sábado, 7 de enero de 2017

Cómo no defender las humanidades

Hace unos días, mi buen amigo Jesús Zamora Bonilla, filósofo, escritor y profesor, publicaba en El País un artículo titulado “Cómo no defender las humanidades”, en el que, haciendo gala de su espíritu escéptico (sanamente escéptico), intentaba delatar algunas de las principales falacias que predominarían entre los defensores del valor social y personal de la educación en las humanidades (entre estas disciplinas Jesús incluye, junto a la Historia, la Literatura, etc., también a la Filosofía, cosa que muchos filósofos considerarían discutible, pero que no discutiré aquí). Jesús nos advierte de que su ataque a esas presuntas falacias no significa que él no crea que no haya manera de defender correctamente las humanidades, aunque (como buen escéptico, encargado más de demoler que de ofrecer una construcción) deja eso para otro día. A mí me resulta intrigante cómo podría él, si se pusiera a ello el día de mañana, defender las humanidades, una vez que vemos cuáles piensa que no son maneras de hacerlo. En efecto, resulta que para defender la pertinencia educativa de la Historia o la Filosofía, no vale decir, según Jesús, que son un “pilar” de la democracia, ni que nos hacen más críticos, ni que contribuyen de manera relevante a realizarnos como personas. ¿Para qué son buenas, entonces? Quizás -especulo por lo que dice- las defendería él, en su (para sus amigos, conocida) vena hedonista, como una buena manera más de entretener las horas muertas. No obstante, mi intención no es especular sobre su futuro trabajo en este asunto. La cuestión es que yo me identifico con esas personas que, como Martha Nussbaum (Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades) y varios otros, defienden las “humanidades” de la manera que Jesús (con algunos otros de nuestros filósofos e intelectuales) considera falaz. Sin embargo, yo no veo las falacias que ve Jesús Zamora en ese tipo de defensas de las humanidades. Antes bien, creo que pueden detectarse falacias en su ejercicio de “deconstrucción” (que él me perdone el término, porque sé que Derrida no es uno de sus santos). Por eso me siento obligado a replicar a los argumentos de Jesús y entregarme así a una especie de “deconstrucción de la deconstrucción” (remedando la expresión del teólogo árabe Al-Ghazali). Vayamos a ello:


La primera falacia que denuncia Jesús Zamora es la siguiente: la educación en humanidades sería un pilar de la democracia. Jesús contra-argumenta, en primer lugar, que la inmensa mayoría de los sabios humanistas que en el mundo han sido, eran contrarios a la democracia; además, añade, es muy paradójico que eso que siempre ha constituido un haber de la élite en el poder (“un privilegio de caballeros”) y un elemento de diferenciación social, se convierta ahora en herramienta de emancipación y democracia. Empecemos por esto último: creo que lo que se deduce del hecho histórico aducido por Jesús es más bien justo lo contrario de lo que él deduce: puesto que el conocimiento humanístico (todo conocimiento, en verdad) es y ha demostrado históricamente ser una herramienta esencial del poder, si queremos “empoderar” (como se dice ahora) a todos los ciudadanos, se sigue que tenemos que proveerles (tenemos que proveernos), necesariamente, de tal conocimiento.

 Pero –yendo a lo primero- ¿cómo es posible que lo que es una herramienta de empoderamiento, le haya sido negada por los sabios a la mayoría de los seres humanos? Bien: en primer lugar, esto es discutible. La lucha contra la teocracia ha sido históricamente larga y lenta, pero se ha llevado a cabo solo o principalmente gracias a la universalización de la racionalidad, hasta llegar a la teoría del Contrario Social y la idea kantiana de que todo ser humano posee en sí la ley “práctica” (ética y jurídica), fundamento ideológico (aunque sea pese a sus autores) de la democracia actual. La razón por la que Platón (de quien Jesús, con Aristóteles, dice sensatamente ser menos amigo que de la verdad), Kant y tantos otros despotistas ilustrados se opusieron a la democracia, es precisamente porque creían que nunca, o muy difícilmente, la inmensa mayoría de las personas sería capaz de poseer el conocimiento “humanístico” (o el conocimiento, en general) necesario para ejercer el poder, no porque creyesen que el conocimiento no tiene por qué ir ligado a la detentación de la soberanía y el poder.

¿Por qué creían esos grandes hombres que la mayoría de los mortales no era capaz de tal educación? Hoy tenemos elementos para pensar que estaban desencaminados por los prejuicios de su época: Kant creía, por ejemplo, que las mujeres no podían tener carácter moral, Aristóteles creía que algunos humanos nacen esclavos por naturaleza, Platón creía que tenemos almas de diferentes metales… Eran, todas ellas, creencias de tipo fáctico y (hoy estamos casi seguros) completamente erradas. Si Platón y otros sabios estaban equivocados en eso, y toda persona puede alcanzar un grado de conocimientos históricos y filosóficos como para participar del debate público, entonces tenemos que deducir que lo que ellos creían que era posible y necesario solo para algunos, lo es en realidad para todos: en eso consiste la conquista de la democracia. El mismo Platón creía que no hay que dar por supuesto de qué material es el alma de cada uno al nacer, de modo que solo los hechos, en el contexto de una educación lo más igualitaria posible, podrían ayudar a descubrirlo. No puede, pues, excluirse a priori que, en un contexto de educación igualitaria, todos resultásemos tener igual tipo fundamental de almas y ser, por tanto, igualmente dignos de pertenecer a la élite gobernante. En resumen: los sabios pensaban, acertadamente, que el conocimiento humanístico debe estar intrínsecamente ligado al poder, pero creían, erróneamente, que la masa del pueblo es incapaz de ese conocimiento.

En realidad, el (contra-)argumento de Jesús Zamora tiene un carácter extrínseco (se basa en presuntos hechos, pero la política y la educación no tienen por objeto describir el mundo, sino criticarlo y, al fin, cambiarlo, según la famosa tesis de Marx). Y ¿no resulta enigmático qué creerá Jesús Zamora que constituye la competencia necesaria para la democracia, si no lo es el conocimiento de la Historia y el ejercicio crítico de las ideologías? Quienes defendemos las humanidades como elemento cívico esencial, lo hacemos, en efecto, porque (en una vena “republicana” –en el sentido filosófico-político de este término, que se remonta a Rousseau y Kant, y recientemente a Pettit, Rawls, Habermas y varios otros-) creemos que no hay democracia sin ciudadanos competentes en la crítica de las ideologías. Si prescindimos de esto, ¿qué pensamos que hace mejor a una democracia? Dejemos que el propio Jesús nos conteste a este extremo.

Pasemos a otra de las falacias que diagnostica Jesús en la defensa de las humanidades (cambio el orden en que la enumera él, porque creo que esta está estrechamente ligada a la anterior): algunos creemos, en efecto, decíamos, que las humanidades son elementales en la formación de una ciudadanía crítica, y que esa es una razón (más o menos consciente) por la que el sistema de mercado las relega en el currículo sustituyéndolas por una formación en lo más económico y mercantil. Sin embargo, Jesús señala, como contra-argumento, que ni es verdad que en el itinerario educativo se enseñe a ganar dinero (“ni siquiera a gastarlo”), ni que los muchos años de formación fundamentalmente humanística en países como el nuestro, hayan tenido el efecto de aumentar la masa crítica de la ciudadanía. Este argumento escéptico, en la medida en que apela, una vez más, a los hechos, implica muchas variables que lo hacen, como todo hecho sociológico, discutible y sujeto a la interpretación. Una de esas variables es el asunto de hasta qué punto el éxito o no en la formación de ciudadanos críticos es culpa de las humanidades y no, más bien, de un sistema educativo que en ningún momento ha dejado de estar controlado por las élites de una democracia imperfecta y contra el que ha habido que luchar casi heroicamente desde dentro. Con todo, creo que es difícil negar que, por ejemplo en nuestro país, hemos crecido exponencialmente en educación, también en educación cívica. No hay que olvidar que venimos de una dictadura, y que en la mayoría de países de nuestro entorno existe una educación humanística, una bildung, muy superior a la formación del espíritu nacional que reinó en la reserva espiritual de Occidente.

Quienes creemos que se está produciendo una (mayor) mercantilización de la educación, no necesitamos caer en una burda versión de la teoría del complot del malvado capitalismo (ni añoramos cualquier pasado libertinaje de cátedra). La cosa es algo más sutil: el hecho es que, tanto en los contenidos como en las formas, los estudios, desde la educación primaria hasta la universitaria, van siendo regidos cada vez más y en más países (desde EEUU a Japón, pasando por nuestro país y su infausto Wert) por criterios productivistas, lo que no tiene nada de extraño si se piensa que son las instituciones económicas las que, por encima de criterios culturales y políticos, determinan cada vez más qué recurso económico se destina a qué actividades. ¡Claro que las escuelas enseñan, y cada vez más, a ganar dinero, o, más bien, a trabajar para que lo ganen otros!: la inflación de formación técnica (incluso las ciencias se justifican solo por sus réditos productivos “y” armamentísticos), y la deflación de las educaciones artísticas y críticas, tienen como misión (más o menos consciente, y más o menos exitosa) producir productores y consumir consumidores.

Vayamos, por fin, a la otra falacia que cree ver Jesús Zamora en las típicas defensas de las humanidades (dejo aparte la última que menciona él brevemente, y que consistiría en que los intelectuales exigen educación humanística porque viven profesionalmente de ello: como dice el propio autor del artículo que comentamos, esta es una argumentación que se comenta sola…). La otra falacia, decimos, sería esta: la educación humanística –según creemos algunos- es un elemento esencial de la realización o del crecimiento integral de la persona. En contra señala Jesús que quienes nos dedicamos a las humanidades no somos ni menos “imbéciles” ni más felices que quienes apenas tienen un mero barniz de ellas. Es decir, la educación humanística no (pero… ¿alguna otra sí?) nos haría ni más inteligentes ni más felices, aunque sí son una fuente de inocente placer. Este argumento (lleno de una encomiable humildad) entra, a mi juicio, en colisión frontal con el primero que hemos sopesado: si la educación humanística no sirve para realizarnos ¿cómo es que se la han quedado siempre para sí las élites del poder? ¿Acaso eran “imbéciles” y no se dieron cuenta de que siendo rudos analfabetos podrían haber sido igual de sabios y felices con bastante menos esfuerzo mental? ¿Solo obtenían, esas élites cultas, un cierto placer (que no podía, sin embargo, repercutir en la felicidad, según el argumento de Jesús)? En cualquier caso, este argumento denota una concepción muy austera de la “realización” humana… si bien no extrema: podríamos ir un poco más allá y preguntarnos: ¿qué hemos ganado aprendiendo a hablar? ¿Somos algo menos imbéciles y más felices que una muy bien adaptada ameba?

Toda esta cuestión es difícil, porque ya no atañe a lo político y lo público, como las anteriores falacias, sino que se introduce en el terreno de la ética y el de lo que quiera que sea una buena vida. Y ya sabemos que nuestra sociedad liberal es muy reacia a hablar de qué constituye una buena vida: solo entiende de lo que se puede comprar y vender. Podría ser que el asunto de qué constituye una vida realizada, sea algo del todo subjetivo, y entonces no sería utilizable como argumento en defensa de la educación pública en humanidades. Sin embargo, hay algo esencial que señalar en este respecto: sea lo que sea de todo esto de la realización personal, parece evidente que la discusión acerca de ello solo puede hacerse, con competencia, desde una preparación humanística. En efecto, no es una mera casualidad que Jesús (y yo) poseamos una cierta educación humanística: ¿estaríamos manteniendo este debate, sin ella? ¿Puede mantenerse un debate competente acerca de lo que debe ser una buena educación, sin el conocimiento de la Historia, la Literatura “y” la Filosofía, sin la “herramienta” de las humanidades? O, para no doblegarnos siempre al lenguaje instrumental, ¿podemos hablar de una educación allí donde faltan, no ya como medios, sino simplemente como fines, algunas de esas “materias”?

¿No será (planteo como hipótesis hermenéutica un tanto osada) que todo lo que nos quiere enseñar el artículo de nuestro amigo y colega Jesús Zamora es que, en efecto, no es posible siquiera discutir de qué es lo que importa, si se carece de educación humanística? ¿Nos está diciendo Jesús, con su simple acto de escribir acerca de cómo no defender las humanidades, algo como “fijaos en mí: solo porque tengo educación en humanidades puedo hacer una crítica de cómo no educar en ellas”? Esto sería un gran ejercicio de ironía, de reducción al absurdo de la negación del carácter esencial de las humanidades para la crítica; un ejercicio de lo que los teólogos llamaban “vía negativa”: incluso hablar de cómo no defender las humanidades es un ejercicio de su defensa sustantiva… Por eso, seguramente, Jesús no necesitará escribir nunca la segunda parte, su “cómo sí defender las humanidades”.

24 comentarios:

  1. Pues yo soy del grupo antihumanista...porque a mi precisamente me gustan todas las áreas de humanidades. Y justo porque tengo ese placer, sé que no se pudo, no se puede cultivar desde chiquititos, en fila india y examinados, a la edad de tal o cual, sino que es siempre una búsqueda propia que se llama a sí misma y solo a partir de este gesto, la exhaustividad adquiere un goce involuntario.

    Las humanidades serían como una ciudad donde es el andar propio lo que la familiariza mientras que la escuela es siempre un guiarse turístico que inevitablemente acaba en lo icónico y kitsch: para esa edad y esa época prefiero la instrucción atlética del cerebro.

    Entrando más en tu texto, aunque todavía en la periferia, diré que ante todo habría que cercar lo que son humanidades pues amalgamar a Platón con Shakespeare con E.Gibbon es pura retórica cuando menos metonímica y quien defiende al conjunto de todos ellos supongo que también tendría que demostrar si es necesario un cultivo equitativo de todos ellos o ciertas áreas de humanidades son más prioritarias.

    Entrando ya a tu texto simplemente diré que es inviable una enseñanza de Humanidades. Lisa y llanamente: inviable. Lo que hay hoy no falla (mayormente) por conspiración de poderes fácticos sino porque, insisto, es inviable enseñarle a un chaval de doce quince ocho años qué se quiere expresar en el monólogo de Hamlet o en la resistencia de Sócrates a soslayas su sentencia de muerte: ¿nos creeríamos a un mozart niño que compusiera las meláncolicas, profundas, dramática piezas que compuso de mayor? No, porque no tenía la adherencia ni sedimentación necesarias para transformas vivencias y sonoridades en una experiencia homogenea. ¿Cómo pretender que un preadolescente sin talento lo consiga y lo haga además en varias y diversas áreas?

    A mi juicio las Humanidades vienen después. Sólo se entiende a Popper después de entender a Einstein. Sólo se entiende a Platón después de entender silogística. Sólo se entiende a Proust después de entender psicología. Sólo después de ir a clase, ir viviendo la vida, se entiende de Humanidad(es).

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    1. Gracias por tu comentario, Héctor.
      Disiento en casi todo lo que dices en tu comentario, como imaginarás. Yendo a lo principal, esto es, a si es viable enseñar "humanidades" a un chaval, puedo asegurarte de que en mi experiencia resulta completamente viable. Ocurre todos los días. Estás invitado a asistir a una de mis clases, para comprobarlo por ti mismo. Un abrazo

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  2. Muchas gracias por el extenso comentario, Juan Antonio. Ya me imaginaba que ibas a ser de los que se daban por aludidos por mi artículo. Como no quiero entrar en un nuevo inacabable debate de los que tuvimos tiempo ha, me reservo la respuesta para cuando ofrezca una más general, aunque te doy gracias de antemano por todas las ideas que tu texto me inspira en esa tarea (y por indicar sólo una pincelada: la raíz de mi desacuerdo está, sobre todo, en que mi escepticismo me hace dudar mucho de que la extensión del conocimiento de las humanidades sea una "fuerza causal relevante" en el movimiento de la historia; creo que es más bien un EFECTO de otros factores sociales, económicos y culturales, y que "echa el vuelo al anochecer", como decía Hegel, por lo que intentar cambiar la historia manipulando lo que es un efecto, y no una causa, no puede ser sino otra forma de observar las vísceras de los animales sacrificados o el vuelo de los pájaros).
    Un abrazo

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    1. Gracias a ti, Jesús.
      Yo conservo algo más de confianza en la educación. Incluso aunque ella no fuera el motor de la historia, creo que es difícil negar que sí es una herramienta poderosa.
      Un abrazo

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  3. ¿no se pueden enseñar humanidades a un mozalbete de 15 años? mi monografía "Estudio histórico y literario de las CATILINARIAS de Cicerón está escrito a los 15 años de edad. Lo voy a difundir con un comentario. Mucho han cambiado algunas de mis opiniones (aunque tercamente sigo siendo tan populista como entonces, tan con los pobres y contra los ricos) pero no deja de asombrarme el dominio del latín y de la historia de Roma. No creo que me interesara mucho Shakespeare, ni entonces ni nunca. Siempre he tenido poco tiempo para la literatura. Evidentemente había empezado con las humanidades años antes.
    No creo que las humanidades hagan a uno demócrata ni estoy seguro de que la democracia sea siempre el mal menor, pero, desde luego, entre los estudiantes de humanidades de mi juventud la proporción de luchadores contra la tiranía era 100 ó 1000 veces mayor que en químicas o ingenierías.
    Las humanidades hacen mejor demócrata al demócrata, mejor falangista al falangista, mejor monárquico al monárquico.
    Sobre todo, citando a no sé quién, las humanidades no ayudan a que haya un determinado ordenamiento pero sí a que este merezca más ser defendido

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    1. Gracias por tu comentario, amigo y maestro Lorenzo.
      De acuerdo en que las humanidades hacen mejor demócrata al demócrata y mejor falangista al falangista... Pero ¿no crees que hay (como han dicho los republicanistas, por ejemplo Pettit, etc.) alguna relación más intrínseca entre democracia y filosofía (o capacidad de evaluar críticamente las diversas ideologías), que entre falangismo y filosofía?
      Un abrazo

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    2. la verdad es que no creo para nada en ese vínculo entre democracia y filosofía; entre otras razones porque de entre las disciplinas filosóficas, la ética (la que aquí sería más pertinente) es la más insegura. Soy realista moral, con una mezcla de axiología hartmanniana y consecuencialismo; pero dudo en qué medida se trate de meras opiniones, a diferencia de mis razonadas conclusiones en lógica, metafísica, teoría del conocimiento y filosofía jurídica.
      Para ser un razonable y responsable elecgor cuenta más el conocimiento de la sociología, la ciencia política, la historia, y hasta la economía (que, sin embargo, para mí es una ciencia). Muchos electores no saben ni multiplicar ni dividir. Saber multiplicar es un saber-hacer, no meramente saber recitar la tabla. Por no saber, no saben que con su voto están mandando a gente al paro e incluso a la muerte.
      Creen en los milagros. ¿Puede la filosifía quitarles esa creencia?

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  4. Me parece que enfocan hacia la capacidad de aprender y tener conocimiento. La sabiduría no es en si misma el conocimiento que uno tenga sino la capacidad comprensiva y resolutiva que tiene una persona. Los "líderes" del mundo no tienen conocimiento del hambre que hay en el mundo y no saben que las riquezas están mal distribuidas? No saben acaso que el camino por donde llevan al mundo no nos lleva a nada bueno? Comprando armas en lugar de medicina? Mandando balas en lugar de alimento? Acaparando riqueza? Lo saben, tienen el conocimiento, la estadística... saben en detalle muchas cosas. Pero nuestros "líderes" no son sabios.

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    1. Unknown,
      hablas de una cuestión muy interesante y debatida a lo largo de la historia de la filosofía precisamente: ¿de qué sirve un conocimiento teórico si no hay una sabiduría práctica, una frónesis al modo aristotélico?
      Ahora bien, parece que un conocimiento de las ideologías es, si no una condición suficiente para que haya justicia, sí al menos una condición necesaria, o al menos para que no se trate de una justicia iluminada, ¿no es así?

      Cordiales saludos

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  5. Olvidáis una cosa importante: todo eso que decís solo requiere que haya ALGUNAS personas que tengan determinados conocimientos, capacidades, etc., ni siquiera todas esas pocas personas las mismas. No REQUIERE que toda la población las tenga, ni siquiera una gran mayoría (y además, posiblemente la inmensa mayoria preferirá -con buen juicio- no hacer el esfuerzo por alcanzarlo). Las sociedades complejas se basan, al fin y al cabo, en la división del trabajo. Lo que hacen falta son INSTITUCIONES que protejan a la gente de quien los quiera engañar, no que CADA UNO tenga un argumentador racional y enciclopédico en su mochila para enfrentarse a los posibles explotadores. Es decir, podría perfectamente haber una estupenda democracía con sólo una proporción muy pequeña de la población que hubiese estudiado con una mínima atención a Kant, a Shakespeare o a Bismark.

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    1. Para que haya una democracia,en el sentido pleno de que todos los ciudadanos participan real (no formal y aparentemente) en las decisiones políticas (y no que son tutelados, como propones, por una élite ) es necesario (no decimos que suficiente) que todos tengan la mayor competencia posible en la evaluación racional de las ideologías. Si sólo es una élite la que conoce los argumentos y contraargumentos politicos, no puede hablarse de democracia, por más que se haga el ritual formal de que la gente introduzca un voto en las urnas. Se trataría de un despotismo ilustrado. O de una oligarquía que usa la demagogia.

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  6. En ninguna sociedad compleja va a haber "democracia plena", afortunadamente. Lo que tienen que garantizar las leyes es le DERECHO de que quien quiera participar más activamente que como votante pueda hacerlo, pero es ridículo pensar (y desear) que el proceso político consista en una "deliberación" entre MILLONES de personas. La mayor parte de la gente siempre preferirá no perder el tiempo con esas cosas, y les alabo el gusto.

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    1. ¿Votar sin deliberación? El sueño de todo oligarca, sí!
      Votar sin deliberación, hablar sin entender, escribir sin pensar...

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  7. No se trata de si votar "con" o "sin" deliberación, sino de CUÁNTA deliberación es razonable esperar que se lleve a cabo en la sociedad previamente a la votación, y qué GRADO de participación en esa deliberación es razonable esperar que tenga CADA miembro de la sociedad.
    Desde mi punto de vista, no es que no sea razonable, sino que es completamente absurdo, esperar que CADA punto, digamos, de los Presupuestos Generales del Estado tengan que ser "deliberados" por CADA ciudadano. Ni siquiera es razonable esperar que una ley de las más básicas, como la constitución, vaya a ser "deliberada" por TODOS los individuos. Considero mucho más razonable que esas deliberaciones estén encargadas a expertos sobre los que los ciudadanos tengan la posibilidad de "contratarlos" o "despedirlos" mediante su voto.
    La deliberación política, para que sea algo que tenga una repercusión práctica significativa, y no un mero divertimento de charla de café o de ejercicio de clase de filosofía, tiene que realizarse a un nivel extraordinariamente PROFESIONAL, en el que incluso a un estudiante recién licenciado sería fácil tomarle el pelo, y cuánto más a un ciudadano cuya experiencia en la argumentación política se limita a unos cuantos debates con sus compañeros de clase y a haber visto algún debate de La Sexta.
    Precisamente porque TÚ tienes derecho a que las leyes hayan sido "deliberadas" de la forma más sistemática y rigurosa posible, tienes derecho también a DELEGAR esa deliberación en gente que lo pueda hacer mucho más profesionalmente que tú. Y por supuesto, a elegir a quiénes quieres que lleven a cabo esa deliberación por ti. Exactamente igual que tienes derecho a que te opere alguien que lo haga de modo muy profesional, y no sólo alguien que, como mucho, haya visto algunos documentales sobre cirugía y haya viviseccionado a una lagartija en sus clases de Ciencias Naturales.

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    1. No estamos hablando de la deliberación técnica, que, en la medida en que la haya, seguramente es mucho mejor dejarla en manos de expertos. Estamos hablando de la deliberación política o ideológica. Esto es algo que, a mi juicio, no se puede delegar sin hacer dejación, con ello, de nuestro carácter de seres políticos: es como si delegas a otros para que te proporcionen el sentido de la vida, sin que tú poseas capacidad de juicio crítico al respecto: es lo que llamamos un totalitarismo.
      La esencia de la democracia es que las decisiones políticas (no las técnicas) incumben a todo ciudadano. Y, por tanto, todo ciudadano tiene que tener la mayor formación posible en la capacidad de evaluar críticamente las ideologías.

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  8. Deliberación es deliberación: no se trata sólo de si se ponen 1000 € más aquí o allá, sino de ofrecer razones por las que es más preferible una cosa u otra. Así que tan "política" e "ideológica" es la deliberación para elaborar y aprobar una ley en el parlamento, como la de una discusión de sobremesa sobre si es mejor la república o la monarquía. La cuestión es que la deliberación que un ciudadano particular lleve a cabo será la que le salga de los cojones y con quien haya tenido la suerte de poder ponerse a charlar, pero esa deliberación "privada" NO es la deliberación que se tiene que llevar a cabo PROFESIONALMENTE para aprobar una ley en el parlamento. El primer tipo de deliberación está muy bien para orientar a cada uno en lo que le parece mejor votar o no votar cuando llegan las elecciones o un referéndum, pero no deja de ser una deliberación "de café", y no conducirá en modo alguno al totalitarismo, precisamente porque esas deliberaciones "de café" pueden sacar, por acumulación, a cualquier partido del gobierno o llevar al rechazo de las leyes propuestas por él si se someten a referéndum.

