miércoles, 14 de diciembre de 2011

Reivindicación de las reglas (anotaciones sobre Wittgenstein -y Kripke-, II)

Una de las creencias que, según parece creer Wittgenstein, da más pábulo a la Confusión en sí, o sea, a la Metafísica, es la de que tenemos experiencia o conocimiento de Leyes o Reglas. Creemos, por ejemplo, que las “leyes naturales” son algo así como raíles por donde transitan los hechos, o que las hipótesis científicas son, en algún sentido, como las proposiciones acerca de hechos, es decir, verdaderas o falsas. Wittgenstein se molesta mucho con esta confusión, e insistió siempre (demasiado, quizá) en la heterogeneidad entre leyes o hipótesis, por una parte, y hechos por otra. Pero es la Matemática la que más nos incita a la confusión metafísica, al “platonismo”. Seguramente por eso en las Investigaciones Filosóficas puso como ejemplo de la paradoja de Seguir una Regla, un caso de aritmética. ¿Qué queremos decir, realmente, cuando decimos que estamos siguiendo una determinada regla? ¿Qué conocimiento tenemos de una regla?

Me acercaré a este asunto, en primera instancia, a través de la lectura que hace Kripke (en Wittgenstein. A propósito de Reglas y de Lenguaje Privado, Tecnos, 2006) de lo que considera el “argumento central” de Investigaciones Filosóficas. (En otro momento, si me encuentro con fuerzas, me acercaré directamente al sinuoso y “dialéctico” tratamiento que hace el propio Wittgenstein). Aunque hay muchos que creen que la interpretación que de Wittgenstein propone Kripke (Kripkenstein, la llamó Putnam) no es correcta (ya se sabe lo difícil que es interpretar a gusto de todos a un genio), a mí me parece una lectura muy clara y precisa en general. Krikpe cree que la paradoja señalada por Wittgenstein es la más profunda y destructiva paradoja escéptica jamás descubierta, pero a la que Wittgenstein da una “solución escéptica” (lo que, por la ley que rige la doble negación, rehabilitaría a las reglas, entendidas ya no privado-representacionalmente sino socio-pragmáticamente).
Voy a recordarla, y comentarla críticamente, para mostrar que el argumento de Wittgenstein es inocuo y no prueba lo que pretende (o pretende pretender).

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La paradoja, como la expone Kripke, es la siguiente: ¿Cómo sabemos, cuando contestamos que 68 más 75 es igual a 125, que estamos siguiendo una regla, a saber, la regla aritmética de la suma, “más”, y no cualquier otra regla que podría dar ese mismo resultado, por ejemplo, la regla “cuás”, que se define como “(x cuás y) = (x más y), si x, y < 57; =5 en otro caso”? Al fin y al cabo hay infinitas posibles funciones que darían ese resultado. Todo lo que tenemos, para creer que es “más” la que está ejerciendo su trascendental influjo, es una serie limitada de experiencias pasadas que, en efecto, correspondían a “más”, pero que no son nunca suficientes para inferir que se trataba de “más” (y no de “cuás”, por ejemplo). No hay fact of the matter para decir que estamos sumando, y no cuásumando.

Como dice Kripke, este argumento es, en principio, muy destructivo. Nada quedaría a salvo de él. Porque puede aplicarse a cualquier noción. Por ejemplo, ¿cómo sabemos que la próxima vez que Kripke use la palabra ‘argumento’ se estará ateniendo a la regla-significado normal, y no a otro significado (“cuasargumento”, digamos), que hasta ahora había coincidido con “argumento” en los casos dados del uso del término? Goodmann usó el ejemplo de “verdul” (verde hasta ayer y azul desde hoy). Ni el más mínimo empirismo queda tampoco a salvo de la paradoja escéptica.
Según la interpretación de Kripke, Wittgenstein aceptó el argumento (el escepticismo acerca de reglas es irrebatible), pero le dio una respuesta escéptica: no necesitamos para nada a las reglas, porque son una mala interpretación del (rousseauniano) lenguaje común. Lo que determina la validez de una aserción (como “68 más 75 es igual a 125”) no es una experiencia privada y representacional, sino unas normas de uso prgmático-sociales.

Antes de rechazar la validez del argumento, voy a rechazar la validez de esta “solución”. Mis objeciones fundamentales al sociologismo trascendental (que tanto ha engatusado a wittgensteinianos como Davidson o Putnam) son

     - (objeción fenomenológica) si tengo razones para dudar radicalmente de mi experiencia subjetiva de, por ejemplo, estar pensando en “más” o en “rojo”, las mismas razones tengo para dudar radicalmente de que mi experiencia de que vosotros, los demás, me estáis dando la razón. O sea, que mi experiencia es intersubjetivamente compartida, no es más que una experiencia privada mía.

