viernes, 28 de mayo de 2010

Pensamientos del pasado siglo XX

Si uno quiere pensar con los pies en el tiempo, en la "historia", tiene que mirar con perspectiva amplia lo que ha pasado. Siendo conformistas, limitémonos al pensamiento del pasado siglo XX.

¿Qué nos han dejado todas las filosofías del siglo pasado (al menos todas las que fueran tenidas por presentes entonces)? Ni siquiera nos suena paradójico decir que casi todas ellas, con más o menos valentía, han dado la buena-nueva de la muerte de la filosofía (o, con más diplomacia, de la "sólo la Metafísica"). Pero quizás por eso (imaginemos a los principales juristas decir que se ha llegado a la muerte o al “final” de la justicia, o a un político legislando el final de la política, o a un artista creando la obra titulada “se acabó el arte”), quizás porque no suene ni paradójico eso, decía, hay que mirarlo con más cuidado, o mirarlo otra vez. En todo caso, quien quiera evaluar lo que ha pasado, no tendrá más remedio que pensar un poco en ello. Curiosamente, esa es la única manera de mantener aún vivas de alguna forma las filosofías del final de la filosofía. Porque, en realidad, son pasado, como todo el mundo sabe.
Voy a escribir, a lo largo de una serie de entradas, algunas cosas sobre esa(s) filosofía(s), las del siglo XX.

Por supuesto, si son pasado eso no es en cuanto filsoofías (las filosofías son "eternas)", sino como fenómenos a los que les toca entrar o salir de escena en la "historia". En otros tiempos serán otra vez llamadas a encarnarse.

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Hagamos, antes de nada, un recuento muy general de ellas. Si seguimos creyendo en que mediante conceptos podemos entender las cosas, quizás lleguemos a reconocer unas cuantas especies de filosofías del final de la filosofía.

Esta taxonomía no es fácil porque ciertas especies, siendo morfológicamente la misma, se han adaptado a diferentes ambientes o “nacionalidades”. Pero, con buena voluntad, podemos ignorar esas dificultades
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Toda una especie, multiforme y muy adaptativa, empezó con la inocente idea económica de que las ideas tenían que servir para algo. De ahí se pasa fácilmente (siempre que uno se salte el problema de qué es servir, y qué es para algo) a que toda cosa que no sirve para algo no es idea. A la gran mayoría no le costó mucho dar un paso (infinito) más, y aceptar que lo único que sirve para algo es la tecnología (o, en términos más nobiliarios, la "ciencia").
¿Para qué sirve, entonces, la Filosofía? Siendo caritativos, para “aclarar” conceptos muy pero que muy generales o vacíos. Aunque... ¿esto no lo tienen que hacer las propias ciencias? Sí, sería deseable, por coherencia y economía... Todo lo que puede saberse, pues, es "científico". El problema de para qué vale todo lo que vale para algo, el tema del sentido de la vida y esas cosas, no puede saberse, porque no es científico, es decir, porque no funciona técnicamente, porque... “no sirve para nada”. Aquí fermenta el dualismo de hechos y valores, a cuáles más misteriosos.
Otros supieron darse cuenta de que, pese a no servir para nada, ese tipo de preguntas (metafísicas, "místicas") son las que decidían para qué sirve todo lo que sirve para algo, o sea, lo técnico. Pero, habiendo aceptado para asuntos de conocimiento el método pragmático-técnico de que no existe lo que no puede producir una modificación "material" (y dando por descontado que las ideologías no producen tales modificaciones, porque las que las producen son, en verdad, otras materias, de color más grisaceo), no se podía aceptar que ninguna otra cosa fuese conocimiento.

Otra especie del género Filosofía-del-siglo-pasado reconoce proceder, como los griegos procedían de Heracles, del profeta Nietzsche. Éste hombre “descubrió” la falacia metafísica (que pretendía deducir que existe una esencia verdadera e inmutable de las cosas, a partir de nuestra cobarde necesidad de congelar el futuro). Coincidiendo con el pragmatismo, su "genealogía" y "psicología", descubrió que tras toda teoría se esconde un deseo, que el conocimiento es sólo la marioneta ventrílocua a la que mueve una voluntad. Esto dejaba desnudas a todas las metafísicas o búsquedas de esencias (excepción hecha de la metafísica según la cual la esencia de todo es sólo Voluntad de Poder). A partir de ahora, la única filosofía posible sería que no hay filosofía (o que hay una de la cual no he conocido a nadie que haya sabido hacerse una idea comunicable).

Otros, formados en las terribles escuelas de “humanidades” de Alemania, descubrieron que la Filosofía (y todo, por tanto) tiene una historia, sobre todo una historia… Aunque, desde luego, no hay que entender ‘historia’ en el sentido vulgar, metafísico…, como si supiésemos qué es el tiempo y qué forma tiene (¿en qué sentido hay que entender Historia, o Tiempo? También esto es un misterio sujeto a la historia). Según estos expertos en literatura, Aristóteles y Kant, por ejemplo, no estaban hablando de lo mismo, de algo así como el problema del ser. No, estaban hablando de, o más bien “mostrando” su, propia manera de estar en la “historia”. Lo que sí tenían Aristóteles y Kant es una misma amnesia, la del ser, que se ocultaba al hacerse presente, y para llegar al cual (o dejar que se presente y se “de”) hay que abandonar toda lógica, toda metafísica. Tampoco he encontrado a nadie que haya comprendido cómo es ese otro acceso al ser, y como se cura el haberse olvidado hasta del olvido.

