martes, 1 de junio de 2010

Decisión y Saber. I

En uno de los textos en que Jacques Derrida se muestra más racionalista, dice:

“…, el saber es indispensable, hay que saber, y lo más y lo mejor posible, para tomar una decisión o asumir una responsabilidad. Pero el momento y la estructura del “hay que”, justamente, así como la decisión responsable son y deben seguir siendo heterogéneos al saber. Una interrupción absoluta, que siempre podemos juzgar “loca”, debe separarlos; de no ser así, el compromiso de una responsabilidad se reduciría a la aplicación y al desarrollo de un programa…”

Es interesante, porque Derrida, que juega a considerar “hiperracionalismo” su estrategia, la deconstrucción, y no tiene problemas en dejarse llamar filósofo trascendental (la deconstrucción es la justicia, y no es deconstruible, como la voluntad de poder no era devenible, según Nietzsche), se acerca cuanto puede al racionalismo o intelectualismo, pero para preservar esa “heterogeneidad”, que resulta ser infinita (todo lo infinita que puede ser, sin caer en la “metafísica”).

Así que la Decisión es irreducible y, en cierto modo, “anterior” en dignidad a todo saber. Esto es lo que identificamos como una, si no LA característica de la Filosofía Moderna: la Voluntad es superior al (y, por supuesto, independiente del) Intelecto; los valores son irreducibles a teoría (no-cognitivismo); el Uso es anterior al Significado...

El conocimiento es importante, desde luego, como lo es el consejero del rey (sea experto en finanzas o en el arte de la guerra) o sea, como medio. Pero la decisión la toma la voluntad absoluta, sin ser determinada por ninguna idea ni saber. Porque sobre qué hay que decidir, qué es bueno como fin, qué es absolutamente digno de ser deseado, no hay ciencia ni expertos.
Si no estás de acuerdo en alguna versión de esto, o eres parte del pasado reciente... o eres parte del cercano futuro. Derrida sólo expresa, una vez más, lo mismo que viene repitiéndose desde el Voluntarismo nominalista: el sino filosófico de la burguesía.

¿Es eso un “descubrimiento” de la filosofía no-antigua, trans-griega, protestante? ¿Es una decisión, la decisión moderna (y de sus estertores)?

Nietzsche dijo que el consenso de los sabios en que la vida es una enfermedad sólo prueba que todos los sabios estaban enfermos. Podríamos decir, entonces, que el consenso de todos los modernos en que al principio fue la decisión, sólo es una prueba de que todos ellos han tomado, decididamente, esa decisión. Pero, no: diré, más bien, que el consenso de los modernos en que la decisión es heterogénea a todo saber y creencia, sólo prueba que todos ellos comparten esa creencia, esa teoría filosófica, esa vía dialéctica, irrefutable cuanto lo es toda filosofía, y equivocada, todo lo equivocada que puede ser una teoría filosófica, o sea, sin dejar de ser verdadera.

Las antípodas del texto de Derrida son, por ejemplo, estas palabras de Eckhart (a quien las voces vulgares intentan hacer pasar por nihilista):

“Pero yo digo que el entendimiento es más noble que la voluntad. La voluntad toma a Dios bajo la vestimenta de la bondad. El entendimiento toma a Dios desnudo, tal como se halla despojado de la bondad y del ser. La bondad es una vestimenta por debajo de la cual Dios se halla escondido, y la voluntad toma a Dios bajo esa vestimenta de la bondad.” (Sermón Quasi stella matutina)

Donde pone ‘Dios’ puede ponerse ‘lo Otro’, la ‘Naturaleza’ o lo que se prefiera.

Habría que plantear la cuestión así: ¿es la realidad más bien Idea o más bien Acción? O, en términos “psicológico-trascendentales”: ¿es el Conocimiento, o es la Voluntad (la Decisión) la que mejor refleja la realidad, la que nos hace más reales? O, en términos “físico-trascendentales”: ¿es la Naturaleza más bien Signo, o más bien conducta? ¿Eidos o energeia? ¿Intelecto o Voluntad? ¿Lenguaje o Comportamiento?

Y, para eso, deberíamos plantearnos, una vez más (y no han sido muchas) qué es Idea, qué es Acción… qué es Conocimiento, qué es Voluntad…

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Aquí surge una tentación muy fuerte de decir:

“si te lo planteas en esos términos, ya has llevado todo al terreno del conocimiento, de la Idea, del Lenguaje; es previsible que salgan malparadas la Voluntad, la Acción, la Conducta. Pero eso –sigue diciendo el pensador de la sospecha- sólo prueba que ya has tomado esa decisión, aunque (para más ironía en un intelectualista) sin ser consciente de ellos”.

Que esto parezca una buena objeción sólo es una muestra más del dominio absoluto que tiene la teoría voluntarista.

Pero, claro, esa pega es reversible:

“Si lo llevas al terreno de la decisión –se le podría contestar- y rechazas discutirlo… eso sólo prueba que… crees que es así como debe hacerse, que tienes la creencia de que la decisión es independiente de la creencia, y esa creencia tuya es lo que causa tu decisión de no discutirlo”.

Aunque esta réplica lucha contra los tiempos, es buena, y debes aceptarla (puedes hacerlo, si tienes la firme decisión).

Tenemos legitimidad para discutirlo como cuestión de ideas o ideologías, considerando al voluntarismo una ideología, una teoría filosófica; como ideas lo expone el propio voluntarista, nuestra otra media naranja. También podría exponerlo como decisión, pero lo que discutimos es si esa sería una forma más “auténtica” de hacerlo.
Si hay otro “lugar” irreducible al discurso, si hay algo como vivir sin pensar, pero que no se puede argumentar, no lo sabemos. Por definición, eso está completamente fuera de la argumentación.

Discutamos, pues, racionalmente si la Decisión es heterogénea al Saber, y hasta, por eso mismo, anterior (más básica, más antigua…) que cualquier Saber. En principio, podría argumentarse que sí. Pero también que no.

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