sábado, 23 de febrero de 2013

Física y Metafísica, III. De cómo el criterio científico-natural no es ni necesario ni posible en Metafísica

Solemos ser capaces de distinguir cuestiones metafísicas de cuestiones científico-naturales, o simplemente científicas. “¿Por qué algo, y no más bien nada?”, es un ejemplo de las primeras; “¿Cómo funciona ese algo?”, de las segundas. O, al menos, y según algunos, somos capaces de distinguir una teoría sustentada por la metodología científica, de una tesis que (“solo”) se apoya en los métodos de la metafísica. ¿Qué relación hay entre ellas? En la entrada anterior proponíamos un esquema de las respuestas posibles a esta cuestión, y dejábamos  pendiente discutir sus virtudes, concentrándonos en las dos que creo más interesantes, el Naturalismo (holista) y un cierto No-naturalismo.

Un naturalista epistemológico es aquel que sostiene que toda cuestión con sentido tiene que estar, más o menos inmediatamente, sometida a los criterios metodológicos de la ciencia natural. Si antiguamente (a principios del siglo pasado) el naturalismo tendió a excluir la metafísica como un cúmulo de cuestiones sin sentido, la evolución posterior, espoleada por los problemas de la demarcación (no parecía posible distinguir qué tesis son directa y claramente falsables) y de la imposibilidad de la reducción de los términos con aspectos ontológicos poco deseables naturalistamente hablando (números, universales, intensiones…) a entidades estricto-naturalistamente respetables, condujo a la tolerancia: ahora la metafísica es vista como una empresa con sentido, e incluso relativamente autónoma, que se mueve en unas regiones muy generales y fundamentales del edificio teórico único (o muy centrales, si usamos la metáfora quineana de la ciencia como una red que toca por sus puntos exteriores a la realidad). La forma en que sigue siendo válido el naturalismo en estas versiones holistas es que la metafísica está sujeta al criterio global de ser “coherente” con nuestra mejor teoría científico-natural, lo que implica que los descubrimientos científico-naturales pueden y tienen que influir, por amortiguadamente que sea, en la metafísica, es decir, que la metafísica está también sujeta al tribunal propio del conocimiento científico-natural.

He llamado a esto “Tesis de la Continuidad a favor del Naturalismo”, TCN. Y dije que pienso que hay que rechazar, en primera instancia, TCN, y preferir la Tesis Discontinuista a favor de la Metafísica, TDM, tal como la expliqué anteriormente. Creo que cuestiones como “¿por qué hay algo en vez de nada?”, “¿qué es existir?”, “¿existen las Ideas platónicas?”, “¿qué relación hay entre Sujeto cognoscente y Realidad?”,  “¿Tiene el mundo material una causa inmaterial?”, “¿es la mente una sustancia, o una función o un epifenómeno de lo material?”, “¿qué relación hay entre mente y materia?”, e incluso cuestiones como “¿Qué es (cuál es la esencia d)el tiempo?”, “¿Qué es la vida?”, todas estas y muchas otras son cuestiones que no pueden esperar aporte alguno de la metodología científico-natural, porque, por usar la letra de Wittgenstein, “dejan todo (todo lo material) como está”, aunque, por usar el espíritu de Wittgenstein, también lo cambian radicalmente todo, y, contra la letra y quizás el espíritu de Wittgenstein, no son sinsentidos ni cabezazos contra los límites de La Gramática, sino, precisamente, ejercicio de La Gramática en sí misma o Logos (hablando casi consigo mismo).

La cuestión principal entre TCN y TDM es, pues, esta: ¿son o deben ser, en último término, contrastables científico-naturalmente las proposiciones metafísicas para que tengan sentido? Por ejemplo, ¿deben ser contrastables las tesis que aspiren a dar respuesta a la pregunta “¿por qué algo en vez de nada?”?

