En entradas anteriores he intentado hacer ver en qué consiste, a mi juicio, el problema metafísico
de la libertad: ¿somos libres, o eso es tan solo una ilusión, porque el
concepto de libertad es o bien incompatible con, o bien prescindible a partir
de, lo que sabemos del mundo físico? En la última entrada acababa señalando que
no hay razones para creer que una descripción intencional es incompatible con
la natural o física, lo que no quiere decir que no haya un problema metafísico
muy importante en cómo se relacionan lo intencional y lo natural. En otro
momento desarrollaré, en positivo, ese asunto. Ahora me centraré en la otra
motivación, a mi juicio más interesante que la de la NO-COMPATIBILIDAD ,
para creer que la libertad es una ilusión: su posible NO-NECESIDAD. Quizás todo
lo que nos dice el concepto de la libertad y toda su función, nos lo diga y la
cumpla otro grupo de conceptos pertenecientes a un ámbito “inferior” o más básico
(físico o material, en general).
Si esa tesis deflacionaria de la noción de Libertad es
correcta, debe seguirse lógicamente que hay, en principio, una traducción
posible completa de todo lo que hace el concepto de libertad (y anejos), en
términos naturalistas. Si no es posible hacer tal reducción, el concepto de
libertad es ineliminable, imprescindible, y, por tanto, no es aceptable decir
que la libertad es una ilusión o una ficción. Como decía en la anterior
entrada, considerar a la
Libertad (o a lo que quiera que sea) una “ilusión inevitable”
es un mero juego de palabras, porque precisamente el criterio ontológico más
neutral (salvo que se pruebe lo contrario), y generalizado, consiste en que lo
que no podemos evitar postular para explicar la realidad, es real. Si no fuese
así, bien podríamos decir que en verdad nada existe (o al menos ninguna de las
cosas en concreto que postulamos como reales), sino que se trata de una(s) ficcion(es) inevitable(s).
Pues bien, argumentaré aquí que los conceptos de Libertad y
anejos son completamente imprescindibles para explicar la realidad, incluido
ese aspecto de la realidad que consiste en la actividad científica, y también
(y esto es lo más fuerte) en la actividad filosófica de quien pretende sostener
la tesis de que la Libertad
es una ilusión. De modo que no solo es que la Libertad sea una noción
relevante para ciertos aspectos de la vida de uno (cosa que podría ser relativa
a intereses) sino que es relevante para la propia tesis que pretende negarla,
con lo que la tesis resulta inconsistente.
La idea general del argumento es que
ninguna descripción natural salva el elemento intencional-normativo propio de todo razonamiento, tanto “práctico” (ético) como teórico, es decir, los criterios y aplicación de estos, por los que algo es una deliberación o una reflexión, práctica o teórica. Sin el elemento normativo propio de esos ámbitos, pues, no es solo que carezca de sentido toda deliberación moral, sino que la propia tesis de la ficción de la libertad se convierte en un simple factum neurológico, y pierde la cualidad por la que es considerada “correcta”, “verdadera”, no-ilusioria, etc.
Expondré el argumento en forma de un experimento mental que
espero que resulte iluminador.
Imaginemos el siguiente escenario: Estamos en el futuro, y
el desarrollo de la ciencia neurológica ha llegado a tal punto que es posible
predecir con gran exactitud (prácticamente con seguridad) el estado en que se
encontrará un cerebro en un momento dado, teniendo en cuenta sus estados
anteriores más los valores de las variables contextuales relevantes, y en qué
estado (o clase concreta de estados) se encuentra un cerebro cuando “realiza”
cada función psíquica (razonar, desear, imaginar…). Tenemos en ese futuro leyes
físicas y leyes de correlación físico-mentales muy seguras. (Supongo, en pro de
la discusión –pero quizás sea demasiado suponer-, que efectivamente hay un
estado o clase de estados determinables en que tiene que estar un cerebro para
que se dé tal o cual estado mental. Evidentemente, si ni siquiera esta
condición puede cumplirse, es puro malabarismo filosófico sostener que los
hechos neurológicos reducen o explican lo intencional. Por supuesto, la Libertad no tendría nada
que ver con el flogisto).
Ahora figurémonos a Supercientífico (Sc, para abreviar). Sc
sabe cuanto se sabe en aquella idílica época y, por tanto, puede saber, si lo desea, en qué estado está su cerebro
en este momento (lo observa en un encefalograma completo). Una y otra vez puede
comprobar que su estado cerebral coincide con lo que, según las leyes de
correlación bien establecidas, era de esperar, de acuerdo con lo que está
pensando. Concretamente, si mira el encefalograma del instante presente,
constata que el cerebro está en el estado correspondiente al estado mental
“estoy comprobando en el encefalograma que estoy comprobando en el
encefalograma que… mi cerebro está en el estado correspondiente a mi mente
cuando comprueba en el encefalograma que comprueba en el encefalograma… en este
momento concreto”. También puede comprobar (mirando una fracción del
encefalograma referente a un instante anterior) que lo que estaba pensando antes
(por ejemplo, “quiero poner a prueba otra vez las leyes de correlación
psicofísicas establecidas”) se corresponde en el cerebro con el estado que era
previsible. Además de todo esto, y como se hace con toda tecnología, Sc puede,
si quiere, provocar que pase en su
cerebro lo que él desee: puede
suministrarse tal sustancia química para provocarse tal pensamiento (“creer que
la libertad es una ficción”, o su contraria, por ejemplo). Todo esto nos
permite esa ciencia del futuro.