    Lo que dices sobre la "esencia de la democracia" es literalmente absurdo, pues ¿cuál es "la mayor formación posible"? Obviamente, pasarse toda la puta vida "formándose" sobre esas cuestiones y no hacer absolutamente nada más. Yo, personalmente, no desearía vivir en una sociedad en la que todo el mundo se dedica por obligación a "vivir continuamente incumbido en las decisiones políticas". Prefiero (y como yo, la inmensa mayoría... y por tanto obedecer esa preferencia es lo más democrático) una sociedad en la que la inmensa mayoría de las deliberaciones políticas son llevadas a cabo por representantes democráticamente elegidos.

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    1. Es muy diferente una deliberación ideológica o política (por ejemplo, si hay que permitir o no el aborto, si es justa la redistribución de la riqueza, si es justo que los ciudadanos de una parte de un Estado voten su independencia, etc.) de una deliberación técnica acerca de como llevar a cabo cada una de esas decisiones políticas.Toda sociedad distingue una cosa de la otra, por eso vota a sus politicos pero no a los técnicos . La segunda labor incumbe a los expertos en las ciencias pertinentes. La deliberación política, en cambio, incumbe a todos en una democracia, y requiere del ejercicio y educación de la capacidad de reflexión crítica de las ideologías. No requiere que uno se dedique sólo a eso, en detrimento de todo lo demás, y nadie ha defendido tal cosa, pero exige que todos los ciudadanos cuenten con los mayores y más igualitarios recursos dialécticos posibles para ello.

      En cambio, lo que tu sostienes es que para que los ciudadanos ejerzan perfectamente en calidad de tales, es decir, como actores de decisiones políticas, es completamente prescindible que tengan formación alguna.

      Eso es manifiestamente falso: una persona no toma realmente una decisión si carece de los recursos para evaluarla. Con tu criterio no se puede distinguir una sociedad de gente bien formada críticamente de una sociedad de analfabetos conducidos demagogicamente por unos "expertos."

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  9. Me temo, Juan Antonio, que tienes una concepción demasiado mitológica de la democracia, lo que no me extraña, pues es la habitual entre la mayoría de los filósofos que conozco.
    Primero, no estoy hablando de "decisiones técnicas", sino de decisiones políticas, es decir, la aprobación de las leyes, no su aplicación posterior por parte de la administración. Es este proceso de redacción, discusión y aprobación de las leyes el que está muy por encima de las capacidades de la mayoría de las personas, y el que en caso de que se tuviera que hacer sistemáticamente con la deliberación (¿de cuántos minutos por ley?) de cada persona sería absolutamente impracticable. Una comuna de unas decenas de individuos tal vez pueda crear leyes que resulten de un proceso deliberativo en el que todos sus miembros participan por igual. Una sociedad de millones o cientos de millones de personas, sencillamente no. Insisto, no sólo porque sea impracticable, sino porque no es deseable, pues las leyes que rigen una comunidad tan grande son muchísimo más complejas que las de una pequeña comuna, y por lo tanto exigen que quienes las redacten y discutan se hayan especializado profesionalmente en ese tipo de actividad.

    Que la deliberación política "incumbe a todos" quiere decir, como mucho, que cada uno tiene el derecho a especializarse en eso y presentarse a las elecciones, si quiere, y que los especialistas que lo hagan sean elegidos por los ciudadanos. Y por supuesto, que uno tiene el derecho a seguir los debates, y en el caso de los partidos que lo hagan así, a participar en "asambleas" del nivel que se quiera para que la postura del partido en el parlamento corresponda de alguna manera con la de sus afiliados (pero uno también tiene todo el derecho del mundo a votar a un partido que prefiere no organizarse así).
    Yo no digo que es irrelevante si los ciudadanos tienen formación o no, o que sean analfabetos. Lo que digo es que el sistema democrático debe funcionar de tal modo que no haga falta que todo el mundo (ni siquiera una mayoría) sean expertos en retórica, dialéctica, filosofía política, historia universal, lógica y no sé cuántos montones de disciplinas más. Mira que yo he estudiado, pero estoy convencido de no llegar al nivel de competencia que tú parece que exigirías para que la gente votara "en calidad de ciudadano", y sobre todo, estoy convencido de que la gente que ha estudiado muchísimo menos que yo es exactamente igual de sabia a la hora de decidir su voto que yo: de hecho, los que son tan cultos como yo, pero no votan lo mismo que yo, son mucho menos sabios que los que han estudiado menos pero votan lo mismo que yo ;-)

    También me parece evidente que otras sociedades en las que no hay una formación en filosofía como la hay en España no tienen el más mínimo problema para ejercer sus derechos democráticos y votan con igual o mejor criterio que los españoles. Más bien lo que sucede en esto es lo que decía Kant con la ética: hasta el más inculto sabe en realidad que el deber moral consiste en el imperativo categórico, y no le hace falta estudiarse la Crítica de la Razón Práctica para saber cómo actuar. En política, lo mismo: salvo que uno sea un total analfabeto y además un poco imbécil, uno tiene, por vivir en la sociedad, el conocimiento suficiente para que su voto sea exactamente igual de "cognitivamente válido" que el de cualquier otro. La filosofía política puede ayudar a entender mejor el proceso y los principios de la política, pero es una curiosidad intelectual sin casi ningún valor práctico, igual que los catedráticos de ética son bastante irrelevantes para que la gente de un país haga más o menos el bien.

