miércoles, 13 de julio de 2011

DIÁLOGOS DE FILOSOFÍA, mi libro


Se acaba de publicar mi libro, DIÁLOGOS DE FILOSOFÍA. Se trata de cuatro diálogos, a la vez filosóficos y literarios (o ninguna de las dos cosas), en que dos amigos, antiguo maestro y antiguo alumno, vuelven a plantearse las eternas preguntas de la filosofía, preguntas acerca de lo real, lo bueno, lo bello... A la vez, el libro intenta una nueva lectura e interpretación de los diálogos del Filósofo, Platón.

En próximas entradas comentaré algunas de las cosas que el libro intenta transmitir, y copiaré algunos fragmentos. Ahora copio la sinopsis que figura en la contraportada, aunque advirtiendo que es un texto completamente diferente al de los propios diálogos, que intentan mantenerse, pese a lo innatural de lo a veces tratado, en el lenguaje más "natural" o coloquial posible.

Estos diálogos intentan pensar, una vez más por vez primera, las sencillas y por eso complicadas preguntas que el pensamiento quiere y tiene que hacerse cuando intenta pensarlo todo de una manera total, o sea, cuando es Filosofía. Por eso mismo estos diálogos querían y tenían también que ser, una vez más por vez primera, recuerdo e interpretación de los diálogos del Filósofo, Platón.


Cuando nuestro pensamiento se hace cargo de los dos elementos o aspectos de toda realidad (lo Uno y lo Múltiple, lo Mismo y lo Diferente, la Idea y el Fenómeno…), los encuentra tan necesarios como impensables, tanto en sí mismos como en relación con el otro, y cae en el laberinto de la Dialéctica. Todos los caminos tienen aquí su evidencia y, a la vez, su sin-salida o aporía. Pero la solución del laberinto, como en el fondo sabemos, es el Amor, o, según lo llaman estos diálogos “platónicos”, la Analogía o Participación. Sólo esta relación, irreducible a simple extensión o cantidad, es capaz de lo imposible: comunicar lo más distinto sin confundirlo, intuir la absoluta unidad de todo sin por eso ignorar la diversidad de cada cosa, adivinar el Sentido a través de los Signos. Aunque, por eso mismo, este corazón del pensamiento, que es la Analogía, solo se deja decir mediante un lenguaje que, como en el diálogo y la ironía, se libere del mecanismo ciego de la univocidad y la repetición sin por ello caer en la locura de lo equívoco y sin memoria.


El pensamiento hiperracionalista y “metafísico” que anima estos diálogos, no cree ya en la profecía apocalíptica de los que dicen que ya pasó el tiempo de la metafísica, que ya no tiene sentido buscar racionalmente el sentido. A un pensamiento así no lo vemos más que como una de las vías de la Dialéctica, la más oscura y torturada, aunque a la que, eso sí, hay que agradecerle siempre que destruya ídolos cansados. Hoy, después de tiempos, envejecidos en el comercio, en los que la Filosofía ha recorrido radicalmente esos corredores de lo Otro y la Diferencia, para acabar encontrando solo el círculo de lo absurdo y el aburrimiento del vacío, queremos presentir una nueva y más profunda vuelta, en la espiral de la historia, al pensamiento de la Razón no esclava, a la confianza en la cognoscibilidad de la Esencia (no sólo en el asunto de lo Verdadero, sino también en el de lo Bueno y en el de lo Bello), y a una pedagogía del Amor y el Saber, libre de los fantasmas de la Culpa y la Pena.

16 comentarios:

  1. Hola!!
    No esperaba que publicaras un libro,enhorabuena! me gustaria leerlo aunque nose si entenderia todo aun, donde lo podria comprar?
    Espero que estes pasando el verano muy bien.
    Un saludo

    Rebecca.t.g.s

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  2. Hola, Rebecca,
    ¡yo tampoco lo esperaba! Empecé escribiendo por divertirme, y luego algunos amigos que lo leyeron cuando estaba en gestación me animaron a publicarlo.
    El libro se puede conseguir o bien en la editorial (pidiéndolo en su web), o en librerías donde se haya distribuido (que de momento no sé cuáles son) o bien pidiéndome a mí mismo un ejemplar. Pero espérate a que nos volvamos a ver en septiembre, porque para una alumna tan filósofa y que tan buenas conversaciones ha dado en clase, seguramente encontraré un ejemplar.
    De todas maneras, deberías leerte un millón de millones de cosas, antes de leerte este libro.
    Te deseo felices vacaciones (¿estás en Inglaterra?).
    Un saludo