Esta situación imaginaria tiene que ser posible en
principio, si la tesis reduccionista de la mente es correcta. Veamos ahora qué
papel cumpliría todo ese conocimiento natural de Sc acerca de su actividad
racional práctica y teórica: ¿podría suplirlas, haciéndolas superfluas, salvo
quizás por la costumbre o como un modo de abreviar? ¿Está obligado Sc a
compartir la tesis metafísica de que la libertad es una ficción, o más bien
todo lo contrario (o ninguna de las dos cosas)? Si Sc, en su privilegiada o
inmejorable situación, no está obligado a compartir el ficcionalismo de la
libertad, el defensor de la realidad de la Libertad no tiene, a mi juicio, que inmutarse lo
más mínimo. Si la Libertad
es una ficción, Sc tiene que poder cambiar su vida de (ilusorias)
deliberaciones y decisiones, por una meramente natural-descriptiva, que tenga
secuencias del tipo: “ahora mi cerebro está en el estado X, después estará en el estado Y…” Quizás alguien
diga que, aunque pudiera, no debería preferirlo… aunque tampoco este
“debería” sería más que una ficción.
Pero lo cierto es que ni siquiera es posible esta vida
descriptiva.
Lo primero que hay que ver es que, aunque todo ese
conocimiento natural fuese posible (y no veo por qué no podrá serlo, en
principio) Sc no tendría ninguna razón
para (si es que podía siquiera hacerlo) abandonar su mundo intencional de
reflexiones y razonamientos y sustituirlo por un mundo descriptivo neurológico.
En caso de que pudiera y decidiera hacer tal cosa estaría empobreciendo
enormemente su vida, de manera análoga a quien decidiese considerar en adelante
la música estudiando las propiedades químicas de los CDs. Simplemente dejaría
de tener contacto con la música.
Pero no es solo que
no salve algo que es muy importante, sino que tampoco lo elimina, aunque
crea poder hacerlo.
Supongamos que Sc sintiera la tentación siguiente: “puesto
que tengo dos descripciones paralelas de lo
mismo, de mis pensamientos, voy a quedarme con la más fiable, la que me
dice lo que no tiene más remedio que pasar, la neurológica, y considerar una
ficción prescindible la explicación mediante conceptos añejos y espiritualistas
como Libertad. Me limitaré a contemplar mi encefalograma. Así sabré en todo
momento qué estoy pensando y queriendo, y qué pensaré y desearé en cualquier
momento posterior, lo que quizás pueda evitarme,
de paso, quebraderos de cabeza y ansiedad. Así, además, puedo poner los medios
técnicos para satisfacer mis conocidos deseos”.
Pues bien, ese pensamiento de Sc no solo no salva algo que
muchos consideramos esencial para lo que es una vida consciente e inteligente,
sino que es realmente absurdo e incurre en al menos dos falacias, aunque si Sc
llegase a entregarse a él y se encerrase en la caverna del encefalograma, ni él
mismo podría entender por qué son falacias.
Repárese, en primer lugar, en que, si Sc cree en la
prescindibilidad e ilusoriedad del concepto de libertad, entonces Sc no puede
creer que realmente él toma la decisión de encerrarse en la caverna del
encefalograma: tiene que creer que ocurre
solo lo que no tenía más remedio que ocurrir, y no en virtud de una
deliberación racional y una decisión, sino en virtud de las leyes de la física.
¿Por qué no se limita a mirar en su encefalograma qué “decisión” va a ocurrir que toma, en lugar de tomar la decisión? Sc está deliberando
acerca de “si debería olvidarme de una vez por todas de la descripción
intencional, en términos de libertad, y limitarme a la descripción neurológica
de mis pensamientos”. Si mira su encefalograma en ese momento (o un instante
después), constata que está(ba) en el estado mental “duda acerca de si
olvidarme de pensar en términos mentalistas”. Y, aplicando su superciencia,
puede predecir lo que “decidirá”, es decir, en qué estado se encontrará su
cerebro al final de la deliberación. Curiosamente, ya no necesita hacer la
deliberación…
Aunque tampoco puede evitarla. Lo cierto es que Sc está tomando la decisión de atenerse al encefalograma. Y lo hace de acuerdo con
razones y tras una deliberación, eso sí, una deliberación incorrecta (aunque cerebralmente tan real como una correcta). Sc no
puede “decidir” dejar de decidir esto, y pasar a simplemente describir que
describe. Si Sc decide dedicar el resto de su vida a describir en términos
puramente fácticos sus estados mentales, eso será una decisión, y en todo momento
seguiría siendo una decisión (renovada), salvo que el individuo se idiotizase
hasta el punto (si es posible) de acostumbrarse a vivir sin deliberar y convertirse en el mero
observador de un encefalograma “suyo”, si esto es realmente posible. Por
supuesto, también correspondiendo a esa decisión de olvidarse de tomar
decisiones le corresponde un hecho fáctico, pero nuevamente, ese hecho no salva
el razonamiento moral.
De hecho, Sc no está deliberativamente obligado a tomar la
decisión de vivir en la caverna del encefalograma. Ni siquiera está obligado a
desear lo que sabe que ocurrirá (y deseará). Incluso aunque sepa con toda
exactitud lo que necesariamente ocurrirá que acabe deseando y decidiendo, eso
no suple su deliberación práctica y su decisión propiamente libre. Hasta aquí,
lo que podríamos llamar la “falacia descriptiva”: no elimina ni hace
prescindible aquello que pretende reducir explicativamente. Sigue siendo tan
necesario como siempre deliberar libremente, es decir, atendiendo a razones y
motivos, y no a lo que aparece en un encefalograma. El que lo intencional y lo
físico sean compatibles no implica que uno de ellos sea prescindible. Es más,
ni siquiera aunque fuesen incompatibles lógicamente, Sc podría prescindir de su
mundo intencional en el que la libertad ocupa un lugar central.
Supongamos ahora (para ver la segunda y más conocida
falacia) que Sc razona:
(estoicismo-efectivo) Puesto que sé cómo van a suceder las cosas y qué voy a desear esta tarde, mejor será que lo desee ya ahora y no me intente oponer al curso de la naturaleza.
A veces Spinoza, ese extraño panteísta-mecanicista y, por
tanto, gran deflacionista de la libertad, parece llegar a esa conclusión: el
sabio conoce el curso de los hechos, y entonces quiere lo que es necesario que
ocurra (y ¿no cae a ratos Nietzsche en ese amor
fati?). Sin embargo, en otros momentos, se empeña(n) en darnos consejos
morales, y nos recomiendan que nos esforcemos en un sentido y no en otro, como
si tuviera sentido deliberar y elegir. Esta inconsistencia spinozista está
plenamente en todos los reduccionistas modernos de la libertad. Sencillamente
no son capaces de separar los niveles intencional-normativo y natural-descriptivo.
Lo cierto es que, si Sc llega a hacer ese razonamiento, está
incurriendo en una completa falacia. De “eso va a ocurrir así” o “desearé tal
cosa” no se sigue de ninguna manera “debo desearlo”, salvo mediante el
principio, ético-normativo (y seguramente falso, pero en todo caso no una
proposición descriptiva) de que “debo desear lo que no tiene más remedio que
ocurrir”.
Una paradoja semejante se presenta si imaginamos que Sc se
plantee la posibilidad de usar sus conocimientos como instrumentos para
provocar lo que él desea. De hecho, curiosamente, para un descriptivismo
naturalista la tecnología ya no tendría ningún valor, pues no podrá cambiarse
lo que de todas maneras no tiene más remedio que ocurrir. Una reflexión
tecnológica implica una reflexión moral, que implica a su vez que las cosas se
eligen, y se ponen los medios. Si pasásemos a considerar la realidad como una
sucesión de eventos que no está en
nuestras manos cambiar, la vieja motivación que algunos le atribuyen a
la ciencia, dominar y modificar la naturaleza, carecería de sentido.
Por tanto, la tesis de Sc de que la Libertad es una ficción
ni salva ni elimina la deliberación moral, y, en cuanto intenta incorporar lo
descriptivo en la propia deliberación moral, como premisa propiamente moral,
incurre en una falacia. No hay, pues, ninguna razón para creer que la Libertad es una ilusión,
sino todo lo contrario, para creer que es un hecho completamente ineliminable.
Ahora veamos qué implica la visión naturalista en lo que se
refiere a ese otro campo de intencionalidad que es la reflexión teórica.
Por las mismas razones que antes, Sc no puede reducir la
deliberación teórica a una descripción naturalista o de encefalograma: no
podría, por ejemplo, sustituir un razonamiento lógico por la descripción
neurológica correlativa y salvar de todas maneras lo esencial. El curso de la
reflexión teórica es completamente autónoma:
Supongamos que Sc esté dedicándose a las matemáticas,
intentado demostrar un teorema. Sc puede constatar en el encefalograma qué
ocurre en su cerebro cuando piensa en el planteamiento del problema o en las
premisas de la solución, y puede predecir con exactitud qué pensará dentro de
un rato, cuando haya acabado su reflexión acerca de cómo demostrar el teorema y
se encuentre pensando la conclusión. Parece, pues, que no necesita para nada la
ardua reflexión matemática. Pero ¿sabe, en el caso de que siga toda y sola la
descripción de la serie de eventos neurológicos de su cerebro, si lo que estará
pensando en el momento en que llegue a la conclusión, será lo correcto, es
decir, si la demostración será válida? No: puede predecir si él la creerá y la
llamará correcta, pero no si debería creerla correcta, porque el nexo entre los
eventos neurológicos no es el nexo lógico que sirve a la demostración. De nada
le sirve tampoco constatar lo que pasa en otros cerebros (quizás el de genios
matemáticos), pues no podrá decir quién está equivocado. Nuevamente, el aspecto
normativo propio de lo intencional queda completamente sin salvar en la
descripción naturalista de lo que pasa en el cerebro. No cabe esperar que en el
idílico futuro en que vive Sc la gente deje de entregarse a la reflexión
puramente teórica, sustituyéndola por descripción neurológica o física en
general.
Pero esto, claro está, no afecta solo a un pensamiento
acerca de las matemáticas. Afecta también a un pensamiento (metafísico) acerca
de la omnipotencia o no de la neurología. Sc no podría justificar su creencia
en que la Libertad
es una ilusión y todo se describe correctamente
con la simple neurología: no puede saber si sus criterios metafísicos y científicos
son correctos. Dado que el estado en que se encontrará su cerebro dentro de un
rato está completamente determinado por las leyes naturales, no es ni correcto
ni incorrecto, es simplemente el que tiene que suceder y no cabe imaginar otro.