Pero ¿qué significa eso de ser contrastable de acuerdo con los criterios de la ciencia natural? Damos por supuesto que el método científico consiste, básicamente, en la formulación de hipótesis y su contrastación empírica. De estos dos rasgos, el específico o distintivo de la ciencia natural será el segundo, es decir, el criterio empírico, la vieja comprobación “por medio de los sentidos” (en un visionado o una escucha, etc.) El primer aspecto metodológico, el puramente especulativo, lo puede compartir la ciencia con la metafísica. Pero si falta el segundo, si una hipótesis no tiene ninguna influencia, directa y contrastable empíricamente, en cómo se comporta la naturaleza, entonces es “mera especulación” o “metafísica” (luego discutiremos algo más este asunto del criterio empírico).

Definíamos la Tesis Continuista Naturalista, TCN, como:

“Tenemos que aceptar aquellos elementos teóricos (hipótesis, conceptos…) implicados por nuestra mejor teoría científico-natural del mundo”.

Ahora añadimos, pues, que esta tesis comporta el criterio metodológico de Falsación / Verificación, o Criterio Científico-natural (un poco por extenso):

“Es científico-naturalmente contrastable cuanto y solo cuanto es falsable mediante experiencia empírica, sea que se trata de algo directamente experimentable, sea que está implicado lógica- (o cuasi-lógica-)mente por algo directamente experimentable ”.

Con “cuasi-lógicamente” nos referimos a criterios de bondad epistémica, “lógicos” en sentido amplio, como la coherencia, la simplicidad, la fecundidad, etc. Un concepto o hipótesis aspirantes a pertenecer a una teoría científica no pueden ser subjetivos o tener una conexión casi-arbitraria, o naturalistamente arbitraria, con lo experimentable. Kepler pudo “usar” presupuestos místicos para su propuesta de las órbitas planetarias, pero la ciencia no acepta esa implicación, precisamente porque no hay una conexión lógica (sino metafísica) con algo empíricamente comprobable. Algo parecido es lo que quiso expresar la dualidad contexto de descubrimiento / contexto de justificación. No hay que admitir más entidades que las “lógicamente” implicadas por las teorías. Y están lógicamente implicadas aquellas cuya estructura es necesaria para explicar los datos. Todas las nociones con un papel causal o estructural o “semántico” de una teoría, tienen que guardar una relación lógica (en sentido amplio). Hay, por ejemplo, una relación de modelación (y la relación de modelo implica la relación de isomorfismo): un modelo no puede ser cualquier cosa. Y hay restricciones, igualmente, para cualquier otro tipo de causación que aspire a serlo dentro de la ciencia natural.

Pues bien, Si TCN es válida, su criterio empírico tiene que ser universal, para toda presunta teoría que aspire a la verdad.

¿Es así?: ¿están todos los conocimientos legítimos sometidos al Criterio científico-natural o empírico?

Mi argumentación contra esto será doble:
     a)      el criterio empírico, que TCN propone como criterio panteórico último, no es ni necesario ni posible en todos los ámbitos del conocimiento, sino que es inadecuado para, por ejemplo, las cuestiones metafísicas.
     b)      TCN (o sea, la tesis de que el criterio naturalista es universal) es inconsistente.

TCN no es no salva toda la racionalidad ni se salva a sí misma.

Desarrollaré la argumentación a en esta entrada y dejo b para la siguiente.

                                                             * * * *

En primer lugar, no parece necesario, sino extrañamente injustificado, pretender someterlo todo al criterio empirista. ¿Por qué la comprobabilidad empírica había de ser un elemento de cualquier conocimiento legítimo? ¿Por qué la ciencia natural iba a ser el único “juego de la verdad”? ¿Por qué no iba a tener sentido que nuestra razón se preguntase si tiene sentido o no que el mundo procedo de la nada, e indague racional y aprioríticamente sobre su posible causa o falta de ella? Es, habitualmente, una mera petición de principio exigir a un área como la metafísica, que pase la prueba de la ciencia empírica. Además, como intentaré mostrar en la próxima entrada, es una tesis autocontradictoria.

Los argumentos tradicionales y habituales para encerrarse en lo que podemos descubrir empíricamente, son más bien flojos:

     - la ciencia natural, se dice, ha demostrado su eficacia progresando y produciendo acuerdo universal, mientras la metafísica sigue empantanada en Platón. Obviamente, este tipo de motivos no es suficiente para abandonar un campo de conocimiento, mientras no se encuentren razones estructurales por las que la metafísica sea inválida (algo del tipo de los –fallidos- intentos terapéuticos wittgensteiniano o positivista, o del –igualmente errado- análisis trascendental de Kant).

     - se dice también que nosotros no estamos capacitados para investigar, o no tenemos acceso a, presuntas realidades que estarían más allá de aquello con lo que sí estamos en contacto. Este argumento o bien es un prejuicio metafísico (ya estamos en contacto con la realidad) o es una petición de principio de empirismo.

En cuanto a los análisis disolutivos más serios, y que son argumentos independientes de los anteriores, son, decía, intentos fallidos. Todos esos análisis, en general, suponen lo que había que demostrar:

     - suponen por ejemplo (Kant) que lo que no es representable espacio-temporalmente no es pensable, o sea, que conceptos sin “intuiciones” están vacíos (su propia filosofía, “Lógico-trascendental" estaría, pues, vacía);

     - o, similarmente, otros (los positivistas) suponen que el “lenguaje correcto” solo admite en sus variables existenciales cosas verificables (con lo que el propio positivismo no es ciencia sino sinsentido);

     - o suponía otro (Wittgenstein) que hay un hablar correcto, y la metafísica no lo es.

Hay alternativas más plausibles y menos inconsistentes para explicar la supuesta falta de progreso y acuerdo en la metafísica: la metafísica es dialéctica. O, quizás, está por progresar (quizás nuestra inteligencia no está aún bien encaminada a la solución de esos problemas, aunque ya los entiende y tantea algunas repuestas).

Lo peor para los que pretenden deshacerse de ella, es que la metafísica es ineludible, y, aunque no forma parte de la ciencia (de su interior), es presupuesta, sin embargo, por la propia ciencia, metacientíficamente, como algo necesario en el edificio racional pero inabordable científico-naturalmente. Toda la ciencia implica metafísicamente, por ejemplo, que hay algo más bien que nada, y que nuestro conocimiento es adecuado.


Segundo: la exigencia, de TCN, de que todo conocimiento válido se atenga al Criterio Empírico, es, no solo innecesaria, sino imposible de cumplir, porque es un criterio totalmente inadecuado para ciertas cuestiones, como las cuestiones metafísicas.

La ciencia natural, en sí misma, no tiene directamente nada que decir acerca de las preguntas “¿por qué hay algo en vez de nada?”, o “¿Existe un ser inmaterial, causa del universo?”. No hay ningún posible experimento natural en que pueda falsarse eso (no estamos preguntando si ciertas asimetrías matemáticas pueden explicar que el mundo se cree “de la nada”, como dicen, bastante puerilmente, ciertos científicos aficionados a la metafísica: estamos preguntando por todo, incluida la matemática, o sea, hablando de la verdadera nada). Incluso si el mundo es maravillosamente armonioso y absurdamente improbable o bien extraordinariamente cruel y solo uno más sin nada de especial, el razonamiento que, a través de ahí, indujese que hay o no hay un creador inteligente, no sería un razonamiento científico-natural, verificable o falsable, sino un razonamiento metafísico, sin posible conexión lógica con el criterio empírico. 

La razón de lo anterior es que, como decíamos más arriba, tiene que haber alguna conexión inteligible y no arbitraria entre el experimento empírico y aquello que se pretende estar experimentando. Si lo que medimos son fenómenos materiales, ¿cómo podemos conectar con ellos nociones como las de mente, Dios, etc.? La simple idea de una acción inmaterial, de una operación de la inteligencia sobre la materia, carece de sentido científico-natural. Aquí, el concepto de causación, metafísica, es analógico, no unívoco (tampoco equívoco) con el de la ciencia. Hay una relación mucho más estrecha de lo que a veces se cree entre epistemología y ontología: unos entes exigen unos métodos y rechazan otros.

