a) que la filosofía es para muy pocos (sea para aquellas excelentes naturalezas que no se conforman ni con los productos de la simple imaginación ni siquiera con los supuestos de que toda ciencia parte -sino que buscan lo anhipotético-, sea para aquellos desdichados que padecen esa enfermedad de desnaturalizar el uso del lenguaje) o
b) que todos somos filósofos y la filosofía es algo que todo hombre puede y tiene que abrazar o enfrentar?
En la Academia de Atenas, el barbudo griego reservaba la Dialéctica para solo los mejores de los guardianes-matemáticos, y en la Universidad de Cambridge el imberbe judío austriaco instaba a muchos a matricularse en cualquier otra cosa antes que asistir a su habitación para presenciar el dolor de pensar.
Pero, al menos el griego, pensaba que una vida afilosófica apenas es distinta del sonambulismo, y las últimas palabras del austriaco fueron: "decidles que mi vida ha sido maravillosa".
Ni tan barbudos ni tan hirsutos, todos hemos visto alguna vez tanto el vivo interés que despiertan en todo el mundo las verdaderas preguntas filosóficas (¿estamos soñando?, ¿es malo ser egoísta?, ¿para qué vivimos?), como la extrañeza con que todos las miran (o miramos).
¿Para quién, Filosofía?
Eso es como preguntar por qué se escucha música, quiero decir, pues depende de cada uno (algunos para relajarse, otros para conectarse con dios, otros para olvidarse de todo, bailar, etc). A no ser que tengas una demostración (filosófica, por descontado) de por qué debieras leer/escuchar música/filosofía.
ResponderEliminarPersonalmente, leo filosofía por lo mismo que busco y bautizo figuras reconocibles en los cielos estrellados, esto es, porque así puedo levantar la mirada y toda una disoluta cacofonía de hechos inconexos adquieren, de repente, una familiar forma reconocible a simple vista (con todas las implicaciones morales que ello conlleva), de hecho, cada vez estoy más convencido que la percepción de belleza no es más que eso: una fulmínea manera de encontrarle familiaridad a una determinada experiencia (los psicólogos evolutivos, mismamente, dicen que agradecemos las simetrías faciales, por ejemplo, porque ellas condicen con una salud férrea y ya sabemos las consecuencias en términos de legado genético que esta revelación prepara)
Hector:
ResponderEliminarEs tan natural para una persona justificarse que no casi no nos damos cuenta. Eso, en un sentido amplio y profundo, es filosofar. Fíjate que para intentar reducir la filosofía a un mero gusto subjetivo, parecido al que tenemos por la música, has tenido que justificarte contándonos "tú" filosofía del asunto, y desde luego con pretensiones de objetividad ("cada vez estoy más convencido...").
Lo extraño es no extrañarse de que todo cuanto nos rodea y nos habita está falto de justificación y sentido, y de que justificarse es tan necesario para las personas como respirar (o más, que hay gente que deja voluntariamente de respirar, pero nunca de justificarse).
Saludos
Héctor,
ResponderEliminarsi no te interpreto mal crees que nuestra búsqueda de explicaciones regulares o sentido, igual que la búsqueda de belleza, tiene como objetivo conseguir seguridad, lo que, a su vez, se traduce en mayor aptitud genética y supervivencia. Mi explicación sería igual pero todo lo contrario: supervivimos para buscar belleza y sentido. ¡Me encuentro demasiado importante como para creer que todo lo que considero noble (como escribir fugas o elucubrar metafísicas) lo hacemos PARA seguir ocupando sitio! Y no veo qué me impide pensar como pienso.
Así que claro que creo tener unas razones filosóficas para que haya que oír música: la finalidad y realización de un ser (sobre todo si es inteligente) es comprender la realidad. Y la belleza es manifestación de la verdadera realidad. Todas las otras razones que dices que puede tener uno para escuchar música se reducen a la mía: nos relaja, porque nos tensa e inquieta la percepción de falta de orden y sentido, nos conecta con Dios, entendido como el ens realissimum o fuente de sentido, nos hace olvidarnos de todo lo insustancial, nos pone a bailar para expresar orden y sentido con nuestros miembros, y nos etcétera por etcéteras razones.
