jueves, 14 de febrero de 2013

Física y Metafísica, I

¿Cómo se relacionan la Metafísica y la Física (o, en términos más amplios pero imprecisos, la Filosofía y la Ciencia)? ¿Pueden influir una en la otra? ¿En qué medida o sentido? Presento aquí unas reflexiones, tal vez demasiado sintéticas, acerca de ese asunto. En esta primera entrada me limito a plantear el problema. Quizás el lector quiera ofrecer su parecer. En próximas ocasiones intentaré argumentar mi respuesta favorita.

 Mucha gente cree que es preciso dejar bien clara la frontera entre lo que es Ciencia y lo que es Filosofía o, al menos, no es ciencia. También mucha gente tiene bastante clara cuál es la línea de demarcación entre Ciencia natural y Metafísica. Max Tegmark cuenta cómo desde joven era consciente de que si se dedicaba principalmente a su tesis de que la realidad es matemática y que este universo es, como los otros universos que existen, solo un objeto matemático, se condenaba a trabajar por siempre en un MacDonald (un lugar adecuado, por lo visto, para encontrar metafísicos). Por eso se aseguró primero una reputación como físico (en el MIT), y solo después, y con bastante rechazo por parte de las revistas científicas, se atrevió a hacer pública su concepción pitagórico-platónica. Algo parecido le pasa siempre a teorías similares, teorías que son a veces elucubradas por científicos, y con pretensiones (que ellos consideran) científicas aunque muy generales, pero que reciben, de parte de la “comunidad científica”, una respuesta conocida y demoledora: se trata de tesis meramente especulativas, filosóficas, metafísicas. Aunque a veces este comentario tiene, para quien lo dice y/o escucha, una connotación negativa, eso no es necesariamente así: puede tratarse de una observación meramente metodológica, hecha por una persona que crea que la Metafísica es un ámbito más del saber, y que incluso la practique (por ejemplo, por un metafísico naturalista). Todo lo que asépticamente se quiere decir al decir que una tesis es “meramente especulativa”, “metafísica”, etc., es que eso no es ciencia, ciencia natural, ciencia física. ¿Por qué no lo es? Porque no tiene ningún importe científico-natural, es decir, porque (al menos este es el porque principal o primario) no hay ninguna posible experiencia empírica, conocida o concebible, que pueda falsarlo (luego veremos que este no puede ser el único porque). Una tesis metafísica o especulativa deja a la ciencia exactamente igual que estaba. Por tanto, científico-naturalmente, una tesis metafísica o “especulativa” es prescindible, no tiene utilidad ninguna.

 Esto supone un concepto muy preciso de lo que es Ciencia, Ciencia Natural o Física, que me parece fundamentalmente correcto: es un saber definible o, al menos, demarcable, por su uso obligado, esencial, constitutivo, del método empírico: la experiencia empírica (sensible, espacio-temporalmente ubicable, etc.) es el tribunal último de las teorías científico-naturales. Puede imaginarse uno a muchos tipos raros participando en un congreso científico, hablando de dimensiones múltiples o fraccionarias, de no-localidad, de influencias del futuro sobre el pasado… (no hay cosa natural, por “absurda” o extraña que sea, que no haya sido propuesta por algún científico -podríamos decir-), pero si no se les expulsa de allí como a locos o metafísicos es porque (sobre todo –aunque no solo- porque) se apoyan en experimentos empíricos concebibles, es decir, en experiencias sensibles observables con precisión, a los que son capaces de atar rentablemente sus nociones, por extrañas que estas sean.

 Ahora bien, si es verdad que la Metafísica deja intacta a la Ciencia Física o Natural, si la “mera” “especulación” no puede aportar nada que suponga un cambio en ella, entonces tampoco la Ciencia debería poder influir directamente ni medir a ninguna teoría propiamente metafísica o “meramente especulativa”. Parece (hay un pequeño margen para que no sea del todo así, como discutiré en otro momento después), parece, decía, que una de dos: o bien las teorías metafísicas son contrastables empíricamente, o no. En el primer caso, deberían ser consideradas como hipótesis con importe físico, por remoto que sea. En el segundo caso, nada físico debe poder desmentirlas. Y, en ese último supuesto, solo quedarán dos opciones: o bien la Metafísica no trata de nada en absoluto, o bien trata de algo que es autónomo respecto de la Ciencia Natural. No obstante, una concepción completamente separadora o discontinuista de la relación entre Metafísica y Ciencia, sufre el problema de cómo se puede entender que haya dos ámbitos teóricos sin ninguna influencia entre ellos.

