En entradas anteriores he intentado hacer ver en qué consiste, a mi juicio, el problema metafísico
de la libertad: ¿somos libres, o eso es tan solo una ilusión, porque el
concepto de libertad es o bien incompatible con, o bien prescindible a partir
de, lo que sabemos del mundo físico? En la última entrada acababa señalando que
no hay razones para creer que una descripción intencional es incompatible con
la natural o física, lo que no quiere decir que no haya un problema metafísico
muy importante en cómo se relacionan lo intencional y lo natural. En otro
momento desarrollaré, en positivo, ese asunto. Ahora me centraré en la otra
motivación, a mi juicio más interesante que la de la NO-COMPATIBILIDAD ,
para creer que la libertad es una ilusión: su posible NO-NECESIDAD. Quizás todo
lo que nos dice el concepto de la libertad y toda su función, nos lo diga y la
cumpla otro grupo de conceptos pertenecientes a un ámbito “inferior” o más básico
(físico o material, en general).
Si esa tesis deflacionaria de la noción de Libertad es
correcta, debe seguirse lógicamente de ella que hay, en principio, una traducción
posible completa de todo lo que hace el concepto de libertad (y anejos), en
términos naturalistas. Si no es posible hacer tal reducción, el concepto de
libertad es ineliminable, imprescindible, y, por tanto, no es aceptable decir
que la libertad es una ilusión o una ficción. Considerar a la
Libertad (o a lo que quiera que sea) una “ilusión inevitable”
es un mero juego de palabras, porque precisamente el criterio ontológico más
neutral (salvo que se pruebe lo contrario), y generalizado, consiste en que lo
que no podemos evitar postular para explicar la realidad, es real. Si no fuese
así, bien podríamos decir que en verdad nada existe (o al menos ninguna de las
cosas en concreto que postulamos como reales), sino que se trata de una(s) ficcion(es) inevitable(s).
Pues bien, argumentaré aquí que los conceptos de Libertad y
anejos son completamente imprescindibles para explicar la realidad, incluido
ese aspecto de la realidad que consiste en la actividad científica, y también
(y esto es lo más fuerte) en la actividad filosófica de quien pretende sostener
la tesis de que la Libertad
es una ilusión. De modo que no solo es que la Libertad sea una noción
relevante para ciertos aspectos de la vida de uno (cosa que podría ser relativa
a intereses) sino que es relevante para la propia tesis que pretende negarla,
con lo que la tesis resulta inconsistente.
La idea general del argumento es que
ninguna descripción natural salva el elemento intencional-normativo propio de todo razonamiento, tanto “práctico” (ético) como teórico, es decir, los criterios y aplicación de estos, por los que algo es una deliberación o una reflexión, práctica o teórica. Sin el elemento normativo propio de esos ámbitos, pues, no es solo que carezca de sentido toda deliberación moral, sino que la propia tesis de la ficción de la libertad se convierte en un simple factum neurológico, y pierde la cualidad por la que es considerada “correcta”, “verdadera”, no-ilusioria, etc.
Expondré el argumento en forma de un experimento mental que
espero que resulte iluminador.
Imaginemos el siguiente escenario: Estamos en el futuro, y
el desarrollo de la ciencia neurológica ha llegado a tal punto que es posible
predecir con gran exactitud (prácticamente con seguridad) el estado en que se
encontrará un cerebro en un momento dado, teniendo en cuenta sus estados
anteriores más los valores de las variables contextuales relevantes, y en qué
estado (o clase concreta de estados) se encuentra un cerebro cuando “realiza”
cada función psíquica (razonar, desear, imaginar…). Tenemos en ese futuro leyes
físicas y leyes de correlación físico-mentales muy seguras. (Supongo, en pro de
la discusión –pero quizás sea demasiado suponer-, que efectivamente hay un
estado o clase de estados determinables en que tiene que estar un cerebro para
que se dé tal o cual estado mental. Evidentemente, si ni siquiera esta
condición puede cumplirse, es puro malabarismo filosófico sostener que los
hechos neurológicos reducen o explican lo intencional. Por supuesto, la Libertad no tendría nada
que ver con el flogisto).