Victor,
ResponderEliminarDisparas precipitadamente sin evaluar primero si así o asá, si soy de los que creen en la subjetividad del arte -que a va ser que no-, o soy de los que creen que no es opinable la mayor excelencia de Beethoven sobre Justin Bieber, ahora, yo no puedo -no hablo en términos de legitimidades sino de poderes materiales- acotar de forma protocolizada el uso de cualquier objeto, quiero decir, yo no puedo imponer que la Biblia se lea así o asá, todo lo contrario, puede resultar que alguien use la Biblia como apoyo para una pata coja de la mesa (reitero aquí la idea de que, como se ve, no hablo en términos de legitimidades sino de poderes materiales pues ¿cómo puedo construir un libro que no permita un uso creativo y no predicho del mismo?) y es de este único modo que cuando alguien dice que le da lo mismo la Biblia que las páginas amarillas, Beethoven que Justin Bieber, a lo más que puedo decirle es que no está dándole el mismo uso que yo, ahora, si coincidimos en el uso, por ejemplo para bailar, ahí sí es posible la clasificación preferencial.
Juan Antonio,
ResponderEliminarPretendes demasiado al querer subsumir todos los usos de una determinada práctica cognitiva (v.gr: escuchar música) a una sóla razón esencial. Como creo no hace falta explicitar, pero aún así lo haré, yo más bien creo que existen aires de familia entre todas las prácticas musicales o, por volver a tu post pero en la misma línea argumentativa, entre todas las prácticas filosóficas, quiero decir, aún suponiendo por ejemplo verdaderas todas las filosofías, no es el mismo uso el que propone Wittgenstein para la filosofía, como tu bien registrastes en el post, que el que propone Platón, a lo más, por lo tanto, lo que podrás decirle (supuesto por ejemplo que Platón tuviera razón) a Wittgenstein es que las elucubraciones verbales tienen otros usos del mismo modo que se le puede decir a un tío que usa un libro de apoyo para un mesa coja que dicho libro puede ser susceptible de otros usos, ahora, lo que jamás podrás decir es que en esencia el uso que proponen del libro tanto el lector como el que lo pone de apoyo, es el mismo.
Por otro lado dices que supervivimos para buscar belleza y sentido (para mi (y creo que para ti) es redundante lo de belleza y sentido) y podría estar de acuerdo en esa autorreferencial circularidad argumentativa pero, en última instancia, da igual, quiero decir, el buscar belleza y sentido NO es una opción, antes bien, es lo que nos caracter-iza como seres cognoscentes justamente en la medida en que sujetos cognoscentes
Héctor,
ResponderEliminarestoy básicamente de acuerdo con lo que dices en el segundo párrafo. no tenemos opción, como el ser que somos, a la búsqueda de sentido-belleza.
En cuanto al primero, subsumir los diferentes usos de una cosa a uno esencial no es negar los otros. Incluso quien usa el libro para calzar la mesa, puede hacerlo gracias a que alguien escribió el libro para esa función que dices que no podemos eludir: buscar el sentido-belleza.
Los aires de familia pueden esconder detrás un único ancestro. (Pero de Wittgenstein escribiré algo en otra ocasión, que le -os- tengo ganas). Saludos
Victor,
ResponderEliminartienes razón:buscar sentido es tan esencial a nosotros como extraño. Pero, como dices, es más extraño aún que nos resulte extraño.
Hector.
ResponderEliminarGracias por la aclaración. Me parece muy bien que no creas en la subjetividad del arte. ¿Y en la relatividad del valor o legitimidad del uso que damos a algo? Eso no lo tengo tan claro. En cualquier caso, lo que te decía era claro. El uso más valioso (y para nada inusual) que tiene la vida de una persona es filosofar (los demás, empezando por respirar, son subsidiarios a este).
Saludos
Victor, más que relatividad de un valor, yo afirmaría más bien: plasticidad semántica y eso se ve, mismamente, en el uso de nuestros cuerpos que no se puede enumerar y dejar finiquitado, pero sí puede suceder al contrario, esto es, decir qué NO se puede hacer con nuestros cuerpos: no otra cosa pretende la ética
ResponderEliminar