Páginas

martes, 21 de febrero de 2012

La deconstrucción del reverso

Si creemos que existe lo Uno, la Idea, la Identidad pura, caemos en la inefabilidad e incomprensibilidad de ese Uno, porque cualquier lenguaje o pensamiento no puede ser más que complejo. Este es el argumento de la deconstrucción: la diferencia (constitutiva del lenguaje) es “más vieja” que el discurso de la unidad.

Pero ¿qué pasa si negamos que exista ese sueño de la razón o de la metafísica que es la Idea, la Identidad pura, lo Uno? Platón, más despierta y conscientemente que ningún otro hombre (que yo conozca), y en el Parménides de manera ejemplar, ha recorrido todas las alternativas del pensamiento, de la dialéctica. Los últimos desarrollos del ejercicio que, para mostrar en qué tiene que ser ducho un filósofo, hace el viejo Parménides en el Parménides, se preguntan por esa posibilidad: ¿y si lo Uno, la Idea, lo Trascendente, lo idéntico a sí mismo, lo invariable, universal y necesario… no existe?

Lo primero que descubrimos es que las propias ideas, las identidades, la unidad, aunque las mencionamos inevitablemente y aparecen mezcladas infinitesimalmente por todo nuestro discurso (“no pueden eliminarse los adornos conceptuales”, que dijo Quine) no podrían en verdad tener lugar ni darse de ninguna manera, puesto que no existen:

-Cuando decimos “no es” ¿qué otra cosa significa sino la ausencia del Ser en aquello de lo que decimos que no es?
-No, sino eso.
-Pero cuando decimos de algo que no es, ¿estamos diciendo que en cierto modo no es y en cierto modo es? ¿O es que al decir “no es” se está significando absolutamente que lo que no es, en modo alguno, por ninguna razón, ni desde ningún punto de vista participa del Ser?
-Absolutamente, sin duda.
-Luego lo que no es no podrá ser ni participar en el Ser de ninguna manera en absoluto.
-Pues no.
-Pero el llegar a ser y el perecer, ¿acaso no son sino tomar parte en el Ser y perder el Ser?
-No son otra cosa. (Parménides 163c y ss)

Nada nace ni perece, porque no hay cosas, no hay identidad para la cosa. Nada es o se vuelve rojo, porque no existe lo Rojo (no es algo uno e idéntico ni un solo instante), nada es y se vuelve vivo, porque no existe la Vida. Todo es una indefinida diseminación. Y tampoco puede haber ciencia alguna, puesto que no hay algo de lo que esa ciencia pueda ser ni algo que esa ciencia pueda ser:

-¿Y qué? Términos como “de él”, “en él”, “algo”, “éste”, “de este”, “de otro”, “antes”, “después”, “ahora”, o “conocimiento”, “opinión”, “sensación”, “razón de ser”, “nombre” o cualquier otro referido a las cosas que son, ¿se las podrá referir a lo que no es?
-No se podrá.
-Así, pues, el Uno que no es carece de toda determinación.
-Pues al parecer no tiene ninguna (164 a)

Ni un deíctico, ni un nombre, nada se puede decir de lo que no existe. Si no existen las identidades o ideas (lo Rojo, la Ciencia, el Hombre…), no podemos referirnos a nada cuando los pretendemos usar como sujetos o predicados de nuestros juicios. Habría que eliminar de nuestro lenguaje toda identidad, todo sustantivo, y toda palabra, porque cualquier palabra es palabra si subsiste más allá del instante, si tiene un significado infinito, inconmensurable por cualquier hecho o conjunto de hechos. Incluso "esto" es un nombre, una identidad, una idea.

Pero ¿al menos quedará lo Otro, lo Diferente, si no existen las idea, las identidades puras? ¿Qué serán esos otros, y respecto de qué serán ellos mismos y serán otros? ¿Pueden ser unos sí-mismos, o al menos unos otros-que-otros?