Ahora figurémonos a Supercientífico (Sc, para abreviar). Sc
sabe cuanto se sabe en aquella idílica época y, por tanto, puede saber, si lo desea, en qué estado está su cerebro
en este momento (lo observa en un encefalograma completo). Una y otra vez puede
comprobar que su estado cerebral coincide con lo que, según las leyes de
correlación bien establecidas, era de esperar, de acuerdo con lo que está
pensando. Concretamente, si mira el encefalograma del instante presente,
constata que el cerebro está en el estado correspondiente al estado mental
“estoy comprobando en el encefalograma que estoy comprobando en el
encefalograma que… mi cerebro está en el estado correspondiente a mi mente
cuando comprueba en el encefalograma que comprueba en el encefalograma… en este
momento concreto”. También puede comprobar (mirando una fracción del
encefalograma referente a un instante anterior) que lo que estaba pensando antes
(por ejemplo, “quiero poner a prueba otra vez las leyes de correlación
psicofísicas establecidas”) se corresponde en el cerebro con el estado que era
previsible. Además de todo esto, y como se hace con toda tecnología, Sc puede,
si quiere, provocar que pase en su
cerebro lo que él desee: puede
suministrarse tal sustancia química para provocarse tal pensamiento (“creer que
la libertad es una ficción”, o su contraria, por ejemplo). Todo esto nos
permite esa ciencia del futuro.
Esta situación imaginaria tiene que ser posible en
principio, si la tesis reduccionista de la mente es correcta. Veamos ahora qué
papel cumpliría todo ese conocimiento natural de Sc acerca de su actividad
racional práctica y teórica: ¿podría suplirlas, haciéndolas superfluas, salvo
quizás por la costumbre o como un modo de abreviar? ¿Está obligado Sc a
compartir la tesis metafísica de que la libertad es una ficción, o más bien
todo lo contrario (o ninguna de las dos cosas)? Si Sc, en su privilegiada o
inmejorable situación, no está obligado a compartir el ficcionalismo de la
libertad, el defensor de la realidad de la Libertad no tiene, a mi juicio, que inmutarse lo
más mínimo. Si la Libertad
es una ficción, Sc tiene que poder cambiar su vida de (ilusorias)
deliberaciones y decisiones, por una meramente natural-descriptiva, que tenga
secuencias del tipo: “ahora mi cerebro está en el estado X, después estará en el estado Y…” Quizás alguien
diga que, aunque pudiera, no debería preferirlo… aunque tampoco este
“debería” sería más que una ficción.
Pero lo cierto es que ni siquiera es posible esta vida
descriptiva.
Lo primero que hay que ver es que, aunque todo ese
conocimiento natural fuese posible (y no veo por qué no podrá serlo, en
principio) Sc no tendría ninguna razón
para (si es que podía siquiera hacerlo) abandonar su mundo intencional de
reflexiones y razonamientos y sustituirlo por un mundo descriptivo neurológico.
En caso de que pudiera y decidiera hacer tal cosa estaría empobreciendo
enormemente su vida, de manera análoga a quien decidiese considerar en adelante
la música estudiando las propiedades químicas de los CDs. Simplemente dejaría
de tener contacto con la música.
Pero no es solo que
no salve algo que es muy importante, sino que tampoco lo elimina, aunque
crea poder hacerlo.
Supongamos que Sc sintiera la tentación siguiente: “puesto
que tengo dos descripciones paralelas de lo
mismo, de mis pensamientos, voy a quedarme con la más fiable, la que me
dice lo que no tiene más remedio que pasar, la neurológica, y considerar una
ficción prescindible la explicación mediante conceptos añejos y espiritualistas
como Libertad. Me limitaré a contemplar mi encefalograma. Así sabré en todo
momento qué estoy pensando y queriendo, y qué pensaré y desearé en cualquier
momento posterior, lo que quizás pueda evitarme,
de paso, quebraderos de cabeza y ansiedad. Así, además, puedo poner los medios
técnicos para satisfacer mis conocidos deseos”.
