Muchos filósofos han desarrollado sus especulaciones
filosóficas a partir de, por analogía con, o, a veces, incluso (con la
pretensión de estar trabajando) en continuidad con alguna ciencia específica.
Descartes creía estar extendiendo la matemática a las raíces del árbol de la
ciencia; Hume decía estar haciendo lo mismo que Newton, pero aplicado al ser
humano, y algo parecido puede decirse de Kant; Marx pensaba estar haciendo
economía e historia; Nietzsche, filología y psicología; los filósofos
analíticos del Lenguaje, lingüística o lógica; los filósofos hermenéuticos del
lenguaje, hermenéutica lingüística o historia; Foucault creía hacer
literalmente ciencia: cierta historia y “arqueología” del saber; otros creyeron
hacer sociología; incluso de los antiguos se dice que, por ejemplo, Platón
(como Pitágoras) se apoyaba en las matemáticas, mientras que Aristóteles
filosofaría a partir de la biología…
Es más, muchos de ellos han creído o se cree de ellos que su
concreta concepción filosófica depende o emana de una concreta teoría
científica, de modo que, si sucediese que esta teoría científica fuese superada
o se mostrase científicamente errónea, en esa medida debería venirse abajo
aquella teoría filosófica que dependía de ella. Así, la existencia de números
infinitos habría acabado con la escuela pitagórica, el mecanicismo y el evolucionismo
biológico serían la muerte del aristotelismo, las matemáticas no euclídeas
acabarían con la filosofía trascendental de Kant, la superación de las teorías
económicas del siglo XIX refutaría a Marx, etc.
Es, efectivamente, un hecho que muchos (si no todos los)
filósofos han especulado a partir de una ciencia específica, y que hay una
estrecha afinidad entre cada filosofía y ciertas hipótesis científicas
concretas. Sin embargo, debe considerarse como un hecho, tan innegable como el
anterior, que ninguna superación o refutación de una teoría científica afecta
intrínsecamente a la filosofía que, presuntamente, dependía de ella. Sea lo que
sea que ocurre en la historia de la matemática, siempre hay contemporáneamente
matemáticos con inclinaciones filosóficas platónicas frente a otros con
inclinaciones nominalistas; sea lo que
sea lo que ocurre en el desarrollo de la física, siempre hay pitagóricos,
mecanicistas, biologistas… de la física; sea lo que sea lo que ocurre en el
desarrollo de la economía, siempre hay economistas y filósofos de la economía
más liberales y más marxistas; no importa en absoluto, para las tesis de
Nietzsche, si la tragedia griega tuvo el origen que él creía; las geometrías
no-euclídeas no suponen el más mínimo contratiempo para le teoría de la
idealidad del espacio y el tiempo; el “análisis” de los filósofos del lenguaje
no se ve afectado por el análisis lingüístico de los filólogos ni por el
trabajo de los lógicos (pues también esta una ciencia autónoma, más allá o más
acá de la metafísica que algunos confundieron con ella). Lo único que queda
refutado, con cada uno de esos cambios de teoría científica, es la afirmación
de tal o cual concepción filosófica era continuidad y dependía de tal o cual
hipótesis científica.
¿Qué puede decirse en el sentido inverso? Los científicos,
sobre todo los de los últimos siglos, están preocupados por los filósofos
bastante menos que estos por ellos: nacieron o renacieron, según el tópico,
reivindicando su autonomía respecto de la “reina” (o tirana) del saber y, muy
razonablemente, les interesa ante todo que sus antiguos tutores no metan las
manos en su mesa y su laboratorio. Pero, en la medida en que algunos de ellos
dicen ser conscientes de que detrás de toda teoría científica hay una concepción
filosófica e incluso metafísica, se puede decir lo mismo: los argumentos que
puedan dirigirse contra esta o aquella teoría filosófica, dejan intacto el
valor de las teorías científicas que pretendían depender de ellas. La física
cuántica no da apoyo alguno a ningún idealismo o dualismo ni a ningún
materialismo, a ningún libertarismo ni determinismo; las teorías económicas, en
la medida en que son ciencia, no dan ningún apoyo especial a ni a la ideología
capitalista ni a la comunista; las diversas teorías de lógica formal no ponen
en cuestión el carácter fuerte ni el débil de la noción de existencia... Y es
una confusión (una muy tentadora confusión, o una “ilusión inevitable”, si se
quiere decir con Kant) pretender otra cosa. Como dijera Wittgenstein, la
filosofía lo deja todo como estaba. Aunque, a la vez, lo transforma todo: transforma el todo. Puede
decirse que la filosofía es aquello que deja todos los problemas científicos (y
prácticos, y técnicos, y cotidianos) exactamente como estaban. Igualmente,
demarca a la ciencia (y a la técnica) dejar los problemas filosóficos
exactamente intactos.
