martes, 6 de diciembre de 2011

Rousseaunianismo metafísico (notas sobre Wittgenstein. I)

Desde que existen seres filosóficos, hay una guerra entre dos bandos:

     - Unos (los Otros, más bien) luchan contra la tendencia mágica, que ven en nosotros, a convertir en cosas (hipostasiar) nuestras representaciones, sobre todo aquellas que nos resultan más útiles y confortables (como las ideas de unidad, orden, estabilidad) y, en general, contra nuestra tendencia a antropomorfizar lo que sea que haya.
     - Los otros (los Unos), al contrario, luchan contra el afán iconoclasta que, queriendo destruir la maleza, acaba intentando talar todo árbol y dejar un desierto a su paso.

“Mi” propia filosofía me dice que esta guerra (que Platón llamó guerra entre Dioses y Titanes) es intrínseca a la racionalidad humana, o sea, a una capacidad a la vez infinita y finita, y que no acabará nunca en el tiempo (hay siempre razones para defender una y la otra facción, y, sobre todo, flaquezas o aporías en ambas), pero también que son los partidarios de lo Uno, de la Razón, etc., o sea, los “dioses”, los que están más cerca de la verdad (además de ser más optimistas) mientras que los contrarios, los “titanes”, nacidos del subsuelo, sobreviven o malviven en la oscuridad (además de ser mucho más torturados, como es lógico).

Los últimos siglos han sido el escenario del último creciente ataque de los titanes, irracionalistas, deconstruccionistas. Dos grandes hombres han hecho todo lo posible por liberarnos de nuestras ilusiones metafísicas: Nietzsche y Wittgenstein. Los dos se han planteado a fondo, sin la pedantería escolar, nuestra manera de ver las cosas, y los dos nos han mostrado que los dioses son humanos, demasiado humanos… al menos nuestros dioses de origen griego, es decir, esos que, a diferencia del dios de los hebreos, se dejan ver y comprender.

Creo que estos filósofos han puesto sus fuerzas en defender el lado equivocado (aunque necesario, también), y que debemos delatar sus errores, y dejar de adorarlos a ellos. Me gustaría romper algunas lanzas racionalistas (platónicas) contra el profundo ataque de Wittgenstein, sobre todo del “segundo Wittgenstein”, el de las Investigaciones Filosóficas. Él mismo imaginaba que sería recordado de manera similar al que prendió fuego a la biblioteca de Alejandría. Pero las ideas no arden. Y sus expresiones entre nosotros, renacen, inevitablemente, de las cenizas. Wittgenstein nos ha propuesto varias preguntas e ideas importantes. Seguramente la más importante de ellas es la de que más fundamental que el significado representativo de nuestras palabras y frases, es el uso que hacemos de ellas, el conjunto de acciones en que están inmersas. Discutiré esto en otro momento.

Hoy querría discutir otro aspecto del pensamiento de Wittgenstein: lo natural y lo innatural en el lenguaje. Wittgenstein no cree que podamos hablar de algo así como el Lenguaje, sino que los lenguajes son plurales, como son plurales las prácticas, y no hay en ningún sitio, como erróneamente creyó el Tractatus, algo así como la Esencia del Lenguaje (por ejemplo, la Lógica no es la esencia - Investigaciones Filosóficas, parágrafo 90-), sino “aires de familia”. Sin embargo, paradójicamente, podemos diagnosticar la causa de los enredos metafísicos como malos usos del lenguaje. Los problemas filosóficos surgen cuando “el lenguaje hace fiesta”. Cito los pasajes centrales de las Investigaciones Filosóficas en torno a este tema (según la traducción de A. García Suárez y U. Moulines):

“Aquí es difícil mantener, por así decirlo, la cabeza despejada –ver que tenemos que permanecer en las cosas del pensamiento cotidiano… (106)


“Cuanto más de cerca examinamos el lenguaje efectivo, más grande se vuelve el conflicto entre él y nuestra exigencia [de un análisis perfecto]” (107)

“La filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje” (109)

“Cuando los filósofos usan una palabra –“conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”, “proposición”, “nombre”- y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre se ha de preguntar: ¿se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje que tiene su tierra natal?-
Nosotros reducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano. (116)

Podemos llamar a esta idea “rousseaunianismo ontológico”. Es una idea profundamente equivocada.