Pues bien, ese pensamiento de Sc no solo no salva algo que
muchos consideramos esencial para lo que es una vida consciente e inteligente,
sino que es realmente absurdo e incurre en al menos dos falacias, aunque si Sc
llegase a entregarse a él y se encerrase en la caverna del encefalograma, ni él
mismo podría entender por qué son falacias.
Repárese, en primer lugar, en que, si Sc cree en la
prescindibilidad e ilusoriedad del concepto de libertad, entonces Sc no puede
creer que realmente él toma la decisión de encerrarse en la caverna del
encefalograma: tiene que creer que ocurre
solo lo que no tenía más remedio que ocurrir, y no en virtud de una
deliberación racional y una decisión, sino en virtud de las leyes de la física.
¿Por qué no se limita a mirar en su encefalograma qué “decisión” va a ocurrir que toma, en lugar de tomar la decisión? Sc está deliberando
acerca de “si debería olvidarme de una vez por todas de la descripción
intencional, en términos de libertad, y limitarme a la descripción neurológica
de mis pensamientos”. Si mira su encefalograma en ese momento (o un instante
después), constata que está(ba) en el estado mental “duda acerca de si
olvidarme de pensar en términos mentalistas”. Y, aplicando su superciencia,
puede predecir lo que “decidirá”, es decir, en qué estado se encontrará su
cerebro al final de la deliberación. Curiosamente, ya no necesita hacer la
deliberación…
Aunque tampoco puede evitarla. Lo cierto es que Sc está tomando la decisión de atenerse al encefalograma. Y lo hace de acuerdo con
razones y tras una deliberación, eso sí, una deliberación incorrecta (aunque cerebralmente tan real como una correcta). Sc no
puede “decidir” dejar de decidir esto, y pasar a simplemente describir que
describe. Si Sc decide dedicar el resto de su vida a describir en términos
puramente fácticos sus estados mentales, eso será una decisión, y en todo momento
seguiría siendo una decisión (renovada), salvo que el individuo se idiotizase
hasta el punto (si es posible) de acostumbrarse a vivir sin deliberar y convertirse en el mero
observador de un encefalograma “suyo”, si esto es realmente posible. Por
supuesto, también correspondiendo a esa decisión de olvidarse de tomar
decisiones le corresponde un hecho fáctico, pero nuevamente, ese hecho no salva
el razonamiento moral.
De hecho, Sc no está deliberativamente obligado a tomar la
decisión de vivir en la caverna del encefalograma. Ni siquiera está obligado a
desear lo que sabe que ocurrirá (y deseará). Incluso aunque sepa con toda
exactitud lo que necesariamente ocurrirá que acabe deseando y decidiendo, eso
no suple su deliberación práctica y su decisión propiamente libre. Hasta aquí,
lo que podríamos llamar la “falacia descriptiva”: no elimina ni hace
prescindible aquello que pretende reducir explicativamente. Sigue siendo tan
necesario como siempre deliberar libremente, es decir, atendiendo a razones y
motivos, y no a lo que aparece en un encefalograma. El que lo intencional y lo
físico sean compatibles no implica que uno de ellos sea prescindible. Es más,
ni siquiera aunque fuesen incompatibles lógicamente, Sc podría prescindir de su
mundo intencional en el que la libertad ocupa un lugar central.
Supongamos ahora (para ver la segunda y más conocida
falacia) que Sc razona:
(estoicismo-efectivo) Puesto que sé cómo van a suceder las cosas y qué voy a desear esta tarde, mejor será que lo desee ya ahora y no me intente oponer al curso de la naturaleza.