Todo el razonamiento científico (con su metodología, etc.) es un puro
epifenómeno prescindible: el sujeto no se ha dejado realmente convencer por
razones, sino que no hay hecho más que pensar lo que no tenía más remedio que
pensar. Es obvio que esto no salva, ni elimina, la actividad científica. Y cae,
también, en la falacia es-debe, pues de que el cerebro esté en tal estado de
creencia no se sigue que yo deba creerlo. Si en algún lugar del mundo hay un
sitio donde se puede creer en normatividades teóricas, no es en el contenido de
la neurología. Como dijo Husserl, el naturalismo es escepticismo.
En todo lo anterior, he dejado a un lado (aunque merecería
la pena abordarlo) el aspecto ético o deontológico que hay en toda actividad teórica
de un agente racional. La verdad tiene su propia deontología, propiamente
teórica, pero la veracidad implica también la aceptación de criterios éticos.
Podría decirse que no merecía la pena todo este ejercicio de
imaginación, porque es impensable que los seres humanos, o algún otro ser
inteligente, pueda prescindir de la fenomenología. Al fin y al cabo, incluso
cuando Sc se encierre en la caverna del encefalograma y se olvida del lenguaje
mentalés (suponiendo que eso pueda hacerse), su vida mental seguirá
funcionando: lo que pasa es que ahora su fenomenología contendrá pensamientos
acerca de neuronas, en vez de pensamientos acerca de pensamientos. Siempre
podrá y tendrá que plantearse si lo que él se representa, en su interior de
primera persona, es el cómo son las cosas en sí mismas. Siempre podrá y tendrá
que entregarse a la enojé fenomenológica… Por tanto, no necesitamos recurrir
específicamente a representaciones normativas: el simple ámbito intencional
descriptivo habría bastado.
Eso es, en cierto sentido, cierto, a mi parecer. No
obstante, pienso que es preferible plantearlo como lo he planteado, además de
porque es un planteamiento más comprometido (de manera que, mostrar que resulta
convincente, es más interesante), porque creo que toda la vida mental es,
incluso cuando no lo parece, normativa. Es más, creo que todo lenguaje también
naturalista, es intrínsecamente normativo. Por tanto, la cuestión estaría mejor
descrita diciendo que el lenguaje natural con su normatividad propia, no reduce
la normatividad de lo intencional (además de que no es incompatible con ella).
A ver, ¿todo este experimento mental serías capaz de repetirlo con un asunto más sencillo como la deliberación de si un sujeto que se tiene en frente es atractivo o no en función de mirar nomás ciertos índices hormonales?
ResponderEliminarPor ejemplo:
¿Por qué no se limita a mirar en su encefalograma qué “decisión” va a ocurrir que toma, en lugar de tomar la decisión?
Por la misma razón que si voy por una ciudad y veo un banco y decido sentarme, ese evento NO era predecible hasta que supiera de un evento externo a mi encefalograma como es la visión del banco. Otro tanto con los argumentos como por ejemplo el de este post: hasta que no lo vea entero y en global, como el mentado banco, no podré deducir mi comportamiento posterior pero eso NO impugna la circularidad causal de la física, nomás recuerda que para preedecir real y totalmente mi comportamiento necesitaría ser omnisciente.
Sigue siendo tan necesario como siempre deliberar libremente, es decir, atendiendo a razones y motivos, y no a lo que aparece en un encefalograma
No. Lo que pasa es que las razones y motivos son el paso intermedio entre lo que sucede en nuestro exterior (como los bancos o una mujer atractiva) y los disparos neuronales. Lo que tu estás diciendo es una trivialidad tal como que una persona no solo se mira a sí mismo para decidir algo. Obvio. Pero no estás impugnando el determinismo estructural del sistema cognitivo.
De “eso va a ocurrir así” o “desearé tal cosa” no se sigue de ninguna manera “debo desearlo”, salvo mediante el principio, ético-normativo (y seguramente falso, pero en todo caso no una proposición descriptiva) de que “debo desear lo que no tiene más remedio que ocurrir”
Otra vez: claro que mientras voy deseando algo (subiendo la testosterona, p.ej) bien puede sucederme un argumento o un recuerdo (de mi mujer, p.ej) que atempere el deseo adulto. La cuestión es buscar un escenario "limpio": ¿puedo sustituir un evento mental en un momento dado, v.gr: un deseo, mediante un mero estado cerebral, v.gr: nivel de oxitocina? Dicho de otro modo y en negativo: ¿tiene sentido decir que "tengo miedo" aún a pesar de que NO tenga presente "presente la sensación del corazón que late aceleradamente, de la respiración entrecortada, de los labios temblorosos, de las extremidades debilitadas, de la piel de gallina o de los movimientos de las vísceras"? ¿Puedo decidir tener miedo a despecho del cuerpo? O viceversa: con todos esos síntomas físicos, ¿puedo decidir NO tener miedo?
Desde mi punto de vista, haces trampa utilizando los argumentos matemático/lógicos como paradigma de pensamiento pero porque así tiras de tu racionalismo y nos remites a problemas epistemológicos. Prueba a elucidar el asunto con actitudes intencionales mucho más mundanas.
Héctor,
ResponderEliminarEl caso que planteas (sobre gusto) no es más sencillo sino más complicado, porque al tratar de algo estético, donde es más difícil justificar el lado normativo (criterios estéticos), puedes caer en la ilusión de que es algo meramente fáctico. Aún así, te invito a que sustituyas tu vida emocional (ya que es un flogisto) por una descripción neuronal suya.
