jueves, 5 de mayo de 2011

Qué no es Filosofía, III: juego no veritativo

¿Qué es la Filosofía?, nos estamos preguntando. Pero seguramente, dicen algunos, ya nos hemos equivocado con la pregunta, concretamente con el “qué”: habríamos caído en la ilusión de que hay una esencia, un “lo que es” la Filosofía, y que es cometido de la misma filosofía encontrar las esencias, incluida la suya. Pero ¿y si la pregunta correcta es, más bien, qué función o uso de las palabras es filosófico, y resulta que la filosofía no es una actividad principalmente teórica, sino de otro tipo (expresiva o náutica, por ejemplo), otro juego de lenguaje, no veritativo?




Como en las discusiones anteriores, no nos interesa ahora cierta versión de esta tesis: aquella que dice que la filosofía es actividad antes que teoría porque TODO es actividad antes que teoría. Al principio fue la acción; el significado es el uso... Son lemas de nuestro tiempo. Esta tesis (dejando a un lado si es “verdadera” o no –o si es útil o no-) es, por una parte, una tesis metafísica (no lingüística o de cualquier otra ciencia, como creen los ingenuos, ni “meramente” lingüístico-trascendental, como creen Wittgenstein y otros), y, por otra parte, no afecta sólo a la filosofía, que es de lo que estamos intentando encontrar los límites y la definición.

Para nuestro asunto, nos interesa una tesis que sostenga que:



  • hay cosas (proposiciones, juicios, pensamientos…) que son genuina, fundamental e irreduciblemente teóricos, es decir, en los que su principal naturaleza, o su “esencia”, es atenerse a criterios puramente teoréticos y ser calificables de Verdaderos o Falsos (por ejemplo, sería verdadero o falso que hay pingüinos en la Antártida, y esto no es reducible, de manera esencial, a otra “función del lenguaje”), pero

  • la filosofía no es una de esas cosas cuya naturaleza es esencialmente teórica, sino algún otro tipo de actividad, un uso del lenguaje diferente al teorético.

Hay que darse cuenta de que, si esta tesis fuese verdadera, la inmensa mayoría de las personas (filósofos o no) habrían estado siempre y están aún en una completa ilusión al respecto. Esto no tiene, en principio, nada de malo. Puede encontrarse analogías en casi todos los terrenos de la actividad humana. Aunque la analogía no es completa, porque, en los otros casos hay un ámbito desde el que evaluar la ilusión y corregirla. Pero ¿desde dónde se corrige la ilusión (trascendental) que sería la filosofía?

Porque lo que fundamentalmente hay que advertir es que, si esta tesis (que la filosofía es una actividad no específicamente ni principalmente teórica), si esta tesis, digo, fuese verdadera, no sería verdadera; o, más en general: si esta tesis fuese válida, no sería válida.


¿Qué tipo de tesis es esta: “las proposiciones filosóficas no son ni verdaderas ni falsas, sino que carecen de sentido (teórico): son otro juego de lenguaje, otra actividad, no dedicada a la verdad”? Es, evidentemente, una tesis filosófica. Entonces, esta tesis ¿es verdadera o falsa, o carece de sentido? Si es verdadera, carece de sentido. Si es válida, es inválida.

¿Por qué, preguntamos, la Filosofía no había de ser, según han creído todos los que la han practicado siempre, un “juego teórico”, aspirante a ciertas verdades? ¿Qué tengo que tener para ser un juego teórico? ¿De dónde han deducido los modernos destructores de la biblioteca de Alejandría (así creyó Wittgenstein que se le recordaría) que la filosofía no es un juego de lenguaje dedicado a la verdad?

Según unos (con el Tractatus –aunque ignorando la “parte no escrita”, e incluso algunas sentencias sí escritas-) se deduce de que una proposición filosófica no es ni una proposición fáctica ni una proposición tautológica. La respuesta a esto la dieron positivistas de segunda hornada (con Wittgenstein segundo, esta vez) descubriendo que no hay proposiciones puramente fácticas ni proposiciones puramente tautológicas: incluso la metafísica (y la mitología) resultaba indemarcable de la ciencia. Menos mal, porque resulta que la propia tesis positivista “ingenua” no es ni una proposición “fáctica” (en ningún sentido) ni una tautología.

Aun así, no había por qué dejar de ser metafilosóficamente positivista (es decir, intentar sacar a la Filosofía del ámbito de las búsquedas de verdades), con una personalidad, eso sí, algo más compleja. Todavía se podía sostener que el juego de lenguaje de la verdad se define por una regla muy concreta, a saber: someterse al tribunal de la utilidad, entendiendo por tal la posibilidad de manipulación empírico-material. Con esto ya sí sería posible mantener a raya a dioses homéricos y a mortales platónicos. Afortunadamente para dioses y héroes, desgraciadamente para amantes de la verdad sin pretensiones, esta nueva versión es tan contradictoria como la primera. La aserción pragmatista no es principalmente pragmática, sino veritativa: aspira a la verdad, no meramente a ser usada. No logra salir del juego de lenguaje veritativo de la filosofía.

Y es que la imagen wittgensteiniana de que la filosofía podría ser una escalera que hay que arrojar una vez que se ha subido por ella, por más gracia que tenga, es una imagen desafortunada. ¿Por qué habría que deshacerse de una escalera, si está en buen uso? Y ¿cómo hemos podido servirnos de ella si es inservible? Realmente uno no puede decir que ha subido por una escalera que resultaba ser un fantasma: ¿ha escapado del embrujo mediante una brujería?

La Filosofía, es decir, el conjunto de preguntas acerca de la realidad y valor último de las cosas, sigue siendo, legítimamente, una actividad teórica, es decir, que aspira a ser verdadera o falsa, en el sentido pleno de estas palabras, y sin ser reducible a otro “juego de lenguaje”.

1 comentario:

  1. muy bien su respuesta bueno eso creo lo que pasa es que me lo dejaron de tarea

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