     - (objeción lógico-normativa): lo dudoso no se hace evidente por mayoría, ni de las creencias o costumbres mayoritarias se deduce qué debo creer y hacer yo. Ningún grupo social puede convenir, crear, estipular explícita o implícitamente, qué es una teoría correcta o qué propiedades tiene un concepto.

Y contra el pragmatismo tengo una objeción fundamental: no tengo ningún acceso cognitivo a lo que es una práctica si no es mediante un lenguaje descriptivo. Pero esto lo quiero explicar mejor en otro momento, porque es el punto más importante, a mi juicio.

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Ahora veamos la “paradoja escéptica” acerca de seguir una regla. Kripke, que parece haberlo pensado mucho tiempo, se hace cargo de varias posibles réplicas, y les intenta dar respuesta:

     - Lo primero que yo replicaría es que la regla “más” no se infiere de los casos de su aplicación, sino, en cualquier caso, a la inversa. ¿Quién pretendería una base inductiva para una operación aritmética? Kripke se hace inmediatamente cargo de esta réplica a la paradoja, pero la rechaza. Si digo, dice, que estoy siguiendo un algoritmo ¿cómo puedo decir cuál es? Nada en los hechos, en mi experiencia, pasada y presente, permite deducir que ese algoritmo es “más”, más bien que otro de los infinitos posibles. A mí esta respuesta me parece muy dudosamente convincente, al menos mientras no determinemos qué es una “experiencia”. Pero dejémosla de momento y sigamos adelante con Kripke.

     - Tras la anterior réplica, un “platónico” estaría tentado de volver a replicar que, si sé que sigo este algoritmo y no aquel, es porque uso una suprarregla (un super-algoritmo) que determina cuál algoritmo de nivel inferior es el que estoy siguiendo. La respuesta de Kripke es que esto no supone más que desplazar el problema, porque al final habría un algoritmo que no se sustentase en otro, y nuevamente no sabríamos decidir cuál es. Esta respuesta me parece menos convincente todavía. Aparte de seguirse dando por supuesto que lo que justifica a una regla es un conjunto de hechos, se da por supuesto que puede haber múltiples supra-algoritmos últimos, lo que es lo mismo que decir que puede haber múltiples criterios últimos de qué es una proposición válida, lo que destruye, no solo al resto del conocimiento, sino a las propias tesis de Kripkenstein, que necesitan, para presentarse a nosotros como un argumento válido, suponer que hay una y solo una norma de validez. Pero sigamos a Kripke.

     - Visto la última respuesta, la réplica que a un metafísico se le ocurriría en seguida es que, en efecto, hay una norma racional superior que determina si debemos elegir “más” en lugar de “cuás”. “Más” es más auto-idéntica que “cuás”. Krikpe vuelve sagazmente a presentirlo, y contesta, simplemente, que “cuás” es tan idéntica a sí misma (que es la única manera de ser idéntico) como “más”. Tampoco esto me parece aceptable. Claro que en sentido mínimo todo lo que tiene identidad (todo lo que es algo), la tiene en el mismo sentido mínimo. Pero, mientras que para expresar el algoritmo “más” hace falta una definición muy breve, y única para todos los casos, no pasa así con “cuás” ni con ninguna otra alternativa. Es más, estoy convencido de que si se encontrase una alternativa algorítmica más simple que “más” para explicar la operación propia de los números naturales, todo matemático creería que se ha dado con una mejor definición de esos números y de su operación propia.

     - Una idea emparentada con esta, y que podría proponer el defensor de que conocemos Reglas, es que debemos preferir la regla más sencilla o simple (principio de economía). Krikpe, una vez más, considera esta réplica (aunque en un lugar distante a la anterior) y dice que, además de que la idea de simplicidad no es clara (cosa que me parece claramente falsa), la simplicidad solo puede ayudarnos, dice Kripke, a dirimir entre diversas hipótesis en pugna, no puede decirnos cuáles son las hipótesis en pugna. Si lo he entendido, no puedo estar de acuerdo con esto: nuestra super-regla es: acéptese en cada caso la regla más sencilla o simple que explique cuanto sabemos. Los aritméticos hacen estupendamente en pensar que es “más”, y no “cuás” la que explica mejor todos los hechos aritméticos conocidos. Pero, lo que es más (y sigue quedando pendiente) un aritmético no necesita ningún número de casos para conocer el algoritmo “más”, porque este se intuye por sí mismo. Al contrario, es el conocimiento del algoritmo, de virtualidad infinita, el que nos permite identificar casos de suma.