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    1. Que las decisiones políticas incumben a todos en democracia significa que todos deben disponer de las condiciones suficientes para deliberar políticamente antes de votar, sin ser manipulados y embaucados por los candidatos (los cuales sí manejan las humanidades, aunque les basta con la retórica ). Y esto exige no sólo que los ciudadanos tengan un barrunto (innato o cultural) de lo que consideran justo (lo cual también es muy relativo, puesto que todos podemos comprobar cómo la educación cívica ha cambiado las conductas de la sociedad) sino que manejen las habilidades argumentativas. Precisamente porque el pueblo no maneja tales cosas, por privación de educación, es por lo que Kant y demás ilustrados rechazaban la democracia. Y es lo que vemos a diario, que las sociedades más incultas son conducidas demagogicamente. Una educación meramente técnica produce siervos, incluso aunque vivan bajo cierta ilusión de que participan políticamente. Solo dos tipos de ideólogos no sostienen que para que haya verdadera democracia es precisa una formación crítica y humanística : el anarcoliberalismo, partidario de una democracia puramente formal y que parte de la tesis de que la educación no puede aportar nada porque todo el mundo sabe ya lo que quiere y nace con las herramientas intelectuales para defenderlo, y los adversarios de la democracia, a los cuales, ciertamente, les interesa que la gente piense que la política es algo demasiado técnico que más vale dejar a los pocos que entienden. Cualquier teoría de la democracia no aparente, sabe que la condición fundamental para que haya democracia real es que los ciudadanos sean lo más competentes posible en la discusión ideologico-política.

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  10. Sigues con la mitología, Juan Antonio.
    P.ej., no ha habido ninguna sociedad (que yo conozca) en la que haya habido algo así como una "educación generalizada para la población, pero 'meramente técnica'", así que lo que tú puedas afirmar que pasará si alguna vez hay una sociedad con una educación así no deja de ser una especulación, basada en datos anecdóticos a los que otros pueden contestar con datos anecdóticos de signo contrario.
    Otro mito es el de la idea de "verdadera democracia", que es un poco parecido a lo de "verdaderos escoceses": claro, cualquier cosa que a ti no te guste no será "verdadera democracia".
    Otro mito es el de no pensar ni tan siquiera en la posible existencia de un problema en tus expresiones como "lo más competente posible en la discusión ideológico-política": ¿cuánto es EXACTAMENTE eso de "lo más competente posible"? Caray, yo he estudiado mogollón de años filosofía y bastantes cuestiones de economía y de teoría política que tienen que ver con eso, y no me considero "lo más competente posible", sino todavía bastante incompetente: es perfectamente posible que llegue uno y me convenza de votar una cosa, y al día siguiente llegue otro y me convenza de votar otra diferente, y me parece que a la inmensísima mayoría de gente que conozco con bastante formación humanística le pasa exactamente lo mismo.
    El último mito que quiero resaltar es el mito de pensar que esto que estamos discutiendo es una discusión FILOSÓFICA: en absoluto, lo que estoy criticando es una afirmación EMPÍRICA, causal, que dice que una población "con mayor formación crítica y humanística" (aunque en el fondo, vete a saber qué quiere decir EXACTAMENTE eso) tendrá como EFECTO la existencia de una sociedad con una "democracia más verdadera" (que a saber qué quiere decir realmente). Que hasta ahora las sociedades más democráticas hayan tenido un nivel de formación humanística mayor (lo que no tengo claro que sea una regla general) no implica necesariamente que esa tesis sea verdad, pues muy bien puede ser que la dirección causal sea justo la inversa: las sociedades democráticas se las apañan para dar mejor y más extensa formación a su población, no son más democráticas PORQUE sus ciudadanos hayan jugado más al debate en clase cuando tenían 16 años.

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    1. Cuando se habla de una "educación técnica", o de "la mayor competencia posible", etc, es fácil entender, sin recurrir a la caridad hermenéutica, que no se trata de un valor absoluto sino comparativo, esto es, "posible en relación con otras variables". Se está oponiendo a la tesis, tuya, de que ningún grado de formación hmanistica es relevante ni, añades, "deseable" para que haya democracia.

      En cuanto a "democracia verdadera", o auténtica o real y no aparente, si todos esos conceptos son mitología, se trata de una mitología que tú compartes, pues cuando usas el término le estas dando algún valor determinado, que excluye otros: todo concepto tiene un aspecto normativo. Si reduces la cuestión a "gustos" es evidente que no podemos avanzar en el diálogo. Lo mismo que si ves mitología en todas partes.

      La discusión es tanto filosófica como empírica. Desde el punto de vista empírico, tu "hipótesis" (vamos a llamarla así ) de que la formación humanística no tiene influencia en la calidad de democracia, reconoceras, creo yo, que deja mucho que desear desde el punto de vista metodológico (no lo correlaciones con ni aislas de otras variables, aduces datos genéricos e imprecisos... ). En realidad, en la medida en que se puede observar algo asi, mas bien parece que tu hipotesis empírica es falsada con sólo ver las diveras sociedades democráticas y sus grados de educación (además de lo que dicen los sociólogos -los que no son tú-)

      Pero es, además, y sobre todo, una discusión filosófica o ideológica. Es evidente puesto que en tu propia tesis se implica un concepto de "calidad"
      democrática (en la que, según tú, no influiria la formación humanística). Y es una discusión filosófica porque lo que defendemos quienes defendemos que las humanidades deben formar parte de la educación, es que no hay deliberación política sin capacidad crítico -argumental. Por tanto es una discusión, en gran medida, sobre lo que debería ser (lo que debe ser considerado democracia), sobre lo correcto, etc, no sobre lo que es y ocurre que pasa por tal. Tú puedes nuevamente considerar esto una discusión sobre gustos (lo que, ciertamente, es coherente con tu concepto de democracia), pero es sólo un error filosófico tuyo: el error de confundir las discusiones ideológicas con exppsiciones de gustos, lo que te hace caer en contradicción, pues tú mismo estas aquí inmerso en una discusión filosófica.


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  11. Yo no digo que "ningún grado de formación humanística es relevante". Para empezar, es mejor si la gente sabe leer y escribir, y si sabe entender textos un poquito complejos. A lo que me opongo es a la idea de que es IMPRESCINDIBLE para que haya "verdadera democracia" que tenga que haber una formación humanística en la que la gente "adquiera la mayor competencia posible" en argumentación, teoría política y ética, y sabe dios qué más escolastiqueces. Al contrario, para que haya "verdadera democracia" me parece suficiente que el nivel educativo de la mayoría sea relativamente básico, porque la calidad de la democracia dependerá CAUSALMENTE de muchos factores, pero seguramente del que MENOS dependa es de cuánto haya estudiado la gente a Max Weber o a Rawls o a Platón. Dependerá, p.ej., en mucha mayor medida de qué tipo de INSTITUCIONES y de qué grado de control haya sobre los políticos.
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    Sobre el significado de "democracia verdadera" discrepo: yo uso el término con un significado BASTANTE VAGO, en el que puede haber muchos sistemas que son democráticos (y que tú, por lo visto, si la gente no ha aprobado el curso de Pensamiento Crítico, pensarás inevitablemente que son "regímenes totalitarios").
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    Sobre si "mi hipótesis" de que una educación humanística muy extensa y profunda no es necesaria para que haya democracia, pues eso, es una HIPÓTESIS, no es una afirmación. Y la planteo como hipótesis alternativa a la contraria, para poner de manifiesto que la contraria es TAMBIÉN una mera hipótesis, no algo que tengamos datos ni remotamente suficientes para poder aceptar como un hecho objetivo.
    .
    Que nuestra discusión tiene aspectos normativos (y en ese sentido "filosóficos") es de cajón. Pero precisamente por eso mismo es una discusión que estamos teniendo aquí dos filósofos solitarios y aburridos, y que no tendrá ni la más mínima influencia en cómo de democrática va a ser la sociedad española del futuro, ni por supuesto va a tener ni la más mínima influencia en qué leyes se aprueben o se dejen de aprobar. Y eso también es compatible con que en último término nuestros juicios normativos sean exactamente igual de subjetivos que nuestros gustos sobre las demás cosas. Y exactamente igual de irrelevante para el éxito político de unas u otras propuestas sobre cómo organizar la educación. Vamos, que yo prefiero alguien que apoye las mismas políticas que yo aunque lo haga creyendo que son "la verdad absoluta" a alguien que comparta mi subjetivismo teórico sobre estos temas pero defienda políticas que a mí no me gustan nada.

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  12. En fin, mi motivación principal para escribir el artículo es que estaba hasta los cojones de "argumentos en defensa de la enseñanza de la filosofía" (o de las humanidades en general) en los que el argumentador se imaginaba que PRIMERO tenía que convencer a su oponente de una serie de tesis filosóficas, y una vez convencido le sería fácil llevarle a la conclusión de que estudiar filosofía es cojonudo.
    No: para convencer a la sociedad en general, y a los políticos, de que aumenten las horas de filosofía y humanidades (y de que se organicen los curriculos de tal o cual modo), no hay que darles un argumento FILOSÓFICO, sino argumentos EMPÍRICOS, que lleven a pensar a alguien (con independencia de sus ideas filosóficas) que tales y cuales acciones tendrán tales y cuales efectos. Meter elementos filosóficos en esos argumentos sólo sirve para que más y más gente que pasa de la filosofía pase de tu argumento, y para que al final sólo te dirijas a otros filósofos o gente afín, justo lo contrario de PARA lo que es el argumento: para convencer a los que NO piensan que la filosofía y las humanidades son defendibles.

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    1. Bueno, estimado Jesús, creo que quedan claras nuestras posiciones y argumentos. Como decías al principio, podemos evitarnos un debate eterno y repetitivo, propio de filósofos aburridos (en estos tiempos ando menos aburrido y solitario que en otros pasados!). Eso sí, cuando publiques tu prometida defensa de por qué hay que estudiar humanidades, no sé si podré reprimirme sin comentar lo que escribas.

      Un cordial saludo

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