Lo que sigue son fragmentos de las notas que vengo escribiendo como partes de un comentario sistemático a los textos de Platón. Los publico aquí para propiciar la ocasión de que el amable lector tenga observaciones que hacerles, de modo que puedan ser algo mejores o algo menos malos. La redacción es completamente provisional y, en varios lugares, incompleta, y faltan varias referencias. Esta entrada contiene ideas introductorias.
La
pregunta principal en los textos de Platón
La pregunta primera en los escritos de Platón, la que domina de
principio a fin, y subyace a los demás asuntos que se discute en ellos, es la pregunta
acerca de cómo hemos de vivir, o, más correctamente, qué es o en qué consiste una
vida buena o “feliz” (cómo hemos de entender esta palabra en Platón lo
discutiremos en su lugar).
Esa pregunta se enuncia de diversas maneras en diversos lugares.
Aparece con especial insistencia en Gorgias
y en República: “Acerca de lo más
grande es nuestra investigación, de la vida buena y de la mala” (τοῦ μεγιστου ἥ
σκέψις, ἀγαθοῦ τε βίου καὶ κακοῦ) (República,
578c). “¿Crees que es pequeño asunto el que has tomado, pero no la norma de
conducta de la vida, conduciéndonos según la cual cada uno de nosotros podamos
más sin limitaciones vivir la vida?” (República,
344d). “Esta es, Calicles, la más bella de todas las investigaciones…: cómo
tiene que ser el hombre y a qué se debe dedicar y hasta qué punto, cuando es
viejo y cuando es joven” (Gorgias, 487e-488a).
“Nuestras razones versan sobre lo que cualquier hombre considerará más serio,
por poca inteligencia que tenga: de qué modo hay que vivir” (ὅντινα
χρὴ τρόπον ζῆν) (Gorgias, 500c). “Pues
esto acerca de lo que discutimos no es asunto menor, sino, seguramente, de esos
acerca de los que el saber es lo más bello y la ignorancia lo más vergonzoso,
pues lo capital de ellos es conocer o ignorar quién es feliz y quién no lo es”
(ἢ γιγνώσκειν ἢ ἀγνοεῖν ὅστις τε εὐδαίμων ἐστὶν καὶ ὅστις μή. Gorgias,
472c-d).
Por eso, la mayor sabiduría es la que responde a esa pregunta, y
el sabio, “el que posee el saber de las cosas justas, bellas y buenas” (τὸν δὲ
δικαίων τε καὶ καλῶν καὶ ἀγαθῶν ἐπιστήμας ἔχοντα, Fedro, 276c). “¿Puedes decir
algo más grande que lo justo y lo bello y lo bueno y lo conveniente?”
(Alcibíades I, 118a) “Con mucho, la más
grande y más bella sabiduría es la que versa sobre la ordenación de Estados y
casas, cuyo nombre es sensatez y justicia”. (Banquete, 209a). ¿Cuál es ese más
sublime conocimiento?, pregunta Glaucón a Sócrates. Y este responde: que la
idea de lo bueno (τοῦ ἀγαθοῦ ἰδέα) es el mayor conocimiento (μέγιστον μάθημα),
muchas veces me lo has oído” (República, 505a).
Aunque en los diálogos posteriores no hay manifestaciones tan
enfáticas de esa pregunta y del carácter superior de ese saber, el carácter
superior de esa pregunta no es nunca puesto en cuestión, sino que sigue siendo
el fundamento último de toda la especulación platónica. Timeo, que es
presentado como alguien que ha alcanzado la cima del saber teórico y político,
enseñará que el cosmos ha sido producido por la Inteligencia con la mayor
bondad y con la vista puesta en que todo fuese lo más semejante posible a lo
perfecto mismo. Y los que son seguramente los dos últimos diálogos de Platón,
Filebo y Leyes, nos quedan como la última palabra suya acerca de cuál es la
mejor vida que uno puede llevar y cuál es el mejor de los órdenes políticos
sensatamente realizables en que uno puede vivir. Se puede, pues, decir, que
toda la especulación filosófica, incluso en sus momentos más teoréticos y menos
aparentemente “prácticos”, permanece siempre esencialmente ligada e incluso
tiene como fondo, la cuestión de cómo hemos de vivir o qué hombre es feliz.
*
Pero la pregunta acerca de cómo hemos de vivir y quién es feliz,
conduce de manera inmediata, ya en los primeros textos de Platón, a la pregunta
acerca de qué es la “virtud” (τί ἐστιν ἡ ἀρετή;), esto es, qué es aquello en
que o por lo que es buena una cosa, qué es la bondad o el valor de algo
(también este, como los demás términos, será discutido a lo largo de este
comentario).
