sábado, 29 de octubre de 2011

Apología de la causalidad metafísica. I

Todos los cursos hago el siguiente ejercicio de reflexión y debate con mis alumnos (de E.S.O. y Bachillerato):

Si nos preguntamos (como se supone que tiene que hacer un filósofo, y como se dice que toda persona hace alguna que otra vez en su vida) ¿de dónde viene todo esto?, ¿por qué estamos aquí?, ¿por qué son las cosas como son?, podemos acudir, en primera instancia, a la ciencia natural, a la física, a la cosmología y la microfísica... El científico nos dirá que el estado actual del universo procede o es “consecuencia” de (o quizá, simplemente, es el estadio actual subsiguiente a) una historia pasada, la de todo el universo, y de la naturaleza y composición de sus primeros elementos. Según la teoría modernamente más aceptada entre los expertos, el universo tiene una historia, finita, al principio de la cual se encontraba en un estado que los físicos llaman “singularidad”: más allá de ese no se puede retroceder y preguntar qué había o qué sucedió antes. El propio tiempo, que es una característica interna del universo, “nació” de esa singularidad. Las características “inestables” de ese estado primigenio “provocaron” una “gran explosión”, cuya expansión es la historia del universo. Aquí acaba (o por aquí empieza) la explicación físico-matemática. Entonces nos hacemos la pregunta: ¿por qué existía esa singularidad?, ¿por qué hay un universo, y por qué es como es? ¿Por qué las leyes, tanto las más abstractas como las más concretas, son las que son? ¿Por qué no hay más bien nada?

Todos los alumnos consideran, primero: que la pregunta tiene sentido; segundo, que no parece ya competencia de la ciencia natural responderla, puesto que para ella (que estudia qué leyes rigen el (este) universo, comprobándolas mediante experimentos empíricos) lo que vaya más allá de este universo es inasequible; y, tercero, ven más razonable (esto con alguna excepción) que el universo exista por una causa que sin causa, espontáneamente, por casualidad, digamos.

Si se hace esta reflexión entre científicos, las respuestas serán esencialmente las mismas (quizá haya algunos más que no vean inaceptable la espontaneidad del universo). Si se hace la reflexión entre las mejores mentes humanas, del pasado y del presente, solo se puede encontrar a dos o tres que no responderían lo mismo que mis alumnos.

Sin embargo, hay filósofos que dicen que la pregunta causal no tiene sentido, o no tiene sentido (según una versión moderada) fuera del ámbito de lo empíricamente testable. Por citar a dos de los grandes, Hume y Nietzsche. Sostienen que la pregunta de por qué existe el universo (por qué hay algo y no más bien nada) está mal planteada, no es verdaderamente una pregunta, una pregunta inteligible, es un pseudo-problema. Paradójicamente, dicen que es una pregunta confusa (digo que paradójicamente porque es una pregunta que la mayor parte de la gente, incluidos los grandes cerebritos, encuentra nítida (incluso ineludible), y considera, en cambio, confusas las tesis de esos filósofos).

Es más, esos filósofos afirman que el propio concepto de Causa no tiene nada de claro, y es, en el mejor de los casos, un batiburrillo de conceptos. Nosotros solemos pensar que cuando preguntamos “¿por qué?”, aunque tanto esa pregunta como su respuesta tengan características parcialmente diferentes según el ámbito de entidades (o de conceptos, si se prefiere) sobre la que recae, el significado fundamental es el mismo. Queremos decir que, sin la causa, el efecto no se daría o no existiría, y que, existiendo la causa (completa) necesariamente existe el efecto. Y queremos decir, además, que hay razones conceptuales o ideales (es decir, fundadas en las propiedades de las cosas, y no arbitrarias) por las cuales la causa es causa del efecto. Por ejemplo, creemos que se oscureció la tierra porque se interpuso la luna entre el sol y ella y hay razones estructurales para que eso sea una causación suficiente; que me socorriste porque me viste en peligro, y para salvarme (porque querías salvarme); que ocho es divisible en dos mitades iguales porque es múltiplo de dos; que la Tierra estará mañana en tal lugar respecto del sol porque las leyes topológicas implican que la geodésica pase por ahí, etc. Creemos que el significado general de causa (razón, fundamento…) es claro e inequívoco, según lo he definido (o cuasi-definido, porque, al ser un concepto muy básico, es imposible definirlo a partir de otros más fundamentales). Sin embargo, estos filósofos lo niegan.

Deben tener fuertes argumentos para pretender que casi todo el mundo está sumido en una ilusión en algo que encuentra muy nítido. ¿Cuáles son esos argumentos? ¿Por qué sostienen algo así?

9 comentarios:

  1. En estos casos, me parece, se enfatiza más un lado de la interrogación (la validez de la pregunta) que el otro (la validez de la respuesta): ¿Tiene sentido preguntarse por "si tiente sentido la pregunta" pero no por "si tiene sentido la respuesta"?

    Nos pasa continuamente, en casos grotescos como los de asesinos en serie, sin ir más lejos: ¿qué fenómeno explica (aún sin justificar) un crimen? ¿Una infancia difícil del criminal, una erupción hormonal, una lesión neurológica? etc.

    No hace falta irse hasta al principio de los tiempos para empezar bien está discusión. Basta determinar qué debe ser considerado una respuesta satisfactoria y la cuestión no es trivial

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  2. Héctor, no estoy seguro de haberte entendido bien, así que mi comentario al hilo del tuyo puede ir del todo desencaminado.
    Tu amado (y mío) Wittgenstein decía que lo que no se puede contestar no es una pregunta. ¿Cómo podría ser que hubiera asimetría en la legitimidad entre pregunta y respuesta, salvo contingentemente (nuestra capacidad actual no alcanza más que a hacernos la pregunta? No sé si vas por ahí, repito.

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  3. La pregunta por qué ETA mata tiene sentido pero ¿qué respuesta puede tener sentido?


    En breve: depende quién la escuche tendrá sentido una respuesta o no porque es siempre uno el que pre-dispone (explícita o implícitamente) los criterios a satisfacer en una explicación.

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  4. Héctor,
    tanto los partidarios de ETA como los contrarios entienden la respuesta del otro (los primeros dirán que es la lucha por la independencia de su pueblo con los únicos medios que ven factibles; los otros dirán que es violencia injustificada e inadmisible en un estado democrático, etc), e incluso pueden entender, hasta cierto punto, las motivaciones de esas respuestas. Otra cosa es que crean que el otro está equivocado. Esto no le quita el sentido a las respuestas, todo lo contrario, se lo presupone. Unos y otros dicen buscar la Verdad.
    De todas maneras, sabes que no es un buen ejemplo, no porque yo no crea que hay verdad también en los asertos morales y políticos, sino porque es un ámbito más discutido que otros.
    Pero si la respuesta no tuviese sentido o tuviese varios igualmente posibles, yo digo que la pregunta carecería de sentido, o tendría tantos como comensales.

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  5. Maturana pone un ejemplo más mundano al recordarnos cómo cuando los niños preguntan por el lugar de donde provienen, a las madres les basta soltar el mito de la cigüeña para que sus hijos sientan respondida la pregunta. Será ya más mayores, cuando cambien los criterios de admisión para lo que se debe aceptar como respuest, el momento en el que ahora los niños exigen otro tipo de respuesta

    La pregunta de por ejemplo el por qué del universo, implica, por tanto y primeramente, la exigencia de explicitar qué criterios se van a aceptarse como ineludibles dentro de una respuesta

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  6. De mayores no es meramente que cambien los criterios, sino que los mejoran. aunque sigue habiendo una continuidad entre lo que se espera en un caso y en otro. Y, por supuesto, si la pregunta del adulto es mayor, será por algo, algo que tenga que ver con cómo son las cosas. Ahora bien, tanto niños como adultos (cada uno a un nivel de profundidad y de significado) se preguntan por qué estamos aquí. Es cosa de dos o tres decir que esa pregunta carece de sentido. Pero he intentado mostrar que sus argumentos no son suficientes para probar tal cosa.

