sábado, 11 de junio de 2011

Qué (creo que) no es Filosofía, VI: Ciencia primera (segunda parte)

¿Es la Filosofía (especialmente la ontología y la metafísica) la Ciencia primera, la parte más general y “fundamental” de la Ciencia? Voy a argumentar por qué no me parece que esta tesis metafilosófica llegue al fondo del asunto, aunque, eso sí, se aproxime más que cualquier otra alternativa que yo conozca, exceptuando una concepción “dialéctica” en sentido “platónico”.

La concepción que discuto es, por ejemplo y sobre todo, la aristotélica, aunque, en lo esencial, es la de todas aquellas filosofías de la filosofía que la ven como un auténtico saber (o, al menos, una indagación o búsqueda teórica legítima), continua con la (o, mejor, el resto de la) Ciencia, de los principios, elementos o aspectos últimos (o primeros) de toda realidad, de todo ser, del “ser en cuanto ser”. La Ciencia, en general, es conocimiento de los principios y causas de los hechos y cosas, pero, mientras las ciencias particulares se dedican a un ámbito específico de entes o de hechos, la “ciencia primera” o Metafísica está especializada en lo universal. El saber forma una unidad (aunque no unívoca), y entre sus diferentes partes hay una jerarquía: unos saberes son más generales y fundamentales que otros. Un saber es saber, una ciencia es ciencia, en la medida en que está justificado racionalmente, o sea, en la medida en que conoce las “causas y principios”. Quien conoce las causas y los principios, conoce, en cierto modo, lo inferior. (Por supuesto, también es verdad que con sólo el conocimiento de lo general no tenemos el dominio de lo concreto, como le gusta al agricultor o al mecánico de taller recordarle al ingeniero.). La “sabiduría primera”, se ocupa de las partes más universales de toda ciencia y de cada ciencia:


  • De la Ciencia en general: la Filosofía trata de ideas muy generales y fundamentales, como Esencia, Sustancia, Causa, etc., que están presentes en toda ciencia, pero no son objeto de ninguna en concreto. ¿Qué es Ser? ¿En qué tipos o categorías se divide?, ¿Qué es la Existencia, la Esencia…?, etc. Este es el tema de la Ontología o Metafísica general.

  • De cada ciencia: los problemas más generales y fundamentales de cada ciencia se llaman “Filosofía de…” (la Naturaleza –de la Física-, de la Vida –de la Biología-, de la Mente, de la Ciencia…). Esto es asunto de las metafísicas especiales o específicas.
Pero, dirá quizás alguno, ¿por qué llamar “filosofía” a eso, como si fuese otra actividad distinta a la ciencia? ¿No es preferible decir que lo que llamamos Filosofía de la Física es, realmente, Física de un nivel teórico muy abstracto, y que lo que llamamos Filosofía en general es, realmente, Ciencia en un nivel teórico muy abstracto? Sí, y no. Depende de cómo se entienda eso. Sí (y era el uso antiguo), si se entiende que la ciencia no es mera propuesta de hipótesis, generadas de alguna manera “inductiva”, acerca de un presunto conjunto específico de hechos dados, sino que, en verdad, la ciencia, toda la ciencia y cada ciencia, tiene ciertos contenidos fundamentales y a priori, que delimitan su objeto y su método (o el Objeto y Método, en general). Por supuesto, hay que aceptar cierta retroalimentación, cierta “dialéctica”, entre a priori y a posteriori, pero no hay que incurrir en la ingenuidad de creer que todo posible saber queda agotado por las ciencias particulares y, menos aún, que no hay elementos irreduciblemente a priori o metafísicos en todo conocimiento. El problema de cómo determinar si lo que vemos es real, o el de si existen los números, son problemas genuinos más allá de la óptica y la matemática.


Una metafísica como la aristotélica, por ejemplo, está siempre empeñada en explicar y salvar los fenómenos. Lo que pasa es que, para las cuestiones más generales o “trascendentales” (omniabarcantes), lo que se necesita de los hechos es muy poca cosa, a saber, lo que todos ellos tienen de más general. Por ejemplo, para Aristóteles es un punto de partida (como se encarga de remarcar) el hecho de que hay cambio o movimiento. Una teoría que no explique este hecho o proto-hecho (como, a su juicio, pasa con el parmenideismo o el pitagorismo) no puede ser una buena teoría. De la misma forma, los razonamientos de Tomás de Aquino parten de hechos como que hay (se puede observar) orden en la naturaleza, hay tendencias o finalidades, etc.

La Filosofía se ocupa, entonces, de los más ¿general, fundamental…? ¿Es lo mismo una cosa que otra? No es casualidad o simple cuestión de estilo que Aristóteles se exprese habitualmente diciendo que debemos buscar “las causas y principios” de las cosas. Para Aristóteles, la dualidad más importante, y por tanto aquella cuya ignorancia es la confusión más grave, es la de lo General con lo Fundamental, la de lo Genérico con lo Primero, o, como lo describe a veces, la de lo lógicamente primero (lo más extenso y general) con la de lo ontológicamente primero. Todo racionalismo (desde Parménides a Platón, pasando por Pitágoras) consiste, cree él, en esa confusión de lo lógico con lo ontológico, de lo general con lo fundamental, del principio con la causa. Una cosa es tener la prioridad lógica (como es el caso de los géneros, ideas y números) y otra tener la prioridad ontológica (que es propio de lo realmente individual). Los racionalistas hipostasian lo lógico, como si todo aquello que necesitamos para el conocimiento fuese atribuible tal cual a la realidad. Así, eliminan la naturaleza o el movimiento.

Siglos después, Kant creerá lo mismo respecto del racionalismo moderno (pero Hegel llamará Lógica a su ontología formal). Y, durante el siglo XX esta aporía ha seguido inspirando a todos los intentos (como el de Russell-Quine) de no confundir lo que necesitamos en el ámbito de los predicados, con lo que tenemos que referir a la realidad mediante los deícticos y cuantificadores. Pero el problema sigue ahí.

Por supuesto, si gente tan inteligente como Parménides cayó y cae en esa confusión entre lo Universal y lo Primero, si hay quien puede confundir a Dios con el Género sumo, es que es una confusión interesante. De hecho es muy difícil desenredarla. Aristóteles no la deja un momento, porque a él mismo no le deja dormir. Prácticamente todas las aporías que lista al principio de su “Metafísica” (o “ciencia que buscamos”, según dice a menudo) tratan de eso. Podría decirse que es la aporética en sí. ¿Qué es más fundamental, lo Universal o lo Individual?, ¿qué tiene la prioridad ontológica?, ¿qué diferencia hay entre la Lógica y la Metafísica, entre el Género y la Sustancia…? Si no hay conocimiento sin universalidad y si tenemos un mejor conocimiento cuanto más universal es, entonces la filosofía primera tendría que tratar de lo que abarca a todo lo demás. Y ¿no son los términos más generales, los de la lógica, los únicos que abarcan a todas las ciencias? Pero, sin embargo, lo lógico ¿no es, en cierto modo, lo más vacío, lo que no tiene (pleno) carácter ontológico…? ¿De qué tiene que ocuparse quien pretenda saber lo más esencial de toda realidad?

De hecho Aristóteles llega a la conclusión de que la Ciencia primera tiene que tratar de ambas cosas, de lo más general y de lo más fundamental o primero, juntándolos completamente pero sin confundirlos:


  • Por el camino de lo más general llegamos al concepto sumamente genérico (transcategorial, aunque no-unívoco), de Ser; y al primer y más universal principio lógico, el principio de no-contradicción, que rige para todo tipo de saber, y es, por eso, propiamente objeto de la Filosofía (que tiene que refutar a quienes, como Protágoras o los heracliteos, niegan ese soberano principio). En este sentido, la Ciencia primera es la ciencia de lo más general: la Ontología.

  • Por el camino de lo causalmente primero, sin embargo, se llega a otro lado: a Dios, causa inmóvil de todo cambio. En este sentido, la Ciencia primera es la ciencia del individuo más autónomo: la Teología.
A medio camino entre la total generalidad de la lógica (del principio de no-contradicción) y la total causalidad (de Dios) están los problemas de las categorías, de la esencia, de la finalidad, etc.

La escolástica reproducirá esa dualidad metafísica (que Heidegger llamó onto-teología) en la distinción entre ens generalis y ens realissimum. El ser es tanto lo más universal e inmediato (todo lo que vemos, todo lo que hay, es ser) como lo más individual y particular, lo más profundo de cada ser, especialmente en aquel ser en que se identifican la esencia con la existencia.