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  3. Hola!
    Ok, muchas gracias me esperare hasta septiembre.
    De momento estoy leyendo todos los libros que pueda(ahora mismo nietzsche, humano demasiado humano)pero aun tengo muchos mas por que leer y me gustaria leer obras de autores mas recientes.
    No estoy en Inglaterra, porque este año le toca a mi hermano, tal vez vaya en Navidad.
    Un Saludo
    Rebecca

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  4. Hola. Antes de nada he de felicitarle por la profunda frescura y fuerza de sus ideas (y por la no menor belleza y brillantez de sus diálogos). Le reconozco que, aun no siendo muy versado en filosofías, ha logrado ud. atraparme con su libro. Sin embargo, me temo que en mí pueden aún más el laberinto que el amor, por lo que he caído en la tentación de leer el prólogo, a ver si así lograba comprender mejor el texto. Su "solución" analógica es muy sugerente, pero no logro comprender que ventajas tiene sobre el pensamiento que ud llama no analógico, cuantitativo, etc. ¿Por qué cree que el pensamiento analógico es superior? Quizás permita relacionar, como sugierre, lo irreductiblemente asimétrico, pero parece que a costa de una suerte de infinitud (la relación entre contrarios es analógica, y el pensamiento o expresión de esta analogía también es analógico, y la relación entre ambas analogías también lo será, etc.)... Todo esto me recuerda lejanamente a esas arquitecturas "fractales" de las que hablan los físico matemáticos... En fin, ¿por qué habría de ser más verdadero o valioso "lo infinito" (de esas analogías) a "lo circular" (de lo que tacha ud al pensamiento no analógico)? ¿Qué tipo de "salida" a un laberinto (por usar de sus imágenes) puede representar una vía que se presenta como definitivamente infinita o abisal? ¿O acaso no lo es?...
    Felicidades, en todo caso, por su magnifico libro

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  5. Estimado amigo anónimo,
    le agradezco mucho el aprecio que expresa por estos diálogos. Que el lector tenga con ellos una experiencia estética y placentera es, para mí, tan importante al menos como que comparta sus tesis (aunque, como sin duda ha adivinado usted, creo que en el fondo ambas cosas, belleza y verdad, no pueden estar muy alejadas entre sí). Pero más le agradezco aún la pertinentísima cuestión que formula. Mete usted el dedo en la herida. Y quizá eso no signifique, ni mucho menos, que esté usted más en el laberinto que en el amor, sino sólo que tiene otra idea y otra experiencia de lo que debe ser amor. Voy a intentar contestar a su pregunta, pero admito desde el principio que es muy posible que no aquiete sus dudas sobre las ventajas de "mi" "solución", y que esto sea una verdadera "salida del laberinto" (¿por qué había de haber una salida? ¿por qué no había de ser verdad la circularidad?). ¿Qué tipo de solución en esa, dice, si paga el precio de comprometerse con algo infinito, irreducible? ¿En qué es preferible esa relación de la analogía al pensamiento cuantitativo? ¿Por qué postular la analogía? Yo respondería que no se trata de traer a nadie, sino de reconocer a quien ya está. Creo que el argumento a favor de la Analogía es, aunque resulte extraño a primera vista, puramente lógico, y así intento expresarlo en el libro. Sencillamente no puede entenderse los contrarios como equivalentes o equidistantes, porque eso los haría a la vez absolutamente idénticos (serían completamente homogéneos -piense lo que esto significa, es decir, indistinguibles en cuanto al género-) y absolutamente diferentes. No habría relación alguna: la asimetría es anterior a toda simetría: simetría implica relación completamente reversible, pero una relación así no puede distinguir: presupone ya lo distinto o distinguido. Por tanto, lo Otro no es lo completamente opuesto a lo Mismo, sino que, como dice el Extranjero en el Sofista de Platón, lo Otro es sólo la diferencia, que es "sólo" carencia de Ser. Por supuesto, esta "carencia" es todo el misterio, y lo que, quizá, le hará a usted inaceptable esta "solución".
    Un argumento negativo a favor de la necesidad de la analogía (en la filosofía, al menos, es decir, en un pensamiento que tome en cuenta todas las implicaciones de una idea) es comprobar que nadie, ningún filósofo, ha escapado a ella, sobre todo cuando llegaban a los puntos clave de sus sistemas, aunque más de uno no haya sido muy consciente de ello. Por ejemplificarlo con los filósofos más importantes de la historia, que menos propensos parecen a inclinarse por un pensamiento como el de la analogía:
    Aristóteles, al que muchos consideran el mejor exponente de un pensamiento "científico" y realista, cuando piensa la relación que debe haber entre los dos elementos fundamentales de toda realidad, Acto y Potencia (Forma y Materia, etc), no tiene más remedio que recurrir a la analogía: lo potencial, dice, es y no es, es cierta carencia de actualidad, sin llegar a ser pura nada. Un pensamiento cuantitativista sólo podría aceptar o el ser pleno o la nada. Pero Aristóteles comprendió que con esto no es posible entender la realidad del cambio, de la physis. si el Ser fuese homogéneo (o sea, un género, unívoco) no podría haber diferencia alguna, ni multiplicidad. Por tanto, el ser se dice de muchas maneras, pero no unívocas, ni equívocas. Esto hace que la filosofía primera sea, para Aristóteles, siempre una "ciencia buscada", no construible matemático-deductivamente.
    El enorme pensador aristotélico Tomás de Aquino llevó esto a sus últimas consecuencias, y defendió la tesis de la Analogía del Ser como columna vertebral de toda la metafísica (o la ontología, digamos). Aunque no llegó al extremo, que sí propongo yo, de llevar la analogía a las regiones de lo "lógico" (géneros y especies).
    (sigo...)

