martes, 28 de febrero de 2012

El enigma del Parménides. Una interpreación, II: los personajes y el lugar del drama

Estoy proponiendo mi interpretación del Parménides de Platón (que he desarrollado con más minuciosidad en Diálogos de Filosofía). Parto del supuesto (que es, más bien, un axioma hermenéutico) de que todo elemento del texto es, en principio, significativo, incluidos los rasgos “literarios”, tales como, en el caso de los diálogos de Platón, la dramaturgia.

En una entrada anterior propuse qué significado (mínimo) creo que hay que encontrar en los personajes que sirven de intermediarios entre el lector y las cosas mismas, es decir, el diálogo que alguna vez mantuvieron en Atenas, Parménides, Zenón, Sócrates y un tal Aristóteles ante una cierta concurrencia. Ahora abordaré la cuestión siguiente: ¿quiénes son estos personajes que mantuvieron el diálogo, y qué hacen en ese lugar y en ese momento?

- Empezando por el último (en entidad filosófica), el más jovencito de todos, Aristóteles, que juega el papel de interlocutor con Parménides durante el ejercicio dialéctico, asintiendo y eventualmente preguntando o pidiendo una mayor explicación, representa, obviamente, y como es habitual en los diálogos platónicos, esa parte nuestra de ese “diálogo con uno mismo” que es, según Platón, el pensamiento, esa parte que evalúa, pregunta y afirma o niega lo que la parte más sustantiva del pensamiento va proponiendo. ¿Era el verdadero Aristóteles? Quizás sí (aunque la mayoría de los comentaristas lo cree improbable o incluso imposible por motivos cronológicos), quizás Platón pone aquí, como interlocutor de la verdad más alta, al más prometedor de sus discípulos. En el Parménides aparecen argumentos, como el del Tercer Hombre, que Aristóteles aducirá una y otra vez contra las ideas. Sin embargo, parece que Aristóteles, el de carne y hueso, no hubiera leído el Parménides, ni siquiera para reconocer que algunos de sus argumentos contra la teoría de las ideas están ya allí. En cambio, el texto sí le ha leído a él…

- Sócrates, que es todavía un joven, pero dispuesto ya a sostener las Ideas como única explicación lógica y ontológica de nuestro conocimiento, juega el papel de verdadero filósofo aún ingenuo, que tiene que someter a una crítica profunda su teoría, para depurarla. Parménides y Zenón le auguran el mejor de los futuros filosóficos: la filosofía te llegará a poseer de tal modo, le dice Parménides, que no le negarás el ser a nada. Debemos entender, pues, que Platón nos significa cómo, quien llegará a ser el signo de las Ideas, ese Sócrates dialéctico e irónico, recibió sus enseñanzas y su adiestramiento de boca del mismísimo Parménides. Y, con ello, nos significa también que la teoría platónico-socrática es de filiación eleata, es decir, racionalista radical.

- Zenón, el más hábil de los argumentadores, representa el aspecto más dialéctico y argumentativo, externo, casi erístico, digamos, de la filosofía eleática. El propio Zenón dice, en el Parménides, que su obra se publicó porque le fue robada, y que no es más que una obra de juventud. Podemos entender, fácilmente, que la madurez de su teoría es lo que el anciano venerable Parménides representa.

- El personaje principal es, desde luego, Parménides. ¿Cómo hay que entenderlo? ¿Qué papel juega en el significado del texto? ¿Quién es Parménides?
Parménides es Parménides. Mi tesis es que, en el Parménides, Parménides es Parménides, y Platón quiere poner en su boca lo que este dijo (como hace con los demás filósofos), y que Platón cree verdadero. Esta tesis, que en el caso de cualquier otro filósofo usado por Platón como personaje es casi obvia, no es compartida por nadie, prácticamente, en este caso. Lo que es muy significativo.

Parménides es Parménides. Y si, según Parménides, pensar es lo mismo que ser, entonces Parménides debería de ser igual al pensamiento de Parménides, y el Parménides, lo mismo, a su vez, que lo que piensa o pensó Parménides. Pero ¿qué pensó Parménides?
Está claro, según la historia de la filosofía, lo que parece que pensó: “que es, y no es que no es”. Así que Parménides es “que es”. Y que ese Ser tiene, entre otras propiedades, la unidad. Lo cual entra en conflicto con lo que el personaje Parménides, en Platón, dice y hace: deduce paradojas de la hipótesis de que lo Uno sea.

Sin embargo, eso que dice la historia de la filosofía no fue lo que dijo Parménides. Como su hijo Platón, Parménides suele sufrir una pobre hermenéutica, que considera que el hecho de que Parménides escribiera su obra como la escribió, es prácticamente despreciable, simple retórica, literatura…, porque lo que importa es lo que dijo, el “contenido”. Esto no puede ser así, y menos que nunca en el caso de Parménides: si, según él, lo que se piensa es lo que es, no puede sobrar nada en el pensamiento de Parménides. ¿Qué dijo, realmente, Parménides?
Nos dice que, en un viaje en un carro tirado por yeguas aladas, llegó hasta el templo de la diosa. Y la diosa le dijo:

Ea pues, que yo voy a hablarte –y tú retén lo que diga, tras oírlo-
De los únicos caminos de búsqueda que cabe concebir:
El uno, el de que es y no es posible que no sea,
Es ruta de convicción (pues acompaña a verdad);
El otro, el de que no es y que es preciso que no sea,
Ese te aseguro que es sendero del que nada se puede aprender,
Pues ni podrías conocer lo que no es –no es concebible-
Ni podrías hacerlo comprensible. (fragmento 2 –uso la traducción de Alberto Bernabé en Itsmo 2007-)

Y un poco más adelante:

En este punto doy fin al discurso y pensamiento fidedignos
En torno a la verdad. Opiniones mortales desde ahora
Aprende, oyendo el orden engañoso de mis frases.
A dos formas tomaron la decisión de nombrarlas,
A una de las cuales no se debe –en esto están descaminados-. (8, vv. 50 y ss)

Por tanto, si nos atenemos a lo que dice Parménides, solo la diosa puede pensar y decir la identidad absoluta del ser. Los mortales, como Parménides mismo, solo pueden oírlo de su boca, y comprenderlo en el instante de una especie de rapto místico. El resto de su vida en la condición “natural” está marcado por la división y la diferencia, por la dualidad luz - oscuridad. La verdad absoluta, en otras palabras, solo puede ser dicha por un ser absoluto o inmortal; para un ser relativo y finito, esa verdad es, en sí, inefable, aunque puede decirse indirectamente, diciendo que la diosa la dice. La verdad absoluta, o sea, la unidad e identidad última de toda la realidad, es en sí incomprensible e inefable, pero es comprensible y efable en su explicitación o desenvolvimiento en la forma de todas las posibilidades, aporéticas todas ellas.

Y esto es lo que nos quiere decir con Parménides el Parménides de Platón: la verdad última de la teoría de las Ideas es que la realidad última o absoluta es la Idea de las Ideas, o sea, lo Uno e idéntico (lo que en La República se llama lo Bueno en sí, y en El Banquete, lo Bello en sí), pero que esta idea está epekeina tes usías, más allá de toda esencia y conceptualización; pero que esa unidad es también comprensible relativamente, y se manifiesta como el Todo, esa síntesis de los contrarios, de lo idéntico y lo diferente, que genera, necesariamente, paradojas.

Parménides, en el Parménides, nos dice justo eso. Pero por eso Parménides es un Extranjero (Xenos), un extranjero en Atenas, la ciudad de las ideas. Solo en el momento cumbre del año, en las fiestas panateneas, dedicadas a la Inteligencia (Atenea), puede el joven aprendiz de filósofo, Sócrates, encontrarse con el portador de la verdad última, Parménides, aunque la verdad de Parménides solo puede mostrarse como aporética.

9 comentarios:

  1. La Epekeina tes usías me parece que es una forma de introducir de estrangis un holismo radical que, por tanto, anula de facto la idea de las Ideas platónicas en tanto que éstas no son más que generalizaciones de una realidad que necesita de ser presentada en su totalidad para ser entendida, quiero decir, el holismo se podría resumir en la escena ideada por Borges de que si alguien comprendiera perfectamente una Rosa (creo que era rosa) entendería (o necesitaría entender) todo el universo, o sea, que cualquier Idea de la Rosa no es más que una generalización o, como me gusta bautizar a mi, un hiperónimo de una realidad mucho más grande de lo que nuestra mente puede aprehender

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    1. Efectivamente, Héctor, las Ideas (en plural) no son la última palabra del platonismo: son su aspecto exotérico. El aspecto esotérico es, como el ejemplo de Borges, que la realidad subyacente a todo es la unidad absoluta. las ideas no son partes de un mundo, sino aspectos de una misma y única realidad, en sí inconceptualizable.
      No te extrañe que, en el ápice o momento último, tú y yo coincidamos: todas las filosofías, en su aspecto más esotérico, coinciden. Ahora bien, es muy importante también el camino por el que se llegue a ese ápice o momento culmen. Lo que el platonismo tiene, a mi juicio, de camino correcto, es que, justo antes de llegar a ese epekeina tes usías, se pasa por lo eterno e inmutable, que es condición de inteligibilidad (por más "abstractas" que sean, y precisamente por eso) de lo múltiple.

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    2. Lo verdaderamente difícil de entender,a lo que creo que está "destinado" el filósofo, es cómo son compatibles la absoluta unicidad de todo con la multiplicidad de realizaciones de ese uno, sin que se pierda ninguno de los dos aspectos. Aquí el pensamiento abstracto (como bien piensas) no tiene nada que hacer, y hace falta un pensamiento "nuevo" (y muy viejo): la dialéctica y la analogía. Mi versión la intentaré expresar en próximas entradas en que seguiré un poco con el Parméndies.

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  2. Por cierto, noto trabajada tu interpretación del Parménides pero, y ya lo siento, no he leído esa obra así que no estoy autorizada a testar tu contribución hermenéutica, si bien, me parece verosímil

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    1. Creo que deberías leerlo, aunque no es fácil de interpretar. De hecho, creo que no hay ninguna interpretación correcta, pero sí muchas muy desencaminadas. Desde luego, la que veo más encaminada es la mía propia, en la que llevo pensando y trabajando muchos años (casi desde que acabé la carrera de filología clásica), y que intento exponer en el tercero de mis diálogos. Si estás interesado, te puedo mandar mi libro. Dímelo por correo: dialecticayanalogia@gmail.com

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  3. Yo entiendo por "unidad" LA PROPIEDAD QUE TIENEN LAS COSAS DE LAS QUE SE PUEDE DECIR QUE SON "UNA". Es decir, la unidad, según mi mejor entender, es UN TIPO DE PROPIEDAD, no es una COSA (salvo en el sentido GENERAL de que la podemos convertir en el sujeto de una frase). Y la discusión sobre si las PROPIEDADES son "divisibles" o "indivisibles" me parece tan ridícula como la de si las piedras son casadas o solteras, o la de si los números tienen mayor o menor temperatura. En todo caso, podríamos decir si una propiedad es ANALIZABLE en otros elementos, que pueden ser propiedades u otras cosas; y no veo ninguna razón para negar a priori que la propiedad "de ser uno" sea una propiedad ANALIZABLE: obviamente, es más bien al contrario, pues la propiedad "de ser uno" es una propiedad que tiene MUCHAS PROPIEDADES (p.ej., la propiedad de ser designable por un predicado monádico, la propiedad de ser una propiedad).

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  4. Ciertamente, tengo a tu libro en mi diana de compras a la espera de que mi carcaj bancario acabe de llenarse, no obstante, cada vez me está tentando más empezar por el padresito Platón a quien lo tenía visitado después de Kant y la comparación entonces, añitos ya, no se aguantó, no obstante, si el insigne filósofo me intuyó un holismo radical como verdadera epistemología entonces lo voy ya introduciendo en coordenadas más familiares, más asimilables, después de todo, el griego tenía ya en su época a su mano suficientes herramientas para concebir una epistemología como la mía, quiero decir, podríamos entender ese punto de equilibro del que hablas entre la absoluta unicidad de todo con la multiplicidad de realizaciones de ese uno como una continuación escheriana entre la filosofía de Parménides y la de Heráclito, entre entender que todo implica todo por lo que cualquier aislamiento de un hecho puede extenderse horizontalmente hasta incluir otros teniendo sólo como límite el incluirlos todos (Parménides) y entender que ningún hecho es idéntico a otro en tanto que han concurrido en la aparición del nuevo otros sucesos que lo modifican y lo individualizan por lo que la evaluación del mismo puede extenderse verticalmente para personalizarlo teniendo sólo como límite el distinguirlo radicalmente de otros (Heráclito), pues bien, el único operar que permite saltar de una a otra perspectiva es aquel que licua el lenguaje y lo hace menos agarrado a conceptos fijos y estáticos y más proclive a nodos de inferencia, o sea, un pensamiento en red (asociativo) más que arquitectónico (silogístico)

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    1. ¿¡Me estásdiciendo que piensas en leer a Platón antes que a mí!? Tengo que evitarlo como sea.

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