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No hace falta seguir. Las otras filosofías vivas el pasado siglo eran variantes de esas especies. ¿Qué tienen todas estas especies en común?

En primer lugar, su anti-intelectualismo. Su irracionalismo en lo que se refiere a lo fundamental, a lo valioso, a lo "trascendente" o, al menos, trascendental.

Uno podría creer (muchos lo que creen) que lo que tienen en común, casi todos ellos, es haber abandonado del todo la ensoñación de cualquier otro mundo. Pero esto es bastante ingenuo. Concedamos (pero no otorguemos) que Nietzsche sí que haya llevado a cabo esa proeza. Respecto de los demás (al menos, de los que tenían algo en el cerebro) es un gran engaño creerlo.

Wittgenstein dijo que lo que no había escrito porque no se podía, era justo lo más importante, lo ético-estético-místico: el sentido de las cosas (realmente tampoco podía escribir lo que sí escribió, como él mismo reconoció, pero esto no encontró tan grave malversarlo, al fin y al cabo se trataba de simple conocimiento, no de decisión). En realidad, él fue el más locuaz. Si alguien cree, por ejemplo, que los “positivistas”, viejos y nuevos, no tenían su corazoncito para Dios, está muy equivocado (que mire en sus biografías).

Todos (cada uno lo mejor que pudo) llevaron a la práctica teórica la teoría luterana de callar sobre lo sagrado.

Se sabe que Wittgenstein era débil, blando. Un positivista duro, honesto, no dice que lo místico es un sinsentido, pero interesante; lo que no puede decirse, tampoco puede silbarse.

También Heidegger flaquea a veces, con sus grietas por las que aparece el Dios, con Lutero llevándole de la mano. (¿Será que los anglos son más fuertes que los germanos?)

Así que no ha sido el rechazo de lo “trascendente”, sino el rechazo de su cognoscibilidad, lo que han compartido todos los filósofos del siglo XX.

Pero, en segundo lugar, el rechazo del intelecto, de la razón teórica, de lo “griego”, debía ir acompañado, lógicamente, por una veneración de su otro u otra. Y ¿quién era ese o esa? La Voluntad, claro, que ya fue la protagonista y vencedora de los últimos debates escolásticos, y que tiene la prioridad kantiana, fichteana, schellingiana, schopenhaueriana, marxista, nietzscheana, americana… (no se si se me olvida alguno). "Al principio fue la acción". ¿De qué filósofo de los últimos doscientos años no es lema este lema?

Lo único común, quizás, a las filosofías del remoto pasado reciente son, creo yo, su anti-intelectualismo o irracionalismo, y su voluntarismo.

(Por tanto, si uno quiere ser nuevo y original, y avanzar un poco en la historia, ya sabe contra qué tiene que luchar y qué tiene que defender.
A mí, modestamente, también me gustaría pronosticar y predicar un final, y un principio. Predico el final del final de la filosofía, y el principio de su renovación. Es algo que ya todo el mundo sabe, desde luego, pero que casi nadie ha oído).

Wittgenstein escribió, con orgullo, que si se le recordaba (estos condicionales le dan a uno la posteridad, son “realizativos”) sería de manera semejante a quien quemó la biblioteca de Alejandría. ¿Era un pirómano? También él, más tarde, nos pidió que nos fijásemos en el uso y los modos de vida, y no en los significados y las teorías. Nietzsche había pretendido algo similar, pero con un arma blanca. Todo eso es ya "historia", pasado. Esos grandes predicadores del final de la filosofía han pasado a la galería, y así se han hecho eternos. La Historia no se ha acabado, ni ha acabado la Metafísica, ni la Razón... Era sólo una vía de la Razón, de la Metafísica, de la Historia, la que hablaba en ellos. Pero ¿qué "errores" contenía esa vía?

2 comentarios:

  1. Excelente Juan Antonio!

    Me preparo para volver a a la carga.

    Dentro de los pocos "espacios de tiempo" que me han quedado he decidido visitaros nuevamente, y algo he avanzado aquí.

    Pero bueno, luego de este saludo, ya vendrán los comentarios.

    Un abrazo amigo y gracias por todo esto, por compartir tu tiempo y energía, tus estudios y reflexiones.

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  2. Querido amigo Alejandro, encantado de encontrarte por aquí. Lo que escribo en estos lugares es para personas como tú ("escribo para un puñado de amigos diseminados por el mundo", como decía Wittgenstein). Es secundario si estamos de acuerdo en los contenidos. La amistad se prueba en saber estar de acuerdo en el desacuerdo, ¿no crees?
    Me alegra mucho saber que tienes intención de volver a enriquecer mis blogs con tus comentarios. A ver si te queda algún pequeño tiempo de espacio para ello. Estás en tu casa.
    Un fuerte abrazo. Sigue tan vivo y luminoso (aunque tu luz sea la de una sabia melancolía).

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