Tenemos problemas filosóficos. Pero es típico de la modernidad y postmodernidad identificar el problema con la propia filosofía. La filosofía es vista como una desnaturalización. Podemos imaginar al hombre en el Paraíso, hasta que probó el árbol de la metafísica. Siempre debimos permanecer en la inocencia. Pero el hombre, tentado por la serpiente (a la que Lutero identificó con la razón y su filosofía) tuvo la soberbia de querer comprenderlo todo y no conformarse con lo que podía ver en el edén, con la sencilla superficialidad. Se trataría, mediante la terapia wittgensteiniana, de volver a la tierra natal, la que nunca se debió abandonar, en la que no es preciso pensar (pensar en el sentido): basta con describir, inocentemente, lo cotidiano e inmediato. Pero esa cotidianeidad y esta inmediatez, ahora, no se encuentran, ¡ay!, en ningún lado. Todo está lleno del fantasma filosófico, la Representación, que crea un Mundo Paralelo. La solución es disolver las cuestiones filosóficas, mostrando que son equívocos, usos incorrectos del lenguaje puro y prístino, “natural”. Y el núcleo de la incorrección del Uso es la Analogía: cuando el lenguaje no se usa como se usaba en su “origen”, produce la ilusión metafísica. El indicio de que se ha usado mal es la sensación filosófica: estoy en un atolladero, no sé como salir de aquí. ¿Cómo sería ese suelo Natal, el Paraíso perdido? No es entonces el de la proyección, el de lo futuro, etc. Sería la Tierra del auténtico presente: el estado natural de Rousseau; la Buena Voluntad kantiana, corrompida por la casuística del mundo y su sociedad; el eterno presente nietzscheano corrompido por la idea “cristiana” de sentido...

Tenemos que rechazar todo esto. Realmente aquí no hay ningún argumento que rechazar, porque no hay más que un simple supuesto, el supuesto de que hay un lenguaje natural y bueno, y que todos los problemas filosóficos son malos usos de ese lenguaje. No hay ninguna justificación para el roussaunianismo. No hay un lenguaje “natural” dado, correcto, al que habría que reducir toda cuestión. El lenguaje natural, del “pueblo”, es tan impuro como pueda serlo. Las aporías que la inteligencia encuentra en sí misma no se eliminan por decreto lingüístico. Esto no es más que lo que Platón llamó "misología" en el Fedón: los que han visto argumentar cualquier cosa, caen en creer que no hay argumento dialéctico mejor que otro. El pensamiento tiene que forjar el lenguaje a imagen y semejanza de sus necesidades. El filósofo, el metafísico, tiene todo el derecho a retorcer como quiera la materia del lenguaje para darle la forma del ideal.

Es fácil ver la filiación (o, por lo menos, la coincidencia) de este roussaunianismo ontológico-lingüístico con la cosmovisión judeo-luterana, dominante en la Europa moderna. El “nacimiento” de la modernidad, fue el renacimiento del irracionalismo judío, contra el racionalismo griego. Lutero creyó que la única manera de salvarse es aceptar la incomprensibilidad de lo Absoluto, de lo totalmente Otro. Cualquier filosofía o razonamiento es un pecado. El conocimiento no sirve más que para describir esta máquina ciega y sinsentido que es la naturaleza corpórea. El sentido está absolutamente más allá, y no hay icono posible para figurárselo. Modernamente, casi nadie ha contradicho a este espíritu de los tiempos, al luteranismo. La prioridad de la “Razón Práctica” de Kant, la Voluntad de Schopenhauer y Nietzsche, el heideggeriano Ser después de la Metafísica, el Uso de Wittgenstein o el Otro de Derrida, no son más que instancias de lo mismo.

Hoy estamos obligados a desprendernos de toda esta telaraña irracionalista, que pretende privarnos de las auténticas preguntas de la razón, y, en la política, nos condena a la tiranía de la voluntad inescrutable, sea la de individuos sea la del Leviatán. Si hay algo “natural” es la búsqueda racional del sentido de lo que nos es dado pero que no se basta a sí mismo: si hay algo natural es la Metafísica. Lo demás no es naturalismo, es primitivismo y fideísmo.