No comentaré otra réplica que discute Kripke, a saber, que las reglas se pueden definir disposicionalmente, porque en este caso estoy de acuerdo con él en que esto no soluciona nada: tendríamos que definir las disposiciones (dejando a un lado que, como dice Kipke, también tenemos disposición a caer en el error).

¿Por qué, entonces, creo que debemos rechazar el argumento escéptico, y considerar inocua la paradoja de seguir una regla (o la de verdul, o la de la indeterminación de la traducción)? Debemos rechazar al menos una de sus premisas. El argumento podría resumirse así:
  • Primera premisa: solo tenemos acceso a experiencias fenomenológicas concretas;
  • Segunda Premisa: no es posible inferir, a partir de un número concreto de experiencias concretas, una regla:
  • Conclusión: Por tanto, no tenemos ningún acceso a la representación de reglas.

No es más que un pariente del problema de la inducción, o de la asociación, etc. O sea, de la imposibilidad de inferir lo universal a partir de lo particular. La segunda premisa me parece cierta. La solución, tan fácil filosóficamente como difícil psico-socialmente (dado el prejuicio fundamental de nuestros tiempos) es negar la primera premisa: tenemos conocimiento directo, intuitivo, de reglas. Esto lo sabemos no solo a posteriori (viendo que sin esa suposición se hace completamente inexplicable todo conocimiento), sino también y sobre todo a priori: sabemos (si nos deshacemos de prejuicios) que entendemos perfectamente ideas y reglas que trascienden todo caso concreto, y que entendemos, sobre todo, una super-regla (llamada “lógica”) que nos conmina a elegir siempre la regla más simple, es decir, la que en menos términos explique más cosas.

Quizá esté equivocado yo, y esa primera premisa sea válida, pero hasta ahora no conozco el argumento para ello. Hasta ahora, es, a mi juicio, un prejuicio puro que nuestros conocimientos están limitados a representaciones con índices temporales, aquí y ahora. Como dijo Descartes, este prejuicio procede de confundir Pensar con Imaginar.

Toda la crítica contra el cartesianismo es una ilusión contemporánea. Las ideas cartesianas no son imágenes. El “anti-representacionismo” está preso en su propia imagen precaria de lo que es pensar.
Lo único que prueba la paradoja de seguir una regla es que, en efecto, las Reglas son irreducibles a cúmulos de hechos, o sea, que está equivocado todo representacionismo imaginista (tipo Berkeley y, sobre todo, Hume y seguidores), y todo extensionalismo.

5 comentarios:

  1. Concluyes que
    El argumento podría resumirse así:

    Primera premisa: solo tenemos acceso a experiencias fenomenológicas concretas;
    Segunda Premisa: no es posible inferir, a partir de un número concreto de experiencias concretas, una regla:
    Conclusión: Por tanto, no tenemos ningún acceso a la representación de reglas.


    Con lo que acabas por familiarizarte (nótense las connotaciones wittgenstenianas) a través de, es decir, asimilar el problema con, una rama típica de las discusiones filosóficas, esto es, No es más que un pariente del problema de la inducción, o de la asociación, etc.

    Bien. Yo no lo veo así. Tal vez así sí sea Krikpkenstein mas no Witti II quien vino a poder traducirse así:

    Primera premisa: solo tenemos acceso a experiencias fenomenológicas concretas

    Segunda Premisa: no es posible inferir, ni siquiera a partir de algún número determinado de experiencias concretas, encontrar una ÚNICA regla que las describa. (v.gr: Piensa en libros usados novedosamente como apoyos de mesas cojas)

    Conclusión: Por tanto, no tenemos ningún acceso a la representación UNÍVOCA de reglas.

    Es decir, el tema está interconectado más fértilmente con el dilema de la interpretación y/o traducción

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  2. Por otro lado, yo no quisiera enunciar la primera premisa de forma tan equívoca, a saber: solo tenemos acceso a experiencias fenomenológicas concretas y preferiría decir que tenemos compartido acceso fenomenológico de igual nivel de detalle a efectos prácticos (cuando amalgamamos en una misma persona la cara de nuestra madre con la de hace 20 años, no hacemos sino automatizar una percepción de fitness probado no descargarnósla del reino platónico y por tanto resultar ineludible y al respecto, véase el síndrome de Capgras)

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  3. Héctor,
    antes de nada, gracias por los comentarios, como siempre.

    La modificación que propones de la "segunda premisa" me parece aceptable, pero no me parece que introduzca una diferencia sustancial. De acuerdo con ella, uno podría hacer aritmética pensando en el operador M-as igual que pensando en Cuás o en cualquier otro de los infinitos posibles, o "verdul" en vez de Verde" y "Azul"; y si toda la restricción que hay a esto es un hábito social, eso significa que la cosmovisión de un loco es tan válida como la de un "cuerdo".

    Los matemáticos dna por supuesto que hay una regla aritmética que es la correcta (porque, además de explicar todos los casos, es la más sencilla, etc), pero es que, además, sigo sin ver cuál es la justificación de la primera premisa, que es la que yo rechazo.

    Tu modificación de esa primera premisa tenemos compartido acceso... ya no me parece aceptable, porque ¿qué significa "compartido"? ¿Cómo sabes que es compartido, y no una ilusión tuya? Insisto, no veo que se pueda salir del solipsismo por una ventana dibujada en la pared, como es la creencia en lo intersubjetivo.
    Además, y como decía en el texto, ni siquiera por esa ventana se llega a justificar una normatividad científica. Pero sin normatividad, no hay ciencia correcta o incorrecta. Sería un hecho sociológico, contingente, fáctico, que tal comunidad comparte ta o cual cosa, pero no normativo de lo que DEBERÍA compartir.
    Por otra parte, el que tengamos un grado similar de fitness habla más bien de que hay un cómo son las cosas (por ejemplo, nosotros mismos), que no está sujeta a convcención alguna.

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  4. No, Juan, no es verdad que si toda la restricción que hay a esto es un hábito social pues bien puedo yo traducir de diversas maneras un texto y aún así no tener barra libre, es decir, planteas un falso dilema entre azar absoluto o determinismo absoluto, nubes o relojes.

    Yo puedo, por insistir este sentido, estar razonablemente situado sobre lo que quiere decir alguien cuando se autoproclama romántico o nacido en una ciudad del norte pero no dudes que realmente no estemos estrictamente en sintonía y, sin embargo, poder valernos ese margen de error para la acción interativa que queremos desempeñar mutuamente y es ahí donde coloco la primera premisa reversionada, esto es, al compartir ciertos fundamentos materiales nuestras limitaciones quedan pragmáticamente acotadas como, por poner otro ejemplo, al estar como está hecho nuestro órgano visual la discrepancia entre lo que yo veo como verde y otra persona ve como verde (se sabe, por ejemplo, que las hembras de muchas especie simiescas tienen genes que les habilita una mayor matización cromática en la visión) será razonablemente discorde.

    Estaríamos más bien en la línea de la inescrutabilidad de la referencia y no tanto en la de la inducción, tal y como entiendo yo a Witti II, en cualquier caso, y como digo y redigo, para que me entiendas (por extensión a Witti II) debes habilitar una noción simétricamente distante tanto de la arbitraria convención intelectiva como obligatoria impresión intelectual.

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  5. Pero si no hay barra libre, ¿por qué? Y si la restricción de esa barra es meramente convención social, eso es lo mismo (o peor, mejor dicho) que aceptar que hay barra libre.
    No hay que confundir el hecho de que haya diferentes posibles descripciones de lo mismo, y que esas descripciones lo sean por relación a los sujetos, con que no hay una naturaleza en sí de las cosas y que los sujetos estipulan o convienen esa relatividad. No hay nada de relativo ni convencional.

    En cuanto a la inescrutabilidad de la referencia (a la que le querría dedicar una entrada alguna vez), en efecto, está muy emparentada con la paradoja de Wittgenstein (y con el verdul de Goodmann), pero me parecen todas igual de equivocadas. Aunque los datos infradeterminen qué teoría es preferible, si a los datos sumamos los rasgos epistemológicamente preferibles, como la simplicidad, se acaba la determinación: ningún matemático creerá que cuando sumamos seguimos la función cuás y no más. Es simplemente la muestra de una actitud irracional: tomar la teoría más compleja para explicar lo mismo. Y si una sociedad hiciese eso (y creyese que, para explicar el movimiento de la tierra hace falta, además de la gravedad, un ejército de demonios) serían tontos, por másque esa fuese su "forma de vida". Las formas de vida pueden ser más o menos razonables: no son dios.

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