Lo que dices de haber visto el barco lo he tenido en cuenta al decir que la predicción de lo que va a ocurrir en el cerebro incluye conocer las variables contextuales relevantes. Pero da igual, porque para el tema que tratamos (es decir, si la Libertad es una noción prescindible) una de dos: o lo es o no lo es. De todas maneras, yo no creo que el problema tenga que ver con el desconocimiento de los contextos. Añádele a supercientífico el conocimiento de todo el universo físico (como está implícito en el supuesto) y la cuestión sigue igual.
Si las voliciones o estados intencionales son estados intermedios, entonces no son prescindibles y entonces la libertad no es una ilusión.
Pero creo que no ves clara la auténtica falacia es-debe. Y, si no me equivoco y es que no la ves, no sé cómo puedo hacerla más clara.
Dices que hago trampa al poner el caso de la lógica y la matemática. ¿Cuál es la trampa? De lo que se trata es de esto: jamás, por principio, la neurología puede sustituir a la reflexión matemática autónoma (y lo mismo cabe decir de la deliberación moral), por tanto, lo intencional no puede ser una ficción. No se puede estar en misa y repicando. Si es como el flogisto, abandónese.
Por trampa me refiero a que la deducción lógico matemática es una actividad emintemente verbal, por ende, mental...pero que igualmente está sujeta a las torsiones ambientales que hacen de la cognición un sistema extendido (sin nuestro manejo de la Lengua, v.gr, NO seríamos capaces de la introspección lúcida, vamos, seríamos como animales)
ResponderEliminarPor eso digo que una actitud intencional más mundana, como el miedo, donde se ve mejor cómo el exterior incide en la noción mental; es más transparente.
Me insiste, quiero decir, en que no veo la falacia es-debe pero es que yo dicha falacia hace referencia al contraste entre entender como real un hecho exterior y que éste hecho incida necesariamente en nuestro ego: lógicamente si el evento es exterior NO es algo que tenga que ver (necesariamente) con nuestros estados cognitivos, ahora, un "corazón que late aceleradamente (...)" no es solo un evento exterior, físico, sino que de suyo es mental por eso digo que decir que de un ES como el "corazón que late aceleradamente(...)" sí se pasa a un DEBE como "tengo miedo" pero porque, por definición, el estado mental "tengo miedo" es un ES como "corazón que late aceleradamente(...)"
Para negar esto tendrías que decir que las emociones y sensaciones son, en el fondo, ciertas formas abocetadas de pensamiento verbal (algo muy acorde con tu platonismo), algo así como ciertos eventos neurológicos respecto a nuestros teoremas...¡pero es justo al revés! Los argumentos y razonamientos son al pensamiento lo que las "vísceras y latidos" a una sensación tipo miedo, es decir, algo así como el rompeolas que ponemos en la periferia de nuestra cognición para soportar el embate del entorno: cuando yo termino de razonar o de sentir latiendo el corazón, tengo una sensación cuya certeza es neurológicamente reconocible, de hecho, puedo tener una lesión que me impida culminar esa certeza como el mal de Capgras que demuestra que, por muchos datos y argumentos que se tenga enfrente, si no puedo culminar en una sensación final; no soy capaz de hacer el reconocimiento.
J.A.
ResponderEliminarEsta situación imaginaria tiene que ser posible en principio, si la tesis reduccionista de la mente es correcta
Sabes que no: depende de si es reduccionismo ontológico o epistemológico. El reduccionismo ontológico (o sea, la tesis de que la mente es un conjunto de cualidades y procesos SUPERVINIENTES a la actividad neuronal) no implica el reduccionismo epistemológico (es decir, la tesis de que es posible en principio DEDUCIR la descripción de lo que pasa al nivel mental a partir de la descripción a nivel neurológico). Yo soy reduccionista en el primer sentido (es decir, en el sentido de creer que lo más plausible es que los procesos mentales y los procesos neurológicos sean LOS MISMOS procesos), pero no en el segundo.
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Veamos ahora qué papel cumpliría todo ese conocimiento natural de Sc acerca de su actividad racional práctica y teórica:
Me temo que, si tuviéramos el conocimiento que tiene SC, es muy probable que hubiéramos descubierto muchas otras cosas todavía mucho más sorprendentes, y nuestra visión del mundo y de nosotros mismos habría cambiado tanto que los problemas filosóficos que nos planteamos tú y yo le parecerán juego de niños. Piensa en la cantidad de NUEVOS ESQUEMAS CONCEPTUALES que habría tenido que desarrollar la humanidad para alcanzar esos conocimientos. Pero, en fin, sigamos, por mor del argumento.
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Lo primero que hay que ver es que, aunque todo ese conocimiento natural fuese posible (y no veo por qué no podrá serlo, en principio)
Por poder, podría ser, pero tu argumento NECESITA que lo sea. Es decir, si tu argumento pretende ser una refutación del naturalismo, sólo lo logrará si es verdad que el naturalismo implica que ese conocimiento es posible. Y no sabemos si lo implica o no.
También, como te dije el otro día, tal vez haya algún límite lógico-matemático a lo que un sistema cognitivo puede averiguar sobre su propio funcionamiento (de hecho, si es un sistema finito, al menos lo que sí es seguro es que no puede tener una representación COMPLETA de sí mismo -pues el poseer una biyección sobre un subconjunto propio es lo que define a los conjuntos infinitos-, aunque, por supuesto, vete tú a saber si para tener una "COMPRENSIÓN COMPLETA" de un sistema hace falta tener una "representación completa" del mismo).
