Τῶν ὄντων τὰ μέν ἐστι φύσει, τὰ δὲ δι' ἄλλας αἰτίας, φύσει μὲν τά τε ζῷα καὶ τὰ μέρη αὐτῶν καὶ τὰ φυτὰ καὶ τὰ ἁπλᾶ τῶν σωμάτων, οἷον γῆ καὶ πῦρ καὶ ἀὴρ καὶ ὕδωρ (ταῦτα γὰρ εἶναι καὶ τὰ τοιαῦτα φύσει φαμέν), πάντα δὲ ταῦτα φαίνεται διαφέροντα πρὸς τὰ μὴ φύσει συνεστῶτα. τούτων μὲν γὰρ ἕκαστον ἐν ἑαυτῷ ἀρχὴν ἔχει κινήσεως καὶ στάσεως, τὰ μὲν κατὰ τόπον, τὰ δὲ κατ' αὔξησιν καὶ φθίσιν, τὰ δὲ κατ' ἀλλοίωσιν· κλίνη δὲ καὶ ἱμάτιον, καὶ εἴ τι τοιοῦτον ἄλλο γένος ἐστίν, ᾗ μὲν τετύχηκε τῆς κατηγορίας ἑκάστης καὶ καθ' ὅσον ἐστὶν ἀπὸ τέχνης, οὐδεμίαν ὁρμὴν ἔχει μεταβολῆς ἔμφυτον, ᾗ δὲ συμβέβηκεν αὐτοῖς εἶναι λιθίνοις ἢ γηΐνοις ἢ μικτοῖς ἐκ τούτων, ἔχει, καὶ κατὰ τοσοῦτον, ὡς οὔσης τῆς φύσεως ἀρχῆς τινὸς καὶ αἰτίας τοῦ κινεῖσθαι καὶ ἠρεμεῖν ἐν ᾧ ὑπάρχει πρώτως καθ' αὑτὸ καὶ μὴ κατὰ συμβεβηκός (192b)
De los seres, unos son por naturaleza y otros proceden de otras causas. Por naturaleza, los animales y sus partes, y las plantas y los cuerpos simples, como tierra, fuego, aire y agua (pues decimos que estas cosas y las que son como estas son por naturaleza), y todas estas parecen diferenciarse de las que no se producen por naturaleza porque cada una de ellas tiene en sí misma un principio de movimiento y reposo, unas en lo que se refiere al lugar, otras para el aumento y la disminución, y otras para la alteración. Pero una cama o un manto, o cualquier otra cosa de ese género, en la medida en que merece, cada una de ellas, que la denominemos con ese nombre, y que es producto del arte, ninguna tendencia tienen al cambio en sí mismas; aunque, en cuanto son por accidente de piedra o de tierra o de mezcla de estas cosas, sí lo tienen, y solo en ese sentido: como que la naturaleza es algún principio y causa de movimiento y de quietud, en aquello en que rige por sí misma y no por accidente.
Aquí (comienzo del libro segundo) Aristóteles define definitivamente
lo que es natural por sí. ¿Qué es lo propio de la Naturaleza , de toda
cosa natural? Si hemos caracterizado lo natural como todo aquello que se mueve
o cambia, es lógico que la naturaleza sea, en cada cosa, el propio (principio
de) movimiento.
Es preciso que la “obviedad” de estas cosas no nos impida
comprender su profundidad y maravilla. Las cosas cambian, se mueven. Tiene que
haber un principio de movimiento en la naturaleza, y en cada naturaleza. Aunque,
por accidente, algunas cosas no lo tengan directamente. Por eso, aunque todo lo
que ocurre en la naturaleza es natural, no todo lo es de manera primordial. Son
primordialmente naturales aquellas cosas cuya actividad o cambio procede de, e
incluso se identifica con, ellas mismas. Lo que no es así, no es primariamente
por naturaleza, aunque en un sentido amplio esté incluido en la naturaleza.Naturaleza es Actividad.
No hay que caer en el error de creer que Aristóteles opone
absolutamente lo natural y lo artificial. Lo artificial es, por supuesto, parte
de la naturaleza, pero los objetos artificiales no son producto inmediato de la
naturaleza (no son primariamente naturales), sino productos secundarios,
mediados por otro ser natural, que los produce. Las causas naturales de lo
artificial hay que buscarlas, pues, en el productor y en la materia natural que
el productor ha utilizado para fabricarlo. Por supuesto, la inteligencia
(humana, por ejemplo) es parte de la naturaleza: el principio del movimiento
propio de las entidades naturales inteligentes, es decir, aquellas que saben
hablar y, precisamente, fabricar cosas artificiales imitando a la naturaleza.
