sábado, 5 de junio de 2010

Decisión y Saber, II

Dice Derrida, según vimos:

“…, el saber es indispensable, hay que saber, y lo más y lo mejor posible, para tomar una decisión o asumir una responsabilidad. Pero el momento y la estructura del “hay que”, justamente, así como la decisión responsable son y deben seguir siendo heterogéneos al saber. Una interrupción absoluta, que siempre podemos juzgar “loca”, debe separarlos; de no ser así, el compromiso de una responsabilidad se reduciría a la aplicación y al desarrollo de un programa…”

¿Cómo podremos determinar tal cosa? ¿Cómo concluir si la Decisión es irreducible a Saber, si la Acción es irreducible a Idea, si la Pragmática es irreducible a Semántica, si el Uso es inanalizable como Significado, (ese embrujo contra el que luchó el segundo Wittgenstein)?

Y, desde luego, es muy natural y conveniente pasar de creer en esa heterogeneidad a creer en la superioridad, en la mayor dignidad, y no quedarse en la simple equipolencia o equidistancia: si la Decisión es autónoma, de lo que se trata es de cambiar el mundo, no tanto de comprenderlo, por más que comprenderlo pueda ser una buena herramienta.

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Hay argumentaciones "populares" a favor de la irreducibilidad de la Decisión, como la que dice que en la ciencia no hay lugar para valores, porque ni los fenómenos ni la lógica pueden probar una proposición como “A es bueno”, o “debes querer p”. Las trataré en otros momento. Ahora es preferible fijarse en la forma general o "trascendental" del asunto.

El argumento que da Derrida es que, si la Decisión no fuese heterogénea al Saber, no habría, realmente, Decisión: se trataría de algo mecánico, de la mera aplicación de un programa. Así que, en verdad, no ocurriría nada (pues todo estaría ya escrito), ni habría Libertad (aunque Derrida evita esta palabra) ni Responsabilidad. Pero la “verdad” (en la que Derrida cree o ha tomado la decisión de creer) es que sí pasan cosas, suceden Acontecimientos, y estos no pueden estar previstos: sólo sucede lo imposible. Ésta es la condición de imposibilidad de la que habla a menudo Derrida. (Otras versiones de esto son el imprevisibilismo humeano o el irracionalismo nietzscheano). Y, además -cree o quiere creer Derrida-, de alguna manera hay Responsabilidad, que debe ser incalculable, irracionalizable.

¿Es bueno este argumento? ¿El intelectualismo anula todo hecho y exime de toda responsabilidad porque niega todo devenir, toda espontaneidad, y "todo lo disculpa porque todo lo comprende"?
Evidentemente, en cierto sentido fundamental, es así. El intelectualismo, según el cual todo está escrito en la Mente Divina, y, ni en Dios ni en las criaturas hay acto que no esté sometido al Conocimiento o a la Creencia, tiene que decir que nada sucede (porque lo que deviene no es, sólo lo parece; los fenómenos son ilusiorios, la verdad es inmutable), y que no hay ni responsabilidad ni libertad (menos aún, culpa), porque todos actúan según su mejor criterio;

El intelectualista siempre puede intentar salvar todo eso diciendo que:
- sí sucede algo, sucede la apariencia, lo que, a un nivel relativo, es lo que realmente sucede.
- aunque todo esté escrito, si llamamos libertad a no estar determinado por nada inferior, es decir, por la ignorancia, es más libre quien más sabe, aunque su conducta no sea espontánea, sino justo lo contrario (el voluntarista, según el intelectualista, tiende a confundir la Libertad con la Indeterminación); y si llamamos responsabilidad a la posibilidad de dar respuesta de lo hecho, desligando esto de la idea de Culpa, es decir, de mal querido conscientemente (valga el pleonasmo), es responsable quien es libre.

Claro que el voluntarista puede hacer un movimiento semejante para salvar todo aquello que, como veremos, no parece salvar: que lo que sucede sólo es comprensible mediante conceptos que no suceden o devienen, y que nuestros actos y decisiones son racionales y no “ciegos”…


Pero tanto la estrategia del uno como la del otro, son secundarias respecto de sus tesis fundamentales.

(Es importante, por cierto, notar cómo, igual que el Racionalismo (en ontología) va muy "naturalmente" unido al Intelectualismo moral, paralelamente, el Voluntarismo o Decisionismo es más coherente con un antirracionalismo o fenomenismo ontológico: la “realidad” es lo que ocurre, lo que deviene, lo múltiple, lo diferente…)

El argumento de Derrida (si no hubiese un salto infinito entre Saber y Decidir, la Decisión no sería tal, sino mera aplicación calculable de un programa) es bueno, y sustenta algo que es necesario aceptar. Pero es sólo uno de los lados dialécticos del problema filosófico Entendimiento - Voluntad, o, en términos ontológicos, Idea o Actividad. Hay que pensar más a fondo esta dialéctica.

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¿Cómo puede decidirse o saberse si la Decisión es heterogénea y anterior, por tanto, en "dignidad", al Saber, o es el Saber el que precede necesariamente a toda decisión, determinándola? ¿Cómo decidir si la "esencia" de todo es Voluntad o Conocimiento?
¿A qué criterios se recurre cuando se intenta defender que algo es más básico o fundamental que algo, o al menos que le es heterogéneo?

Aunque normalmente no se hace explícito, el criterio que todo el mundo usa es el criterio racional por excelencia, el de la unidad, el que Quine expresa como “no entidad sin identidad”, de lo que puede deducirse que “una cosa es más real cuanto más identidad o unidad tiene”. Una cosa es, por eso, autónoma e independiente si es auto-idéntica, si se basta a sí misma. Para determinar si fue antes la Decisión o el Conocimiento, si Dios es más bien Voluntad de Voluntad o Conocimiento del Conocimiento, se mira si lo uno o lo otro es (más) indescomponible, inarticulado, simple.

Quien sostiene que la Decisión es irreducible, y anterior al Saber, imagina que, mientras que no podemos imaginar un Saber sin una dicisión o interés previo (buscamos y vemos lo que queremos ver), sí podemos y debemos pensar una decisión pura sin que en ella ninguna certeza forme “parte de la esencia”. Las certezas tienen que ser sólo accidentes, porque si las certezas determinasen la decisión, no habría decisión real (según la entiende el voluntarismo, es decir, como espontaneidad imprevisible).
De igual manera, el intelectualista piensa que podemos representar un Saber sin Deseo, pero no un Deseo sin saber (pero no sólo porque todo deseo presuponga, como medio, un saber, sino porque la propia decisión última en sí misma, sea un modo de saber o idea).

O, en términos ontológicos, el voluntarista cree que al principio era la Acción, siendo el concepto una especie de solidificación de ciertas acciones, convertidas en rutinas quizás. El intelectualista, al contrario, cree que al principio era el Logos, y que una decisión no es más que una idea secundaria, una propiedad –no la esencial- de la Idea: de hecho, la Idea de las Ideas, lo Uno-Bueno en sí, no decide ni actúa, se limita a ser.
¿Cuál de las dos posiciones, siendo las dos, como posiciones dialécticas, verdaderas y necesarias en alguna "medida" o aspecto, es "más" verdadera y esencial? Creo que aquí está en juego toda la concepción de la realidad.

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