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sigo
aunque todo ese conocimiento natural fuese posible ... Sc no tendría ninguna razón para (si es que podía siquiera hacerlo) abandonar su mundo intencional de reflexiones y razonamientos y sustituirlo por un mundo descriptivo neurológico. En caso de que pudiera y decidiera hacer tal cosa estaría empobreciendo enormemente su vida, de manera análoga a quien decidiese considerar en adelante la música estudiando las propiedades químicas de los CDs. Simplemente dejaría de tener contacto con la música.
ResponderEliminarVete tú a saber. Como digo: para llegar a descubrir ese "conocimiento", la humanidad habrá tenido que descubrir muchas otras cosas por el camino. ¿Puedes DEMOSTRAR que ninguna de esas cosas implica la posibilidad de cambiar de un tipo de "vida mental" a otro radicalmente distinto? Es decir, me puedo imaginar que mis descendientes capaces de haber obtenido ese conocimiento se han convertido por el camino en unos cyborgs que pueden tener cientos de "vidas mentales" diferentes, todas ellas menos una inimaginables e inconcebibles para mí. Tu argumento necesita suponer que eso no es posible (que Sc seguirá teniendo deseos, pensamientos, tomando decisiones, IGUAL que nosotros), y no veo la necesidad de suponerlo.
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“puesto que tengo dos descripciones paralelas de lo mismo, de mis pensamientos, voy a quedarme con la más fiable, la que me dice lo que no tiene más remedio que pasar,
Fíjate que "más fiable" en este sentido no lo dices tanto para referirte a saber qué es lo que ESTÁ pensando Sc, sino para saber qué es lo que VA A PENSAR (si dice "creo que X, pero mi encefalograma dice que creo que no-X, por lo tanto, no creo que no-X"... el primer "creo" ocurre en realidad ANTES del tercero).
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si Sc cree en la prescindibilidad e ilusoriedad del concepto de libertad, entonces Sc no puede creer que realmente él toma la decisión de encerrarse en la caverna del encefalograma
Me temo que te sigues haciendo la picha un lío mezclando la idea de "libre albedrío" (o sea, libertad como capacidad de determinar mediante la voluntad lo que la naturaleza ha dejado "abierto"... concepto que me da la impresión que tanto tú y yo rechazamos) con la idea de "libertad como capacidad de que nuestras decisiones estén influidas por nuestros procesos de deliberación racional". Tu argumento de ahora se aplica a lo primero (eso es lo que Sc seguramente pensará -con buenas razones- que es una "ilusión"). Pero no veo NADA en tu argumento que implique que Sc considera que sea una "ilusión" el hecho de que sus decisiones estén basadas en deliberaciones racionales. Es más, seguro que el conocimiento de su cerebro le ha permitido DETECTAR las influencias "inconscientes" en sus decisiones, y "filtrarlas", por así decir, de modo que sus deliberaciones y decisiones serán ahora MÁS RACIONALES que antes, y por lo tanto, según tu propia definición, será más libre.
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sigo
tiene que creer que ocurre solo lo que no tenía más remedio que ocurrir, y no en virtud de una deliberación racional y una decisión, sino en virtud de las leyes de la física.
ResponderEliminar¡Ay, el viejo vicio de la petitio principii! Se supone que lo que te has propuesto DEMOSTRAR en esta entrada es que "en virtud de una deliberación racional" y "en virtud de las leyes de la física" son cosas incompatibles. Mal vamos si en tu argumento UTILIZAS esa incompatibilidad como premisa.
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¿Por qué no se limita a mirar en su encefalograma qué “decisión” va a ocurrir que toma, en lugar de tomar la decisión?
¿Y quién te dice que no es lo primero lo que está haciendo, pero que eso NO IMPLICA que deje de hacer lo segundo? Tú estás aquí confundiendo dos argumentos: en el uno, lo que imaginas es que Sc tiene una máquina que SE LIMITA a predecir en t que Sc va a decidir hacer X en t+2 (es decir, Sc hace esa predicción, pero IGNORA el proceso neuronal-causal que conduce a ella; como mucho, lo sabe su máquina, pero no él). Pero ese no era tu argumento inicial: tú habías supuesto que Sc NO SÓLO PUEDE PREDECIR QUÉ VA A DECIDIR, sino que en realidad puede saber TODO, TODO, TODO lo que pasa en su cerebro. Si te mantienes fiel a este argumento, la situación cambia: no es que Sc "adivine en t gracias a su máquina" que va a decidir hacer X en t+2, de tal modo que "en t+1 aún le queda la posibilidad de cambiar de idea y decidir en t+2 justo lo contrario", sino que en t Sc es capaz de predecir TODA SU ACTIVIDAD MENTAL entre t y t+2, toda, toda, toda. Eso quiere decir, simplemente, que él en t ya sabe qué es lo que va a decidir Y POR QUÉ; es decir, ya sabe en t todos los detalles del proceso de deliberación -TODO LO RACIONAL QUE QUIERAS- que va a llevar a cabo en t+1 y t+2. Si "libre" significa, según tú, "como resultado de una deliberación racional", la única forma de que tu argumento mostrara que el conocimiento neurológico de Sc es incompatible con la libertad, sería mostrando que Sc predice en t que va a decidir X en t+2 MEDIANTE UN PROCESO DE DELIBERACIÓN QUE NO ES RACIONAL. Pero tu argumento no muestra eso, creo yo.
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sigo
Por otro lado, tu argumento olvida que la mayor parte de la evolución del cerebro entre t y t+2 no depende sólo del estado del cerebro en t, sino de la INFORMACIÓN que el cerebro recibe desde el exterior en ese período; de modo que, para que Sc pudiera predecir lo que iba a decidir en t+2, tendría que ser capaz de predecir toda la información que su cerebro va a recibir... y eso me temo que no sería posible ni siquiera para Sc (pues el universo es seguramente un sistema impredecible).