No obstante, la distinción entre natural y artificial,
aunque la entendamos como secundaria o relativa, puede dar lugar a aporías,
sobre todo en nuestros tiempos, en que los artefactos han llegado a imitar la
naturaleza de una manera más precisa que una cama o un mueble. Para resolver
estas aporías es esencial darse cuenta de que son dos criterios diferentes de
artificialidad o no-naturalidad el de tener un productor y el de no tener un
principio interno de cambio. Aunque genéticamente la causa natural de un
artefacto sea un artífice (lo que seguramente no es necesario: ¿es un artífice
el castor, o la hormiga?), lo que define estructural o formalmente a una
entidad no-primariamente-natural es no tener un principio intrínseco de cambio.
Es mejor (menos antropocéntrico) atenerse al segundo criterio. ¿Cómo distinguir,
entonces, con precisión, si una cosa es natural o artificial? ¿Es esta una
división absoluta, o de grado o relativa?
Un electrón es una entidad natural porque hay una dinámica
propia del electrón. Un mueble no es primariamente natural porque, en cuanto
mueble, no tiene cambio, no hay (apenas) una dinámica mobiliar. ¿Qué decir de
las máquinas que se autoconservan? ¿Son “naturaleza artificial” (incluso vida
artificial)? ¿Qué decir de una piedra o una montaña? ¿Hay algún principio de
cambio en estas cosas?
Empezando por lo segundo, no es casual que Aristóteles no
ponga ese tipo de ejemplos, sino que al tratar de los seres “inertes” se limite
a los más elementales (los elementos últimos), como si fueran más claros. Quizás
hay que decir que las montañas o las piedras no existen, o que existen menos
que un elemento natural (el fuego, una partícula cuántica). El elemental-reduccionismo
dirá que las montañas o las piedras no existen más que para la imaginación
humana. ¿Y los compuestos químicos más básicos? ¿Existe el agua? ¿Y los elementos químicos?
¿Existe el oxígeno, o solo los cuanta…? El no-elemental-reduccionismo dirá
que se trata, más bien, de diferentes niveles de la naturaleza, y que no hay
que confundir grado de elementalidad con sustancialidad y existencia. Al nivel
geológico las montañas existen, y tienen una dinámica propia, que es estudiada por la
geografía; existen, cada una a su nivel, las piedras, el agua, el oxígeno… Lo
que no quiere decir que exista todo aquello que postula una mente: quizás no
existe el éter, aunque no porque sea complejo y divisible materialmente en partículas
(como cualquier otra cosa), sino porque no haya, a ningún nivel, nada (ningún
cambio) que se explique con un principio dinámico como el del éter. El
principio apriorístico que guía al reduccionismo es la verdad de que hay una
conexión completamente estrecha entre sustancialidad (coseidad) e
indivisibilidad. Lo que se le olvida al reduccionismo es que una entidad
compleja no es un mero agregado de partículas, sino un todo “mayor” que las
partes, una estructura o sistema, y que eso proporciona una indivisibilidad
suficiente a la entidad compleja, pues no podría deducirse, a partir de meras
partículas y agregados, el concepto del complejo. Por tanto, es una falacia
confundir el análisis de las partes con el análisis o reducción de la entidad
compleja, como si la única estructura fuera agregativa (a este error es al que
se puede llamar, en sentido profundo, “materialismo”, que no es más que
extensionalismo: solo existe lo extenso, nada intenso o formal).
Pero ¿qué pasa con los vivos, animales y plantas? Aquí, desde
un punto de vista aristotélico, el reduccionismo falla más todavía. Aristóteles
no tiene ninguna duda en que los animales son ejemplos excelentes de entidades
por naturaleza, es decir, que tienen un principio propio de movimiento. La
conducta de un vivo es mucho más compleja y organizada que la de las sustancias
inertes, incluidos los cristales, y es, por tanto, más imposible aún reducir su
conducta a la suma de las conductas de sus partes materiales. No hay ningún
sentido interesante en el que se pueda decir que los vivos se reducen antológicamente
a suma de elementos inertes. Por supuesto, los seres vivos constan de partículas
cuánticas, pero no son eso, son una estructura, implementada mediante esa
materia. En principio, un animal (es decir, el principio de cambio que le
define: alimentarse, sentir….) podría estar hecho de otros materiales, porque
un animal es una forma.