En resumen, la Ciencia primera, de los primeros principios y causas, lo es en dos sentidos o aspectos de ser “primero”, en el de la generalidad o universalidad, por un lado, y en el de la individualidad y autonomía, por otro. Y es así porque la propia realidad debe ser analizada con esa dualidad última e irreducible.
La otra dualidad, del todo solidaria con esa, es la dualidad que la Metafísica aristotélica atribuye a todo ser: toda cosa es un “compuesto” (synolon) de Forma (Idea) y Materia. La forma es el aspecto intensional, no reducible a homogeneidad; la materia es el aspecto extensional, homogéneo, cuantitativo, de toda cosa natural. Sin uno de esos dos aspectos, no puede entenderse el movimiento, ni el conocimiento, ni nada de lo que afecta a la naturaleza.

La dualidad universal / primero, lógico / ontológico, forma / materia, etc., es la respuesta última que esta filosofía tiene que ofrecer, tanto de las cosas como, consecuentemente, de la propia filosofía. Pero esta no es una respuesta completamente satisfactoria desde el punto de vista de la razón. Si bien puede que salve el fenómeno, no salva, sin embargo, las exigencias racionales, que buscan una unidad absoluta en la explicación. ¿Cómo puede la identidad de las cosas, y de cada cosa, consistir en un “compuesto”, en un dúo, por muy estrecha que sea la mezcla? ¿Es una cosa, cada cosa (y también, esa única cosa que es la realidad) algo irreduciblemente dividido? La identidad no queda salvada con un compuesto.
Tampoco queda explicada la relación entre los dos elementos últimos de todo: entre lo individual (completamente uno e indivisible, individuo) y lo general (uno infinitamente divisible en cuanto repetible); entre la Forma o Idea, y la Materia. Si nos obstinamos en pensar radicalmente esos elementos últimos, acabamos viendo en ellos una dialéctica completa: lo máximamente Universal (la Idea) se confunde con lo máximamente Individual. Lo uno e indivisible, es a la vez el particular y el universal. Lo puro Idéntico es lo máximamente diferente.

La concepción de la Filosofía como ciencia primera no está dispuesta a llegar a este grado de “análisis” o reflexión. Se queda en la postulación de los dos principios o elementos o aspectos últimos de todo ser, sin reparar en su mutua identidad y diferencia. En esto, realmente, hace como el resto de la ciencia: intenta salvar los fenómenos mediante la postulación de los principios formales mínimos necesarios.

Creo que hay ciertos factores que condicionan y limitan esta concepción de lo que es la filosofía (y la realidad en general):


  • Parte de un respeto absoluto a la exigencia de no-contradicción. No quiere aceptar la, al menos relativa, contradictoriedad de la realidad, la dialéctica. Es “lógico”, desde luego: no hay pensamiento en la absoluta contradicción.

  • Y parte, también, de un respeto absoluto de los “fenómenos”, o, mejor dicho, del fenómeno por excelencia: el cambio. La metafísica como ciencia primera se niega a negar el mundo, la naturaleza, como parece obligado a hacer un racionalismo intransigente.

Pero esa metafísica, entendida como ciencia primera, es decir, como postulación de los menos elementos últimos necesarios para salvar los fenómenos, quizá no consigue salvar ni la lógica ni los propios fenómenos. La aceptación de elementos últimos irreducibles de la única y misma realidad no es menos aporética y dialéctica que lo que intenta evitar. En especial, la filosofía como ciencia no sabrá decidirse nunca entre lo universal, entendido como máximamente general, y lo primero y máximamente individual. Siendo los máximos contrarios, idea y materia, intensión y extensión, están absolutamente imbricados en todo ser y en cada ser.
Y, en cuanto a los fenómenos ¿quedan realmente salvados? Por una parte, cualquier explicación que reduzca a elementos ideales, inertes, eternos… el cambio, podrá ser vista como una completa traición a los fenómenos, que son absolutamente contingentes y temporales; por otra parte, los fenómenos son muy fáciles de salvar: incluso negarlos como mera ilusión, los salva, tanto al menos como cualquier otra “reducción”.

Más allá de esta concepción de la Filosofía como ciencia primera, la concepción que propongo ( intentaré exponer en próximas entradas) supone:



  • una mayor heterogeneidad entre Ciencia y Filosofía.

  • un mayor ámbito para la Filosofía. De hecho, la filosofía no sería un saber sobre una parte (la más general, la más principal…) de la realidad, sino una manera, distinta de la ciencia, de considerar toda y cada realidad.

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