Lo que sigue son unas cuantas notas críticas a la concepción filosófica que nos propone el joven filósofo alemán Markus Gabriel. Antes, un breve resumen de esa concepción:
Estoy escribiendo en mi portátil, consultando el libro de
Markus y escuchando música, mientras en la calle juegan los niños. Todo esto
(mi escribir, el portátil, el libro, esta música, los niños…) existe en un
determinado “campo de sentido”, o en varios, que se intersectan sin afectarse,
o se solapan, parcialmente: en el campo de sentido de los niños existen tesoros
que buscar, pero no existen, seguramente, la ontología y las sonatas. Los
propios campos de sentido son entidades no cerradas, con límites imprecisos… Aunque,
en algún sentido, tanto el libro, como yo, como los niños… “constan de” o “están
constituidos por” partículas subatómicas, en al menos otro sentido, más
relevante aún, ni los niños ni los libros existen en ese mundo cuántico, y pretender
reducir la realidad a ese universo material sería absurdo. Hay, por parodiar a
Hamlet, muchas más cosas en el mundo de las que caben en los libros de física.
Porque, ¿qué significa existir? Existir es aparecer en un campo de sentido, es
decir, darse en ciertas relaciones con otras cosas según ciertas reglas que dan
el sentido. Así que ¿existen los niños? -Sí, pero no en el mundo cuántico.
¿Existe el dos? -sí, en la aritmética (al menos, según la axiomática o la
construcción estándar: quizá haya aritméticas en que no existe el dos).
¿Existen los trolls? Sí, en la mitología nórdica… Existe todo aquello que puede
darse en un campo de sentido. Y también existen los campos de sentido, dentro de
otros campos de sentido en que aparecen. Entonces, ¿qué no existe? En cierto
modo, toda y cada una de las cosas no existe relativamente, pues toda y cada
cosa ocurre que no existe en otros campos de sentido que el (o los) suyo(s). Pero
solo una cosa no existe ni podría existir en términos absolutos (es “menos que
nada”): el Mundo, es decir, el campo sentido de todos los campos de sentido. Nunca
nos es dado, no se nos aparece… pero es que no podría aparecérsenos, porque no
tendría un campo de sentido dentro del que darse, pues él es el máximo, en
hipótesis. El Mundo solo podría darse en relación con campos de sentido
contenidos en él, y siempre sería contemplado, por tanto, desde un lugar
interior a él mismo: él sería a la vez la cosa que pretende existir y el
entorno en el que existe. Y esto es imposible. Tal como no puede haber un
conjunto de todos los conjuntos, no puede haber un Mundo único. Aunque parece
un resultado negativo, tal verdad es una gran suerte, porque la inexistencia de
un Uno-Todo es precisamente lo que “libera” la plena existencia de los mundos
no únicos. Si hubiera uno solo, todos los demás serían más o menos ilusorios,
según se separasen de él. Pero nuestros mundos, esos campos en los que vivimos
de múltiples maneras, no son irreales, ni están “solo en la mente”, como creen
todas las formas de irrealismo: toda y
cada cosa que aparece en un campo de sentido, existe real y plenamente.
Estamos, pues, en “una” realidad absolutamente múltiple e inabarcable, que nos
hace libres para buscar y crear sentido. Simplemente, debemos negarnos a que
ninguna metafísica, incluida esa metafísica moderna que es el materialismo y el
cientificismo, nos cercene, fetichistamente, la infinitud indomable de
sentidos.
Hasta aquí, un resumen de las principales líneas del
pensamiento de Gabriel, al menos desde mi lectura. Como puede verse, el viejo
problema de lo Uno y lo Múltiple, sigue vivo. El otro problema que ocupa a
nuestro filósofo, es el moderno problema de Realismo frente a Representación.
Se podría decir que, al problema más antiguo (el de lo Uno y lo Múltiple)
Gabriel da la respuesta más moderna, o sea, el pluralismo radical; y al
problema más moderno, el de Realidad y Representación, Gabriel da, en cambio,
una respuesta más antigua: el realismo, aunque en una versión muy cruda, que no
fue sostenida por casi ningún filósofo antiguo (estos se plantearon ya si todo
lo que vemos es real, y, de alguna manera u otra, dieron, por lo general,
respuestas negativas –a excepción, quizá, de Protágoras, según el Teeteto-). La filosofía de Gabriel es,
pues, un hiperpluralismo hiperrealista: un hiper-plur-realismo, digamos.
Empecemos discutiendo el asunto de la unidad y pluralidad.
Según Gabriel, la noción fundamental de la Ontología, “Campo de Sentido”, es la
noción de algo radicalmente plural, es decir, se aplica a una pluralidad
irreducible de objetos, sobre los cuales no hay unidad alguna. Dicho en viejos
términos, el Ser o la Realidad no es uno, en ningún sentido o grado (al menos en
ninguno ontológicamente relevante). Ahora bien, el pluralismo radical (que
puede encontrarse también en Nietzsche y algunos de sus herederos, y quizá en
Protágoras) está afectado por importantes problemas. Empecemos por esta
pregunta: ¿qué significa “campo de sentido”? Esto es, o debería ser, lo mismo
que preguntar qué tienen en común todos los campos de sentido. Es lo que
preguntamos cuando preguntamos qué significa ‘ser’ o ‘realidad’ aplicado a los
diferentes ámbitos de ser o de realidad… Es evidente que en la ontología de
Gabriel “Campo de sentido” es un concepto de aplicación sumamente universal.
Pero ¿se usa unívocamente, equívocamente, o analógicamente?
Si tiene un sentido unívoco, entonces hay algo, y algo
esencial (la esencia misma de todo campo de sentido) que todos los campos de
sentido tienen en común. “Campo de Sentido” sería, en ese caso, el género de
toda realidad, del cual cada campo de sentido o aspecto de la realidad, sería
una especie. De hecho, Gabriel da una única definición de ‘Campo de Sentido’ (“lugar
en que aparece, a fin de cuentas, cualquier cosa” Pourquoi le Monde n’existe pas, pg. 286), que debe servir para
todos ellos. Podría decirse, a lo sumo, que hay una diferencia “material” o de
contenido entre unos campos y otros, pero la forma sería idéntica en todos
ellos. Y sería, entonces, preciso embarcarse en la discusión de la relación
entre la forma y la materia, en la relevancia ontológica de la forma, etc. En
cualquier caso, no se podría decir simplemente que la realidad es múltiple y
que no es una o que no existe el Mundo.
Aquí hay la gran tentación de responder que el concepto de
Campo de Sentido es, eso, “solo un concepto”, es decir, una manera en que
nosotros comprendemos la realidad, no algo que tenga que corresponderse
diáfanamente con algo real. Sin embargo, esta tentación, que se llama
Conceptualismo, es seguramente la tentación en la que menos querría caer un
realista extremo, es decir, alguien que cree que nuestro conocimiento de la
realidad no está (radicalmente) mediado por nuestras maneras de entenderla. ¿Precisamente
la noción fundamental de la ontología sería algo que no se corresponde con
ninguna realidad o aspecto relevante de ella, pues no existe un campo de
sentido genérico?
Hay razones para rechazar el univocismo en ontología. Aristóteles
(entre otros) vio que el Ser no puede ser unívoco, es decir, que la Realidad no
es una de forma simple y completamente unívoca (como lo sería en Parménides),
pues esto reduciría la realidad a solamente una, y Aristóteles (como ya Platón)
encuentra insatisfactorio e inconsistente este monismo extremo: no solo no
salva los hechos (la naturaleza), sino que cae en contradicción, pues quien
piensa y habla, implica ya la diferencia. Hay que salvar, pues, la pluralidad
junto a la unidad. Si Ser fuese unívoco, las cosas solo podrán distinguirse por
el no-ser… Eso, suponiendo que el propio no-ser escapara al género Ser; pero
Gabriel no admite que el no-ser sea exterior al ser, sino que, con Platón, lo
entiende como relatividad; y, además, no cree que las diferencias puedan darse
en el campo total, sino solo en campos parciales: ninguna cosa se opone a todas
las demás.
¿Entonces, el concepto de Campo de Sentido, con el que nos
referimos a las múltiples realidades irreducibles que, según Gabriel, pueblan
el (inexistente) Mundo, se dice equívocamente? Esta parece la opción más
coherente con el pluralismo ontológico: si las múltiples realidades no pueden
ser reducidas, en ningún sentido importante, a una única realidad, entonces tampoco
el concepto de realidad o Campo de Sentido puede reducirse a uno: si los
sentidos son múltiples, ‘Sentido’ no puede tener un único sentido ni sentidos
reducibles.
Sin embargo, el equivocismo es todavía más destructivo,
para una teoría ontológica, que el univocismo. Cada vez que Gabriel usa la
expresión ‘campo de sentido’ está usando un término similar a como cuando
nosotros usamos ‘gato’ referido al felino o a la máquina. El equivocismo es una
manera aparentemente positiva de negar, realmente, el campo científico de
objetos al que se refiere. Si nada hay en común entre los diversos usos de la
misma palabra, realmente no es la misma palabra, o, si se quiere, es solo eso:
una misma palabra, sin contenido ni sentido.
Parece que solo queda encaminarse a alguna versión
analogista de la Ontología. Aún dentro de esta opción, quizá quepa distinguir
entre un analogismo-pluralista o inclinado del lado de la pluralidad, y un
analogismo-monista o inclinado a la unidad. Sería un ejemplo de este segundo el
analogismo de Aristóteles (referido a las categorías del ser) y el platónico-tomista
(referido también a los órdenes de las sustancias). Un ejemplo del primero
sería el analogismo, si lo es, de la tesis de los “aires de familia” del
segundo Wittgenstein. Es claro que sería un analogismo de este tipo el que más
le convendría a Gabriel, pues el otro es solo un monismo moderado, o una
síntesis de monismo y pluralismo. Según este tipo “wittgensteiniano” de
respuestas a la cuestión de la unidad o pluralidad de sentidos de ‘ser’ o, en
nuestro caso, de ‘campos de sentido’, unos “juegos de lenguaje” y unas formas
de vida, se parecen a otros, y estos, a su vez, a otros, pero, a lo largo del desplazamiento,
unos ya no tienen por qué conservar ningún parecido con aquellos con que
empezábamos. Como en los juegos: ¿qué tienen en común todos los juegos?, se
preguntaba Wittgenstein. Nada, más que a lo sumo vacuidades (como “tener reglas”).
Algo así podría decirse de los Campos de Sentido: todos tienen reglas, sí, pero
incluso eso se diría de manera feblemente analógica.
Las posiciones analogistas son menos evidentemente
destructibles que las posiciones extremas (univocismo y equivocismo). De hecho,
en alguna de ellas es donde se está más cerca de la verdad, a mi parecer. Ahora
bien, incluso si se elije una versión de lo que he llamado
analogismo-pluralista, ya no se puede decir simplemente que “el Mundo no existe”.
A lo sumo, se podrá decir que el Mundo, o Campo de Sentido de todos los campos
de sentido (o, en lenguaje wittgensteiniano, el Juego de Lenguaje de todos los
juegos de lenguaje) existe menos que los diversos campos de sentido o juegos de
lenguaje en que se “divide”. En el análisis trascendental en que se consigna la
división de juegos de lenguaje, se supone una unidad que es lo que significa
Juego y Lenguaje. Salvo que caigamos al puro equivocismo, y ya no tengamos de
qué hablar.
¿Queda a salvo la ontología con un analogismo débil o
pluralista? ¿Es posible, en realidad, un analogismo así? Dejaremos esta
profunda cuestión para otro momento.
****
La otra veta desde la que abordar el asunto del pluralismo
o no de los campos de sentido, es el de la relación entre esos distintos Campos
de Sentido. El antirreduccionismo de Gabriel nos pide que reparemos en que no
tiene sentido pretender reducir una charla en un restaurante, a un baile de
partículas; o, en otro de sus ejemplos, el mundo de sentido de un niño al mundo
de sentido de un adulto. Son heterogéneos, pero todos reales en la misma medida.
No debemos empobrecer la realidad, y tampoco podemos, porque el reduccionismo
falla, se autocontradice: una teoría científica, por ejemplo la propia teoría
de partículas, solo tiene sentido en un Campo de Sentido de pensamientos y
debates humanos, no en el campo de las propias partículas que son su objeto.
Esta es una demanda convincente. Sin embargo, en su
unilateralidad deja de serlo. Porque es evidente que hay relaciones entre
Campos de Sentido diversos, y no solo relaciones de solapamiento (que, en
realidad, es una relación completamente indiferente), sino relaciones de alguna
u otra forma “causales”, y relaciones de jerarquía ontológica. Una modificación
en el ámbito de las partículas, produce una modificación en el campo de sentido
de nuestra charla en el restaurante (una explosión nuclear, acaba con la cena),
y también en sentido inverso. Aunque la mente y el cerebro no sean interreducibles,
están en alguna estrechísima y difícil relación. Por otra parte, no parece muy
consolador, ante nuestra inminente muerte en el Campo de Sentido que
consideramos habitualmente más “real” (o más abarcador de nuestros diversos
campos de sentido), que se nos diga que no debemos preocuparnos, porque solo
ocurrirá que dejaremos de existir o
aparecer en ese ámbito, pero existiremos en otros (en el de quienes nos imaginen,
por ejemplo). Así es como existen los trolls, sí… Hay, pues, relaciones de
causalidad (superveniencia, etc.) y grados o modos de existencia más relevantes
que otros. Relativizar la existencia diciendo que ningún Campo es “más real”
que otro no es convincente. Pero si aceptamos que algunos Campos de Sentido
determinan a otros, entonces nos vemos conducidos otra vez al problema de si
tiene que existir, y cómo, el Campo de Sentido que determina a los demás y no
es determinado por otros.
Gabriel ofrece dos argumentos por los cuales se probaría
que no puede haber un único Campo de Sentido.
El primero dice que no puede existir un Campo de Sentido
que abarque a todos los campos de sentido, pues una cosa (sea un simple objeto
o un campo de sentido) solo existe si aparece en un entorno de otros objetos y
hechos, y no hay (por principio) un campo superior en que aparecería el Mundo. No
puede existir, en la imagen de la película Cube,
un Cubo de todos los cubos; fuera de todos los cubos, no hay nada. (Esto nos
confirma, por cierto, que Gabriel no quiere caer en la tentación
conceptualista, pues si fuese lícita la posibilidad de comprender algo desde
una noción que, siendo más abarcador, no tuviese ese mismo importe ontológico,
no habría problema para entender al Mundo dentro de un campo de sentido mayor epistemológicamente
pero no ontológicamente).
Creo que ese primer argumento de Gabriel es rechazable si
entendemos la Existencia y el Campo de Sentido de manera no extensional sino
intensional, como de hecho creo que tenemos que entender todas las nociones
ontológicas (como mínimo). Para entender qué quiero decir, pensemos en el
argumento, análogo al de Gabriel, en el que se inspiran todo este tipo de radicales
pluralismos, contingentismos, etc., como el de Badiou, Meillassoux y el propio
Gabriel: me refiero al Teorema de Cantor. Según este teorema, no existe un
conjunto U (Universal), que contenga a todos los conjuntos, puesto que el
conjunto-potencia, P, de cualquier conjunto A, es mayor que A (el
conjunto-potencia de A es el conjunto formado por todos los subconjuntos de A:
así, si A es {1, 2, 3}, P(A) es {(1), (2), (3), (12), (13), (23), (123)}). De aquí se
sigue, se dice, que no existe el Conjunto de todos los conjuntos. No obstante,
este resultado tiene que ser matizado o relativizado. Lo que estrictamente se
sigue de él, es, a lo sumo, que no existe el Conjunto de todos los conjuntos si
definimos a los conjuntos por su extensión. Para explicar esto, pensemos en lo
siguiente: efectivamente, no existe un número natural mayor que todos los demás
números naturales, pero eso no implica que no exista la Clase o Conjunto de (todos)
los números naturales, o sea, N. Esto lo que significa es que N no se define
por extensión, es decir, por la simple enumeración de sus partes. Pero es que
una definición por extensión es un absurdo lógico, puesto que ¿cómo se puede identificar
cuáles miembros deberán ser incluidos o enumerados en la extensión? Solo un
conjunto completamente arbitrario podría definirse así. Lo que define a los
conjuntos, clases o géneros en general, es la cualidad o propiedad que todos
sus miembros deben compartir. (Es cierto que el problema de la extensionalidad
tiene una relación especial con el ámbito de los conjuntos, números, y demás
objetos matemáticos, pues es de creer que precisamente la Matemática se define
como el estudio de la Extensión. No obstante, podemos dejar ahora esta
cuestión, pues Gabriel (a diferencia de Badiou y Meillassoux) no acepta que la
Matemática sea un modelo adecuado de la Ontología). Por tanto, en conclusión, está
lejos de seguirse que el concepto de Ser tiene que ser equívoco o no existir,
puesto que iría contra la conclusión cantoriana. El concepto de Ser o Realidad
no es extensional, sino intensional. También es analógico (y, por eso,
dialéctico). Aplicado todo esto a los Campos de Sentido, ¿en qué sentido puede
decirse, en ontología, que el Campo de Sentido de todos los campos de Sentido “engloba”
a todos los “demás”? El Campo de Sentido de todos los campos de sentido es
aquel que da sentido al hecho de que haya campos de sentido, es decir, a la
propia existencia de campos de sentido.
Por supuesto, el concepto de Ser o Realidad, o de Campo de
Sentido, es absolutamente singular, o, mejor dicho, la Singularidad en sí. En
este sentido, se puede decir que no es comprensible. La Existencia misma (el ipsum esse), ha dicho siempre la mejor
metafísica tradicional (platónica y tomista), es, en cierto modo,
inconceptualizable (epekeina tes ousías),
precisamente porque es la concebibilidad misma.
Con este resultado, podemos dirigirnos al otro argumento
de Gabriel contra la existencia del Mundo: cualquier concepción del Mundo sería
interna a él, luego no podría abarcarlo (sería como intentar ver el bosque
desde dentro). No puede contemplarse al Todo desde dentro, y aquello que no
podemos contemplar apareciendo, no existe (por cierto, esto, y como ha señalado F. Nef, le da un sesgo muy epistemológico al “realismo” de Gabriel).
Como se sabe, los filósofos discuten desde siempre si se puede
comprender y/o entender lo Infinito. Aunque el Infinito tradicional era más
domesticable que el Infinito postcantoriano (o eso se pretende), el viejo
infinito era ya lo suficientemente “grande” (y pequeño, como señaló Cusa, por
ejemplo) como para que ningún ser finito lo abarcase. Ahora bien, suponiendo
que este problema fuera realmente insalvable, no afectaría menos a la teoría
ontológica de Gabriel que a la de, por ejemplo, Descartes, puesto que, según Gabriel,
tenemos que aceptar que existe realmente una infinidad indomesticable de Campos
de Sentido. Si tenemos que aceptar eso es porque, de alguna manera, podemos
comprenderlo. Desde luego, se puede decir que este es un comprender
completamente negativo. Esto es lo que siempre dijo la teología negativa. Pero
si desde dentro de una pluralidad infinita de campos de sentido podemos entender
esa pluralidad, entonces desde dentro de una Unidad del Campo de Sentido
podemos entender, al menos negativamente, esa unidad. Dios es un asunto
místico, no solo para los kierkegaardianos, también para los platónicos.
Este asunto nos lleva al del realismo. Pero dejémoslo para
otra ocasión.
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