Aunque la pregunta “¿qué es la virtud?” solo es formulada de manera
explícita y central en un diálogo, el Menón, en diversas formas se plantea, o
está latente al menos, en varios de los otros diálogos. En algunos de ellos
adopta la forma de la pregunta por una virtud específica o una “parte” de la
virtud: qué es la valentía (en Laques,
donde se dice expresamente que esta es solo una forma específica de preguntar
por la virtud), qué es la moderación (en Cármides),
y, por último, el diálogo que sintetiza toda la pregunta y ofrece una respuesta
sistemática, esto es, República, tiene como pregunta central la que se
refiere a la que es, en cierto modo que veremos, la virtud central o completa,
la Justicia (tal como entiende Platón esta cualidad).
Otros diálogos, discuten preguntas relacionadas con aquella, que
son reconocidas como formas secundarias suyas y tienen como último objeto
iluminarla: si la virtud es toda una y de qué modo lo sería, si es enseñable, y
quiénes serían sus maestros, si lo son quienes son tomados o se toman a sí
mismos por tales.
Nuevamente, estas preguntas están de modo menos explícito en
algunas de las obras tardías de Platón, que se adentran en reflexiones más
puramente ontológicas y epistemológicas, pero nada indica que hayan perdido su
preeminencia, sino al contrario.
*
Lo
original de la pregunta de Platón
Pero esta pregunta, qué es la virtud, tras su quizás aparente
sencillez u obviedad, es del todo peculiar, y ni fue explícitamente formulada
antes en la filosofía, ni, en cierto modo (y por escandaloso que suene),
volverá a serlo después de Platón. ¿Qué tiene de peculiar?
La pregunta fundamental de la filosofía de Platón no es (como
podría suponerse de acuerdo con cierto tópico llamado “platonismo”) una
pregunta pura o meramente teorética: no es la pregunta acerca de qué es real y
qué aparente (menos aún: por qué existe algo en vez de nada); ni es la pregunta
por el criterio del conocimiento auténtico; ni siquiera es la pregunta de qué
el hombre. Todas esas preguntas son necesarias (de manera especialmente directa
esa última, en la forma del imperativo del conócete a ti mismo), pero todas
ellas están subordinadas a la pregunta por qué es una vida buena y qué es, por
eso, la virtud.
Apenas hay un texto de Platón en que se trate aislada y
eminentemente del ser, del conocimiento o de algún otro asunto que no sea aquel
de la vida buena y la virtud, exceptuando, a lo más, el Parménides (que es un texto excepcional en muchos sentidos) y el Crátilo. Fedro trata, entre otras cosas y quizás
principalmente, de cómo debe hablarse y escribirse, con la vista puesta en la
auténtica educación, esto es, en la educación en lo bueno, lo justo y lo bello.
Los otros diálogos donde se discute un asunto más puramente teorético, de la
época tardía en la producción de Platón, forman parte de todos más amplios, en
los que están presentes de forma esencial los asuntos del valor. Teeteto (sobre el conocimiento) y El Sofista
(sobre la dialéctica, y del ser y el no-ser) son capítulos de la trilogía (o
tetralogía) que concluye (o queda abierta) con El Político. Timeo, que
es el diálogo cosmológico, es inseparable de la política, de lo que se enseña
en República, según veremos. El único asunto que podría parecernos escapar a
lo dicho es el de lo bello, al que Platón dedica algunos diálogos y numerosos lugares en toda su obra. Pero la
cualidad o valor de lo bello, en Platón, guarda una relación de fuerte afinidad
(y conflicto) con el valor supremo de lo bueno.
El “interés” de la filosofía es la verdad. Pero ¿qué verdad?, ¿la
verdad de qué? Toda la verdad y nada más que la verdad; la verdad de todo.
Ahora bien, para Platón (como para la inmensa mayoría de los filósofos, en
esto) el todo de la verdad no es una colección de verdades inconexas, sino un
orden o, más bien, un organismo, con una verdad superior, una cabeza (o un
corazón). ¿Cuál es el objeto por excelencia del conocimiento? No lo es el
conocimiento mismo, ni lo es el ser: ni uno ni otro son lo más digno de ser
conocido ni de ser, si están desprovistos de valor o virtud o bien.