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  6. Anónimo, continúo y termino:

    Algo similar a lo dicho de Aristóteles puede decirse de Kant. Cuando se ve llevado a pensar la relación entre noúmeno y fenómeno, entre lo moral y lo natural, no queriendo prescindir de ninguno de ambos, y considerándolos heterogéneos pero ni absolutamente heterogéneos (pues no podríamos pensar el uno a partir del otro) ni, sin embargo, homogéneos (es decir, del mismo género de realidad), no tiene más remedio que recurrir a la Analogía, y así lo dice expresamente. El sentido en que es un "hecho" la ley moral en nosotros, es analógico a lo que es un "hecho" natural. Un "hecho de la razón" sería una contradicción en los términos, si no fuese por la analogía. En otros rincones de su sistema recurre Kant también a la analogía, como al hablar de la relación entre la finalidad y la naturaleza mecánica, etc.
    Fijémonos, por último, en los filósofos que menos simpatía pueden tener por la analogía: los naturalistas de todo tipo. Según ellos, todo se reduce, "en el fondo", a puras relaciones mecánicas, es decir, cuantitativas (según Nietzsche, esto es lo que tenemos que aceptar: que no hay sentido alguno en los hechos naturales; y lo mismo dice el Tractatus de Wittgenstein). sin embargo, lo que hacen contradice lo que dicen, porque su lenguaje normativo es irreducible a natural-descriptivo. Entonces algunos hablan de que lo prescriptivo "emerge" de lo natural, y es en cierto modo ya irreducible a meramente natural. Pero esto no dejan de ser tapujos, que en el fondo intentan negar esa relación, tan difícil de aceptar, que es la Analogía.
    Esta relación hace bien en recordarle a la matemática fractal, pero no olvide que el pensamiento matemático siempre se encuentra limitado en un lenguaje pretendidamente unívoco, a salvo de toda cuestión trascendental. Por ejemplo, un matemático no se puede plantear, qua matematico, la relación entre lo formal y lo material, que da por supuesta a cada paso.
    En fin, yo creo que lo que intento expresar en el libro no es más que la solución que, explícita o implícitamente, todo pensamiento filosófico lleva desde siempre en su seno.
    Me he permitido citar a filósofos porque, aunque dice usted que no es muy versado en filosofía, sinceramente no puedo creerle.
    Espero que esta respuesta le sirva, no para convencerse, pero sí, al menos, para que profundicemos en el problema.
    No dude en exponerme sus dudas.

    Un cordial saludo.

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  7. Hombre, no había visto la entrada. Enhorabuena. Yo espero publicar también un libro antes de final de año ("La caverna de Platón y los cuarenta ladrones"). Si quieres, nos lo intercambiamos.

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  8. Jesús,
    encantado. Mándame una dirección postal (a dialecticayanalogia@gmail.com) y te lo envío.