¿Por qué esto es así? Porque Ciencia y Filosofía son, en un
aspecto esencial, dos “saberes” heterogéneos. En realidad, ni siquiera se les
puede llamar unívocamente saberes. La filosofía es la especulación racional acerca
de lo absoluto y lo infinito, mientras que la ciencia es saber de lo relativo,
de lo delimitado, de lo “dado”. No se pueden separar los términos de cada
sintagma: de lo absoluto solo hay especulación, no saber; el saber lo hay solo
de lo relativo. Es un fenómeno, y es por tanto relativo, determinado, enmarcado
en una estructura a priori indiscutida e impensada, y es por ello objeto de
saber (y de error), que la luz se mueve a trescientos mil quilómetros por
segundo o que se comporta tanto como onda como haz de partículas. Pero no es un
fenómeno, algo determinable, ni objeto, por tanto, de posible saber, la
naturaleza absoluta de la luz, si es solo una ilusión o no…; es objeto de saber
el balance de costes de cualquier proceso económico, pero es inasequible a
cualquier saber el carácter de justo o injusto de cualquier reparto de trabajo….
La condición de la ciencia es que sus hipótesis no se
refieran a ningún absoluto. Gracias a esa condición, la ciencia funciona
perfectamente: salva los fenómenos, esto es, salva lo relativo. Ni siquiera es
preciso que funcione eternamente: cualquiera de las constantes cosmológicas
podrían variar radicalmente (pasar a cero o a infinito), cualquier “ley” científica
podría dejar de cumplirse, no importa: la ciencia nunca prometió tener verdades
absolutas, sino solo hipótesis, ni se comprometió ni podía comprometerse nunca
con la afirmación de que “la naturaleza” estuviese gobernada por leyes eternas,
ni que fuesen vigentes, siquiera, por un segundo: todo eso pertenece a su
impensable. Eso sí, en el marco de la hipótesis, la ciencia asegura certezas
absolutas acerca de lo relativo. La condición de la filosofía, en cambio, es
que nada sea una hipótesis, o, más bien,
como dice Platón, que las hipótesis sean eso, hipótesis, es decir, certezas
meramente relativas, absolutamente relativas, de las que hay que buscar la
absoluta necesidad, lo anhipotético.
Si esto es así, ciencia y filosofía son actividades
heterogéneas, que no pueden molestarse la una a la otra. Sin embargo, esto es
solo uno de los momentos de la dialéctica: el de la separación. En el Parménides, Parménides nos enseña que,
si se toma a la cosa en sí misma o en absoluto (a lo Uno, por “ejemplo”), ella
no participa de ninguna otra característica que ella misma, está “más allá de
la esencia”, podríamos decir. Y esto vale para cada cosa, y también para la
filosofía misma, y ejemplarmente también: tomada en sí misma, la especulación
que busca lo absoluto no depende ni participa de ninguna preocupación relativa,
es completamente autónoma y vuelta hacia sí, como el dios de Aristóteles. Y así
resulta inefable. Pero, a la vez, la cosa es, se da, aparece como mundo,
múltiple y relativo, y, entonces, participa de los contrarios a la vez: es
finito e infinito, igual y diferente tanto a y de sí como a y de su otro… De la
misma manera, la especulación de lo absoluto se da como saber relativo, y, por
tanto e inevitablemente, participa de los contrarios. La especulación de lo
absoluto no se da más que mostrándose en lo relativo. Por eso, cuanto mayor y
mejor sea el conocimiento relativo, mejor puede expresarse la especulación.
¿Cuál es, entonces, la relación de la filosofía con la ciencia (y las demás prácticas de lo finito), si, por una parte es absolutamente heterogénea con ella(s), pero, por otra parte, solo a través de ella(s), inextricablemente mezclada con ella(s) puede darse la filosofía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario