viernes, 16 de diciembre de 2011

De malos argumentos acerca del mal (disputa teológica)

Como se sabe, la existencia del mal es el principal e irrefutable argumento, no ya contra la existencia de Dios (es decir, de un ser todopoderoso, omnisciente e infinitamente bueno), sino contra la existencia de cualquier valor o sentido real de las cosas.

Miles de personas (podría empezar uno poniendo por ejemplo) mueren de hambre ahora mismo, mientras otros estamos preocupados porque nos bajarán el sueldo. Pero hace tiempo que este recurso me parece mezquino: ¡como si hubiera que amontonar cadáveres! ¡Como si el mal no fuese evidente con mucho menos! Un día pensé que una sola persona que esté ahora sufriendo el terror de su muerte inminente, sería suficiente. Cualquier enfermo terminal, que no haya encontrado un consuelo, por ejemplo (una madre, o un padre, que deja niños pequeños a los que ama y querría haber educado).

“Cuando una persona ha muerto, vemos su vida a una luz condescendiente. Nos parece que su vida ha sido redondeada por una emanación. Pero para ella no estaba redondeada, sino quebrada e imperfecta. Para ella no hubo expiación; su vida está desnuda y miserable” (Wittgenstein, Aforismos Cultura y Valor, 264)
En cierta ocasión oí a un maestro palestino narrar cómo uno de sus alumnos, herido por un daño israelí pero colateral a la escuela, le decía, mientras se le moría en los brazos, con las tripas fuera, “no quiero morir”. Esto me parece infinitamente insoportable como para seguir creyendo que la realidad tiene un sentido y está vigilada y protegida por un sabio y bondadoso superser (ese superser en el que, seguramente, creen tanto los israelíes como los palestinos).

Con el paso de algún tiempo, hasta esto me pareció mezquino. ¿Para qué hace falta una cosa tan tremenda como una sola muerte? El más ínfimo de los dolores “en mi dedo meñique” me parece un argumento infinito contra todo sentido de la realidad.

Las coartadas que la credulidad ha buscado para seguir creyendo en el Sentido, producen una mezcla de compasión y vómito. Veamos una de ellas:

¿Son esas muertes, las miles de muertes de hambre, o la muerte del niño bombardeado, o la del enfermo, una prueba contra Dios, o contra el Hombre? El más habitual (y vomitivo) recurso de la credulidad es que los males son obra, no del “Señor”, sino de los hombres (o, mejor, de las mujeres, o los niños). Dios, según este discurso u homilía, supo que era mejor darnos la “libertad”, aunque esto conllevaría la posibilidad (y toda posibilidad, ¡ay!, acaba necesariamente haciéndose real –según, al menos, el argumento de Diodoro-) de elegir el mal.

La ola de la credulidad, como de inspiración divina que es, no tiene límite. Puede explicar hasta los sumanis. ¿No dijo Rousseau que la culpa de las elevadas muertes del terremoto de Lisboa la tuvieron los hombres, por construir tantas viviendas en aquel sitio? También los teólogos islámicos de Indonesia, cuando el agua aún no había bajado, se preguntaron y se contestaron qué malvadas acciones placenteras humanas habían provocado aquel justísimo castigo. Todos los males, como se sabe, proceden de Eva, que tuvo la soberbia pretensión de saberlo todo. Los dioses (al menos los de los poetas y teólogos) no soportan la curiosidad… Aunque, si creemos a Aristóteles, los poetas mienten mucho, y los dioses no son envidiosos.

En fin, la culpa de todo la tiene el hombre. Desde luego, este es un buen intento de salvar la pretensión de un sentido real y objetivo de la realidad, o sea, de salvar a Dios: si la culpa la tenemos nosotros, quizá todavía podemos hacer algo. (Aunque, por otra parte, parece un poco egocéntrico y soberbio atribuirse uno la causa de todos los desastres).

¿Es, entonces, ese maravilloso don, llamado Libertad, el que exige el precio de los males? Sin embargo, en el caso de Dios, la máxima y paradigmática libertad no parece conllevar la posibilidad de elegir el mal, por una de dos razones (que distinguen a teo-voluntaristas de teo-intelectualistas, por ejemplo): o bien (1) porque bien y mal son por definición lo que Dios elige (por tanto, no está sometido a juicio) o bien (2) porque un ser perfecto no puede querer lo que sabe que es malo.

La primera opción me parece completamente impúdica (como de gente desesperada, tipo Lutero y quizá Wittgenstein:


“No puede haber un grito de angustia mayor que el de un hombre [...] Un hombre puede, por tanto, encontrarse en una infinita angustia, necesitando, en consecuencia, una ayuda infinita. La religión cristiana es sólo para aquel que necesita una ayuda infinita, es decir, para quien siente una angustia infinita”. (Wittgenstein, Aforismos, 504)
Pero ¿no habría que intentar, pese a la angustia infinita, conservar algo de compostura racional? Si la libertad máxima (Dios) consiste en elegir sin ley superior, entonces el hombre, a quien se le ha prescrito qué debe elegir como bueno, no es libre. Y, efectivamente, esa vía moderna no cree que el hombre sea libre. ¡Pero seguramente cree que sigue siendo el culpable de los males, incluidos sunamis, glaciaciones y colisiones de asteroides! Tras el vómito que (me) provoca esta “explicación”, surge inevitablemente la compasión: ¿hasta qué nivel de dolor espiritual ha debido llegar un ser humano, qué nivel de desamparo tiene que tener para aceptar algo así? Pero la compasión por el sufrimiento espiritual de una persona, no puede llevarnos a darle la razón. Es absurdo que la libertad consista en elegir, sin motivo alguno ni razón, como hace el tiránico dios judeo-protestante.

La segunda explicación (más católica), o sea, que Dios, por ser omnipotente, no puede pecar (o, quizá, no puede poder –sin que ese no poder sea una impotencia-), obliga a concluir que si el Hombre hace el mal, es porque y en la medida en que no es omnipotente, es decir, porque y en la medida en que es impotente, imperfecto. Pero entonces, no hace el mal, sino que lo padece, incluso cuando se hace mediante él. Porque ¿puede considerarse una verdadera perfección aquella por la que el hombre elige el mal, o sea, la presunta libre voluntad? Si fuese una verdadera potencia, una auténtica perfección, no podría ser mala. ¿No era el ser pleno, el ens realissimum, acto puro, y toda realidad era perfecta en la medida en que era acto? ¿No era esa pureza de actualidad la que le impedía a Dios ser autor positivo del mal, resultando que el mal sería un daño colateral, un concepto meramente relativo, comparativo, no plenamente real? ¿Por qué esto funciona así en el caso de Dios, y no en el del Hombre? ¿No es más coherente decir que, o bien el mal no lo hace, positivamente, nadie, o bien, que si lo hace alguien, es aquel en quien resida el principio de todo acto, o sea, Dios?

Por tanto: o no existe el mal, o el único culpable es Dios. Hay quienes han preferido una opción intermedia, un Dios disminuido, en tonalidad menor. Por ejemplo, Hans Jonas dijo que la única opción que le parecía aceptable (dado que era creyente) era creer que Dios no es omnipotente. Pero estas opciones no tienen gracia: ¿qué falta de sentido podría quedar sin explicar, si la Perfección tiene un agujero?
Pero decir que, o bien no existe el mal (objetiva y realmente), o bien el único culpable es Dios, equivale a decir que no existe culpable alguno, porque si, lo fuese Dios, entonces no existiría Dios; y si Dios no existe, no hay realmente mal (el mal sería una mera apreciación subjetiva, a la que no le correspondería ninguna realidad, fuera de la mente del soldado israelí y del niño palestino, fuera de la mente del enfermo, fuera de la mente de los hombres).

8 comentarios:

  1. Pues estoy de acuerdo con las razones que argumentas aunque no sería tan expeditivo con la adjetivación...:son temas delicados estos y si alguien necesita creer esto o una abierta chorrada para superar un yoquésé pues bienvenido sea, después de todo, estamos con las personas, no con las ideas.

    Supongo que tú, que por la vía del argumento ontológico encontraste a Dios, sí tendrás argumento contra el mal, ¿no? Me gustaría saber cuál es... Lo pregunto de veras, ¿eh?

    Por mi parte, es difícil resumirlo, si acaso en un post como éste lo hice medianamente pero por ahorrarte el linkeo y resumirlo aún más, me autocitaré:
    Si en nuestro mundo hubiera consecuencias reales para nuestros actos a razón de su moralidad, por ejemplo, pegar a un niño implicase accidente de tráfico entonces sí que podríamos hablar de otra dimensión real, la moral, pero afortunadamente, sí, afortunadamente esto no es verdad y digo afortunadamente porque de lo contrario viviríamos en una civilización cuya capacidad para conocer, consecutivamente crear tecnología para manejar el entorno sería tan minúscula en su tamaño, tan gradual en su incremento que yaceríamos en un estado de semi-barbarie cuando no, manipulado por una casta de magos entendidos o eloi tal y como predicen algunos que nos pasará de seguir desentendiéndonos de un conocimiento del funcionamiento interno de la tecnología que tendrá como consecuencia la transmutación de la misma en magia.

    Hay también un motivo más para la satisfacción con el nada mágico mundo en que vivimos y es que, como nos recordaba el tibetano, en cierto momento histórico los chinos llegaron asimilar de un modo tal el concepto de Karma, de dejar que la naturaleza haga de juez moral de todos nuestros actos, que cuando veían a un hombre ahogarse no lo rescataban pensando que tal percance era su karma.

    He ahí otro posible drama porque sí, Hitler a razón de sus felonías provocó distintos fenómenos naturales: grandes bloques de acero cruzando el Atlántico, grandes bloques de hormigón derrumbándose, ruinas nacidas de la nada; pero podemos decir orgullosos que tales hechos surgieron del compromiso intencional, solidario, por tanto humanitario de unos americanos que no se dejaron consumir por una egoísta indolencia moral a razón de un Karma de funcionamiento automático.

    El equilibrio del mundo necesita de nuestra participación, de nuestro entendimiento activo, o sea, de nuestra acción y todo lo demás no sería sensibilizarse sino emocionar el bien y el mal como un simple fenómeno natural más, como quien oye llover

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  2. Héctor:

    Pues estoy de acuerdo con las razones que argumentas aunque no sería tan expeditivo con la adjetivación...

    Tienes toda la razón. Mientras lo escribía, he estado a punto de eliminar toda la saliva a presión, pero me he resistido, para no mentir retóricamente. Pero considero mis adjetivos un argumento contra mi posición (vital, digamos) ante este o estos asuntos: ¿por qué recurro a ellos?

    son temas delicados estos y si alguien necesita creer esto o una abierta chorrada para superar un yoquésé pues bienvenido sea, después de todo, estamos con las personas, no con las ideas.

    Completamente de acuerdo. Lo que pasa es que creo que creer en cosas ilógicas produce males, aunque no sean voluntarios. Si no pensase que las críticas tienen un poder ulterior de "redención", me callaría completamente.

    Supongo que tú, que por la vía del argumento ontológico encontraste a Dios, sí tendrás argumento contra el mal, ¿no? Me gustaría saber cuál es... Lo pregunto de veras, ¿eh?

    Encuentro argumentos racionales a favor de la existencia de la Perfección y el Sentido (y ni entiendo ni creo a los que lo niegan -el Sentido-), pero encuentro también argumentos casi tan poderosos en su contra, y lo que menos quiero es mentirme. Recuerda que mi filosofía es dialéctico-analógica (aunque normalmente ejerzo, de forma aparentemente no-dialéctica, la abogacía de una posición, por imperativo contextual). La dialéctica, en serio, significa que no hay una posición filosófica verdadera unilateralmente, sino que los contrarios son los mismo, como decía el viejo sabio Heráclito. Pero la analogía intenta ser una manera, "loca", casi "irracional", de encontrar una asimetría a favor del sentido. De todas maneras, en otro momento intentaré dar "mi versión sobre el mal".

    El equilibrio del mundo necesita de nuestra participación, de nuestro entendimiento activo

    Del todo de acuerdo, también: no hay justificación para el argumento perezoso. Lo que debemos es separar actividad de culpabilidad. Tenemos que entender Libertad sin "responsabilidad", ese es mi reto.

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  3. Héctor,
    por cierto, la entrada que has leído no es la que yo quería publicar, sino la que el malvado y culpable blogger ha manipulado. Acabo de corregirla, espero que esté correcta.

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  4. Aunque el argumento de la libertad sea el más utilizado a lo largo de la historia parece que es el más "coherente". Tenemos ejemplos sobre los efectos de la libertad en algunos de los antiguos países comunistas, países donde anteriormente no se movía nadie, pero que por lo menos todo el mundo comía y que ahora poseen importantes niveles de criminalidad y las desigualdades han crecido de manera exponencial, pero ahora si que hay muchas más libertades. ¿Con cuál nos quedamos?. No hay una única respuesta. Otra cosa es que el hombre sea verdaderamente libre, ya que si no fuera así nos quedaríamos chafados completamente.

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  5. El castellano,
    tienes razón, es difícil encajar justicia con "libertad".
    Lennin decía que la libertad es un prefuicio burgués. No es así, pero desde luego nuestra sociedad de libertades dista mucho de saber qué es la libertad, porque incluso dista de habérselo planteado a fondo alguna vez.

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  6. Rodolfo Plata,
    gracias por tu comentaario y por tu texto.

    Creo que hay un elemento "judaizante" en el cristianismo, que está claro en Pablo, y que ha sido recuperado y privilegiado por los las iglesias cristianas modernas, especialmente las protestantes; y que sería deseable atender más al aspecto racionalista ("greco-romano", si quieres) del "cristianismo".

    Eso sí, me interesa señalar (y quizá estes de acuerdo en parte) que no creo que:
    -ahí las palabras "judío", "griego", etc, tengan valor étnico (ha habido gnosticismo racionalista judío, y en Grecia había mucho fideísmo ciego);
    -no lo veo como una cuestión acerca del "cristiamismo", porque primero habría que empezar por definir eso, y ya sabemos que cada uno se quedará con lo que le interese (a mí me interesa el no juzgues, el no devuelvas mal por mal, el intelectualismo moral del perdónalos porque no saben lo que hacen, etc; a otros les interesará el arder por siempre en el infierno de sus enemigos; y todos podrán encontrar algún pasaje del nuevo testamento al que agarrarse. No me interesa sobremanera la hermeneútica de un texto, y no creo que haya un texto "sagrado" -en todo caso, sagrados son todos, aunque unos más que otros-)
    -y no veo una amenaza contra los cristianos por parte del ateísmo ni del nihilismo, cuánto menos veo una amenaza islámica.

    Cordiales saludos

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  7. El libre pesador no es el crédulo que lo todo lo cree, ni el incrédulo que nada cree, acríticamente; sino el que busca la verdad o la mentira que hay en los dogmas sagrados, antes de seguirlos. La crítica a la doctrina judaizante de la Iglesia, es un método que utiliza la razón para discernir con juicio justo la verdad o la mentira que hay en los fundamentos de la doctrina judeo cristiana para después seguirla o desecharla. Tomando como prueba objetiva los hechos y dichos de los protagonistas bíblicos, a fin de desenmascarar a los profetas de Israel que promueven anti valores arguyendo que son valores dictados por Dios. Es decir, no trata de probar o negar la existencia de Dios __sino de desenmascarar a los príncipes de la Sinagoga que utilizaron del nombre de Dios para engañar, explotar y manipular a los fieles aduciendo voluntad divina__ y develar la riqueza genérica de la trascendencia humana patente en Cristo, que ocultó la manipulación rabínica.

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  8. Rodolfo Plata,
    entiendo que quieres defender un "humanismo cristiano", libre de ciertas tesis "judaizantes".
    Yo, estando de acuerdo en parte del fondo, querría dejar claro lo siguiente, que considero muy importante:
    - Cuando se utilizan términos como "judaizante", "Israel", etc, hay que tener muchísimo cuidado de no confundir lo que es su sentido filosófico-teológico de lo que es racial social y cultural. Me parece realmente inapropiado usar esas palabras sin tener en cuenta esto. El antisemitismo no tiene ningún apoyo en el hecho de que cierta teología dominante entre los judíos (si es que es así) tenga rasgos que uno pueda considerar, ideológicamente rechazables, igual que no tendría apoyo un antihelenismo porque muchos greigos fueran politeístas y uno crea que el politeismo está equivocado. Entre los griegos, como entre los judíos o entre los españoles, hay gente que cree cualquier cosa, porque ni la ´"raza" ni la nación ni la cultura siquiera, determinan a un individuo. No insinúo que tú creas lo contrario, solo quiero evitar cualquier malentendido cuando se usan palabras que algunos usan con sentidos racistas, nacionalistas o culturalistas peyorativos.

    -También encuentro muy inapropiado hablar de verdad y mentira, o de lo que unos u otros quieren hacernos creer. Habría que hablar de Verdad o Falsedad, o de Verdad o Error, y de lo que uno u otro Cree.

    -Por último, no creo que tenga sentido ver qué Dogmas están en lo cierto. Los dogmas, por definición, son inaceptables racionalmente. Y quien tiene fe, ya tiene bastante. Por eso, para mí no es cuestión de cuál es el cristianismo auténtico. Lo que me interesan son ideas y argumentos, sean o no canónicos para tal o cual individuo.

    Saludos

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