    Claro que hay que explicitar los criterios de una respuesta. En preguntas metafísicas, la respuesta es principalmente "lógica", entendido esto correctameeente. Ahora, no te creas que el problema de los criterios o el asunto de explicitarlos es más claro que el problema ontológico, por ejemplo. Además, hay ciertas cosas que los metadiscursos no pueden poner en duda, porque las presuponen.

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  7. No es un metadiscurso la advertencia de que no hay forma de imponer como válida un tipo de explicación, todo lo contrario

    Tal vez tu rechaces desde tu subjetivo parecer mi explicación de la explicación. Espero que entiendas también que lo que le explico no es mi idea de una explicación sino que sin más le niego naturaleza impositiva a cualquiera de las tuyas. ¿Me explico?

    O si no, por buscar tierra firme, ¿por qué no me das un ejemplo de explicación (incuestionable) de algo?

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  8. Héctor, no había visto este comentario:

    No es un metadiscurso la advertencia de que no hay forma de imponer como válida un tipo de explicación, todo lo contrario

    ¿¡Que no lo es!? Pues lo parece muchísimo: porque es una "advertencia" que rige para TODOS los discursos posibles. Supongo que con "no hay forma" quieres decir "no hay forma alguna", y esto equivale a "es imposible..." Porque si no es una proposición universal, entonces a mí no me afecta.

    Tal vez tu rechaces desde tu subjetivo parecer mi explicación de la explicación.

    es ode que es "mi subjetivo parecer" lo dices tú. Para demostrarme que es mi subjetivo parecer y nada más, me tendrás que demostrar que estoy objetivamente equivocado. Lo que es subjetivo (o sea, objetivamente equivocado) es que tú creas que todo discurso es, en último extremo, subjetivo. Esto es lo que tendrías que demostrar. Pero para hacerlo ya lo estarás negando.

    sino que sin más le niego naturaleza impositiva a cualquiera de las tuyas.

    Para que me pudieras estar negando eso, tendría que ser que tu negación fuese válida más allá de su solipsista negatividad. Es decir, tiernes que presuponer su valides no-subjetiva (ni intersubjetiva -no te vayas a agarrar a este clavo-, porque muchas intersubjetividades no ganan un ápice de validez).

    por buscar tierra firme, ¿por qué no me das un ejemplo de explicación (incuestionable) de algo?

    No necesito hacerlo yo, puesto que ya lo estás haciendo tú. Estás intentando demostrarme que es absolutamente válido que "no hay forma de imponer a otros...".
    Son incuestionablemente válidas cualquier proposición lógica fundamental, o, por poner otros ejemplos, el teorema de Pitágoras, o que "pienso luego existo". Para demostrarme que no lo son, tendrías que mostrarme quye alguna de esas cosas es falsa. Mientras tanto, que tú digas que a lo mejor la lógica no es válida, es como si me dices que tú eres capaz de cuadrar el círculo: o sea, pura superchería. Confundes lo "concebiblemente posible" con lo que tú, gracias a una abstracción y parcialización, imaginasque puedes imaginar, o que podría imaginarse que fuese imaginable.
    Esto, unido a que tú mismo te contradices al hablar, porque pretendes est<arme convenciendo de algo, me insta a no tomar en consideración tu duda hiper-hiperbólica (o descaaaaaaaaaabellada).

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  9. Insisto NO es una duda hiperbólica: me lees nietszcheanamente como si yo dudara de todo cuando lo que soy es un constructivista, esto es, un holista y si pienso que una explicación reducida a términos finitos NO me tiene por qué valer, NO lo hago por dudar de todo (¡narices! insisto que yo tengo esa impráctica pose de N.) sino porque no sé por qué tengo que aceptar que lo dicho hasta entonces basta para sentirme explicado, quiero decir, si yo preguntara por la causa de que yo discuta contigo: ¿en qué momento debo parar de enunciar hechos (biográficos primero, neurobiológico después, etc.) para aceptar que mi actividad blogueril ha quedado explicado?

    Ninguno de los ejemplos dados, por cierto, y hablo del "Pienso, luego existo" y etc; es explicación causal de nada

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