sábado, 25 de febrero de 2012

El enigma del Parménides. Una interpreación, I: el pórtico

¿Qué significa el Parménides, ese Texto en que la Filosofía está en su estado puro, y que debió serle dictado a Platón por el propio Uno casi sin mediación?

Empecemos por los elementos dramatúrgicos, que en un filósofo perfecto son, a la vez, taumatúrgicos. Paul Friedlander dijo que Platón, como la Naturaleza, nada hace en vano. Esto, que por el principio de caridad hermeneútica hay que atribuírselo a todo bicho viviente, pero que en el caso de Platón se confirma una y otra vez, implica que la manera en que Platón escribe no es “literaria”, en el sentido de que sea anecdótica ni en el sentido de que Platón la usase inconscientemente, como por una inspiración subconsciente de poeta.

¿Quiénes son, para empezar, los intermediarios del diálogo? Leamos el comienzo del Diálogo, que es una especie de preámbulo o pórtico (si no estás preparado espiritualmente, mejor sería que te retirases con humildad –los platónicos ayunaban unos cuantos días antes de leer el Parménides-):

Cuando llegamos a Atenas desde nuestra Clazómenas, encontramos en el ágora a Adimanto y a Glaucón. Adimanto, tomándome la mano, me dijo:
-Bienvenido, Céfalo, y si hay algo que podamos hacer aquí por ti, dínoslo.
-Pues precisamente –contesté- para eso estoy aquí, para pediros un favor.
-Dinos qué te hace falta.
-¿Cómo se llamaba vuestro hermano por parte de madre? –pregunté yo entonces-. Pues no lo recuerdo. Era casi un niño cuando vine anteriormente a esta ciudad desde Clazómenas y ya ha pasado mucho tiempo desde entonces. Creo que el nombre de su padre era Pirilampo.
-Así es –respondió- y él se llamaba Antifonte. Pero ¿qué es lo que quieres saber?
-Estos que me acompañan –dije yo- son conciudadanos míos, auténticos filósofos, y han oído decir que ese Antifonte tuvo trato frecuente con un tal Pitodoro, amigo de Zenón, y que recuerda perfectamente el diálogo que mantuvieron en cierta ocasión Sócrates, Zenón y Parménides, por habérselo oído muchas veces a Pitodoro.
-Es verdad –dijo él.
-Pues bien –dije a mi vez- es ese diálogo lo que quisiéramos oír.
-No será muy difícil –dijo- pues mi hermano se ejercitó en aprenderlo a fondo desde su mocedad, aunque en la actualidad dedica la mayor parte de su tiempo a los caballos, siguiendo la tradición de su abuelo y homónimo. (126 a y ss)

El diálogo que mantuvieron aquellos sabios (Parménides, Sócrates, Zenón…) nos llega a través de Céfalo, Antifonte y Pitodoro. He aquí como creo que hay que interpretar a estos personajes:

     - Céfalo, que es nuestro más inmediato mensajero, representa el nivel material del discurso, el significante o cuerpo: Céfalo significa "cabeza" (lugar en que se aloja físicamente el pensamiento), y es de Clazómenas, la patria de Anaxágoras, de quien dice Sócrates en el Fedón que todo quiso explicarlo mecánicamente, aunque admitía la existencia de una Inteligencia ordenadora (esta interpretación se la debo a Alain Séguy-Duclot). Sus conciudadanos, auténticos filósofos, somos nosotros. Este es el nivel ínfimo de realidad, completamente inmanente: 22

     - Antifonte (como Platón, hermano materno de Adimanto y Glaucón), segundo intermediario, representa el nivel psíquico, el nivel de la representación mental (el mundo 2 de Popper). Se dedica a la cría de caballos, y los caballos son el símbolo de las almas (las almas son caballos alados, y un poco más adelante el propio Parménides va a compararse con el caballo viejo del que habla un poema de Íbico, que temblaba ante la carrera que iba a empezar). Antifonte “recuerda” (anamnesis) lo que le contó Pitodoro. Si Antifonte simboliza incluso a Platón, la “cría de caballos” podría referirse a la Academia, ese lugar donde debería ayudarse a las almas a recordar lo que alguna vez oyeron. Este es el nivel 21, donde lo trascendente está de modo inmanente (psique).

     - Pitodoro, el tercer interlocutor para nosotros, pero el que vio directamente el Diálogo, significa a la Inteligencia (regalo de Apolo el Pitio), la inteligencia universal (de la que la tuya y la mía son aspectos o participaciones). Este es el nivel 12: lo más cercano a la cosa misma, pero no la cosa misma, sino su comprensión.

     - Por fin están las cosas mismas, los seres en sí, las Ideas.: Parménides y los otros que tuvieron el mítico diálogo. 11.

Por tanto, este preámbulo del Parménides nos dice que estamos alejados cuatro pasos de las cosas mismas: de manera inmediata tenemos contacto con el cuerpo significante, que es el texto escrito; de forma mediata, accedemos a la representación mental subjetiva que adivinamos a partir del cuerpo; en tercer lugar, si no nos quedamos en ello, accedemos a la comprensión directa de aquello a lo que en último extremo se refiere el texto, que son las cosas mismas, en este caso el Diálogo de Parménides y los otros.
Sería una ingenuidad pretender acceder a la verdad sin una discriminación cuidadosa de cada uno de esos elementos. El nivel material nos obliga a comenzar la hermenéutica por la filología. Tenemos que depurar el propio texto, en cuanto objeto material: conocer históricamente a qué se refiere, etc. El nivel psíquico nos obliga a una educación de nuestras representaciones, una “cría” de nuestras fuerzas mentales, para que nos orientemos a lo que debe ser la verdad. Etc.

Esta clasificación de los niveles de “realidad” coincide fundamentalmente con lo que pensaron los neoplatónicos, quienes decían que hay tres hipóstasis: lo Uno mismo, la Inteligencia (nous) y la Psique, y, después, está la Materia.

Tras este pórtico, Céfalo comenzará a contarnos lo que le contó Antifonte que le contó Pitodoro acerca del diálogo en que aparecen cuatro personajes: Parménides, Zenón, Sócrates y un jovencísimo Aristóteles (al que se duda si podría ser el Aristóteles que todos conocemos). ¿Qué representa cada uno de esos cuatro personajes? ¿Qué significa que sean de Elea pero estén en Atenas en las fiestas Panateneas?

Foto: pórtico románico de Clonfert, Galway, Ireland.

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