ResponderEliminar.
para un descriptivismo naturalista la tecnología ya no tendría ningún valor, pues no podrá cambiarse lo que de todas maneras no tiene más remedio que ocurrir.
supones injustificadamente que el descriptivismo ése sería no sólo naturalista, sino OMNISCIENTE, lo que es mucho suponer.
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¿sabe, en el caso de que siga toda y sola la descripción de la serie de eventos neurológicos de su cerebro, si lo que estará pensando en el momento en que llegue a la conclusión, será lo correcto, es decir, si la demostración será válida? No: puede predecir si él la creerá y la llamará correcta, pero no si debería creerla correcta, porque el nexo entre los eventos neurológicos no es el nexo lógico que sirve a la demostración.
Veo que soy un predicador que clama en el desierto, como mi tocayo: claro que el nexo entre los eventos neurológicos no es el nexo lógico: ¡¡¡¿¿¿pero no habíamos quedado que TAMPOCO es ese "nexo" entre unos ACTOS MENTALES Y OTROS no es tampoco ese "nexo lógico"????!!! Fíjate que, si cambias "neuronal" por "mental" en tu argumento, sigue siendo igual de válido o inválido: saber todo lo que va a ocurrir a nivel mental en la mente de fulano, "SÓLO te sirve (incluso al propio Fulano) para PREDECIR si creerá o no creerá algo, pero no te sirve para decidir si DEBERIA creerlo".
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Fíjate que tu argumento lo que dice es que no se puede reducir la noción de implicación lógica a un conocimiento sobre los estados neuronales... NI A NINGUNA OTRA COSA (tampoco a un conocimiento sobre los estados mentales). Luego tu argumento no vale para mostrar que lo MENTAL es "irreducible", sino si acaso, para mostrar que la LÓGICA es "irreducible" (signifique esto lo que signifique). Y puede, por tanto, que la lógica sea irreducible a lo neurológico PERO QUE LO MENTAL SÍ QUE SEA REDUCIBLE (en el sentido de superveniente, no de DEducible).
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es impensable que los seres humanos, o algún otro ser inteligente, pueda prescindir de la fenomenología.
Veo también que ha caído en saco roto mi advertencia de que "intencional" NO ES LO MISMO que "mental": nuestras mentes pueden llegar a tener contenidos intencionales (otras mentes, no: estas tendrán FENOMENOLOGÍA, pero no intencionalidad), y del mismo modo, no veo por qué rechazar la posibilidad de que haya sistemas CON INTENCIONALIDAD, PERO SIN FENOMENOLOGÍA.
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Héctor,
ResponderEliminarpensar, en la matemática por ejemplo, es una actividad lógica. Si es "verbal" será porque la lengua refleje lo lógico. El tema fundamental, que es la validez, no se salva diciendo que es una actividad verbal, salvo que ya se introduzca ahí la normatividad.
Me parece que lo que se argumenta en la entrada es muy claro y se puede contestar sin dar vueltas: ¿es eliminable el concepto de libertad, como el de flogisto? Pues hazlo.
Jesús,
ResponderEliminarNo voy a discutir otra vez lo que llamas reducción ontológica pero que no lo es de ninguna manera (ya quedó claro que tu criterio ontológico no es correcto: que dos cosas estén correlacionadas no quiere decir que una sea reducible a la otra o que una no exista, que es de lo que trata la ontología). Lo cierto, y es lo que pretendo en esta entrada probar, es que la Libertad no es como Eolo, las brujas o el flogisto, que es a lo que llamo yo una ficción, sino como los electrones, es decir, imprescindible para describir el mundo. Llámalo como quieras. La Libertad es concepto necesario, y por tanto no es una ficción, como dicen algunos.
Por otra parte, tu tesis superveniente hacia abajo no tiene justificación, puesto que tú mismo admites que otros complejos materiales diferentes al cerebro podrían implementar la misma mente. Y no cuentas, tampoco, con un argumento para decir que la mente no existe sin soporte material. Por tanto, no tienes manera de demostrar ni que lo intencional no existe más que “en” lo material, ni para decir que “se reduce” a ello (concretamente al cerebro).
¿Qué habríamos descubierto si estuviésemos en el caso de SC? Dices que muchas maravillas. ¡Quién sabe! En la noche de los tiempos todos los gatos son pardos. Pero yo insto al que diga que la libertad es una ilusión y que la neurología lo explica todo sobre ella y la hace inconsistente, a que deje de deliberar y usar todo ese lenguaje ficticio, igual que dejó de creer en los reyes magos, y se ponga a hablar de sus estados del cerebro. El supuesto que planteo es lo más razonable dada la discusión. Ahora, si vamos a recurrir al “no sabemos qué puede haber por ahí”…, por mi parte se lo dejamos a los ufólogos.
No es verdad lo que dices, que mi argumento necesite que todo ese conocimiento de Sc sea posible. Al contrario, si ese conocimiento de Sc es imposible, entonces todavía menos se puede sostener que la Libertad es un concepto reducible. Al contrario, quien crea que la libertad es una ficción necesita que eso sea posible y, de hecho, es lo que tendría que pasar para que se confirmase su tesis (como los reduccionistas honestos –Churchland, por ejemplo- reconocen. Los demás están en misa y repicando: creen que los reyes magos son irreducibles epistemológicamente).
