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sábado, 28 de abril de 2012

Filosofía trascendental y Decisión. La "ética" del primer Heidegger


La filosofía trascendental pretende dejar en suspenso la ontología, para analizar la forma, o condición de pensabilidad. Este paso a un lado, “fuera” de la metafísica, supone reconocer que entre Ser y Pensar hay una distancia, que es la esencia de la (nuestra) finitud: el Tiempo. El Tiempo, ni apariencia ni realidad, es nuestra única manera de objetivar la inaprensible cosa en sí. El Tiempo, en heideggeiano, es lo constitutivo del Dasein, su manera de existir y dejarse apelar por el Ser. ¿Qué consecuencias tiene esto, para la Ética? ¿Qué hay, concretamente, de la “ética de Heidegger” (si es que existe algo así, dirá alguno)?

La filosofía Trascendental va unida, en Kant y, a su modo, en Heidegger, a un dualismo, pero un dualismo no de tipo intelectualista (que da la prioridad a la “razón teórica” y confía en que el sabio o el dialéctico, que vaya más allá de la matemática, alcance la esencia misma de las cosas), sino un dualismo anti-intelectualista, voluntarista, desengañado de la ensoñación metafísica, para el que el mundo de los valores no nos es accesible, sino solo indirectamente postulable por medio de la Voluntad o del Sentimiento (la “Razón práctica”, en los tortuosos términos kantianos).

La “constatación” de que el Conocimiento humano es finito o condicionado (por el Tiempo), y que, por tanto, toda metafísica (incluida la visión teleológica de nuestras vidas) es imposible, tiene una consecuencia directa fundamental en la ética: lo ético, el valor, no puede ser objeto del Conocimiento. Quedan entonces dos posibilidades principales:

     - O no hay valor trascendente y todos nuestros actos son siempre condicionados también aquí, en el ámbito práctico, tal y como sostienen todas las éticas heterónomas o materiales modernas (hedonismo, utilitarismo, naturalismo ético, etc.),

     - O, si hay algún valor más allá de los hechos, algún deber aparte del “ser”, autonomía más allá del fenómeno, esto no puede ser alcanzado mediante el conocimiento.

Es, pues, una consecuencia del antirracionalismo ontológico y gnoseológico, el antiintelectualismo moral. El Bien ya no es sustancia inteligible: es voluntad o sentimiento. En la ética moderna puede encontrarse toda variedad de voluntarismos, sean “racionalistas” (como en Kant y los deontologismos) sean “irracionalistas” (Nietzsche), y toda variedad de sentimentalismos (hedonismos, utilitarismos, etc.) Lo que apenas puede encontrarse es intelectualismo moral (son excepción, quizás, Spinoza y, con moderación, Leibniz, pero ambos al precio de ser antimodernos en ese aspecto).

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Es un tópico que Heidegger apenas ha escrito de ética, pero, también, que hay mucho de ética en sus obras, si se sabe buscar. Por supuesto cualquier pensamiento filosófico, dado su grado de generalidad, tiene siempre implicaciones éticas fundamentales. Pero, además, Heidegger no ha evitado, aun dentro del discurso más ontológico, palabras como “libertad”, “autenticidad”, “culpa”, “caída”, etc. Por tanto más que inferir se trata de encontrar su pensamiento ético en sus obras. Por lo demás el propio Heidegger desprecia las divisiones de la Filosofía, en Lógica, Física, Ética...

En Heidegger, el sino “moderno” da como resultado ético una versión bastante radical de voluntarismo antiintelectualista o “decisionismo”, que al comienzo es “meramente” formal (y se expresa como la necesidad del hombre -Dasein- de asumir su auténtico destino y libertad, su ser-para-la-muerte); que después, coincidiendo con los años del nazismo, intenta deducir unas consecuencias materiales y políticas (el compromiso del hombre con su momento en la historia, su pueblo y su nación); y que, finalmente, se va convirtiendo poco a poco en una especie de misticismo en que, frente a los afanes del ente, tales como la ciencia y la técnica, el hombre se apresta a acoger el don del Ser, apenas expresable en palabras, pero hallable especialmente en el lenguaje poético.

Si puede hablarse de algo así como el Bien o el Valor en Heidegger, esto desde luego no está ahí para el sabio platónico. Hay una salida de la caverna, y es tarea del pensador, del filósofo, pero no se hace mediante el intelecto, sino mediante otro tipo de pensamiento, mucho más afín al pensamiento poético que al lógico, mucho más voluntarista que racionalista.

Pero el pensamiento de Heidegger no es un mero esteticismo. Aunque el Dasein debe dejar que se muestre el Ser, la actitud del propio hombre no es pasiva sino activa. El hombre debe hacerse cargo de su carácter “específico” de existente, y vivir con autenticidad ese carácter propio. En los intereses cotidianos hay una falsa libertad. La verdadera libertad no calcula lo útil sino que se para a pensar lo esencial. La libertad es entendida como “autolegislación” (Véase, por ejemplo, Conceptos fundamentales, pg 81 de la versión española -en Alianza-), como “decisión”. En definitiva, y con todas las precauciones, podríamos definir la ética de Heidegger como un Decisionismo, es decir, una especie de Voluntarismo irracionalista. En su fino análisis (en términos de filosofía analítica) Ernst Tugendhat dice:

     "...el concepto particular de existencia que Heidegger tiene a la vista es un caso especial de un caso especial. Es aquel existir en el sentido de vivir, en el que el ente que existe o vive, vive (es) de tal manera que “en su ser” (como dice Heidegger) se comporta con este ser (existir, vivir) comprendiéndolo. ¿Qué significa este comportarse..? [...] ...el comportarse con el propio ser tiene un sentido práctico-volitivo". (Autoconciencia y autodeterminación, FCE, pg 139)

Y, un poco después:

     "Como tal, el ente intramundano no se da originariamente en forma teórica, en el conocer distanciante, sino en el “trato” (Umgang) con él y por eso como “estando a la mano” (Zuhandenes) y no como “estando a la vista” (Vorhandenes)" (pg 147)

Cuando el uno (se dice en Ser y Tiempo) se repliega, llega a la conciencia de la condición mortal y del tiempo, a la conciencia de la inconsistencia. Con ello toma conciencia del propio poder-ser, es decir, de la libertad como espontaneidad y creatividad. Así uno se apresta a momentos de autenticidad. El término clave es “decisión”. Los alumnos de Heidegger, parodiándole, decían: “estoy decidido, pero no sé para qué”. Efectivamente Heidegger no pretende dar entonces ninguna indicación “material” en el terreno ético. ¿Es una ética formal, al modo kantiano? Incluso hay analogía con el imperativo categórico. Dice Heidegger, en Ser y Tiempo:


     "Pero el ente con el que se comporta el ser-ahí como un ser con otro, no tiene la forma de ser del utensilio a la mano, sino que él mismo es ser-ahí” (pg. 121 de la versión de J. Gaos, FCE).

La existencia no es ni sophia ni phronesis, ni sabiduría ni prudencia práctica: es compromiso existencial. La esencia de la verdad es la libertad

     "La esencia de la libertad, mirada desde la esencia de la verdad, se muestra como la exposición en el desvelar del ente". (De la esencia de la verdad. pg 119)

La evolución del pensamiento llevará, después, a Heidegger a posturas menos decisionistas, pero no menos voluntaristas en sentido amplio.

¿Qué ha sucedido entre la ética kantiana y la de Heidegger? El rasgo más fundamental es que, a través de la Voluntad de Voluntad nietzscheana, se ha hecho inviable el resto de racionalismo formal que hay en el Voluntarismo kantiano. Ahora la Voluntad de Voluntad es tan radicalmente autónoma que crea la Ley en cada momento. El hombre no tiene esencia, como dirá el existencialismo.

Esta evolución de la modernidad no es sino algo que estaba ahí desde el principio, en Lutero, pasa por los irracionalistas como Pascal o Rousseau, está presente en Kierkegaard y después en Nietzsche, Freud, etc.
Sigue siendo válida, pues, sólo la primacía de la “razón práctica”,  el Pragmatismo, el rechazo de todo intelectualismo moral como consecuencia del rechazo del racionalismo. Es más, podría decirse que el rechazo del Ser como Presencia es la versión heideggeriana de la irreducibilidad de ético a teórico, de realizativo a aseverativo, etc. No es válido ningún universalismo ético: eso es cosa de ilustrados o intelectuales.

5 comentarios:

  1. Hace tiempo copié en el Otto Neurath un texto de Lévinas muy heideggeriano que viene a decir lo mismo:

    "Comprender el ser en cuanto ser es existir en este mundo. ( ) La comprensión del ser no supone únicamente una actitud teorética, sino la totalidad del comportamiento humano. El hombre todo es ontología. Su obra científica, su vida afectiva, la satisfacción de sus necesidades y su trabajo, su vida social y su muerte articulan, con un rigor que reserva a cada uno de estos momentos una función determinada, la comprensión del ser. ( ) La aportación esencial de la nueva ontología puede presentarse como opuesta al intelectualismo clásico. Comprender el útil no es verlo, sino saber manejarlo; comprender nuestra situación en lo real no es definirla, es hallarse en cierta disposición afectiva; comprender el ser es existir. Todo ello indica una ruptura con la estructura teorética del pensamiento occidental. Pensar ya no es contemplar sino comprometerse, estar englobado en aquello que se piensa, estar embarcado -acontecimiento dramático del estar-en-el-mundo."

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    1. Efectivamente, Masgüel, la esencia de lo mderno (como trataré de mostrar en futuras entradas, y ya he dicho otras veces) me parece la prioridad de la "razón práctica", de la Voluntad sobre el Intelecto. Ya Aristóteles quiso corregir a Platón, mostrando que la Política es la fundamental de las ciencias, y que la sabiduría tiene un componente práctico esencial, irreducible a teórico.
      Mi platonismo acepta la posición fuerte de la prioridad absaoluta de la razón téorica, hasta convertir a la praxis en solo una apariencia (y, por supuesto, una consecuencia) de la Contemplación. ¿Es la Contemplación una cierta Acción, o es la Acción una cierta Contemplación? Este es debate esencial aquí.

      Por cierto, esto lo expreso en mi libro. Hace tiempo te leí que no compras libros. Si, no obstante, sí que los lees, y te interesa leer el mío, dímelo por correo electrónico (dialecticayanalogia@gmail.com)

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  2. En menudo compromiso me pones. Es cierto que ya no compro libros. Si te digo, inventando cualquier excusa, que no hace falta que me lo mandes, te hago un feo. Mejor con la verdad por delante. Me gusta leer tus entradas sobre filósofos del siglo XX, pero cuando te pones a reconstruir el manual de instrucciones del mundo de las Ideas, me pasa como en las pelis de miedo. No me gusta que me asusten :)

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    1. ¿¡Cómo has adivinado de qué va mi libro!?
      Sin embargo, no es una reconstrucción del manual de instrucciones, sino diálogo en que se pone en práctica la dialéctica, es decir, la consideración de las posiciones más diferentes (o sea, nada muy diferente a lo que encuentras en estas entradas, aunque con más profundidad y literatura).
      Espero que "mi oferta" no te haya parecido proselitismo, porque nada (o casi nada) estaba más lejos de mi intención.

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    2. "Espero que "mi oferta" no te haya parecido proselitismo"

      No hombre. Queda claro que tu intención es dadivosa y la agradezco.

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