jueves, 3 de junio de 2010

La "fantasía metafísica" y las teorías del significado

En La trenza de tres cabos, Putnam intenta defender (dentro de su programa de una “renovación de la filosofía”, inspirado en el segundo Wittgenstein) un cierto realismo, que no quiere caer en el pragmatismo según el cual la realidad depende de nuestros intereses, (lo que lleva al temible antirrealismo de tipos como Nelson Goodman o Jacques Derrida), pero que quiere, también, dar por muerta la “fantasía metafísica”, según la cual
“hay una totalidad de Formas, o Universales o “propiedades”, fija de una vez y para siempre, y que todo posible significado de una palabra corresponde a una de estas formas…”

Putnam argumenta por qué esa fantasía está irremediablemente disecada:

“Uno de los problemas de la perspectiva tradicional es su consideración ingenua sobre el significado. Tendemos a pensar que el significado de una palabra es una propiedad compartida por todas las cosas denotadas por esa palabra. (…) Tal como planteaba Wittgenstein, hay muchas palabras que podemos utilizar perfectamente bien aunque no exista ninguna propiedad común a todas aquellas cosas a las que se aplica correctamente esa palabra –un ejemplo, que se ha hecho famoso, es la palabra juego”.
¿No hay, entonces, nada idéntico, que sea lo que un término signifique? Obviamente, esto tiene que tener algunas restricciones, si es que no quiere colapsar en el absurdo. Aplazaré este asunto. El siguiente argumento de Putnam dice:
“Otro problema con ese tipo tradicional de realismo es el sencillo supuesto de que existe una totalidad definida de objetos que se pueden clasificar y una totalidad definida de todas las propiedades […] Pero la reflexión sobre la experiencia humana sugiere que ni la forma de toda afirmación de conocimiento ni las maneras en que ellas son respuesta a la realidad vienen fijadas de antemano y de una vez para siempre.”
Cosas como la (bendita) física cuántica, muestran que ninguna ontología establecida es definitiva.

Dejando también para otra ocasión la presunta solución que defiende Putnam, hay,creo yo, un error importante, pero seguramente muy compartido, en esta última objeción a la fantasía metafísica.

Es cierto que la fantasía metafísica cree que hay unas formas absolutas de la realidad, pero (salvo casos de extremo “dogmatismo” que no se me vienen a la cabeza) nadie cree que esas formas nos sean conocidas por ahora (aunque nos acercamos a su perfil, sobre todo en las ideas más estructurales -¿cambiará mucho la lógica, gracias a las mecánicas cuánticas? ¿respecto de qué?-).
Es decir: no creo que ningún metafísico, por muy fantásticamente dogmático que haya sido, haya creído que las Ideas se identifican con los significados de los términos, tal como nos son actualmente conocidos.

Ahora bien, ¿cuál debe ser la teoría de los significados de un “metafísico”?


****

Hay varias teorías sobre el problema de los significados y su relación con la realidad.

Muy pocos son capaces de reducir la teoría del significado (la semántica, filosófica) a un binomio, realidad – lenguaje.
Los intentos nominalistas de prescindir de los “sentidos” o intensiones son, como los llamó Armstrong, estrategias de avestruz: no se elimina el problema ontológico sacando a los conceptos no deseados del alcance de los cuantificadores “existenciales” y llevándolos al saco oscuro de los predicados. El mismo Quine reconocía que “no se puede prescindir de los adornos conceptuales”. Si fuese así, ¿para qué necesitaríamos los dichosos términos, más términos que cosas? En otras ocasiones trataré las aporías del naturalismo. Ahora démoslo por refutado, para seguir a Putnam.

Los empiristas naturalistas moderados, menos escrupulosos que Quine, despreocupándose de qué lugar ontológico hay que darle al tercer término, suelen creer en el “clásico” sistema triangular, según el cual los Significantes, que son entidades materiales (y, “por tanto”, reales) se refieren (denotan) a las entidades materiales, pero lo hacen mediante los sentidos o significados (connotaciones).
Del triángulo semántico, el lado que une los vértices del significante y el referente, es el lado “de la realidad”, y los lados que unen los otros vértices es el desgraciado rodeo que los signos tienen que dar para referirse a algo. Sin ese rodeo nunca diríamos algo falso, ni queriendo. Por culpa de ese rodeo, algunos piensan que ni sin querer podemos saber cuándo decimos algo verdadero. Este rodeo introduce la inescrutabilidad de la referencia.

Ese sistema triangular parece encajar como triángulo al dedo de un naturalismo inconsecuente, por tanto, bastante extendido. Ahora, ¿qué tiene que decir ante esto el racionalista o "metafísico"? También este puede mostrarse muy escrupuloso ontológicamente o más blando.