Lo anterior no quiere decir (como desarrollaremos en otro momento) que las tesis metafísicas que son, por ejemplo, el teísmo o el ateísmo no puedan (y/o deban) partir del “dato” (metafísico) del mundo natural y sus cualidades, usado metafísicamente; ni que el científico no pueda usar heurísticamente presupuestos metafísicos, infalsables científico-naturalmente pero útiles desde un punto de vista más general. Hay una influencia indirecta, de interacción entre ámbitos cerrados por metodologías diferentes (que no incompatibles).

                                                                 * * * *

Pero ¿es correcto todo esto que acabamos de decir? Quizás, se dirá, la Ciencia natural sí puede (y debe) abarcar esas cuestiones, porque su único requerimiento es que cualquier tesis pase el test de la falsación empírica, no que las entidades postuladas tengan que ser materiales. El naturalismo, como tesis epistemológica, no está indisolublemente unido al materialismo o naturalismo ontológico (que es una posición metafísica, por cierto, por más que se la pretenda deducir directa o lógicamente de la ciencia). Pero un partidario de TCN tiene que estar dispuesto, como dijo Quine, a arrojar el naturalismo ontológico por la borda si la ciencia mañana nos dice que creer en la acción mentalista es la mejor manera de explicar lo que vemos. Quizás todos los conceptos con los que hoy definimos el ámbito de lo natural (espacio, tiempo…) sean abandonados el día de mañana por la Ciencia natural (o por la Ciencia sin más, si se prefiere).

¿Hasta dónde puede concebirse ese cambio? ¿Quizás el día de mañana los científicos ya no hablen ni de energía, ni de tiempo, ni de espacio, ni de fuerzas…, ni de algo que conserve el significado central de esos términos aunque profundice en ellos (lo que no significaría una equivocidad), sino de espíritus o auras? Esto parece bastante inconcebible, de buenas a primeras. Pero supongamos que sea, en principio, posible o remotamente concebible. ¿Cómo sabremos que no estamos, ya, haciendo simple metafísica?

Esto nos conduce al criterio epistemológico ya dicho: sabremos que estamos en la ciencia mientras podamos aducir experimentos empíricos que lo confirmen. Pero ¿qué es un experimento empírico, más que un experimento espacio-temporalmente ubicable? ¿Puede, el naturalismo epistemológico, por holista que sea, abandonar el empirismo? Y, ¿puede el empirismo prescindir de las nociones naturales básicas, sean “primarias” (como espacio, tiempo, etc.) o “secundarias”, como color, olor…? Parece que no. Por tanto, siempre será exigencia naturalista las nociones naturales básicas.

Y ahora se trata de explicar cómo pueden jamás hacerse coherentes nociones de entidades o eventos inmaeriales (inespaciales, intemporales) con esas nociones materiales, de forma que sea el método empírico el que tenga que, o incluso, pueda sancionar acerca de las primeras.

Pero ¿no podemos ser aún más tolerantes, y no exigir siquiera experimentos empíricos, sino conformarnos con el criterio pragmático? La Ciencia sería entonces, será siempre, aquella que funcione, aunque no sea alguna vez empírica. El holismo se enrocaría en el pragmatismo. Pero ¿qué significa aquí “funcionar”? ¿Cómo se demuestra algo en la práctica? Si significa, como parece, que funcione en hechos materiales que todos podemos ver, en experiencias empíricas, entonces no hemos dado un paso más allá del empirismo vulgar. Si significa que “funcione” en algún otro sentido, abstracto o indeterminado, aparte de que no sabemos cuál sentido es ese, no se ve por qué no serviría para justificar que la metafísica “funciona” en su sentido y autónomamente. Funcionar se reduce a “considerarse correcto”.

Por tanto, la tesis de que todo conocimiento está sometido a la metodología científico-natural (sea que se entienda a esta en el sentido restringido de ciencia de lo natural o espacio-temporal, sea que se la entienda como aquel saber que usa del método empírico, sea que se la entienda “pragmatístamente”) implica una exigencia que no es ni necesaria ni posible de cumplir, y la ciencia natural es incapaz de medir a la Metafísica.

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