¿Es, entonces, la de Platón, una filosofía eminentemente práctica,
orientada a la acción, según sostienen algunos que fue en general la filosofía
antigua (ver P. Hadot)? ¿Es una filosofía para la vida, un enseñar a vivir, y a
morir? Pues bien, la pregunta acerca de qué es la virtud, si no es una pregunta “pura” o meramente
teorética, tampoco es la pregunta “pura” o eminentemente práctica, que
podríamos formular así: “¿qué debo hacer?”, “¿cómo debo actuar?” Esta última pregunta
sí pide, más que una descripción de cómo son o qué son las cosas, una
prescripción de cómo hemos de actuar; y esa pregunta verdaderamente práctica no
solo no necesita sino quizás incluso excluya la consideración teórica de qué es
la virtud, qué es el bien: así van a sostener los más aguerridos campeones de
la preeminencia de la voluntad (o del
deseo): al principio fue la acción (o la pulsión), y todo lo demás,
especialmente el conocimiento, es, en el mejor de los casos, instrumental, si no
más bien perjudicial para esa voluntad (o ese deseo).
No, la pregunta platónica tampoco es la pregunta eminentemente
práctica. Desde luego, el conocimiento, incluso el más contemplativo y poco
“práctico”, es, como todo lo que “hacemos”, una especie de acción. Pero hay que
tener cuidado de no suponer, con ello, que la acción es el género o la
categoría sumos, la forma eminente del ser o de la realidad, de la cual las
demás serían casos. De manera semejante a como decimos, con toda naturalidad,
que la filosofía es una actividad (entre otras), podríamos decir (aunque esto
suena mucho menos natural para nosotros, modernos y, por tanto, prácticos) que toda
actividad es un género de conocimiento o representación (o, según otra
categoría trascendental más, un género de producción o creación).
La pregunta fundamental no es ni la pregunta meramente teorética
ni la exclusivamente práctica o ética (o ético-política), sino una pregunta que
sintetiza o, más bien, está antes de, ambas cosas, conocimiento y acción, ser y
valor. Toda la filosofía de Platón se genera a partir de esa matriz. Y es
precisamente en esto en lo que reside el esencial valor, y el principal interés
para nosotros, de la filosofía Platón.
La pregunta esencial, qué es la virtud (τί ἐστιν ἡ ἀρετή;), debe
ser analizada en sus términos:
- “Qué es” (τί ἐστιν) es la forma de la pregunta teorética por excelencia, la que busca el qué, la definición, la esencia, la realidad de algo, según es dado a un conocimiento que podemos llamar racional. Es la pregunta del conocimiento puro, del conocimiento por el conocimiento. Convierte cualquier pregunta por el cómo o los efectos de algo en la pregunta por el qué de ese algo. Platón insiste en rechazar o considerar secundaria cualquier pregunta que tenga otra forma, cualquier pregunta por el cómo o por las consecuencias de que algo sea lo-que-es.
- “Virtud” es el término para expresar de la forma más general el concepto de bien o valor. La pregunta por el qué-es supone que hay una realidad y un conocimiento de lo bueno, del valor. Si eso no existe, o no es cognoscible, y la pregunta por el qué-es de la virtud no tiene respuesta, entonces toda posibilidad de responder a la pregunta de cómo hemos de vivir se desmoronaría.
Que esta pregunta es exigente lo demuestra la dificultad con que
se encuentra a menudo Sócrates para formularla: En Menón no consigue evitar
que su joven interlocutor se empeñe en discutir otra que Sócrates considera posterior:
si la virtud es enseñable. También en República los interlocutores se Obstinan
en conducir la pregunta por el qué de la justicia a la forma de si el justo es
feliz, y también en este caso Sócrates propone rectificar y volver a la
pregunta en su forma esencial: qué es la justicia, para solo después deducir si
el justo es feliz.
La pregunta “¿qué es la virtud?”, forma en que la filosofía que se
encuentra en los textos de Platón depura el problema de cómo hemos vivir,
plantea radicalmente el problema filosófico fundamental de la relación entre
conocimiento y acción, ser y bien, realidad y valor. ¿Qué tiene la prioridad
última, el ser o realidad sobre el bien o valor, el conocimiento sobre la
acción, el saber sobre el querer, o la acción y la voluntad “fue antes” que el
conocimiento, el valor funda al conocimiento? El problema al que conduce todo
el pensamiento de Platón es el problema de la axiología primera o última, es
decir, al fundamento de toda la realidad “y” toda acción.