A veces Spinoza, ese extraño panteísta-mecanicista y, por
tanto, gran deflacionista de la libertad, parece llegar a esa conclusión: el
sabio conoce el curso de los hechos, y entonces quiere lo que es necesario que
ocurra (y ¿no cae a ratos Nietzsche en ese amor
fati?). Sin embargo, en otros momentos, se empeña(n) en darnos consejos
morales, y nos recomiendan que nos esforcemos en un sentido y no en otro, como
si tuviera sentido deliberar y elegir. Esta inconsistencia spinozista está
plenamente en todos los reduccionistas modernos de la libertad. Sencillamente
no son capaces de separar los niveles intencional-normativo y natural-descriptivo.
Lo cierto es que, si Sc llega a hacer ese razonamiento, está
incurriendo en una completa falacia. De “eso va a ocurrir así” o “desearé tal
cosa” no se sigue de ninguna manera “debo desearlo”, salvo mediante el
principio, ético-normativo (y seguramente falso, pero en todo caso no una
proposición descriptiva) de que “debo desear lo que no tiene más remedio que
ocurrir”.
Una paradoja semejante se presenta si imaginamos que Sc se
plantee la posibilidad de usar sus conocimientos como instrumentos para
provocar lo que él desea. De hecho, curiosamente, para un descriptivismo
naturalista la tecnología ya no tendría ningún valor, pues no podrá cambiarse
lo que de todas maneras no tiene más remedio que ocurrir. Una reflexión
tecnológica implica una reflexión moral, que implica a su vez que las cosas se
eligen, y se ponen los medios. Si pasásemos a considerar la realidad como una
sucesión de eventos que no está en
nuestras manos cambiar, la vieja motivación que algunos le atribuyen a
la ciencia, dominar y modificar la naturaleza, carecería de sentido.
Por tanto, la tesis de Sc de que la Libertad es una ficción
ni salva ni elimina la deliberación moral, y, en cuanto intenta incorporar lo
descriptivo en la propia deliberación moral, como premisa propiamente moral,
incurre en una falacia. No hay, pues, ninguna razón para creer que la Libertad es una ilusión,
sino todo lo contrario, para creer que es un hecho completamente ineliminable.
Ahora veamos qué implica la visión naturalista en lo que se
refiere a ese otro campo de intencionalidad que es la reflexión teórica.
Por las mismas razones que antes, Sc no puede reducir la
deliberación teórica a una descripción naturalista o de encefalograma: no
podría, por ejemplo, sustituir un razonamiento lógico por la descripción
neurológica correlativa y salvar de todas maneras lo esencial. El curso de la
reflexión teórica es completamente autónoma:
Supongamos que Sc esté dedicándose a las matemáticas,
intentado demostrar un teorema. Sc puede constatar en el encefalograma qué
ocurre en su cerebro cuando piensa en el planteamiento del problema o en las
premisas de la solución, y puede predecir con exactitud qué pensará dentro de
un rato, cuando haya acabado su reflexión acerca de cómo demostrar el teorema y
se encuentre pensando la conclusión. Parece, pues, que no necesita para nada la
ardua reflexión matemática. Pero ¿sabe, en el caso de que siga toda y sola la
descripción de la serie de eventos neurológicos de su cerebro, si lo que estará
pensando en el momento en que llegue a la conclusión, será lo correcto, es
decir, si la demostración será válida? No: puede predecir si él la creerá y la
llamará correcta, pero no si debería creerla correcta, porque el nexo entre los
eventos neurológicos no es el nexo lógico que sirve a la demostración. De nada
le sirve tampoco constatar lo que pasa en otros cerebros (quizás el de genios
matemáticos), pues no podrá decir quién está equivocado. Nuevamente, el aspecto
normativo propio de lo intencional queda completamente sin salvar en la
descripción naturalista de lo que pasa en el cerebro. No cabe esperar que en el
idílico futuro en que vive Sc la gente deje de entregarse a la reflexión
puramente teórica, sustituyéndola por descripción neurológica o física en
general.