-Digámoslo todavía una vez más: si el Uno no es, ¿qué afecciones se siguen para los Otros?
-Digámoslo.
-Tendrán que ser otros de algún modo; porque si no fuesen otros, no se podría hablar de los Otros.
-Así es.
-Y si se habla de los Otros, entonces los Otros son diferentes. ¿O no te refieres a lo mismo cuando dices “otro” y “diferente”?
-Desde luego que sí.
-¿Y decimos que lo diferente es diferente de lo diferente, y que lo otro es otro que lo otro?
-Sí.
-Y también que en los Otros, si tienen que ser al menos otros, habrá algo por lo que serán otros.
-Necesariamente.
-¿Y qué será entonces? Pues no serán otros respecto del Uno, ya que no es (existe).
-Pues no.
-Luego serán otros entre sí, pues eso todavía les queda, o bien serán otros respecto de la nada.
-Justamente.
-Luego los Otros son otros según cada pluralidad suya; porque, como el Uno no es, no podrían serlo de uno en uno. Cada masa (onkos) de ellos es, según parece, una pluralidad ilimitada, incluso si se toma lo que parezca más pequeño, como en los sueños de la noche, que en lugar de uno se muestran súbitamente múltiples y en lugar de muy pequeños, enormes por su ilimitado fraccionamiento. (164 b y ss)

Cayendo oníricamente hacia la nada. La indefinida divisibilidad y siempre falta de identidad de la materia, la materia del sueño, que es la materia sin más.
De esta indefinida pluralidad parecerá que hay ciencia y conocimiento:

-Habrá entonces una multiplicidad de masas y cada cual parecerá una, aunque no lo sea, ya que lo Uno no es.
-Así es.
-Y parecerá que tienen número, ya que cada cual parece uno, aunque sea múltiple.
-Sin duda.
-Y parecerá que hay entre ellos algunos que son pares y otros impares, pero no será verdad, puesto que lo Uno no es.
-No, en efecto.
-Y se creerá, decimos, que hay en ellas algo extremadamente pequeño; pero se nos aparecerá también múltiple y grande respecto de cada uno de los múltiples que son pequeños. (164e)

La ciencia de lo material pretende agarrar identidades y ponerles o encontrarles número y átomo (unidad última o primera), que en verdad no existen en lo material mismo.

-Creo que toda cosa que sea captada así por el pensamiento necesariamente se pulverizará al fraccionarse, ya que siempre se captará como una masa carente de unidad (164e).

Pero quizás ni siquiera ese discurso de la indefinida diseminación o deshilachamiento de lo múltiple o material sea viable si negamos que exista identidad pura alguna. Hay que pensarlo una vez más:

-Pero volvamos todavía una vez más al principio y digamos de nuevo: si lo Uno no es, ¿qué tendrán que ser los Otros que el Uno?
-Digámoslo.
-Los Otros, ciertamente, no serán uno.
-¿Cómo podrían serlo?
-Ni tampoco múltiples, porque si fueran múltiples estaría en ellos también lo Uno. Y si ninguno de ellos es uno, su totalidad no será nada, y, por tanto, no serán múltiples.
-Es verdad.
-Al no estar en los Otros el Uno, los Otros no serán ni múltiples ni uno.
-No, desde luego.
-Ni tampoco parecerán uno ni múltiples.
-¿Por qué?
-Porque los Otros no tienen nada en común con ninguno de los que no son, de ningún modo ni bajo ningún respecto; y nada de los que no son se halla en los Otros, porque en los que o son no hay parte alguna.
-Es verdad.
-No habrá pues, de los Otros, ni opinión ni apariencia de lo que no es, ni de ninguna manera en absoluto lo que no es podrá parecer respecto de los Otros. (165e-166b)

Incluso la apariencia necesita un ancla en la realidad, en la identidad. El discurso no puede parecer que tiene identidades si no existe identidad alguna.
Si no hay identidad, lo único legítimo es el silencio, la nada del nihilismo:

-Así pues, ¿no hablaríamos con verdad si dijésemos, resumiendo: si el Uno no es, nada es?
-Exactamente. (166b-c)

8 comentarios:

  1. "Si no hay identidad, lo único legítimo es el silencio, la nada del nihilismo:"