4 comentarios:

  1. Concedo la corrección del dianóstico, es decir, el sesgo habido en los titanes, ahora, el rouseanismo, a mi ver, se cura con la aparición, ya estabilizada, del contructivismo, de la epistemología biologicista, la cual, afirma que nuestro modus cognoscendi no acabo enredándose en bucles gordianos por algún tipo de despiste historico coyuntural sino por la propia praxis cognitiva de nuestra especia, la cual, no está diseñada para funciones sino biológicamente adaptativas, o sea, nuestras nociones cognitivas están dispuestas con la idea de poder sobrevir en un entorno concreto, a saber: el macroespacio y de ahí se sigue, por ejemplo, que las realidades microcuánticas (donde el electrón es onda y partícul, por ejemplo) no tienen que ser intelegidas sino su emergencia estadística, esto es e insistamos, la realidad macroespacial, vamos, que solos nos han dado pase para una parte minúscula del reino platónico y sin gafas 3D además pues ¿para qué las íbamos a necesitar? Para nuestro desempeño nuestra miopía basta

    Psst.. yo soy fideísta...así que soy coherente, ahora, la práctica totalidad de los Titanes eran más bien ateos, ¿eh?

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  2. Héctor,
    ¡tú no eres wittgensteiniano! Wittgenstein despreciaba (profundamente) cualquier forma de reduccionismo científico, la idea de que un juego de lenguaje (como el de la biología, por ejemplo) domine sobre los otros.
    ¿Cómo es eso de que los electrones son construcciones y las entidades de la biología, no?

    En cuanto a que los titanes sean ateos... ¿puedes decirme algún gran pensador que haya sido ateo (ya que sé que para ti Nietzsche no es un gran pensador, y para mí no es ateo)?

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  3. Cuidado, yo no creo que la ciencia sea un juego de lenguaje, ¡todo lo contrario!, pienso que son una serie de juegos de lenguaje de parecido familiar, quiero decir, decir que la biología y la física son ciencia, es como decir que el ajedrez y las damas son juegos, es decir, no se está proponiendo con ello ningún tipo de esencia común, o dicho de otro modo, las ciencias son arborescentes redes de subrutinas que no entroncan en una raíz común y así sucede que la biología tiene conceptos como "especie" o "género" que no son reducibles a ciencias más fundamentales como la química o la física (esto mismo, ojo, se lo he leído defender a todo un prestigioso biólogo evolutivo como Ernst Mayr) del mismo modo que los conceptos mentalistas no se dejan aprehender en términos neurológicos, en suma, descreo del edificio cartesiano y simplemente afirmo que desde el juego biológico se iluminan ciertas limitaciones conductuales, nada más, esto es, nada más lejos de mi espíritu que certificar ciertas limitaciones biológicas sea explicarlo todo con la biología pues este pensamiento sería análogo al decir que porque, tal y como nos informa la física, no podemos levitar; todo lo explico con la física.

    Lista de grandes pensadores ateos: Heidegger 1º, Hume, Quine, Popper, etc. (toi cansao) y eso por no hablar de autores ya canonizados (que yo personalmente no elevaría alegremente a los altares, eso sí) como Schopenhauer, Habermas, Foucault, Sartre, Derrida, Gadamer, Deleuze, Kripke, Searle o Donald Davidson.

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  4. Heidegger no fue ateo en su vida (que yo sepa), otra cosa es que separase (muy luteranamente) filosofía de creencia. Perodesde siempre fue un verdadero luterano (lo que pasa es que, parte de la esencia de un verdadero luterano, es tener reticencias a confesarlo: no es que no puedan decir el nombre de Dios, es que tampoco se permiten decir que no lo dicen); Hume era agnóstico como mucho; de Quine no tengo ni idea de lo que era (si tienes una fuente fialbe al respecto, te la agradezco); Popper ¿un gran filósofo? déjalo solo en un gran; ¿ateo Schopenhauer?; Derrida no tiene nada de ateo, no te engañes: es un seguidor de la mística judía de lo totalmente otro en plena regla; Kripke no es solo que fuese creyente, es que además pertenecía a alguna iglesia evangélica, o algo así; de Davidson te digo lo que de Quine, si tienes una fuente que diga que era ateo, te la agradezco.
    Además, ten en cuenta que hay muchas maneras de ser creyente sin pronunciar la palabra Dios. Basta con admitir algo trascendente a todo conocimiento fáctico.

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