Lo esencial de la pregunta que se encuentra en los textos de
Platón es que el ser humano no puede vivir, no puede hacer nada auténtico (no
puede auténticamente hacer, en vez de padecer), sin conocimiento, sin el
conocimiento de lo que es bueno y de lo que, por tanto, debe hacer. Usando la
moderna distinción entre saber-qué y saber-cómo, podría decirse que, si acaso
los animales (y quizás también los hombres, cuando aún no habían abandonado el
suelo natal o probado el árbol del conocimiento, que es siempre el conocimiento
del bien y del mal) “saben” (y sabían) cómo vivir sin saber qué es vivir, a
nosotros, sujetos reflexivos, eso nos está vedado. El hombre necesita una vida
de conocimiento porque necesita un conocimiento de la vida.
*
La pregunta fundamental de la filosofía, según los textos de
Platón, pone en disputa dialéctica lo teorético con lo práctico: por una parte, da por supuesto que la virtud o bondad sea una cosa, algo con
esencia y, por ello, algo definible comprensible, cognoscible. También implica,
tácitamente, que el conocimiento es fundamental para el valor, para sus
expresiones, como, seguramente de forma fundamental, la acción. Por otra parte,
puesto que el contenido o “materia” de la pregunta esencial es lo bueno o el
valor, la pregunta implica que el propio conocimiento y el propio ser deben ser
fundados en lo bueno y el valor. El mejor conocimiento es el conocimiento de lo
mejor.
¿No es entonces una filosofía que gira en torno a una pregunta que
no es la primera filosóficamente? Pues, tal como éticamente la virtud tiene que
quererse por sí misma, teoréticamente debería ser fundamental el conocimiento
por el conocimiento, y no por su rentabilidad práctica o vital. Algunos han
dicho, en efecto, que la filosofía no tiene que tener o incluso no puede tener
nada de “edificante” ni de receta de vida. Pero ¿es el objeto de la filosofía
lo meramente teorético? La filosofía es teoría, pero el objeto de la teoría
puede ser el valor. La pregunta fundamental es abordada desde el lado
teorético. No podría ser de otra manera. La ético-política no puede formular
preguntas, sino imperativos. Pero que sea la filosofía quien aborda la verdad
de lo bueno no significa que el conocimiento sea el fundamento del bien. Una
cosa es que busquemos el conocimiento de lo mejor, e incluso que lo mejor
implique el conocimiento de ello, y otra es que el conocimiento sea, en sí y
por sí, lo mejor. Lo mismo ocurre con el ser y el bien.
*
Puede considerarse a la pregunta fundamental de los textos de
Platón, la pregunta más alta que el pensamiento puede y tiene que hacerse.
Aristóteles, en sus escritos metafísicos, llamará filosofía
primera a la especulación acerca de los principios y las causas de todo ser, y,
en otra definición, a la teoría del ser en cuanto ser y las propiedades que en
cuanto tal le corresponden. Podría parecer, pues, que la teorética es lo
superior. Sin embargo, Aristóteles dice, en su Ética a Nicómaco, que la ética o la
política es el saber principal. El dios, la sustancia primera en el orden real
de las causas, es a la vez conocimiento de conocimiento y objeto de amor (lo
que mueve como lo que es amado). En Aristóteles, el acto y el conocimiento
siguen íntimamente relacionados, aunque ya la acción no acepta la reducción
socrático-platónica a conocimiento. Esta prioridad de lo ético se manifiesta en
que, entre las causas, la principal es la final.
Cuál es la relación entre el conocimiento y la voluntad, entre el
ser y el bien, es el problema principal de las disputas teológico-filosóficas
de lo que se llama Edad Media, esto es, de la Edad Temprana de Europa. La
cuestión se planteó de varias formas, pero quizás eminentemente como la disputa
acerca de si en Dios tiene la prioridad el conocimiento o la voluntad. Duns
Scoto y otros sostuvieron que la voluntad es superior a la inteligencia. La llamada Edad Moderna de Europa ha estado dominada por el
voluntarismo, con pocas excepciones. El ejemplar de este pensamiento es,
primero, Kant. Kant comprende que la más alta división de la razón es la que
hay entre el uso teórico y el uso práctico.
Paradójicamente, pero con toda lógica, cuando la filosofía se hace
más pragmatista, se hace más teórica, mientras que allí donde confía más en la
teoría es donde se pregunta por la virtud o el bien. Pues allí donde domina una
concepción pragmatista de la existencia, precisamente está excluido que el
conocimiento tenga ningún poder directivo sobre la voluntad y la acción, y
entonces la teoría pura se queda en pura teoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario