sábado, 26 de enero de 2013

Ciencia, política, religión y todo lo demás


He vuelto a ver con mis alumnos el vídeo Diseño Inteligente, Darwin contra Dios, en que se cuenta el famoso juicio acerca de si, según querían unos cuantos cristianos fundamentalistas y consiguieron que aprobara el Comité escolar de la ciudad, debía leerse en las clases de ciencias del Instituto de Educación de Dover, Pensilvania, un texto en que se decía que la Teoría de la Evolución no es “más que una teoría”, que “tiene lagunas” y que existe una teoría alternativa, el Diseño Inteligente, que puede competir exitosamente con ella. Los profesores de ciencias se negaban a aceptar ingerencias en su clase, y los padres que los defendían interpusieron una demanda ante el juez. Este caso dividió a la ciudad, y tuvo eco en todos los medios de comunicación. Hasta el presidente del gobierno democrático de Estados Unidos (G. Bush) se manifestó al respecto (¿adivináis en qué sentido?). Para la mayoría del público europeo, y estadounidense también aunque menos, se trata de un caso de “ingerencia” de la religión en la ciencia y en la educación. Para los que promovieron la lectura de aquel texto en clase, en cambio, el evolucionismo es un dogma de la (mayoría de) comunidad científica, y no quieren que sus hijos sean educados en ello como si se tratase de una verdad absoluta, verdad que, a su juicio, es incompatible con sus propias creencias acerca del origen del hombre, basadas en la “palabra divina” de la Biblia. Quizás la mitad de la población de Dover o más (una piadosa ciudad con más de doce iglesias por un solo instituto), estaba de parte de los defensores de la fe.

Hay muchos sentidos en los que ese caso o similares merecen reflexión (¿qué lugar deben ocupar los padres en la escuela y en la educación?, ¿puede y deben mantenerse las creencias “separadas” de los demás aspectos de la vida, especialmente de los más importantes?...) Me voy a fijar aquí en uno que no es, seguramente, el más llamativo ni “importante” (aunque qué sea importante es precisamente parte de lo que quiero plantear), pero que filosóficamente me parece digno de atención: ¿quién debe decidir qué es Ciencia?

¿Qué era exactamente lo que tenía que dirimir el juez en aquel juicio? ¿Acaso si los padres tenían derecho a intervenir en los contenidos de las clases de ciencias? No era eso (o, al menos, no solo ni directa o principalmente) lo que pretendían los “defensores de la causa de la fe”. Ellos aducían que el Evolucionismo no es una teoría tan firme como pretenden sus defensores, que la teoría del Diseño Inteligente es una verdadera alternativa científica, y que, por tanto, era dogmatismo no enseñar a los alumnos ambas teorías. El juez tenía que decidir, al parecer, y entre otras cosas, qué es auténtica ciencia, o qué había que considerar oficialmente como tal.

Por supuesto, el juez, “sensatamente”, se atuvo (decidió atenerse, juzgó oportuno o justo atenerse) a lo que dijeran al respecto los expertos en la ciencia. Unos cuantos científicos tuvieron que declarar ante él, explicando por qué creían que es ciencia la Teoría de la Evolución y no lo es el Diseño Inteligente, y por qué, por tanto, la primera tiene una validez teórica de la que carece la segunda: las teorías científicas, como el Evolucionismo, son hipótesis muy completas y consistentes, que permiten hacer predicciones empíricamente verificables, y que están muy confirmadas y contrastadas por cuidados experimentos. El Diseño Inteligente, en cambio, es una mera “teoría” negativa (se apoya solo en lo que falta a otra), que no permite inferir nada ni, por tanto, avanzar en el conocimiento de los hechos, entre otras mil razones para desecharla. La inmensa mayoría de la comunidad científica tiene claro que se trata de una maniobra religiosa y no de una propuesta científica.