Esto nos lleva de la mano al problema de la vida artificial,
o, más en general, de la “naturaleza artificial”. ¿Es esto una contradicción en
los términos? ¿Podría o debería un aristotélico aceptar que puedan “fabricarse”
vivos? Leibniz proponía una diferencia entre vivos y máquinas. Un vivo es una máquina
todas cuyas partes, por pequeñas que sean, son máquinas. Esto puede que sea
verdad, pero no sirve como distinción, creo yo. Aunque la naturaleza esté
formada, ad infinitum, por mecanismos o entidades con función (no mera masa
completamente inerte), lo cierto es que las partes de una máquina compleja
pueden ser heterogéneas a sus componentes materiales. Un animal, por ejemplo,
no está compuesto, ad infinitum, de animales, sino de máquinas cuánticas, por
ejemplo. En esto, un animal natural no se distingue de un animal artificial.
Si hemos decidido prescindir del criterio de si existe un
creador o fabricante para distinguir si una entidad es primariamente natural o
artificial, y lo hemos dejado todo al criterio de si esa entidad tiene una dinámica
propia (una montaña es tan montaña la haya hecho el hombre o no), entonces
puede que no haya, en principio, ninguna diferencia muy relevante entre un
animal “natural” y uno artificial. Al fin y al cabo, el arte imita a la
naturaleza, y esa imitación puede ser lo suficientemente buena como para que, a
efectos de una determinada entidad observante (nosotros, por ejemplo) no se
pueda discernir si es arte o es naturaleza.
Esto no quiere decir que no haya alguna diferencia, en la
historia de la naturaleza, en cómo surgió tal o cual entidad. Solo significa
que esa diferencia “genética” no tiene un reflejo estructural o sincrónico. Quizás
el día de mañana se descubre que los humanos fuimos forjados por
extraterrestres o démones, y eso tendrá importancia en muchos sentidos, pero no
cambiará nuestra estructura o principio de movimiento. Somos como somos.
Por tanto, creo que si tenemos en mente que la diferencia
entre natural y artificial no es absoluta (sino que lo primero subsume a lo
segundo como lo primario o inmediato subsume a lo secundario o mediato) y si
tenemos en mente, también, que lo artificial (como lo natural) no se define(n)
por tener o no un fabricante consciente, podemos explicar aristotélicamente
todo lo que conocemos hoy, y aceptar que “vida artificial” no es una
contradicción en los términos. La
Naturaleza es, como dice Aristóteles, principio de cambio.
Estimado cavernícola Negrete : Acabo de leer sus breves apuntes sobre la aparente contradicción artificial-natural bajo un prisma aristotélico. Mi formación en Ciencias Naturales Basicas ( Médico-Veterinario ) evidentemente no profundizó en tan relevante disquisición, pero por mero interés intelectual, me he hecho el mismo cuestionamiento reiteradamente. No está a mi alcance argumentar al nivel que Ud. plantea sus ideas, pero mi simple racionamiento me lleva a similares conclusiones...quizás incluso más; no distingo o no doy cómo válida la distinción entre lo artificial o lo natural. En mi humilde juicio, sólo existe lo natural y lo mal llamado artificial no es más que inherente a lo primero...el ser humano es natural, por ende todo lo que crea es natural por extensión. Muchas veces se pretende diferenciar por la intención « inteligente » del creador, pero bien...si las termitas construyen sus torres es natural...si los humanos construyen sus torres, es artificial ??...evidentemente ambas especies tienen la intención de construir una estructura determinada, una con más inteligencia y perfección que otra, pero ambas tienen un fin predeterminado ( teleológico ). Más aún; si restringimos lo artificial a aquello que produce el hombre, en qué momento de la evolución humana, el ser humano y su psique, pasaron a crear lo «artificial» ?...cuando como pro-hombres usaban una rama para alcanzar algo, era natural, pero cuando le sacaron filo a una piedra para cortar, ya crearon algo « artificial » ?...voy a ir más lejos; los animales se reproducen instintivamente...los humanos modernos ya no ( aunque persiste una base instintiva )...por eso la descendencia resultante es « artificial » ??
ResponderEliminarBueno, consciente de mi limitada base filosófica, más que certezas le planteó interrogantes. Agradecería si pudiese aclarar aquello que es aclarable...o talvez, dado que la naturaleza es cambio, no exista una definición definitiva ??
Atte., Enrique Neumann Fernandois, Chile.