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  9. Muchísimas gracias por su prolija y clarificadora respuesta. No es frecuente, por desgracia, disponer de un vehículo de comunicación directa con el autor de un libro, así que le felicito igualmente por prestarse a ello en este blog (que, por cierto, parece tan interesante como su obra). Creo que entiendo sus argumentos y no tengo más que darle la razón, aunque la razón no parezca poder disolver ese abismo que (al menos a mí) se me abre al intentar comprender la idea de analogía. ¿Le parece a ud que, dado este carácter sustancialmente analógico de lo real y de su conocimiento, habremos de reconocer un cierto privilegio cognoscitivo al lenguaje poético, al mito, la parábola, etc., en el momento de aproximarse a esa abisal relación? ¿No será aún más "amoroso" este lenguaje (esa llamada "razón poética") que el de la filosofía misma? Ya sé que esta cuestión es demasiado tópica, y que la trata en su libro, pero me gustaría conocer su parecer de forma más directa.

    Gracias de antemano, y un muy cordial saludo.

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  10. Amigo anónimo,
    contestar de manera mínimamente adecuada a sus profundas cuestiones requeriría, al menos, un libro. Así que le pediré disculpas de antemano por ser a la vez demasiado y demasiado poco prolijo en mi intento de respuesta.
    Es habitual considerar como una oposición que lo cubre todo la que separa al lenguaje "científico" y al lenguaje "poético". El filósofo tendría que decidirse por uno de los dos. Si se decide por el primero, su modelo último debería ser el de lo únivoco-matemático, y olvidarse de preguntas acerca de lo absoluto, e incluso de cuestiones sobre el sentido. Si se decide por el segundo, entonces puede hablar de esto último, pero pagando el precio de ser menos racional, e incluso, según algunos, tener que olvidarse de la verdad.
    Yo creo que esta oposición es ficticia. La razón no es cálculo, es decir, lenguaje unívoco-mecánico, ni el lenguaje poético es el "reino de la libertad y lo absoluto" (al menos entendiendo por poético lo que se refiere a la actividad de autores como lo que llamamos poetas, por ejemplo, Hölderlin, Rilke, Celan, Machado, Pessoa...)
    Varios filósofos han reclamado, a lo largo de la historia, que se atienda a otra forma, "superior", de razón. Por ejemplo, cuando Spinoza habla del "tercer género" de conocimiento, superior al matemático-deductivo, y que también llama "intuición intelectual". Husserl denunción también la falsa identificación entre racional y científico-natural: la razón debería tratar también de las cuestiones trascendentales o axiológicas (de los priemros principios de lo real, de lo bueno, de lo bello) y trascendentes. El paradigma de estas tesis es la distinción platónica entre dianoia (razón parcial, que no se cuestiona sus propios fundamentos) y noesis (la propia de la dialéctica).
    Como la mayoría del pensamiento moderno ignora la analogía, se ve conducido a esa falsa bifurcación entre razón científica y razón poética, la misma que ha dado lugar a la división entre ciencias (naturales) y humanidades, etc.
    Mi perspectiva de todo esto, simplificando al máximo (y que es poco original, porque se trata de platonismo bastante ortodoxo) es la siguiente (y perdón por la brutalidad en la exposición): aunque todas las actividades humanas implican a la vez todas sus "facultades", podemos distinguir ciertos géneros de actividad por el predominio de cada una de ellas. En el arte (en lo poético en general, al menos si no se le entiende traslaticiamente) predomina la capacidad imaginativa (entre las capacidades intelectuales) y la afectiva. Esto no quiere decir que el arte no se refiera a la verdad. Pero lo hace como lo hacen las imágenes: las imágenes portan la referencia a la verdad de manera implícita, necesitan ser interpretadas. Por eso tienen diferentes lecturas. La Ciencia, aunque utiliza, por supuesto, la imaginación en todo momento (y tiene, también, un fuerte componente afectivo), aspira sobre todo a priorizar la capacidad racional-judicativa (establecer juicios y relaciones entre juicios, es decir, teorías). Pero las teorías no son un "uso puro" de la razón, porque no puede pensarse mediante ellas las Ideas, es decir, los pensamientos absolutos. La Filosofía, por último, aunque ni puede ni debe querer prescindir de las imágenes (símbolos, alegorías, parábolas, mitos...) ni de la argumentación, aspira a un tipo de intelección racional no hipotética ni articulada, como la de las ciencias "segundas", sino "absoluta". Por supuesto, esto la convierte en algo paradójico, inalcanzable a la vez que imprescindible. Por eso sólo puede ser filo-sofía, no sofía a secas. Y esto es lo que hace que uno pueda sentirse, en ella, a la vez infinitamente lejos e infinitamente cerca de su objetivo.
    (sigo)

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  11. (sigue el comentario anterior, y termino)