Empezando por la actitud más tolerante: en aras de poder seguir hablando de algo, el metafísico aceptará que no hay semántica sin una relación triádica, pero dirá que la referencia, aquello a lo que remite el signo, no es un objeto material, porque lo material es sólo representación o expresión de lo verdaderamente real. Dirá que el referente de los signos es la esencia, la auténtica naturaleza de algo, pero que no accedemos directamente a ella, sino pasando por esos pathemata tes psikhes de que hablaba Aristóteles, los conceptos o significados.

Por tanto, ni mucho menos necesita el metafísico ser tan fantástico como para creer que los significados de nuestros términos, tal como actualmente los tenemos fijados, equivalen a la última estructura real de la realidad última.
Esto llevaría a la simpleza de creer que basta con mirar un diccionario para conocer la realidad última.

Desde luego, lo que sí tiene que creer el metafísico es que, más allá de los significados que aceptamos, hay, debe haber como referente, una estructura última de la realidad. Pero esto tiene que aceptarlo cualquiera que quiera defender que hay alguna realidad, por muy inescrutable que nos resulte por ahora. Tanto para el metafísico como para el materialista, el estado final de la ciencia o saber (aunque sea sólo un ideal regulativo) tiene que consistir en la correspondencia o igualdad entre la semántica y la ontología.

Eso respecto de un metafísico tolerante (consciente o inconscientemente tolerante), como lo han sido la mayoría. En cambio, el metafísico escrupuloso, que será muy semejante al naturalista escrupuloso (por ser su contrario), encontrará “misteriosos”, y calificará de "seres de las sombras" a esos intermedios que son los significados, los conceptos. Preferiría un mundo en que sólo hay esencias y apariencias, o, a ser posible, sólo esencias. Si se acusa al naturalismo-nominalista de esconder la cabeza bajo el suelo, se podría acusar al sobrenaturalismo de esconder la cabeza en el cielo.

El problema que queda, en todas las versiones, irresuelto, es la relación entre lenguaje y realidad. La solución que propone Putnam en el resto de las conferencias es tan aporética, por lo menos, como las que rechaza, como no podía ser de otra forma. Eso lo discutiré en otra ocasión.

3 comentarios:

  1. "hay muchas palabras que podemos utilizar perfectamente bien aunque no exista ninguna propiedad común a todas aquellas cosas a las que se aplica correctamente esa palabra –un ejemplo, que se ha hecho famoso, es la palabra juego”.
    No lo entiendo, si ésto pudiese ser es que habría palabras comodín que no significan absolutamente nada y entonces ¿cómo sabemos o podemos utilizarlas "correctamente"? Todo a lo que se aplica la palabra "juego" tiene que ser un juego, o sea, todos entendemos por juego algo, y eso es lo común a todos los juegos ¿no? No entiendo ese enfoque de Putnam o Witt

    ResponderEliminar
  2. Marien, Wittgenstein sostenía que para usar palabras (como, por ejemplo, 'juego') no hacía falta suponer un significado único, una esencia, a la que se refiriese el término. Bastaría con que cada miembro del conjunto (por ejemplo, 'juego') tuviese algún parecido con otros miembros, pero no con todos (o con algunos de ellos muy remoto). A quienes dijesen como dices tú (y diría yo) Wittgenstein les contesta: "no digas: tiene que haber un significado único; no pienses, ¡mira!". Es decir, ¿se atreve alguien a definir 'juego'? Por supuesto, esto es una "trampa", porque nadie conoce la esencia de nada. Y, menos aún, como sostengo en la entrada, se puede identificar las esencias con los significados. El problema de cómo damos el significado a los términos es muy enredoso (¿es pura convención, lo hacen los expertos...?) Pero la verdad es que es mucho más enredoso que importante, porque, si de alguna manera aceptamos que con el lenguaje nos referimos a algo como la realidad, el problema tiene que tener alguna solución. Lo trataré, seguramente, en alguna ocasión.
    Para lo que nos interesa, que es el aspecto ontológico de la cuestión, si lo que quiere decir un wittgensteniano es que la realidad se puede dividir de cualquier manera sin restricción, eso es exactamente como decir que no se puede dividir o estructurar en ninguna. Obviamente, no salva a la ciencia.
    Pero me interesa más el aspecto más ontológico. Porque lo que Wittgenstein pretendía, en el fondo, es sostener que uno de esos terminos que es como juego es el término 'ser'. Es decir, que 'ser' es equívoco. Pero eso significa que no hay algo que sea la Realidad. ¿O puede salvarse algún tipo de discurso sobre la Realidad como un Todo desde el equivocismo?

    ResponderEliminar
  3. No entendi nada. Yo buscaba resumen de el libro de arthur schopenhaver

    ResponderEliminar