Estimado Enrique:
Eliminarestoy de acuerdo contigo en que, en un sentido general, todo cuanto se da en el mundo es natural, pues cualquier cosa que surge, aunque esté fabricada por un ente inteligente o intencional, está fabricada a partir de materias naturales y de la propia inteligencia del productor, que es también natural. Ahora bien, Aristóteles repara en una diferencia importante entre un árbol y una cama. Él señala que, mientras que el árbol posee una dinámica propia muy clara (que estamos tentados a decir "una naturaleza propia") la cama parece un simple compuesto, cuyas únicas funciones son la degradación (en cuanto ser inerte) y la función útil respecto al ser humano (o de los seres que pudieran sacarle alguna utilidad o función relativa a ellos). Es cierto que la distinción de Aristóteles resulta mucho menos clara sin comparamos un árbol con una montaña, donde ambos son naturales y, sin embargo,se comportan tan diferentemente entre sí como el árbol y la cama. De aquí podría intentarse deducir (como ha hecho el filósofo americano Peter Van Inwagen) que, en realidad, las montañas no existen, es decir, no son entidades individuales y, en ese sentido, naturales,sino que son maneras en que nosotros seccionamos la realidad para manejarnos. En cambio, un electrón sí existiría, pues tendría algo parecido a lo que Aristóteles veía en una planta o en un elemento natural como el fuego, esto es, un movimiento propio y específico.
La distinción entre natural y artificial es secundaria, efectivamente: todo es natural. A nosotros nos conviene, antropocéntricamente, distinguir entre objetos "naturales" y objetos producidos por nosotros (es decir, definidos por funciones que nos interesan a nosotros). Hay quizá un gran peligro en magnificar esa diferencia, pues nos lleva a creernos algo así como creadores no sujetos a la naturaleza.
Un cordial saludo desde España
Wow !!! Estimado cavernícola Negrete...no pensé me contestarias, al ser una entrada tan antigua...asi que un Dooooble agradecimiento por las nociones expresadas; las repasaré atentamente para comentar. GRACIAS una vez más, me honras y estimulas mi « viejo » intelecto, jajajajaja...nos vemos ( leemos ) !
EliminarWow !!! Estimado cavernícola Negrete...no pensé me contestarias, al ser una entrada tan antigua...asi que un Dooooble agradecimiento por las nociones expresadas; las repasaré atentamente para comentar. GRACIAS una vez más, me honras y estimulas mi « viejo » intelecto, jajajajaja...nos vemos ( leemos ) !
EliminarEn definitiva lo único artificial es el término en si y/o aquello que pudiese existir fuera de nuestro universo, si bien sería natural en aquel...es decir, lo material que «aquí» no existe...y lo inmaterial ??...el amor por ejemplo ??!!!
ResponderEliminar...voy a « pensar » más, pero inicialmente; quedé fascinado con el binomio árbol-cama y árbol-montaña...sin embargo y quizás dado por deformación profesional, podría contra-argumentar con el hecho que, por ejemplo, los chimpancés también hacen « camas » temporales, pero badie dudaría en señalar que una obra « natural »...pero en fin, concuerdo con tu afirmación final...suponer que somos cuasi « sobrenaturales » supone un inmenso peligro y vana, desmedida ambición...
ResponderEliminarGracias a ti, amigo Enrique.
EliminarFinalmente...y para enredarme más; sería interesante dilucidar que pasaría si crearamos « inteligencia artificial » que a su vez « creara » autonomamente talvez, eso si que sería una nueva dimensión de lo « artificial » ???
ResponderEliminar...voy a « pensar » más, pero inicialmente; quedé fascinado con el binomio árbol-cama y árbol-montaña...sin embargo y quizás dado por deformación profesional, podría contra-argumentar con el hecho que, por ejemplo, los chimpancés también hacen « camas » temporales, pero badie dudaría en señalar que una obra « natural »...pero en fin, concuerdo con tu afirmación final...suponer que somos cuasi « sobrenaturales » supone un inmenso peligro y vana, desmedida ambición...
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarAlgunas personas separan la naturaleza y lo natural que ésta produce, de los humanos y lo «no natural» o «artificial» que estos producen. Esta idea tiene un origen religioso, según la cual la conciencia humana no es un fenómeno natural que emerge de la materia (de un cerebro), como también ocurre con animales de otras especies, sino que dicen que la conciencia humana no es natural o que es «sobrenatural», y por lo tanto dicen que las cosas que ésta produce no son naturales. La realidad es que la conciencia es un fenómeno natural, es decir, los seres humanos son seres naturales como cualquier otro ser, son un producto de la naturaleza, son parte de la naturaleza, no están separados de ella. La conciencia humana es un fenómeno natural que emerge de la materia (de un cerebro) y produce un tipo de cosas naturales llamadas «artificios» o «artificiales». El error habitual es usar la palabra «artificial» como sinónimo de «no natural». Todo lo existente es naturaleza y natural, lo «no natural» no existe.
http://www.respuestasveganas.org/2010/07/argumento-el-veganismo-es-mas.html