    Entonces yo diría que, si se entiende "razón poética" en sentido limitado, la filosofía no es tal cosa, sino que el arte, como dice Platón, "está tres grados alejado de la realidad", estando incluso la ciencia más cerca de ella. Pero si entendemos "razón poética" en un sentido traslaticio, puedo aceptar que ese sea lenguaje para hacerse cargo del pensamiento de la analogía. Ahora bien, creo que aquí hay que tener mucho cuidado con la equivocación: sinceramente, no creo que Goethe, o Hölderlin, o Rilke... hayan estado más cerca de una comprensión plena de la realidad de lo que lo han estado Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Leibniz, Hegel..., sino todo lo contrario. Y creo que la tesis heideggeriana, según la cuál Platón cambió de pregunta (en lugar de por el ser, por el ente primero) y que la "solución" pasa por el acabamiento de la metafísica para acercarse a algo como lo que hacen los poetas, va completamente desencaminada. Tenemos que recuperar la metafísica, y deshacernos tanto de esa falsa dicotomía, moderna, entre ciencia y poesía, como de la pretensión monotónica postmoderna que quiere reducir a poético (retórico) incluso el lenguaje científico. No sé si esto le resultará decepcionante. Espero sus interesantísimos comentarios,
    Un muy cordial saludo

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  12. Vaya, Sr. Negrete, su respuesta me ha dejado aún más intrigado de lo que estaba (supongo que de eso se trata en la filosofía). Según creo entender ud afirma que el lenguaje (o razón) "poético" se diferencia, en su sentido más limitado, de la razón o conocimiento científico (utilización de imágenes, referencia implícita) así como (en un segundo grado) del conocimiento filosófico (el uso dialéctico de la razón); supongo entonces que porque éste último es en extremo anicónico y explícito. Pero, sin embargo, en otro sentido (menos limitado), el lenguaje poético, dice ud, puede hacerse cargo del pensamiento de la analogía (supongo que aquí, incluso mejor que la ciencia), si bien en un "sentido traslaticio". He estado pensando (bueno, o imaginando) qué puede significar esto último. ¿Acaso que las imágenes, en un contexto adecuado (por ejemplo, el diálogo) pueden expresar con mayor rigor que los juicios científicos ciertas ideas (como la de analogía)? ¿O quizás que las imágenes (algunas) podrían expresar, si bien de forma implícita, ese extremo de la búsqueda de conocimiento que es la dialéctica?... No sé. Recuerdo que, de joven, cuando hacía alguna pregunta filosóficamente sustanciosa a mis profesores (casi todos curas), algunos, los más brillantes, dejaban de teorizar (o teologizar) y acababan narrándonos alguna parábola con la que, frecuentemente, nos dejaban maravillados (y callados). Y también recuerdo como, más adelante, tuve alguna sensación parecida al leer ciertos diálogos de Platón. ¿Cree ud, si me permite la broma, que debería preocuparme por percibir esta similitud?
    Muchas gracias por su atención. Espero no importunarle demasiado con mi torpeza.
    Un muy cordial saludo de nuevo.

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  13. Amigo anónimo,
    antes de nada: si mi libro llega tener solo un pequeño puñado de lectores como usted, habrá tenido más de lo que soñaba.
    Pasando al asunto. No me extraña que le intrigue o desconcierte lo que decía, porque no lo expresé de manera nada clara, quizá porque yo mismo no lo tengo nada claro. Pero a lo mejor intentando decirlo otra vez me aclaro un poco. Lo cierto es que, cuando hablé de razón poética en un segundo sentido, traslaticio, pretendía hacer una concesión a quienes a menudo me han querido mostrar la profundidad a la que puede llegar la poesía. Y yo no dudo de esa profundidad, de hecho la he experimentado, tanto como lector, como también de escritor o "creador" (como se dice grandilocuentemente), pero, honestamente, estaría mejor expresado lo que pienso si dijese que la poesía, tomado el término propiamente (es decir, usado para referirse a l oque hicieron Safo, Horacio, Goethe, Rimbaud, etc.), no puede nunca entender la dialéctica, y que está, efectivamente, alejada tres veces de la cosa. "Razón poética" es casi una contradicción en los términos, a mi parecer.
    Imagine que en lugar de haber leído un libro de un filósofo (presunto) hubiese leído a un poeta, que tuviese un blog. Si usted le escribiese preguntándole por el sentido de tal o cual parte de su obra, lo más probable es que él rechazase responder, aduciendo que ya ha escrito lo que tenía que decir, o que él mismo no sabe cuál o cuáles son los sentidos de lo que ha escrito. Podría suceder también que sí estuviese dispuesto a discutir del sentido correcto de sus versos, pero entonces se convertiría en filósofo. Algo parecido podría decirse de un científico. Para preguntar por el sentido último de cualquier discurso, tenemos que ir a la dialéctica o filosofía.
    (sigo)