Pero esto, claro está, no afecta solo a un pensamiento
acerca de las matemáticas. Afecta también a un pensamiento (metafísico) acerca
de la omnipotencia o no de la neurología. Sc no podría justificar su creencia
en que la Libertad
es una ilusión y todo se describe correctamente
con la simple neurología: no puede saber si sus criterios metafísicos y científicos
son correctos. Dado que el estado en que se encontrará su cerebro dentro de un
rato está completamente determinado por las leyes naturales, no es ni correcto
ni incorrecto, es simplemente el que tiene que suceder y no cabe imaginar otro.
Todo el razonamiento científico (con su metodología, etc.) es un puro
epifenómeno prescindible: el sujeto no se ha dejado realmente convencer por
razones, sino que no hay hecho más que pensar lo que no tenía más remedio que
pensar. Es obvio que esto no salva, ni elimina, la actividad científica. Y cae,
también, en la falacia es-debe, pues de que el cerebro esté en tal estado de
creencia no se sigue que yo deba creerlo. Si en algún lugar del mundo hay un
sitio donde se puede creer en normatividades teóricas, no es en el contenido de
la neurología. Como dijo Husserl, el naturalismo es escepticismo.
En todo lo anterior, he dejado a un lado (aunque merecería
la pena abordarlo) el aspecto ético o deontológico que hay en toda actividad teórica
de un agente racional. La verdad tiene su propia deontología, propiamente
teórica, pero la veracidad implica también la aceptación de criterios éticos.
Podría decirse que no merecía la pena todo este ejercicio de
imaginación, porque es impensable que los seres humanos, o algún otro ser
inteligente, pueda prescindir de la fenomenología. Al fin y al cabo, incluso
cuando Sc se encierre en la caverna del encefalograma y se olvida del lenguaje
mentalés (suponiendo que eso pueda hacerse), su vida mental seguirá
funcionando: lo que pasa es que ahora su fenomenología contendrá pensamientos
acerca de neuronas, en vez de pensamientos acerca de pensamientos. Siempre
podrá y tendrá que plantearse si lo que él se representa, en su interior de
primera persona, es el cómo son las cosas en sí mismas. Siempre podrá y tendrá
que entregarse a la enojé fenomenológica… Por tanto, no necesitamos recurrir
específicamente a representaciones normativas: el simple ámbito intencional
descriptivo habría bastado.
Eso es, en cierto sentido, cierto, a mi parecer. No
obstante, pienso que es preferible plantearlo como lo he planteado, además de
porque es un planteamiento más comprometido (de manera que, mostrar que resulta
convincente, es más interesante), también porque creo que toda la vida mental es,
incluso cuando no lo parece, normativa. Es más, creo que todo lenguaje, también el naturalista, es intrínseca aunque solo implícitamente normativo. Por tanto, la cuestión estaría mejor
descrita diciendo que el lenguaje natural, con su normatividad propia, no reduce
la normatividad de lo intencional (además de que no es incompatible con ella).
?Libre? ?de que eres libre?.Yo no he visto la respuesta en la entrada.O si esta?.Yo no pienso que seamos libres de nada.Eso si,entre otros paraísos naturales, la libertad se vende muy bien.Y se cobra.Esperaba que la filosofia progesista habia superado esa idea.Saludos cordiales y sin mucha mala intención.r
ResponderEliminarAntonio,
Eliminareres libre, por ejemplo, de haber escrito lo que has escrito, ese comentario. Si no, si lo has escrito por total necesidad, entonces es que no te sirven de nada los argumentos que te han conducido a ello, y la verdad no existe. Pero no es así: tú has evaluado racionalmente los argumentos y has aceptado los que te han parecido más correctos por razones epistémicas, no mecánicas o de otro tipo.
Dices que el concepto de libertad es reaccionario. Yo encuentro mucho más reaccionario el concepto de necesidad: fíjate cómo los gobiernos reaccionarios nos quieren convencer de que lo que legislan es necesario, que no hay elección. Eso sí es reaccionario.
Yo no sé si soy "progresista". Lo que sí se es que en mi concepto de una sociedad justa y buena el concepto de libertad es imprescindible.
Esperemos pues que llegue esa revolución social que retire de la circulación conceptos y acciones.Una vez reducidos, enseñados,y,seguramente,eliminados sus sujetos responsables (yo incluido,dado el caso).Otra cuestion.Por si te ayuda en tu reflexiones filosoficas sobre que hay mas allá de la Ilustracion:desde mediados de los ochenta TODO el conocimiento económico(y la economía) esta en regresion social.La filosofía también debería estarlo.Saludos
EliminarRetirar de la circulación, conceptos,acciones y sujetos REACCIONARIOS, debe entenderse.
EliminarFíjate, dices: "eliminados sus sujetos responsables" Pero ¿cómo puede un sujeto ser responsable si la libertad no existe? A mí me parece una evidente contradicción. Insisto, yo creo que lo reaccionario es creer que todo ocurre por necesidad: es lo contrario a la posibilidad de revolución. Incluso Marx y Engels se negaron a aceptar que su teoría materialista implicaba que que la libertad es una ficción. de cualquier manera, en cada momento tú, como yo, vamos a seguir evaluando y eligiendo, como si fuera posible. Si alguien nos convence de que no tenemos más remedio que obedecerle, lo haremos, pero seguiremos haciéndolo libremente.
EliminarEn cuanto a lo otro: las ciencias (no solo la economía) están en "regresión". Y la filosofía más, desde luego. Nunca han sido algo muy popular (aunque los ilusos del "pueblo" creen que la gente filosofa a diario). Pero ¿qué hay fuera de ello? Si desaparecen la filosofía y las ciencias, por ejemplo la economía, solo quedará el desierto: religión pura y dura.
Una aclaración del punto de vista del anterior comentario.Desde la óptica de la economía política el concepto de libertad es utilizado invariable y exclusivamente por los defensores de la economía privada/capitalista frente a los partidarios de la economía pública.Hoy e históricamente,en mi opinión,es un concepto-arma-paraiso socialmente reaccionario.Ademas de falso.Solo promovido y financiado
ResponderEliminarpor las elites de cada época.Espero que Platon y compañia no fueran solo escribientes de elites reaccias a socializar.O si lo eran?.Savater lo es,,p.ej.Saludos
1.No hablo ni deseo la regresion de ciencia y filosofía como conocimientos validos.Entraran en obsoloscencia en su momento, pero no se si lo están ahora.Solo hablo de regresion.SOCIAL.Es decir,se han vuelto REACCIONARIOS.Todos los conocimientos, por otra parte.Reaccionario, significa que solo sirven de instrumento para la extracción de renta de elites al resto de la población Extracción masiva y sistemática.Como nunca en la historia,probablemente.
ResponderEliminarY este sucede desde la fecha que te dado.
Creo que hay muchos tipos de filósofos, de todas las orientaciones y ocupando muy diversos lugares sociales. ¿En qué te apoyas para afirmar que todos o la inmensa mayoría sirven a la élite? Lo mismo diría de los economistas: he visto voces muy críticas (aunque este terreno lo conozco mucho menos). Un saludo
EliminarNo solo la filosofía.Cierto.TODO esta en fase reaccionaria.Al 80% mínimo.Me baso en esto:desde mediados de los 80 esta en destrucción el ultimo sujeto económico y social en curso.Algunos lo están destruyendo, por supuesto.La fuerza de esa destrucción provoca el efecto reaccionario.Una idea de la magnitud podría a ser que el proceso inverso(1945-1975) de construcción y ampliación de ese mismo sujeto llevo a cifras de Pib anuales 5 veces superior a la media histórica.Si el Pib no te dice mucho,seguro que sabes que en ese periodo la humanidad casi se duplica.Estamos en el proceso inverso.Saludos
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