profundidad) que piense que Dios y la moral pueden separarse. Porque, ¿cómo podría hacerlo?

5 comentarios:

  1. Creo que tú mismo lo dices (y así se lo quiero hacer ver siempre a los positivistas): decir que “maltratar a un niño es correcto” es tan equivocado como decir que “2+2 son 5”, ahora, eso no significa que el "Bien" exista de veras, nada más lejos, eso significa que el "Bien" tiene el mismo estatuto ontológico que cualquier otro concepto como el de "Verdad" y, por tanto, no hay frontera entre hechos e interpretaciones; y ahí es donde se ve el acierto de Witti pues tan característico de nosotros es el ver cuantificados los objetos como moralizados los hechos, es decir, en ambos casos, ambos ámbitos, números y éticas, son intrísecos a nuestra persona.

    Por eso, porque la moral (debe) forma parte de nuestro ser, no valen las leyes instructivas y de ahí que me muestre de acuerdo con Witti con que Una ley moral natural no me interesa; o no más que cualquier otra ley natural y no más que aquella por la que una persona transgrede la ley moral. Si la ley moral es natural, yo me siento inclinado a defender al transgresor

    De hecho, así lo escribrí en su momento

    Continuo-->

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  2. Permíteme citar entero un post mío:

    Imagina que tu pareja en un arrebato hormonal se encuentra a puntito de injertarte en la cabeza una cornamenta con una persona que se encuentra por ahí.

    No obstante, justo en el anterior momento a caerse en el precipicio, un Amigo le disuade de acometer adulterio y le disuade, bien porque le vaya a castigar, bien porque le daría pena ver ese desliz en ella.

    Tu pareja decide, porque tu Amigo, no ponerte los cuernos.

    Ahora, por un casual, nos enteramos de la historia y aunque no se cometió el adulterio, aunque no se acometió el acto inmoral, obviamente, nos sentiremos apenados ya que nuestra pareja no decidió frenarse porque nos quería, sino porque el Amigo le castigaría o el Amigo sentiría pena de hacerlo.

    Aunque sin cornamenta, nos sentiremos traicionados.

    El hecho de que el Amigo fuera Dios no cambiaría ni un ápice la naturaleza amoral de lo ocurrido aquella noche.

    De esto colijo que no necesitamos en la moral una instancia persuasiva para evitar realizar un acto inmoral antes bien, en la medida en que ese acto no sea autónomamente desechado en exclusiva consideración al daño que acarrearía en terceras personas, no estaremos propiamente ante una elección moral.

    O dicho aforísticamente: No sólo si Dios nos lo pide podremos realizar actos moralmente correctos sino que en la medida en que realicemos actos porque Dios los pida, éstos jamás serán moralmente correctos, o sea, yo no sólo pienso (como haces tú) que no existe seguramente apenas nadie (me refiero, obviamente, a alguien con un poco de profundidad) que piense que Dios y la moral pueden separarse sino que justamente todo lo contrario no debiera existir nadie (me refiero, obviamente, a alguien con un poco de profundidad) que piense que Dios y la moral pueden existir juntos

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  3. Héctor,
    si no existe la Verdad no podemos estar equivocados en que "2+2 son 5", y si no existe el Bien no podemos estar equivocados en que dar una palaiza a un bebé es incorrecto. Tampoco podremos tener diferentes interpretaciones, porque interpretar implica algo en sí inineterpretado que es objeto de diversas interpretaciones, como tener una perspectiva o varias implica que haya algo de lo que esas perspectivas lo son.

    En cuanto a Wittgenstein, no creo que tu (vuestra interpretación) suya sea correcta. Vosotros dais por solución lo que para él es el problema, porque él ve perfectamente las aporías. Pero esta es otra cuestión.

    Sigo->

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  4. no debiera existir nadie (me refiero, obviamente, a alguien con un poco de profundidad) que piense que Dios y la moral pueden existir juntos

    En esto estás obviamente equivocado según TUS propias creencias, porque supongo que consideras a Wittgenstein una persona profunda. Pero él no quiere distinguir la moral de la religión.

    En cuanto a El hecho de que el Amigo fuera Dios no cambiaría ni un ápice la naturaleza amoral de lo ocurrido aquella noche. De esto colijo que no necesitamos en la moral una instancia persuasiva para evitar realizar

    Efectivamente. las cosas no son buenas o malas porque lo digan los dioses (como cree Eutifrón y todo sacerdote con él -más cuanto más luterano o judío es-) sino que, en todo caso, los dioses las aprueban porque son buenas. esto es un tópico, incluso. Pero aún queda explicar qué significa decir que son buenas o no. Imagina tu historia de esta otra manera:

    tu chica te va a poner los cuernos. Y un amigo (en minúsculas) le intenta aconsejar que no lo haga. Los dos pueden entrar en una discusión de si eso es correcto o no. Pero esa discusión sería tan estúpida si no diesen por supuestos unos criterios objetivos de lo correcto, como lo sería una discusión sobre si papá Noel tiene el grupo sanguíneo cero positivo, o como lo sería la discusión sobre si 2+2 son 5v si no se supone criterios objetivos de verdad.

    Pues "Dios" (es decir, la idea de Perfección, la idea axiológica fundamental) es solo el nombre para el Hecho de que toda discusión racional, sea sobre lo que sea, presupone una validez absoluta como referencia. Y esto no tiene nada que ver con el mito de que te amenacen si pones los cuernos.

    Lo que me gustaría saber es cómo puede alguien justificar o justificarse a sí mismo que debe o no debe poner los cuernos, si no presupone que hay cosas que son buenas o malas independientemente de su ciego arbitrio.

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  5. Mi afinidad con Wittgenstein es una continua buena noticia renovada pero justamente es en su sensibilidad moral (no en la religosa, ojo, todo lo contrario) rayana en la histeria (a la unión soviética a hacer de enfermero quería ir, tu) cuando empiezan las discrepancias, no en vano, es por este punto por el que, en el fondo, el filósofo austriaco repudiaba a quien única y verdaderamente yo tengo afinidad absoluta, a saber: Shakespeare.

    Después de todo, una gran lección shakesperiana es que las formas de vida que componen la psique de cada uno también engloban la sensibilidad moral y esto implica, me temo, que cuando yo tengo que decidir si poner los cuernos o no a alguien, la única decisión moral es aquella que se preocupa empáticamente del daño de la víctima siempre y cuando -y es solo aquí donde aparece el ejem ejem raciocinio- haya determinado que dicho dolor procede (pienso, por ejemplo, que si una amiga a la que no le he dado promesa de fidelidad alguna se siente traicionada, siempre puedo leerle la contractualidad de nuestra relación); y ni que decir tiene que dicha percepción empática o la hay o no la hay pero en ningún caso se inocula pues viene de serie con la forma de ser (esta expresión: "forma de ser", ¡qué maravillosa es! la pena es que la hayamos usado tanto que como vieja moneda ya no seamos capaces de verle la cara)

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