    ¿Por qué? Si no hay identidad no hay tampoco ley ni nada legítimo (menos aún lo "único" legítimo). De lo in-idéntico (de lo contradictorio) se deduce todo, tanto da el silencio como la elocuencia.
    un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eulogio,
      es cierto, si no hay identidad, lo mismo da decir una cosa que otra, porque todo carece de sentido. Pero, visto desde el punto de vista del sentido, lo único legítimo es el silencio: quien no tiene nada significativo que decir, debería callarse. Ahora bien, ¿por qué habría que verlo desde el punto de vista del sentido? Pues porque el discurso de la no-identidad pretende presentarse como discurso válido.
      Digamos que tú has leído el "legítimo" como interno (como si yo huviese dicho que los partidarios del discurso de la no-identidad deben deducir el silencio) y yo lo quería usar en sentido externo (usando interno y externo de manera análoga a como lo usa Carnap)

      Eliminar
    2. No, lo había leído en un sentido externo. Lo que decía (desde la perspectiva del sentido, claro) es que de la negación (o del intento de negación) de la identidad lo que se debe deducir es "cualquier cosa", todo, la absoluta contradicción; tan insignificativo o contradictorio sería el silencio (que también significa algo) como afirmar cualquier cosa, incluído el nihilismo.

      Eliminar
    3. De hecho Platón, en el Parmenides, deduce ambas cosas: todo vale igual (puedes decir cualquier cosa), y nada vale en absoluto (no puedes decir ni pío).

      Lo que no veo tan claro es que el silencio signifique. Claro que hay usos del silencio que son significantes (análogamente a como, digamos, si el mundo está compuesto de átomos y vacío, el vacío es algo físico), pero en otro sentido, el silencio es la ausencia de significatividad (como sería la nada más allá de todo mundo). Una cosa es el silencio domesticado, usado en el lenguaje, y otra el silencio absoluto o externo al lenguaje.

      Pero, desde luego, de la negación de la identidad se sigue cualquier cosa. Ahora bien, también es verdad que cualquier cosa es ninguna, porque la significatividad excluye cosas.

      Eliminar
  2. "Pues porque el discurso de la no-identidad pretende presentarse como discurso válido."

    Juan Antonio, si de Derrida estamos hablando, te equivocas. Ya que mencionaste a Rorty, te aconsejo dos textos que dedica a Derrida y su negativa a hacer teoría filosófica, especialmente en sus últimos escritos.

    - "La filosofía en cuanto género de escritura: Ensayo sobre Derrida" en "Consecuencias del pragmatismo".
    - Y "De la teoría ironista a las alusiones privadas: Derrida" en "Contingencia, ironía y solidaridad".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una cosa es lo que ellos quieran decir que hacen y otra lo que realmente están haciendo. Obviamente aspiran a que sus tesis sean verdaderas. Hasta se toman la molestia de argumentarlas, ateniendose a la lógica más metafísica y clásica del mundo. Y toda su deconstrucción consiste precisamente en encontrar inconsistencias lógicas en los discursos metafísicos.

      Eliminar
  3. Por cierto, que en esos textos encontrarás una insospechada afinidad con Rorty en tu interés por los textos de Derrida. A mí me parecen un cogniazo. Casi tanto como los textos metafísicos sobre por qué lo Uno no sale de vez en cuando a que le de el aire.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que pasa es que Derrida es infinitamente más profundo que Rorty, que no es (para mi gusto) más que un vulgarizador de una teoría que le supera por todas partes. Cuando Rorty acusa de metafísico todavía a Derrida solo muestra su propia inconsciencia. Al menos Derrida
      -admite francamente que no hay un fuera de la metafísica, porque los conceptos de "fuera" y "dentro" son tan metafísicos como cualquier otro,
      -no confunde el carácter presuntamente realizativo del lenguaje con un vulgar pragmatismo realista de burgués americano, que es lo que defiende Rorty, hijo inevitable de la vulgaridad americana.
      -sabe bien las aporías de la democracia y la ilustración, etc.
      Yo discutiría la dialéctica y la deconstrucción con alguien como Derrida, pero me abstendría de hacerlo (lo siento) con alguien como Rorty.

      En cuanto a si es un coñazo, qué quieres que te diga: quien no haya leído libros como Del espíritu, Políticas de la amistad, Dar la muerte, o Espectros de Marx, todos de Derrida, sencillamente no ha leído las cosas más profundas y bellas que se han escrito en el siglo XX.

      Eliminar