Los ciudadanos creacionistas fundamentalistas decían no compartir la Teoría de la Evolución. Algunos manifestaban, sin ningún pudor, creer que el mundo no tiene ni diez mil años, y que fue creado en seis días. ¡Un tercio y medio de la población estadounidense rechaza la teoría de la evolución! Ahora bien, ¿quiénes son ellos, los ciudadanos, aunque fueran el 99% de la población, para decir que no aceptan la Teoría de la Evolución? ¿Están siquiera en condiciones de tener una creencia acerca de eso? ¿No son solo los expertos en el tema quienes están habilitados para decirlo, aunque sean solo uno por un millón de la población? La defensa de los padres fundamentalistas siguió la “sensata” estrategia de aceptar que, en efecto, son los científicos quienes mejor saben qué es la Ciencia, y que está suficientemente claro qué es eso, y se concentraron sobre todo en buscar algunos expertos o científicos oficiales (con puestos docentes universitarios) que disintiesen de la Teoría de la Evolución. Por pocos que fuesen, y aprovechando que la ciencia (al contrario que las iglesias) quiere tener una conducta no dogmática, justificarían quizás la pertinencia de siquiera mencionar en clase de ciencia la teoría del Diseño Inteligente.

Ahora bien, ¿hicieron bien, el juez y aquellos ciudadanos fundamentalistas, al dejar en manos de los expertos en ciencias la determinación de qué es Ciencia? Eso nos conduce a la pregunta: ¿quiénes son los expertos? (¿quiénes son ellos para ser expertos)? ¿Está la ciencia “cerrada” por criterios universales y objetivos, y puede por tanto asegurarse que, por ejemplo, nunca será ciencia una proposición que no pueda relacionarse de manera lógica con alguna experimentación? Esta es la posición “ingenua” y “sensata” que comparten la inmensa mayoría de los científicos, y que aceptaron el juez y la defensa de los padres cristianos fundamentalistas. Pero quizás esos ciudadanos que no aceptaban la teoría de la evolución no sabían que muchos filósofos podrían haberles provisto de una mejor y más contundente defensa…

Consideremos la idea de que los significados de los términos, y los criterios de su combinación, es decir, de la verdad o validez o aceptabilidad de las proposiciones, son, en una democracia al menos, asunto de consenso social. Así se expresan, por ejemplo, los rotyanos: los criterios epistemológicos son el fruto de un consenso dialogante, no le preexisten. También Feyerabend insistió en que los científicos, en una democracia, tienen que estar al servicio de los ciudadanos y bajo su criterio. No hay una metodología o criterio metafísico o trascendental que justifique el elitismo de la comunidad científica.

Parecida a esta es la tesis (presuntamente antropológica pero, en verdad, filosófica, puesto que pretende, al menos implícitamente, tener importe normativo o metanormativo) de que los criterios de verdad (como los de bondad o cualesquiera otros criterios de validez) son creaciones culturales, y no tienen valor universal o transcultural. Lo que es válido para los científicos occidentales, no lo es para un chamán. Lo que es válido para un hombre culto hijo de una educación secular, no lo es para un hijo de la educación fundamentalista. Ahí acaba todo: ninguna verdad es más verdad que otra.

Ante el dogma añejo de que la ciencia se basa en la experimentación y la deducción lógica, estos filósofos nos pueden recordar que no existen datos puros, sino que cada uno “ve” el mundo desde su perspectiva, y ve lo que quiere o cree conveniente ver; ni hay conmensurabilidad entre unos paradigmas teóricos y otros, sino que cada paradigma teórico tiene su propia realidad y es fruto de la sociedad o la cultura; ni siquiera la  idea de que hay una única lógica está a salvo de ser un dogma, el dogma de los dogmas: quizás los indios hopi no admiten el principio de no-contradicción, o la ley transitiva, o el modus tollens.

Acogiéndose a esto, los fundamentalistas cristianos podrían decir: puesto que no hay datos puros o no contaminados ideológicamente, los datos en los que se basa la concepción naturalista-científica no son mejores que los datos vivenciales del cristiano; puesto que diversas teorías, aunque pretendan ser sobre lo mismo, son inconmensurables si pertenecen a paradigmas distintos, entonces la teoría de que el hombre es fruto de mutaciones aleatorias no es mejor, en ningún sentido objetivo, que la teoría de que fue hecho un día por Dios; puesto que los criterios epistemológicos y la propia lógica no son leyes exentas, las sagradas escrituras pueden ser un perfecto criterio de verdad y credibilidad.

Otra de las concepciones más extendidas acerca de la ciencia (la más extendida entre filósofos, quizás) es el pragmatismo. Esta teoría metacientífica también va, al parecer, más allá del empirismo o el positivismo “ingenuo”. Ni siquiera cree que la última palabra sean los datos (pues no existen), sino que se conforma con creencias útiles. Aunque hoy nos resulte inconcebible que algo como el espiritismo forme parte de la ciencia, si el día de mañana alguien “demuestra pragmáticamente” tener percepciones extrasensoriales, habrá que considerar que “sabe” lo que dice. Hay una cierta interpretación de esto que no va un ápice más allá del positivismo, porque ¿que se entiende por prueba pragmática? Si es una prueba comprobable empíricamente, no hemos avanzado un paso. Ahora bien, supongamos que el pragmatismo va más allá y nos pide que llamemos ciencia a lo que a cada uno nos funciona.

Es fácil imaginar a un devoto cristiano decir algo como: “muchas de las cosas que afirman los científicos, como que el hombre es fruto del azar y no de un proyecto espiritual, son no solo inútiles, sino muy perjudiciales para las buenas costumbres y la vida feliz. No es útil para la vida del hombre rebajar al hombre, etc”. En cualquier caso, la discusión de si algo es ciencia o no, se desplazaría a la cuestión de qué nos es útil.

Hay versiones mixtas, consenso-pragmáticas. Putnam, por ejemplo, dijo que se trata de división del trabajo lingüístico: cada uno nos ocupamos de legislar en una parte del lenguaje. Pero ¿por qué, sino porque somos expertos en ese ámbito? Pero ser experto presupone conocer algo existente en sí. Si no aceptamos eso, entonces hemos de aceptar que el reparto del trabajo es epistemológicamente arbitrio, y tiene solo una contingente causa social o política. Entonces, ¿no deben los fundamentalistas cristianos luchar por hacerse lo suficientemente influyentes en la política como para repartir el trabajo lingüístico a su gusto?

En fin, ¿no tiene la ciudadanía pleno derecho a decidir quiénes son expertos en ciencia y qué de lo que dicen es verdadero, es decir, útil o consensuado? ¿No es una actitud elitista, dogmática, fundamentalista y antidemocrática, creer que solo unos pocos, autodenominados expertos, pueden definir y legislar qué es verdadero? ¿No deberían, los ciudadanos creacionistas de Dover, haber pedido que se votase democráticamente entre los ciudadanos, quizás solo entre los que tienen hijos en la escuela, si debía enseñarse en clases de ciencias naturales el Génesis? ¿Quién y cómo determina qué es Ciencia?

Yo, sin embargo, y como he argumentado otras veces, creo que solo hay una manera correcta de razonar; y que solo hay un método para descubrir cómo es la naturaleza y no puede ser ciencia natural, por definición, la que no consiste en la descripción de lo que puede observarse empíricamente, es decir, en el espacio y en el tiempo; y que basar el conocimiento de la naturaleza en la lectura de un libro de hace más de dos mil años es una actitud casi completamente irracional. Pero quizás los filósofos a los que me he referido tienen razón y no hay nada más racional que nada.

12 comentarios:

  1. Juan Antonio, no tendrás una idea cabal de lo que es ni el relativismo ni el pragmatismo mientras sigas pensando que uno cree lo que quiere. La praxis no es mera arbitrariedad. Que una silla sea una silla se comprueba sentándose en ella. La creencia en la verdad de una proposición no se decide por votación, como no se decide el dolor de muelas. Lo que se decide por votación es qué hacer al respecto cuando lo que hay que hacer también depende de lo que quieran los demás. Pero es más cómodo apalear al hombre de paja relativista, ese al que, por lo que cuentan de él, le da lo mismo ir por la calle con sombrero o taparrabos.

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  2. Masgüel
    no sé a qué relativistas te refieres tú, pero a los que me refiero yo en la entrada han dicho literalmente que la verdad, le realidad, la lógica, etc, no preexisten al sino que son creadas por el consenso, o la cultura, etc. Si tú no crees eso, me alegro por ti (aunque me alegraría también si piensas lo contrario). Lo que me parece es que ves tan ridículo lo que dicen, que prefieres pensar que es un hombre de paja.

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  3. "Lo que me parece es que ves tan ridículo lo que dicen, que prefieres pensar que es un hombre de paja."

    No. Lo que ocurre es que dicen algunas de las cosas que dices que dicen, pero no dicen otras de las cosas que dices que dicen. Que la verdad sea cultural no es lo mismo que sea un consenso ni una decisión mayoritaria. Eres tú quien no quiere ver los matices para poder pintar tu bestia negra al gusto de tu imaginario.

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  4. Masgüel,
    hazme ver los matices. Yo no hablo de todos los posibles autores que quizás tú llames de la misma manera. Me refiero a las tesis que recojo en la entrada, y que tú, como yo, has leído literalmente. ¿Hay algo que hace que la Teoría de la Evolución sea más verdadera, no para los occidentales o para cierto grupo de ellos, sino en términos absolutos, que el relato del Génesis, es decir, que quien crea lo segundo está sencillamente más lejos de la Verdad y la Realidad que el primero? Es así de sencillo.

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  5. "¿Hay algo que hace que la Teoría de la Evolución sea más verdadera, no para los occidentales o para cierto grupo de ellos, sino en términos absolutos, que el relato del Génesis, es decir, que quien crea lo segundo está sencillamente más lejos de la Verdad y la Realidad que el primero?"

    En mi opinión, no.

    Respecto a la educación de los niños, el problema es que los demás tendremos que convivir con los niños educados en la convicción de que Dios creó la raza blanca para dominar el mundo y lo que procede en la vida es acumular armas en un bunker. No se trata de si es verdad o mentira. Se trata de si es peligroso para los demás. Por eso su educación nos concierne a todos. A mí no me preocupa que los niños educados en el jainismo terminen creyendo en extrañas mitologías, porque es un sistema de creencias que produce personas completamente inofensivas.

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  6. Y respecto a qué sea "ciencia, política, religión y todo lo demás", también en mi opinión, depende de quién lo diga. No me refiero a lenguajes privados, sino a subculturas.

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  7. Hombre, el problema es cómo se enteran en el ministerio de educación, y en quien directamente (presidencia del gobierno) o indirectamente (parlamento, votantes) eligen a los que están en el ministerio, quiénes son los que usan el método "fetén" y quiénes no. Y cómo hacemos para que los votantes, parlamento, etc., elijan a los "buenos" si van y se empeñan en elegirlos mal.

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  8. Masgüel,
    no puede tener nada de peligroso que quieran eliminarnos, ni necesitamos bunker alguno: dado que ninguna teoría es más verdadera que otra, basta con que aceptemos la teoría de que somos indestructibles, o que una nave vendrá en el último momento a rescatarnos y llevarnos al cielo, y nos ahorramos construir bunkers. ¿Por qué habríamos de aceptar que es verdad que los bunkers nos protegerán? Eso es muy fascista: la proposición "los bunkers no protegen de los disparos" es tan válida como la contraria.

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  9. Además, MasgÚel,
    también es útil aceptar la teoría de que no existes o de que estás en todas partes. No existís ni tú ni las subculturas, pues estos son meramente unos conceptos creados por alguna subcultura, o sea, por nada de nada.

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  10. Cuando hables conmigo sin identificarme con ese absurdo hombre de paja al que todo le da igual, te contesto. Que no encuentre para mis valores y razones otro fundamento que los usos de mi cultura, no significa que no me importen.

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  11. La viga en el ojo. He construido otro hombre de paja. Será una minoría entre los creacionistas que además sean racistas y amantes de las armas. A mí el colegio me dijeron que hace dos mil años, una mujer dió a luz sin perder la virginidad. Comparado con eso, enseñar que la ciencia es el estudio de la creación divina, me parece na y menos.

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  12. Masgüel,
    ¿sirven los bunkers para protegerse de las balas, o si eres hopi y crees que no, eres inmune? Es que yo creo que esto se deduce directamente de que no haya ninguna razón objetiva para que una teoría sea superior a otra, y que sea cosa de que tengas más afecto por la de tu cultura.
    Si es un hombre de paja lo que creo, explícame la diferencia, contestando claramente a la pregunta con que comienzo este comentario, por ejemplo.

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