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  14. amigo anónimo, sigo y termino:

    Entonces, ¿debemos preocuparnos por la experiencia tan similar que tuvo usted al leer ciertos diálogos de Platón y al escuchar a sus profesores-curas en clase? Bueno, lo único "preocupante" ahí es llevar esa similitud más allá de lo conveniente. Que un teólogo deje de teologizar para pasar a contar mitos es parecido a que uno deje de moverse para pasar a desplazarse. El teólogo depende completamente del mito, y todas sus argumentaciones penden de un texto de carácter "poético", es decir, fundamentalmente imaginativo donde la argumentación y el "trabajo del concepto" (que decía Hegel) brilla por su ausencia. Platón no es un teólogo ni un mitógrafo. Además de belllas páginas poéticas nos ha dejado las mejores páginas de pura dialéctica y una condena explícita a la autonomía del poeta.
    ¿Cómo usa, entonces, y por qué, Platón el lenguaje poético? Bueno, en parte porque no tenía un blog... Pero, hablando en serio, podría decirse (aunque suene paradójico a primera vista) que Platón usa los mitos como Cristo decía que usaba las parábolas, cuando les dice a los discípulos que a ellos les ha dicho las cosas como son, pero al pueblo "todo en parábola", porque no entenderían de otra manera, o como dice Pablo de dar alimento sólido o líquido. Parece deducirse que Cristo tenía una enseñanza esotérica que no puede decirnos directamente, sino que tiene que hacernos una adaptación curricular, que diría un pedagogo. Pero el caso es que la enseñanza esotérica de Cristo no nos ha llegado, sino sólo su presentación fabulística o poética. Platón, sin embargo, nos ha dejado textos donde, mediante la argumentación dialéctica con los términos más universales y fundamentales del lenguaje (Ser, Uno, Bien, etc) nos conduce hasta la comprensión, lo más clara posible, de la esencia de las cosas. Aunque también nos proporciona imágenes con las que "ilustrarlo", digamos, porque él no cree, como algunso pensadores judíos, que toda representación está infinitamente alejada de lo divino.
    Efectivamente, a mi parecer la filosofía es anicónica, la más anicónica de las actividades intelectuales humanas, tanto como para ser casi irrepresentable (y algunos nieguen que exista, porque no se la puede representar), pero a la vez es la más "explícita", es decir, la que más presenta las cosas como son, según el criterio de la razón. El problema es ese, unir lo anicónico con lo explícito, porque tendemos a creer, como dice Descartes, que lo que no se puede imaginar no existe. Y sin embargo, a la vez todos tenemos acceso a la dialéctica, y sabemos que ninguna imagen que nos hagamos representa correctamente lo que pensamos cuando pensamos.

    Un muy cordial saludo

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  15. Sr. Negrete.
    Ahora creo que sí coincido plenamente con ud. Ciertamente, también creo que las imágenes, o el lenguaje figurativo de la poesía (incluso cuando esa figuración es más sutil, como en esos "acordes" de sentido que hacen resonar los poetas más explícitamente reflexivos, como Machado o Pessoa) no es suficiente (ni realmente adecuado) a la ontología (solo un materialismo escéptico, como creo que ud también indica, podría atreverse a conceder tal capacidad al arte). Con respecto al segundo asunto nada que objetar (si he entendido bien: en la religión la teología es pedagogía del mito; en la filosofía el mito es pedagogía de la ontología).
    Solo resta darle las gracias de nuevo. Sus amables aclaraciones me han animado a releer y saborear la densa miga de su libro.

    Un muy cordial saludo de su lector amigo.

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  16. Estimado amigo,
    si me asegura que no va a usar usted, en un libro suyo, esta frase "en la religión la teología es pedagogía del mito; en la filosofía el mito es pedagogía de la ontología", se la compro, para un futuro libro, si tengo la osadía suficiente de volver a intentarlo.

    No deje de comentarme todo lo que estime oportuno, y le agradezco otra vez el aprecio que hace de mi libro. No me atrevo a decirle, como le diría a un alumno mío, que lea antes infinidad de cosas: es evidente que sabe usted perfectamente qué tiene que leer, y que ha leído y comprendido muchos libros buenos.

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