Curiosamente, a veces se habla como si la Metafísica pudiese recibir una influencia sustancial o directa de la Ciencia Física pero aquella, en cambio, no pudiera influir (directa y sustancialmente) en esta. Muchos metafísicos modernos están de acuerdo con al menos la primera parte de esa conjunción. No es extraño ver argumentar contra cierta tesis metafísica por no ser coherente con lo que nos enseña tal o cual desarrollo de la ciencia vigente. Algunos filósofos, por ejemplo (T. Maudin y otros –sigo aquí el texto “Survenance humienne, physique et métaphysique: disposition, structure et connexion” Klesis-Revue philosophique, 2012:24, de F. Nef-) han criticado la teoría metafísica conocida como “superveniencia humeana”, de David Lewis, con ese tipo de argumentación. Según D. Lewis, nuestro mundo es, en su estructura básica, un conjunto o “mosaico” de puntos espacio-temporales separables, situados “uno después de otro” (yuxtapuesta o extensivamente), con propiedades o cualidades propias cada uno, y relacionados extrínseca y contingentemente (por medio, por ejemplo, de la causalidad, que se reduce a una condición contrafáctica contingente). Las entidades y propiedades macroscópicas supervendrían a esos elementos subyacentes o átomos ontológicos. Pues bien, se ha argumentado que esta teoría “puntillista” es incongruente con la visión que nos ofrece la Física actual. Las relaciones, en la Física cuántica, no están determinadas únicamente por hechos intrínsecos de los objetos, y ciertas propiedades son irreducibles a propiedades monádicas de los relata: el todo es más que las partes. El puntillismo sería solo la metafísica propia de cierto sentido común (ni siquiera del sentido común de la física clásica, puesto que el carácter vectorial de la velocidad no encaja con la visión “humeana”), y parece preferible, a la luz de la nueva Física, adoptar una metafísica “estructuralista”, donde tienen prioridad los conceptos de holismo, disposición, conexión necesaria... Quedaría por explicar, admite Nef, cómo propiedades holísticas del nivel cuántico producen objetos macroscópicos separados, más afines a la versión extensionalista o “humeana”. El hecho es que aquí una metafísica concreta (el “puntillismo” o “superveniencia humeana”) es criticada por no ser "consistente" con una concepción científica (la vigente). ¿Es correcta esta argumentación? ¿Puede una teoría científica "falsar" a una teoría metafísica? Si  es correcto argumentar así, habrá que admitir que la metafísica puntillista era una hipótesis rentable científicamente (aunque quizás errónea y, desde luego, muy abstracta o fundamental o general), y, por tanto, debería serla cualquier otra semejante, por ejemplo el pitagorismo de Tegmark o el atemporalismo de J. Barbour (The End of Time), solo que, por ser hipótesis tan generales, es muy difícil someterlas a falsación. Esto nos entrega a una visión continuista y no-demarcadora o solo gradualmente demarcadora de la Metafísica y la Física. Pero ¿quedan, entonces, todavía razones para llamarla con otro nombre, el de Metafísica, en lugar de decir que es mera Ciencia Física de tipo muy general o “especulativo”?

La Física, se supone, trata de la constitución de la realidad natural o física, es decir, de aquella que ocupa espacio y tiempo; o, al menos, desde una perspectiva epistemológica, es Física toda y solo aquella hipótesis que puede, en último extremo, ser verificada o falsada mediante experiencias sensibles. ¿De qué trata la Metafísica? La mayoría de los metafísicos estarían de acuerdo en que la Metafísica trata de la naturaleza última de (toda) la realidad: qué nociones básicas o fundamentales la constituyen o estructuran, qué conceptos “cortan por las articulaciones correctas”, según la expresión platónica (lo que los lewisianos llaman carving at the joints -ver Ted Sider, Writing the Book of the World-).

Más en concreto, y según la división tradicional, básicamente compartida por los metafísicos contemporáneos, la Metafísica aborda, por un lado, problemas de ontología general y, por otro, asuntos de ontologías especiales o específicas. Los problemas de ontología general se refieren a las estructuras generales últimas, posibles, necesarias o contingentes, de toda entidad, de la realidad en su sentido más general. Aquí se discuten cosas como qué es y qué criterios hay para determinar la existencia real de algo, cuál es la constitución última de toda entidad, cuáles son las categorías fundamentales (si la cuantificación o la articulación Cosa - Propiedad, por ejemplos, son irreducibles), qué tipos de entidades hay y cómo se relacionan (Universales, Particulares, Relaciones…), etc. En los tiempos en que la filosofía analítica huía de la Metafísica, se intentó colar estas cuestiones en el cajón de “lenguaje” o en el de “lógica”. Esta operación era un fraude, y resultó fallida: aquellos viejos filósofos analíticos no eran lingüistas, y sólo eran lógicos en el sentido de la Lógica de Hegel: es decir, eran ontólogos o metafísicos. Hoy, la mayor parte de los metafísicos analíticos, incluidos los más naturalistas, saben que lo son, y no esconden la cabeza en el suelo, como según D. Amrstrong hicieron los otros. Las metafísicas especiales, por su parte, tratan de varios grandes tipos de (posibles) entes: una trata del asunto de un posible ente absoluto, omnipotente, etc., o sea, de Dios. Otra trata de la(s) mente(s), especialmente la mente consciente y especialmente la humana o similar. Otra trata parte de la Metafísica, por fin, trata o pretende tratar de la naturaleza física, es decir, de las nociones constitutivas de la realidad física.

 Pues bien, ¿son estas cuestiones, las cuestiones metafísicas, tanto las generales como las especiales, o quizás al menos algunas de ellas, cuestiones que están en continuidad directa con las cuestiones físicas, o bien son heterogéneas y tienen, a lo sumo, una relación indirecta o de segundo orden? ¿Son Metafísica y Física terrenos teóricos fundamentalmente autónomos, o alguno de ellos, o los dos, dependen directa o sustantivamente del otro, es decir, tienen que someter sus resultados a contrastación de acuerdo con los métodos del otro?

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