Jesús, sigo:
ResponderEliminarSegún tú, podría ser que el naturalismo no implique la ineliminabilidad de los espíritus (no sabemos qué implica, dices)… Pues yo eso no lo voy a discutir. Solo discuto con quien crea que la tesis ontológica naturalista dice que toda la naturaleza es material y nos compromete con que no hay que presuponer ningún otro concepto inmaterial. Un naturalista que crea que los espíritus son irreducibles, no es un naturalista para mí (ni para ningún naturalista que yo conozca).
Lo mismo digo de quienes, apoyándose en nuestros posibles límites cognitivos, nos cuelan una tesis ontológica. Yo la llamaría teológica.
Dices en algún momento: Se supone que lo que te has propuesto DEMOSTRAR en esta entrada es que "en virtud de una deliberación racional" y "en virtud de las leyes de la física" son cosas incompatibles.
No me puedo creer que digas algo así (has debido escribirlo en un momento de precipitación): en la entrada anterior he argumentado, justamente al contrario, que no tienen nada de incompatibles; y lo que estoy argumentando en esta es, precisamente, que no se puede prescindir de uno de ellos. ¿Cómo voy a decir que son incompatibles la deliberación moral y los eventos neurológicos? Digo, como es claro, que el uno no reduce al otro. ¡Y sin embargo introduces esta malcomprensión tuya atribuyéndome petición de principios…!
Tú estás aquí confundiendo dos argumentos: en el uno, lo que imaginas es que Sc tiene una máquina que SE LIMITA a predecir en t que Sc va a decidir hacer X en t+2 (es decir, Sc hace esa predicción, pero IGNORA el proceso neuronal-causal que conduce a ella; como mucho, lo sabe su máquina, pero no él). Pero ese no era tu argumento inicial: tú habías supuesto que Sc NO SÓLO PUEDE PREDECIR QUÉ VA A DECIDIR, sino que en realidad puede saber TODO, TODO, TODO lo que pasa en su cerebro. Si te mantienes fiel a este argumento, la situación cambia: no es que Sc "adivine en t gracias a su máquina" que va a decidir…
Si te fijas en mi argumento y mi desarrollo del supuesto, verás que lo que digo, y que conserva en todo momento la consistencia, es que si Sc conoce los estados neuronales y sus conexiones causales, entonces no está simultáneamente haciendo una reflexión moral, sino el recorrido puramente descriptivo de los eventos neurológicos correspondientes. En ningún momento he dicho que Sc usa una máquina para adivinar… Puede predecir lo que va a ocurrir como cualquier científico, es decir, sobre la base de hechos y leyes. Pero esto no suple la reflexión moral sobre si debe desear esto o lo otro. Por tanto, si lo que Sc sigue es el curso de causas-efectos químicos que le llevan hasta el estado final, entonces no está siguiendo el curso de la deliberación moral. Si tiene la habilidad de seguir los dos cursos al mismo tiempo (lo que es lógicamente imposible) entonces lo único que demuestra es que conoce ambos, pero sabrá que la causa moral por la que elije lo que hace no es la misma que la causa química, como quien sigue la música sabe que la composición de Mozart no es la serie de hechos químicos del CD.
Jesús, sigo y termino:
ResponderEliminarPor otro lado, tu argumento olvida que la mayor parte de la evolución del cerebro entre t y t+2 no depende sólo del estado del cerebro en t, sino de la INFORMACIÓN que el cerebro recibe desde el exterior en ese período
No es mi argumento el que olvida eso, sino tú (perdona que te diga) el que olvida lo que digo en mi argumento, porque digo: “Estamos en el futuro, y el desarrollo de la ciencia neurológica ha llegado a tal punto que es posible predecir con gran exactitud (prácticamente con seguridad) el estado en que se encontrará un cerebro en un momento dado, teniendo en cuenta sus estados anteriores más los valores de las variables contextuales relevantes”
Pero todo esto, aunque es un elemento que por principio tiene que postular el reduccionismo cientificista, es secundario, porque si sucediese que fuese imposible controlar esas variables, entonces todavía menos sería viable sustituir la reflexión moral por una descripción neurológica, ya que esta sería incapaz de hacer predicciones.
Quizás resulta, como dices a continuación, que para que el naturalismo sea defendible, no puede ser omnisciente, es decir, que tiene que dejar agujeros para los espíritus. Pero ¿qué pasaría con un naturalismo omnisciente? Pues que sería una incompleta visión del mundo y, además, inconsistente en sí mismo, como demuestro en este post.
¡¡¡¿¿¿pero no habíamos quedado que TAMPOCO es ese "nexo" entre unos ACTOS MENTALES Y OTROS no es tampoco ese "nexo lógico"????!!!
Ni mucho menos habíamos quedado en eso. Es más, a mí si es mental o no me da igual (no lo voy a discutir ahora), porque de lo que se trata es de nuestra capacidad intencional-normativa del concepto de Libertad y anejos, que es irreducible a neurología. Si también fuese irreducible a mente (como dices tú pero no comparto –aunque no hace falta discutirlo ahora-) pues entonces necesitamos tener otra cosa más, además del cerebro y la mente, en la que podamos hacer reflexiones morales y teóricas con el requisito de validez.
Mi argumento no pretende demostrar que lo mental es irreducible a lo natural (aunque eso también es verdad), sino que la Libertad y la el razonamiento práctico en general (igual que el teórico), de los cuales somos capaces, son irreducibles a lo natural.